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Los personajes bíblicos: ¿de veras vivieron tanto?

Los personajes bíblicos: ¿de veras vivieron tanto?

EL 4 de agosto de 1997, Jeanne Louise Calment murió en su pueblo natal al sureste de Francia. Tenía nada menos que 122 años.

Los adelantos en la ciencia y en el cuidado de la salud, así como en otros campos, han elevado la esperanza de vida. Con todo, son raros los casos de hombres y mujeres que superan la marca de los 100 años. Por eso, personas como la señora Calment suelen ser noticia.

Ahora bien, la Biblia afirma que la gente de la antigüedad vivía muchísimo más. De hecho, habla de personas que estuvieron a punto de alcanzar los 1.000 años. Pero ¿será eso cierto? ¿Es realmente posible que la gente viviera tanto tiempo? ¿Y por qué es importante saber la respuesta?

Los más longevos

El libro de Génesis nos habla de siete personas que superaron los 900 años de edad: Adán, Set, Enós, Quenán, Jared, Matusalén y Noé (Génesis 5:5-27; 9:29). Todos estos hombres —que nacieron antes del Diluvio— pertenecían a las primeras diez generaciones de la humanidad. Tal vez haya oído hablar de algunos de ellos, como Matusalén, que con 969 años ostenta el récord mundial de longevidad.

La Biblia también menciona a otros veinticinco personajes que, a juzgar por lo que dura la gente de hoy, tuvieron vidas excepcionalmente largas: de 300, 400 y hasta de 700 años (Génesis 5:28-31; 11:10-25). ¿Se tratará de simples mitos, como dicen muchos?

¿Historia o ficción?

¿Cómo se comprobó que la señora Calment realmente vivió tanto tiempo? Según el Instituto Max Planck de Investigación Demográfica, con sede en Alemania, los expertos se basaron en unas “declaraciones sencillas y verificables” que la anciana hizo sobre su propia vida y la de sus familiares. Lo que dijo fue comparado con registros oficiales, notariales y eclesiásticos, así como con censos y periódicos de la época. Es cierto que no se pudo corroborar todas sus declaraciones; sin embargo, se determinó que había suficientes pruebas directas e indirectas para confirmar su edad.

Con la Biblia sucede algo muy parecido. Aunque no es posible corroborar todas y cada una de sus declaraciones, se ha demostrado vez tras vez que lo que dice es exacto desde el punto de vista histórico, científico y cronológico. * Y no deberíamos esperar menos de un libro que señala lo siguiente sobre su autor: “Dios siempre dice la verdad, aunque todos los hombres sean mentirosos” (Romanos 3:4, La Palabra de Dios para Todos). En efecto, el hecho de que la Biblia sea “inspirada de Dios” garantiza su veracidad (2 Timoteo 3:16).

Además, pensemos en quién escribió el libro de Génesis. Este hombre —a quien Dios inspiró para redactar los cinco primeros libros de la Biblia, o Pentateuco— fue Moisés, uno de los personajes más importantes y respetados de toda la historia. Los judíos lo ven como el más grande de sus maestros, los musulmanes como un destacado profeta y los cristianos como un predecesor de Jesucristo. ¿No merecen confianza las declaraciones de una figura tan reconocida?

¿Años o meses?

Hay quienes sostienen que en aquellos días se medía el tiempo de forma diferente y que lo que la Biblia llama años son en realidad meses. Pero el libro de Génesis establece claramente que el cómputo utilizado entonces era, en esencia, el mismo que usamos hoy. Examinemos dos argumentos que apoyan esta afirmación. Primero, el relato nos dice que el Diluvio comenzó “en el año seiscientos de la vida de Noé, en el segundo mes, en el día diecisiete del mes”. Más adelante explica que las aguas anegaron la Tierra por “ciento cincuenta días” y que “en el séptimo mes, en el día diecisiete del mes, el arca llegó a descansar sobre las montañas de Ararat” (Génesis 7:11, 24; 8:4). Como hemos visto, los ciento cincuenta días que aquí se mencionan equivalen a cinco meses (desde el 17 del segundo mes hasta el 17 del séptimo mes). Está claro, pues, que los meses de Génesis tenían treinta días cada uno.

Analicemos ahora el segundo argumento. Génesis 5:15-18 nos dice que Mahalalel tuvo un hijo a los 65 años de edad y que luego vivió ochocientos treinta años más. Su nieto Enoc también engendró un hijo a los 65 (Génesis 5:21). Hagamos cuentas. A un mes por año, estos hombres habrían sido padres con tan solo cinco años de edad. Y, por supuesto, eso no tiene ningún sentido.

Por otra parte, los hallazgos arqueológicos también son compatibles con lo que la Biblia dice sobre estos personajes. Según las Escrituras, el patriarca Abrahán se mudó de la ciudad de Ur a Harán, y luego a la región de Canaán; allí combatió contra Kedorlaomer, rey de Elam, y lo venció (Génesis 11:31; 12:5; 14:13-17). Los arqueólogos han confirmado que todos estos lugares y personajes no son imaginarios. Además, sus descubrimientos sobre la geografía y las costumbres de la época de Abrahán concuerdan con lo que dice la Biblia. Siendo este el caso, ¿por qué habríamos de dudar del hecho de que este patriarca llegó a la edad de 175 años? (Génesis 25:7.)

Lo cierto es que no hay razón para cuestionar las declaraciones bíblicas sobre la larga vida de algunos de sus personajes. Pero ¿qué importancia tiene para nosotros saber que estos hombres vivieron tanto?

¿Puede el hombre vivir para siempre?

Si uno lo piensa bien, se da cuenta de que la excepcional duración de la vida en tiempos antiguos es una indicación del asombroso potencial del cuerpo humano. Valiéndose de las últimas técnicas de investigación, los científicos han logrado estudiar más a fondo el maravilloso diseño del cuerpo y su extraordinaria capacidad para regenerarse. ¿Y qué han concluido? Que debería durar para siempre. Por eso, el profesor de Medicina Tom Kirkwood comentó: “El envejecimiento continúa siendo uno de los grandes misterios de las ciencias médicas”.

Sin embargo, para Jehová, el envejecimiento no es ni un misterio ni un problema sin solución. Su primera creación humana, Adán, fue un hombre perfecto que tenía la capacidad de vivir para siempre. Pero Adán se hizo rebelde y pecó contra Dios, con lo que se convirtió en un hombre imperfecto sujeto a la muerte. Esa es, de hecho, la explicación que tanto buscan los científicos. La Biblia la resume así: “Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado” (Romanos 5:12). Sí, la razón por la que enfermamos, envejecemos y morimos es que hemos heredado de Adán la imperfección y el pecado.

No obstante, Jehová aún se propone que alcancemos la perfección y vivamos eternamente. Por eso, envió a la Tierra a su Hijo, Jesucristo, para que sacrificara su vida y nos rescatara del pecado. En 1 Corintios 15:22 leemos: “Así como en Adán todos están muriendo, así también en el Cristo todos serán vivificados”. Quienes vivieron antes del Diluvio disfrutaron de una mayor expectativa de vida porque estaban más cerca del tiempo en que Adán perdió la perfección. Pero hoy estamos más cerca del tiempo en que Jehová nos la devolverá. Entonces, libres del pecado, no sufriremos más los estragos de la vejez y la muerte (Isaías 33:24; Tito 1:2).

¿Qué hay que hacer para vivir para siempre? Antes de nada, no descartemos esa promesa como una mera ilusión. Recordemos que Jesús dijo: “El que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna” (Juan 5:24). Así pues, estudiemos la Palabra de Dios y apliquemos sus principios en nuestra vida. De esta manera, estaremos poniendo por obra este consejo de Pablo: “[Sigan] atesorando para sí con seguridad un fundamento excelente para el futuro, para que logren asirse firmemente de la vida que realmente lo es” (1 Timoteo 6:19). Podemos estar seguros de que Aquel que hizo posible que los hombres del pasado vivieran por tantos siglos hará posible que nosotros vivamos por toda la eternidad.

^ párr. 10 Para más información, consulte el libro La Biblia... ¿la Palabra de Dios, o palabra del hombre?, editado por los testigos de Jehová.

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

1000

969 MATUSALÉN

950 NOÉ

930 ADÁN

900

800

700

600

500

400

300

200

100 HOMBRE DE HOY

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