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Gané la batalla contra la depresión posparto

Gané la batalla contra la depresión posparto

Gané la batalla contra la depresión posparto

Recuerdo haber visto a mi esposo jugando alegremente con nuestra hija recién nacida y haber pensado que ambos estarían mejor sin mí. Sentía que era una carga para ellos. Deseaba subirme al automóvil y marcharme para no volver jamás. No tenía ni idea de que padecía depresión posparto.

MIS primeros diez años de matrimonio fueron muy felices. Jason y yo estábamos disfrutando tanto con la crianza de Liana, nuestra primera hija, que nos alegramos muchísimo cuando quedé encinta de nuevo.

Sin embargo, esta vez tuve un embarazo muy difícil. De hecho, estuve a punto de morir a raíz de las complicaciones que surgieron tras el parto. Pero antes de eso, en las últimas etapas del embarazo, me sentía muy confusa, estado que se agravó después de que trajimos del hospital a nuestra pequeña, Carly. Me encontraba siempre cansada y era incapaz de tomar decisiones, ni siquiera las más sencillas. Comencé a llamar a Jason al trabajo muchas veces al día solo para preguntarle qué tarea de la casa debía hacer a continuación o para asegurarme de que lo que acababa de decir o hacer estuviera bien.

De pronto me daba miedo estar en compañía de otras personas, incluso de mis viejos amigos. Si alguien llamaba inesperadamente a la puerta, me escondía en el dormitorio. Tenía toda la casa desordenada y me turbaba y distraía con facilidad. Me encanta leer, pero me resultaba casi imposible hacerlo porque no lograba concentrarme. También me costaba orar, así que mi salud espiritual se resintió. Era incapaz de sentir afecto, de amar a alguien. Me asustaba la idea de que mis hijas sufrieran algún daño porque yo no pudiera pensar con claridad. Mi autoestima se derrumbó, y creí que me estaba volviendo loca.

Por aquel entonces, Jason me ayudaba limpiando la casa o cocinando al regresar del trabajo y, aunque parezca increíble, yo me enojaba con él, pues pensaba que sus acciones demostraban mi ineptitud como madre. Por otro lado, si no me prestaba ayuda, lo acusaba de no preocuparse por mí. Si él no hubiera actuado con tanta madurez y cariño, la depresión posparto habría acabado con nuestro matrimonio. Pero tal vez sea mejor que Jason relate cómo le afectó mi enfermedad.

Mi esposo cuenta cómo le afectó

“Al principio no podía creer lo que le sucedía a Janelle. Cambió por completo, dejó de ser la alegre y extrovertida mujer que había sido y empezó a comportarse como otra persona. Todo lo que yo decía le parecía una crítica, e incluso se resentía cuando trataba de ayudarla en sus tareas. Inicialmente sentía ganas de decirle que se calmara, pero me di cuenta de que con ello solo empeoraría la situación.

”Nuestra relación se vio sometida a una tensión constante. Janelle pensaba que todo el mundo estaba en su contra. Yo había oído hablar de otras mujeres con síntomas parecidos a causa de la depresión posparto, así que cuando sospeché que a ella le estaba sucediendo lo mismo, comencé a leer todo lo que pude al respecto. Lo que leí confirmó mis sospechas y me hizo ver que Janelle no tenía la culpa de sufrir tal afección, es decir, que no se debía a que ella hubiera fallado en algo.

”Debo admitir que toda la atención que necesitaron mi esposa y las niñas me agotó en sentido emocional y físico. Durante dos años tuve que hacer malabarismos para compaginar el trabajo con mis responsabilidades de anciano de congregación, esposo y padre. Afortunadamente, pude hacer cambios en mi horario de trabajo para llegar a casa más temprano, sobre todo las noches en que asistíamos a las reuniones cristianas, pues Janelle necesitaba que estuviera a tiempo para ayudarla a preparar la cena y vestir a las niñas. De esta forma, ninguno de nosotros se perdía las reuniones.”

El camino hacia la recuperación

Sin el apoyo afectuoso de mi marido, la recuperación habría sido, indudablemente, mucho más lenta. Jason me escuchaba con paciencia cuando necesitaba desahogar mis temores. Descubrí la importancia de no reprimir mis sentimientos. A veces, hasta le hablaba como si estuviera enojada. Pero él me aseguraba una y otra vez que me amaba y que íbamos a superarlo juntos. Siempre intentaba hacerme ver el lado positivo de las cosas. Más tarde yo me disculpaba por lo que había dicho cuando estaba enfadada, y Jason me tranquilizaba recordándome que era mi enfermedad la que “hablaba”. Al recapacitar ahora, me doy cuenta de cuánto significaron para mí sus consideradas palabras.

Con el tiempo encontramos un médico muy amable que prestó atención a mis sentimientos. Me diagnosticó depresión posparto y me prescribió un tratamiento que incluía fármacos para controlar los frecuentes ataques de ansiedad. Me recomendó asimismo que buscara la asistencia de un profesional de la salud mental y que hiciera ejercicio con frecuencia, pues el ejercicio físico ha ayudado a muchas personas a combatir la depresión.

Uno de los mayores obstáculos en el camino hacia la recuperación fue sobrellevar el concepto equivocado que otros tienen de la depresión posparto. La gente no suele identificarse con alguien cuya enfermedad no comprende. La depresión posparto no es como, por ejemplo, una pierna rota, algo que se ve y que inspira lástima. Sin embargo, mi familia y mis amigos íntimos me brindaron verdadero apoyo y comprensión.

La afectuosa ayuda de mi familia y mis amigos

Jason y yo agradecimos muchísimo la ayuda de mi madre durante aquel difícil período. En ocasiones, él necesitaba tomarse un respiro de la tensión que había en casa. Mamá, por su lado, siempre mantuvo una actitud positiva y no intentó asumir todo mi trabajo. Al contrario, me apoyó y animó a hacer lo que pudiera.

Los amigos de la congregación también me proporcionaron un gran apoyo. Muchos de ellos enviaron notas breves para decirnos que estaban pensando en mí. Aprecié muchísimo aquellas bondadosas palabras, sobre todo porque me costaba hablar con la gente, ya fuera por teléfono o en persona. Incluso me resultaba difícil conversar con los hermanos cristianos antes y después de las reuniones. De modo que, al escribirnos, nuestros amigos no solo demostraron que eran conscientes de las limitaciones que me imponía la depresión, sino que confirmaron su amor e interés por mí y mi familia.

¡No es una sentencia a cadena perpetua!

Gracias a los consejos de mi médico, el enorme apoyo de mi familia y la comprensión de mis amigos, he mejorado mucho. Sigo haciendo ejercicio con regularidad, incluso cuando estoy cansada, pues ello ha contribuido a mi recuperación. También trato de responder de forma positiva al estímulo que me ofrecen los demás. Cuando me encuentro mal, escucho casetes de la Biblia y las Melodías del Reino, música animadora tanto en sentido espiritual como emocional, grabada por los testigos de Jehová. Estos dos magníficos recursos han fortalecido mi espiritualidad y me han ayudado a pensar de forma constructiva. Hace poco hasta he empezado a participar de nuevo en las reuniones de congregación realizando asignaciones estudiantiles basadas en la Biblia.

Me ha tomado más de dos años y medio llegar al punto en el que puedo sentir y expresar un amor más profundo por mi esposo, mis hijas y otras personas. Aunque pasar por esta experiencia no ha sido fácil para nuestra familia, nos sentimos más unidos que nunca. En especial le estoy agradecida a Jason, que me ha demostrado sobradamente su amor al soportar los peores momentos de mi depresión y al estar siempre a mi lado apoyándome cuando lo necesitaba. Pero lo más importante es que ambos tenemos ahora una relación mucho más estrecha con Jehová, quien sin duda alguna nos ha dado fuerzas para sobrellevar las pruebas.

Aún tengo mis días malos, pero con la ayuda de mi familia, el médico, la congregación y el espíritu santo de Jehová, la luz al final del túnel se hace cada vez más brillante. En efecto, la depresión posparto no es una sentencia a cadena perpetua. Es un enemigo que podemos vencer.—Relatado por Janelle Marshall.

[Ilustración y recuadro de la página 20]

Posibles causas de la depresión posparto

Además de los cambios hormonales, existen otros factores que pudieran ocasionar esta enfermedad. He aquí algunos de ellos:

1. El punto de vista de la mujer respecto a la maternidad, el cual tal vez se deba a una infancia desdichada y una mala relación con los padres.

2. Las expectativas poco realistas que la sociedad impone a las madres.

3. Antecedentes de depresión en la familia.

4. Insatisfacción marital y falta de apoyo de la familia inmediata o de los parientes cercanos.

5. Poca autoestima.

6. Sentirse agobiada o abrumada por cuidar todo el día de niños pequeños.

La presente lista no contiene, ni mucho menos, todos los factores que pudieran contribuir a la aparición de esta dolencia. En realidad, todavía no se comprenden totalmente las causas.

[Recuadro de la página 21]

No es solo melancolía

La depresión posparto no debe confundirse con los cambios de humor que suelen producirse después del alumbramiento. La doctora Laura J. Miller señala: “El estado anímico más frecuente entre las mujeres que acaban de tener un hijo es lo que algunas personas han denominado ‘melancolía de la maternidad’. [...] Alrededor del cincuenta por ciento de las mujeres que dan a luz experimentan cierta melancolía o inestabilidad emocional que por lo general se agrava entre el tercer y quinto día después del parto y que desaparece gradualmente por sí sola en unas semanas”. Los investigadores creen que tal inestabilidad emocional puede deberse a los cambios hormonales que sufre la mujer tras dar a luz.

A diferencia de dicha melancolía, la depresión posparto es un trastorno prolongado que puede empezar cuando nace un hijo, o quizá aparezca semanas o incluso meses más tarde. Es posible que la mujer que padece esta dolencia pase repentinamente de un estado de euforia a uno depresivo o hasta suicida. Además, puede ser que se encuentre irritable, resentida y enfadada. Tal vez tenga la persistente sensación de que no es una buena madre y no sienta amor por su hijo. Según la doctora Miller, “algunas madres a quienes se les ha diagnosticado depresión saben desde un punto de vista intelectual que aman a su bebé, pero lo único que sienten es apatía, irritación o repugnancia. Otras mujeres piensan en hacerle daño a su hijo o incluso contemplan la idea de matarlo”.

La depresión posparto es un fenómeno muy antiguo. Ya en el siglo IV a.E.C., el médico griego Hipócrates observó las notables alteraciones psicológicas que sufrían algunas mujeres después de dar a luz. Cierto estudio publicado en la revista Brazilian Journal of Medical and Biological Research señaló: “La depresión posparto es un grave problema que en muchos países afecta a entre el 10 y el 15% de las madres”. Lamentablemente, “en la mayoría de los casos, estas mujeres no reciben un diagnóstico acertado ni la medicación adecuada”, añadió la revista.

Una afección más grave, aunque menos frecuente, que se produce después del alumbramiento es la psicosis posparto. Quienes la padecen pueden tener alucinaciones, escuchar voces en su cabeza y perder el contacto con la realidad, si bien es posible que recuperen la lucidez durante períodos intermitentes, ya sea por algunas horas o días. Aunque no se conocen a ciencia cierta las causas, la doctora Miller comenta que “el principal factor parece ser cierta predisposición genética, activada quizás por los cambios hormonales”. Hay médicos especializados que pueden prescribir un tratamiento eficaz contra la psicosis posparto.

[Ilustraciones y recuadro de la página 22]

Qué puede hacer usted para ayudarse *

1. Si la depresión persiste, busque ayuda profesional. Cuanto antes lo haga, antes emprenderá el camino de la recuperación. Busque un médico comprensivo que esté familiarizado con su padecimiento. Trate de no avergonzarse de su enfermedad ni sentirse abochornada si tiene que tomar medicamentos.

2. Haga ejercicio. Los estudios han demostrado que el ejercicio regular es una terapia eficaz para la depresión.

3. Cuénteles a las personas más allegadas a usted cómo se siente. No se aísle ni reprima sus sentimientos.

4. Recuerde que no ha de tener su casa en perfecto estado. Procure llevar una vida sencilla centrándose en las cosas esenciales.

5. Ruéguele a Dios que le dé valor y paciencia. Si le cuesta orar, pídale a alguien que lo haga con usted. La recuperación pudiera demorarse si usted se aferra a sentimientos de culpa e inutilidad.

[Nota]

^ párr. 39 ¡Despertad! no recomienda ningún tratamiento en específico. Las sugerencias que este artículo dirige tanto a mujeres como a hombres no abarcan todas las situaciones, y algunas de las recomendaciones quizás ni siquiera sean aplicables en ciertos casos.

[Recuadro de la página 23]

Consejos para ellos

1. Recuerde que su esposa no tiene la culpa de sufrir depresión posparto. Si el trastorno persiste, ayúdela a buscar un médico comprensivo que entienda el problema.

2. Escúchela con paciencia, trate de comprender cómo se siente y no se enfade a causa de su negativismo. Ayúdela con bondad a ver el lado positivo de las cosas y asegúrele que se mejorará. No suponga que ha de solucionar todos los problemas que ella expone; es posible que solo desee consuelo, no respuestas lógicas (1 Tesalonicenses 5:14). No olvide que a las mujeres con depresión posparto les cuesta pensar con lógica y claridad.

3. Reduzca las actividades que no sean esenciales a fin de tener más tiempo para atender a su esposa. Si así lo hace, es probable que ella se recupere antes.

4. Procure encontrar tiempo para usted. Si conserva la salud física, mental y espiritual, podrá ayudar más a su cónyuge.

5. Hable con alguien que lo anime, quizás un hombre maduro en sentido espiritual cuya esposa haya sufrido depresión posparto.

[Ilustración de la página 23]

La familia Marshall