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Las raíces de la violencia

Las raíces de la violencia

Las raíces de la violencia

LA VIOLENCIA tiene raíces complejas. No se le puede achacar a un solo factor, como las amistades, el entretenimiento o el entorno; más bien, se trata de una combinación de estos y otros elementos, entre los que figuran:

La desesperación y la desesperanza. A veces, la gente se vuelve violenta cuando se siente oprimida, discriminada o marginada social y económicamente, o si cree que no tiene control sobre su vida.

La mentalidad de masas. Como se ve con frecuencia en los encuentros deportivos, cuando las personas se encuentran entre una multitud, tienden a desinhibirse y a romper las reglas. ¿Por qué? Porque son “menos conscientes de sus propios principios morales y mucho más propensas a responder a provocaciones violentas o agresivas”, asegura un libro sobre psicología social. Según un trabajo de investigación, los individuos se convierten en títeres y pierden “todo sentido de responsabilidad social”.

El odio y la envidia. El primer asesinato de la historia fue cometido por Caín (Génesis 4:1-8). Este hombre mató a su hermano llevado por el odio y la envidia. De nada valió que Dios le hubiera aconsejado dominar sus impulsos ni que le hubiera prometido bendecirlo. ¡Qué ciertas son las palabras de la Biblia: “Donde hay celos y espíritu de contradicción, allí hay desorden y toda cosa vil”! (Santiago 3:16.)

El alcohol y las drogas. El abuso del alcohol y las drogas no solo perjudican la salud física y mental: también interfieren en los centros de control del cerebro. Como resultado, la persona que está bajo los efectos de alguna sustancia tiende a ser más impulsiva y a responder con mayor agresividad a las provocaciones.

Sistemas de justicia ineficaces. Eclesiastés 8:11 asegura: “Por cuanto la sentencia contra una obra mala no se ha ejecutado velozmente, por eso el corazón de los hijos de los hombres ha quedado plenamente resuelto en ellos a hacer lo malo”. La incapacidad, la ineptitud y la corrupción de los sistemas judiciales promueven directa o indirectamente la violencia.

La religión falsa. Muchas veces se vincula la religión con la violencia, incluidos los ataques sectarios y el terrorismo. Pero la culpa no es solo de los fanáticos y los extremistas religiosos. Durante las dos guerras mundiales, miembros de las principales religiones del mundo —tanto “cristianas” como no cristianas⁠— se masacraron mutuamente, a menudo con la bendición de sus guías espirituales. Esos actos ofenden a Dios (Tito 1:16; Revelación [Apocalipsis] 17:5, 6; 18:24).

En un mundo con tantas fuerzas que favorecen o exaltan la violencia, ¿es posible ser pacífico? La respuesta es sí, como veremos a continuación.

[Recuadro de la página 6]

LA VIOLENCIA COMIENZA EN UNO MISMO

Aunque existen diversos desencadenantes de la violencia, la principal raíz se encuentra en nuestro interior. ¿Cómo lo sabemos? Porque Jesucristo, quien tenía una aguda comprensión del corazón humano, dijo: “De dentro, del corazón de los hombres, proceden razonamientos perjudiciales: fornicaciones, hurtos, asesinatos, adulterios, codicias, actos de iniquidad, engaño, conducta relajada, ojo envidioso, blasfemia, altanería, irracionalidad” (Marcos 7:21, 22). El hábito de mirar, escuchar o pensar cosas indebidas alimenta las malas inclinaciones (Santiago 1:14, 15).

En cambio, si nutrimos la mente con cosas sanas, como las que se mencionan en la página 8, avivamos los buenos deseos y matamos los malos (Colosenses 3:5; Filipenses 4:8). Entonces, Dios nos ayudará a ser “poderosos en el hombre que [somos] en el interior” (Efesios 3:16).

[Recuadro de la página 7]

LA VIOLENCIA DESCONCIERTA A LOS EXPERTOS

¿Por qué en unos países la tasa de asesinatos es sesenta veces más elevada que en otros? ¿Por qué han sido las guerras y otras formas de violencia una constante a lo largo de la historia? Abundan las preguntas desconcertantes como estas, pero escasean las respuestas convincentes.

Algunos investigadores le achacan el problema a la pobreza y la desigualdad. Según estadísticas, un 90% de las muertes violentas ocurridas en el año 2000 —incluidos los suicidios⁠— tuvieron lugar en las naciones menos prósperas. Además, los barrios pobres de las ciudades suelen ser las zonas de mayor criminalidad. Pero ¿serán más violentos los pobres? ¿O será que el presupuesto de sus comunidades no alcanza para costear un sistema de justicia eficiente? Cabe notar que en la ciudad india de Calcuta, donde viven millones de personas en extrema pobreza, la tasa de homicidios es una de las más bajas del mundo; y no es el único caso.

Otros creen que la facilidad con que se pueden conseguir armas produce una sociedad más belicosa. Es cierto que las armas vuelven más peligrosos a los individuos agresivos. Pero ¿por qué hay países con una mayor proporción de personas violentas? Tampoco en esto se ponen de acuerdo los expertos.