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“¿Me convendría aprender hebreo y griego?”

“¿Me convendría aprender hebreo y griego?”

“¿Me convendría aprender hebreo y griego?”

LA MAYOR parte de la Biblia se escribió en dos lenguas: hebreo y griego. * Sus escritores utilizaron esos idiomas guiados por el espíritu santo de Dios (2 Samuel 23:2). Por eso, se puede decir que es “inspirada de Dios” (2 Timoteo 3:16, 17).

Sin embargo, no son muchos los lectores de la Biblia que entienden hoy día hebreo o griego. La gran mayoría —entre quienes tal vez esté usted— recurren a una versión en su idioma materno. Ninguna de estas traducciones ha sido inspirada, así que hay quienes se preguntan si les convendría aprender hebreo y griego para captar mejor el mensaje bíblico original.

Factores a tener en cuenta

A fin de aclarar esa duda, hay que analizar varios factores. Para empezar, conocer los idiomas originales no es de por sí un remedio milagroso para entender mejor el mensaje de la Palabra de Dios. Recuerde lo que dijo Jesús a algunos judíos de su tiempo: “Ustedes escudriñan las Escrituras, porque piensan que por medio de ellas tendrán la vida eterna; y estas son las mismas que dan testimonio acerca de mí. Y con todo, ustedes no quieren venir a mí para que tengan vida” (Juan 5:39, 40). ¿Por qué no aceptaban a Jesús? ¿Acaso les faltaba conocimiento del hebreo para entender las Escrituras? No podía ser, pues ellos sí dominaban el idioma. El problema era otro, como muy bien les indicó Jesús: “No tienen el amor de Dios en ustedes” (Juan 5:42).

Algo parecido dijo el apóstol Pablo a los cristianos de habla griega que vivían en la ciudad de Corinto: “Tanto los judíos piden señales como los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo fijado en el madero; para los judíos causa de tropiezo, pero para las naciones necedad” (1 Corintios 1:22, 23). Vemos, por tanto, que el hecho de que las personas hablaran hebreo o griego no garantizaba que aceptaran la verdad de la Palabra de Dios.

Un segundo factor a tener en cuenta es que el hebreo y el griego modernos son notablemente diferentes de los utilizados para escribir la Biblia. De hecho, a la mayoría de los que hoy hablan griego les cuesta entender el griego bíblico. ¿Por qué? Entre otras cosas, porque la gramática ha cambiado, y mucho. Además, parte del vocabulario clásico o bien ha sido sustituido por palabras nuevas, o bien ha sobrevivido con otros significados. Así, el término que se traduce “hermoso” en Hechos 7:20 y Hebreos 11:23 actualmente significa “gracioso” o “divertido”.

De modo que, aun si usted aprendiera el hebreo o el griego modernos, eso no le aseguraría que pudiera captar con mayor exactitud los escritos bíblicos originales. Todavía tendría que consultar diccionarios y libros de gramática para saber cómo se usaban esos idiomas cuando se escribió la Biblia.

Un tercer factor es que aprender un nuevo idioma es un auténtico reto. Quizá resulte fácil memorizar unas cuantas frases al principio, pero para ser capaz de captar todos los matices de un idioma, se necesitan muchos años. Hasta llegar a ese punto, se pueden cometer numerosos errores. Como dijo un famoso poeta inglés: “Saber poco es peligroso”.

El significado de las palabras

¿Le ha pasado alguna vez que alguien que estaba aprendiendo español le preguntó el significado de una palabra y usted no pudo darle una respuesta clara? Tal vez hasta haya tenido que pedirle que le diera un ejemplo en el que se usara dicha palabra. ¿Por qué? Porque el significado de muchas palabras varía en función del contexto. Imagínese que alguien le pregunta qué significa “planta”. ¿Qué le diría? Ese término puede aludir a un vegetal, a la parte inferior del pie o a cada uno de los pisos de un edificio, entre otras cosas. Incluso puede ser una forma conjugada del verbo plantar. ¿Cuál es la respuesta correcta? ¿Verdad que no basta con conocer todos los posibles significados?

Es cierto que en un diccionario podemos encontrar las distintas acepciones de cualquier palabra, y hasta la frecuencia con la que se usan. Sin embargo, la única forma de determinar cuál es la que corresponde en cada caso es conociendo el contexto. Para ilustrarlo: supongamos que nos sentimos enfermos y queremos saber cuál es la causa. Como sabemos muy poco de medicina, tal vez consultemos una obra especializada y descubramos que nuestros síntomas son señal de cierta enfermedad en un 90% de los casos, pero de otra totalmente diferente en el 10% restante. Está claro que necesitamos saber mucho más para llegar a un diagnóstico correcto, ¿verdad? De igual modo, no sirve de mucho conocer cuál es el significado más común de una palabra si en el texto que estamos leyendo tiene otro sentido. Para entender qué uso se le ha dado, necesitamos más información: la que nos da el contexto.

Pues bien, lo mismo pasa con el vocabulario bíblico. Tomemos por caso los términos de los idiomas originales que se suelen traducir por “espíritu”. En algunas ocasiones pueden verterse correctamente como “viento” (Éxodo 10:13; Juan 3:8). En otras, aluden a la fuerza que mantiene con vida a los seres humanos y los animales (Génesis 7:22; Salmo 104:29; Santiago 2:26). También se llama espíritus a las criaturas celestiales invisibles (1 Reyes 22:21, 22; Mateo 8:16). Y claro, no podemos olvidar el espíritu santo de Dios, esto es, su fuerza activa o poder en acción (Génesis 1:2; Mateo 12:28). A veces, incluso se habla de “espíritu” para referirse a la actitud y disposición de ánimo de una persona, así como a la mentalidad general de una colectividad (Josué 2:11; Gálatas 6:18).

Por lo tanto, por muy exhaustiva que sea la lista de sentidos de una palabra hebrea o griega que encontremos en los diccionarios, será el contexto el que nos indique cuál es el significado que corresponde. * Y esto se cumple tanto si estamos leyendo la Biblia en los idiomas originales como si estamos leyendo una traducción.

¿Está mal usar una traducción?

Algunas personas han emprendido la ardua tarea de aprender uno o incluso ambos idiomas bíblicos. Aunque reconocen que nunca los entenderán a la perfección, les llena de satisfacción leer la Biblia en sus idiomas originales, y creen que esto compensa el esfuerzo. Pero si usted no puede hacerlo, no se desanime. No está mal usar una traducción para aprender las verdades bíblicas. Veamos por qué.

En primer lugar, porque hasta los escritores de las Escrituras Griegas Cristianas —también llamadas “Nuevo Testamento”— utilizaban a menudo una traducción al griego cuando citaban de las Escrituras Hebreas (Salmo 40:6; Hebreos 10:5, 6). * Lo interesante es que ellos hablaban hebreo y podrían haber citado los versículos directamente de los escritos originales. No obstante, prefirieron citarlos de una traducción que estaba muy difundida entre las personas a quienes escribían (Génesis 12:3; Gálatas 3:8).

En segundo lugar, ni siquiera los escritos originales contienen las palabras de Jesús en el mismo idioma en que las pronunció. Recordemos que los evangelistas transcribieron en griego lo que Jesús dijo en un dialecto del hebreo. * Este dato resulta muy revelador para quienes creen que leer lo que escribieron siervos fieles del pasado en su lengua original les otorga una comprensión especial de la verdad bíblica. Jehová Dios no inspiró a los escritores bíblicos para que conservaran las palabras de su Hijo en su idioma original, sino en un idioma que en aquel entonces comprendían más personas. Este hecho indica que lo importante no es leer la Biblia en su lengua original, sino en una que entendamos bien y nos motive a actuar.

Y en tercer y último lugar, en la Biblia se predijo que el mensaje de las “buenas nuevas” llegaría a personas sinceras de “toda nación y tribu y lengua y pueblo” (Revelación [Apocalipsis] 14:6; Lucas 10:21; 1 Corintios 1:27-29). En cumplimiento de esa profecía, la inmensa mayoría de la gente puede conocer el propósito de Dios leyendo una Biblia en su lengua materna, sin necesidad de aprender ningún otro idioma. En muchos casos, el lector puede incluso elegir entre diversas traducciones en su propia lengua. *

Entonces, ¿cómo puede uno asegurarse de que entiende bien las verdades bíblicas? Los testigos de Jehová han comprobado que analizar la Palabra de Dios por temas tiene muy buenos resultados. Si se quiere saber, por ejemplo, lo que esta enseña sobre el matrimonio, se buscan los versículos relacionados con ese tema. De este modo, al conocer el contexto, se pueden interpretar bien aquellos pasajes aparentemente confusos. ¿No le gustaría aprovechar la oportunidad que ofrecen los Testigos de estudiar la Biblia gratuitamente? Así, sin importar el idioma que usted hable, podrá aprender más de Dios, quien desea que “hombres de toda clase se salven y lleguen a un conocimiento exacto de la verdad” (1 Timoteo 2:4; Revelación 7:9).

[Notas]

^ párr. 2 En algunos pasajes también se utilizó el arameo, una lengua emparentada con el hebreo bíblico. Algunos ejemplos son Esdras 4:8–6:18, 7:12-26, Jeremías 10:11 y Daniel 2:4b–7:28.

^ párr. 14 Hay que tener en cuenta que algunos diccionarios y glosarios bíblicos no enumeran todas las definiciones de un término, sino las distintas formas en que se ha traducido en una versión específica de la Biblia, como puede ser la Reina-Valera.

^ párr. 17 En tiempos de Jesucristo ya existía una traducción de las Escrituras Hebreas al griego, conocida como la Septuaginta. Esta versión estaba muy extendida entre los judíos de habla griega. Cientos de citas directas de las Escrituras Hebreas que aparecen en las Escrituras Griegas están tomadas de ella.

^ párr. 18 Aunque se cree que el Evangelio de Mateo se escribió originalmente en hebreo, lo que se ha conservado hasta nuestros días es una traducción al griego, probablemente realizada por el propio Mateo.

^ párr. 19 Para saber más sobre los distintos tipos de traducciones y sobre cómo elegir una que sea fiel, consulte el artículo “Cómo escoger una buena traducción de la Biblia”, publicado en el número del 1 de mayo de 2008 de esta revista.

[Ilustración y recuadro de la página 22]

La Septuaginta griega

Los judíos de habla griega de la época de Jesús utilizaban mucho la Septuaginta, una traducción de las Escrituras Hebreas. Esta versión en griego fue el primer intento del que se tiene noticia de traducir las Sagradas Escrituras a otro idioma. Asimismo se destaca por la magnitud de la labor, iniciada en el siglo III antes de nuestra era por un grupo de traductores y terminada, más de cien años después, por otro grupo de eruditos.

Los primeros cristianos la usaban con frecuencia, sobre todo para demostrar que Jesús era el Cristo, el Mesías prometido. Tan eficazmente la utilizaron que algunos judíos empezaron a considerarla una traducción “cristiana”, por lo que perdió popularidad en las comunidades judías. Esto dio pie a que surgieran nuevas traducciones al griego, como la realizada en el siglo II por un prosélito judío de nombre Aquila. Esta versión contiene, según cierto biblista, una “inesperada y sorprendente característica”: el hecho de que aparece, en caracteres hebreos antiguos, el nombre divino, Jehová.

[Reconocimiento]

Autoridad de Antigüedades de Israel

[Ilustraciones de la página 23]

Lo importante es leer la Biblia en una lengua que entendamos bien y nos motive a actuar