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De nuestros lectores

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El secuestro Les escribo para darles muchísimas gracias por la serie “¿Por qué es una amenaza mundial el secuestro?” (22 de diciembre de 1999). El mes pasado se produjo un robo en el supermercado donde trabajo. Entraron dos enmascarados, y uno de ellos empuñaba un arma. Como los artículos mostraban que lo mejor es que las víctimas de un secuestro hagan lo que se les dice, no opuse resistencia. Me ataron de pies y manos con cinta adhesiva, me cubrieron los ojos con ella e hicieron que me sentara en el suelo. Se llevaron 9.500.000 yenes (aproximadamente 90.000 dólares). Pero mantuve la calma, y no me hicieron daño. La información llegó justo a tiempo.

S. H., Japón

Le gusta ¡Despertad! El hecho de que pertenezca a la Iglesia de las Asambleas de Dios no impide que disfrute la lectura de ¡Despertad! Hasta ahora no he leído ninguna revista tan buena y que ofrezca tan amplia variedad de temas. No tengo televisor en casa, pero a menudo puedo hablar con mis amigos de asuntos de actualidad porque he leído sobre ellos en su publicación.

A. B. A., Brasil

Afeitarse bien El artículo “Una buena afeitada” (22 de enero de 2000) me llegó justo a tiempo. Mi esposo necesita constantes cuidados y ya no puede afeitarse solo. Los cuatro consejos para afeitarse bien me resultaron muy útiles. Ahora quiere que lo afeite todos los días.

L. D., Alemania

Mentir El tema “El punto de vista bíblico: ¿Está justificada en alguna ocasión la mentira?” (8 de febrero de 2000) me hizo reflexionar. Pero, de acuerdo con cualquier definición razonable, ¿no condena la Biblia todo tipo de engaño?

D. S., Estados Unidos

En la Biblia mentir implica, por lo general, decir algo falso a alguien que tiene derecho a conocer la verdad y hacerlo con la intención de engañar o de hacer daño, ya sea a él o a otra persona. Algunos hombres y mujeres temerosos de Dios, como Abrahán, Isaac, Rahab y David, tuvieron que ver con ciertas formas de engaño, pero no se les consideró mentirosos. Claro está, se encontraban en circunstancias excepcionales. Por tanto, sus acciones no justifican el engaño innecesario. Por ejemplo, si un cristiano ha jurado decir la verdad ante un tribunal, debe optar entre decir la verdad o permanecer callado.—La Redacción.

Las familias sin padre El número del 8 de febrero de 2000 trata del ciclo de los hijos sin padre (“Las familias sin padre: cómo romper el círculo vicioso”). No puedo expresar con palabras lo decepcionada y enfadada que me sentí después de leerlo. Aprobaron la conducta de los padres ausentes hablando de sus distintas preocupaciones, como sus derechos de visita y su situación económica. ¿Dónde está la reprimenda? ¿Dónde se anima a los hombres a rectificar sus errores?

S. L., Estados Unidos

Nos damos cuenta de lo doloroso que debe ser para algunas personas leer acerca de este tema, sobre todo si las han abandonado. No obstante, el objetivo del artículo no era regañar a los hombres, sino que se comprendieran las dos caras de esta compleja situación. En él se dieron también consejos prácticos a las víctimas de abandono. Es de interés que el artículo de conclusión (“Las familias sin padre: cómo romper el círculo vicioso”) señaló: “Las tendencias actuales con relación a la vida familiar se corregirán únicamente cuando las personas estén dispuestas a modificar profundamente su manera de pensar, su actitud, su conducta, su moralidad”.—La Redacción.

Cuando vi la portada con la fotografía de una niña con su padre, se me llenaron los ojos de lágrimas. Siempre quise tener una relación así con mi padre. El artículo me ayudó a comprender las razones de lo que sucedió en mi familia. Fue como si un rayo de sol hubiera penetrado en mi pasado para iluminar los oscuros interrogantes que me han perturbado durante tantos años.

M. M., Estados Unidos