La Biblia contesta con un rotundo no. El sufrimiento no entraba en su propósito para el hombre. Lo que sucedió fue que nuestros primeros padres se rebelaron contra la autoridad divina y decidieron fijar sus propias normas sobre lo bueno y lo malo. Le dieron la espalda al Creador y pagaron las consecuencias.
Hoy experimentamos los efectos de su mala decisión. Dios no es de ningún modo el causante del sufrimiento.
De ahí que la Biblia declare: “Al estar bajo prueba, que nadie diga: ‘Dios me somete a prueba’. Porque con cosas malas Dios no puede ser sometido a prueba, ni somete a prueba él mismo a nadie” (Santiago 1:13). Ningún ser humano está exento de sufrir, ni siquiera los que gozan del favor divino.