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¿Nos acerca a Dios la mortificación corporal?

¿Nos acerca a Dios la mortificación corporal?

El punto de vista bíblico

¿Nos acerca a Dios la mortificación corporal?

LA MAYORÍA de la gente rechaza la idea del sufrimiento físico autoimpuesto. No obstante, a los creyentes que se mortifican con prácticas como la flagelación, el ayuno severo o el uso del cilicio (vestidura o cinturón de tela áspera que irrita la piel), se les alaba como ejemplos de piedad. Tales penitencias no son meros vestigios del pasado medieval. Según noticias recientes, incluso destacados líderes religiosos de nuestros días han practicado la flagelación.

¿Qué motiva este tipo de manifestaciones religiosas? Un portavoz de una organización considerada cristiana afirma: “Esas molestias voluntariamente aceptadas unen al cristiano con Jesucristo y con los sufrimientos que él voluntariamente aceptó para redimirnos del pecado”. Dejando a un lado las afirmaciones de los guías religiosos, ¿qué dice la Biblia sobre este tema?

Amemos nuestro cuerpo

La Biblia no recomienda ni aprueba que se adore a Dios mediante mortificaciones; más bien, anima de forma clara y reiterada a los cristianos a cuidar de su cuerpo. Fijémonos en cómo describe el amor conyugal. Tomando como referencia la forma en que el hombre trata naturalmente su propio cuerpo, exhorta: “Los esposos deben estar amando a sus esposas como a sus propios cuerpos. [...] Nadie jamás ha odiado a su propia carne; antes bien, la alimenta y la acaricia, como también el Cristo hace con la congregación” (Efesios 5:28, 29).

¿Tendría algún sentido el mandato de amar a la esposa como a uno mismo si se esperara que los fieles se maltrataran a sí mismos como parte de su adoración? Resulta obvio que quienes aman los principios bíblicos tienen que cuidar de su cuerpo e incluso amarlo hasta cierto grado, y que ese sano amor deben mostrarlo también a sus cónyuges.

En consonancia con lo anterior, la Biblia contiene muchos principios que ayudan a sus lectores a cuidar su cuerpo. Por ejemplo, habla de los beneficios del ejercicio moderado (1 Timoteo 4:8). Revela el valor medicinal de ciertos alimentos y hace referencia a los efectos nocivos de una mala dieta (Proverbios 23:20, 21; 1 Timoteo 5:23). Anima a la gente a mantenerse sana porque entonces puede estar más activa (Eclesiastés 9:4). Si se espera que quienes leen la Biblia protejan así su salud, ¿sería lógico entonces esperar a la misma vez que se lastimaran a propósito? (2 Corintios 7:1.)

¿Deberían los cristianos experimentar el mismo sufrimiento que Jesús?

Algunas organizaciones fomentan erróneamente la mortificación corporal tomando como base los padecimientos de Jesús y sus primeros discípulos; sin embargo, tales padecimientos jamás fueron autoimpuestos. Si los escritores bíblicos hablaron del sufrimiento del Cristo fue para animar a los cristianos a soportar el tormento, no para que ellos mismos se lo causaran. Por ello, quienes castigan su cuerpo no están imitando a Jesucristo.

Para ilustrarlo: imagínese que ve a una muchedumbre enfurecida insultando y golpeando a un amigo al que admira. Observa que su amigo soporta el ataque con un espíritu calmado y pacífico, sin devolver los insultos ni los golpes. Si usted quisiera imitar la conducta de su amigo, ¿comenzaría a insultarse y darse golpes? Por supuesto que no, pues si lo hiciera, en realidad estaría imitando el comportamiento de la turba. Más bien, si se viera en una situación similar, trataría de no pagar con la misma moneda.

Obviamente, no se espera que los seguidores de Cristo castiguen sus cuerpos como si necesitaran imitar a las turbas enfurecidas que torturaron a Jesús e intentaron matarlo (Juan 5:18; 7:1, 25; 8:40; 11:53). Lo que han de imitar cuando sufran persecución es el modo tranquilo y pacífico como Jesús soportó las penalidades (Juan 15:20).

Una perversión contraria a la Biblia

Ya antes de la era cristiana, las Escrituras que gobernaban la vida y la adoración de los judíos condenaban el que hicieran cualquier cosa que dañara su cuerpo. Por ejemplo, la Ley prohibía explícitamente que se hicieran cortaduras en la carne, una práctica que era muy común en otras naciones antiguas (Levítico 19:28; Deuteronomio 14:1). Si Dios no quería que alguien se hiciera cortes en el cuerpo, es lógico pensar que tampoco querría que lo dejara marcado con látigos. La norma bíblica es clara: cualquier tipo de mortificación corporal es inaceptable para Dios.

Tal como un artista desea que se respete su obra, Jehová Dios quiere que respetemos el cuerpo humano, que es creación suya (Salmo 139:14-16). En realidad, la mortificación corporal no fortalece nuestra relación con Dios, sino que la arruina y, además, pervierte las enseñanzas de los Evangelios.

El apóstol Pablo, escribiendo por inspiración, dijo lo siguiente respecto a tales doctrinas opresivas de hechura humana: “Esas mismísimas cosas, en verdad, tienen una apariencia de sabiduría en una forma autoimpuesta de adoración y humildad ficticia, un tratamiento severo del cuerpo; pero no son de valor alguno en combatir la satisfacción de la carne” (Colosenses 2:20-23). Las prácticas de mortificación corporal realmente no son de valor alguno para acercarnos a Dios. En cambio, los requisitos de la adoración verdadera son reconfortantes, amorosos y livianos (Mateo 11:28-30).

¿SE LO HA PREGUNTADO?

● ¿Cómo ve Dios el cuerpo humano? (Salmo 139:13-16.)

● ¿Se pueden combatir los malos deseos mediante la mortificación corporal? (Colosenses 2:20-23.)

● ¿Debe ser la adoración pura algo pesado o duro? (Mateo 11:28-30.)

[Comentario de la página 11]

La norma bíblica es clara: cualquier tipo de mortificación corporal es inaceptable para Dios

[Ilustración de la página 10]

Un peregrino asciende penosamente de rodillas hacia una iglesia

[Reconocimiento]

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