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Me encantaba la violencia

Me encantaba la violencia

Me encantaba la violencia

Relatado por Salvador Garza

DE NIÑO me encantaba la violencia; me peleaba con el que me hiciera enojar. Un campeón local de boxeo me vio y me enseñó a boxear. Con el tiempo me hice profesional y viajé por todo Estados Unidos. Más tarde fui guardaespaldas de un gánster.

Mi amor por la violencia no disminuyó ni siquiera después de casarme y tener seis hijos. Para ese entonces administraba un club nocturno. Aunque trataron de matarme varias veces, no dejé mi estilo de vida porque me fascinaban las emociones fuertes. En cierta ocasión les disparé a dos hombres en una pelea y los dejé malheridos. En otra ocasión, unos amigos y yo planeamos el secuestro de un político importante, pero fui arrestado al descubrirse el complot. Cuando la policía dio con mis amigos, se armó un tiroteo y los mataron a todos. ¡Menos mal que yo estaba en la cárcel!

Años más tarde salí de prisión y conseguí empleo. Cierto día, mientras regresaba del trabajo a casa, sufrí de repente un dolor de cabeza incapacitante. Estaba muy preocupado y oré por ayuda. Mi esposa, Dolores, que ya estudiaba la Biblia con los testigos de Jehová, me había dicho que Dios se llama Jehová (Salmo 83:18). Así que le oré a él por su nombre.

Una vez que me recuperé, Dolores me invitó a ir a las reuniones que los testigos de Jehová celebran en su Salón del Reino. La amabilidad y el interés sincero con que me trataron me conmovieron hasta las lágrimas. De inmediato comencé a estudiar la Biblia, y mi manera de ver la vida empezó a cambiar. Me encantaba lo que estaba aprendiendo.

Controlar mi genio fue lo que me tomó un poco más de tiempo. Por ejemplo, un día, mientras iba predicando de casa en casa con mi amigo Antonio, un hombre se puso a insultarnos. Me sentí tan furioso que me le lancé encima. Afortunadamente, Antonio me detuvo. Luego me habló con mucha paciencia del ejemplo de Jesús, que aguantó incontables burlas e insultos. El apóstol Pedro, que colaboró de cerca con Jesús, escribió: “Cuando lo estaban injuriando, no se puso a injuriar en cambio” (1 Pedro 2:23). Esas palabras me llegaron al corazón.

Siempre que miro al pasado y reflexiono sobre los cambios que he realizado con el paso de los años, le agradezco a Jehová que me haya brindado su espíritu, el cual nos da fuerzas para ejercer autodominio y ser verdaderamente pacíficos (Gálatas 5:22, 23). Ahora, mi familia está unida y feliz, y disfrutamos de una vida tranquila y apacible. Además, tengo el privilegio de ser evangelizador de tiempo completo y ayudar a las personas a hallar la paz de Dios.

[Ilustración de la página 9]

Gracias a su estudio de la Biblia, Salvador encontró paz