Ir al contenido

Ir al índice

No olvidemos a las madres que crían solas a sus hijos

No olvidemos a las madres que crían solas a sus hijos

¿SE IMAGINA el trabajo que le cuesta a una madre sacar adelante a sus hijos sin la ayuda de un esposo? * Debe hacer malabarismos con su tiempo y sus energías para cumplir con una larga lista de responsabilidades: trabajar, atender la casa, hacer las compras, cocinar, y mucho más. Y claro, también hay que velar por la salud física y emocional de los niños, darles momentos de diversión y, si es posible, dedicarse tiempo a sí misma.

Las familias monoparentales están cada vez más presentes en la sociedad actual. Con todo, en muchos casos no reciben la ayuda que precisan. Cierta mujer tuvo que admitir: “No reparé en las madres solas hasta que me convertí en una”. ¿Y nosotros? ¿Podríamos estar pasando por alto a las mujeres que crían solas a sus hijos? Veamos tres buenas razones para no olvidarnos de ellas.

Razones para tomarlas en consideración

Necesitan nuestra ayuda. Una mujer de 41 años, viuda y con dos hijos, declaró: “A veces tengo tantas cosas encima que no sé ni por dónde empezar. Es demasiado para mí”. Como vemos, las mujeres que luchan solas al frente de su familia —sea por la muerte o el abandono de su cónyuge, o por otras circunstancias— pueden sentirse abrumadas. Cierta madre se expresó así: “Nuestra situación es dificilísima. ¡Necesitamos que alguien nos dé una mano!”.

Ayudarlas nos hará más felices. ¿Verdad que nos sentimos bien con nosotros mismos cuando ayudamos a alguien a cargar algo muy pesado? Pues bien, las madres solas tienen que cargar a diario con responsabilidades tremendamente pesadas. Si les ofrecemos ayuda práctica, comprobaremos la veracidad de Salmo 41:1, que dice: “Feliz es cualquiera que obra con consideración para con el de condición humilde”.

Dios espera que las ayudemos. Las Escrituras indican que “la forma de adoración que es limpia e incontaminada desde el punto de vista de nuestro Dios y Padre es esta: cuidar de los huérfanos y de las viudas en su tribulación” (Santiago 1:27). Por supuesto, las madres solas también merecen el mismo cuidado. * Además, Hebreos 13:16 aconseja: “No olviden el hacer bien y el compartir cosas con otros, porque dichos sacrificios le son de mucho agrado a Dios”.

Ahora bien, ¿cómo podemos ofrecerles ayuda que resulte verdaderamente útil? Analicemos varias sugerencias.

Estemos atentos a sus necesidades

Tal vez lo primero que nos venga a la mente sea decir algo como: “¿Quieres que te ayude con alguna cosa?”. Pero siendo realistas, ¿cuántas madres nos dirán abiertamente lo que les hace falta? Como vimos, Salmo 41:1 recomienda obrar con consideración; en efecto, hay que actuar. Según cierta obra de consulta, el verbo hebreo empleado en este versículo implica “un proceso de reflexión mediante una compleja serie de pensamientos que se traduce en un comportamiento acertado”.

Por lo tanto, para encontrar la mejor forma de ayudar a las madres solas, primero tenemos que reflexionar con detenimiento en su situación. No podemos fijarnos únicamente en lo superficial; debemos ir más allá de lo obvio. Conviene preguntarse: “¿Qué necesitaría yo si estuviera en su lugar?”. Claro está, muchas madres dirán que los únicos que pueden entenderlas son quienes están pasando por lo mismo que ellas. Y aunque no les falta razón, si nos esforzamos por comprenderlas, podremos ofrecerles ayuda muy valiosa.

Imitemos el ejemplo de Dios

Jehová Dios es el modelo perfecto que podemos imitar para ayudar a quienes se encuentran en esta complicada situación. La Biblia señala en repetidas ocasiones que él se preocupa profundamente por las viudas, los huérfanos y, en definitiva, por las madres solas. De hecho, nadie las cuida con tanta dedicación y cariño. Por tanto, analicemos cuatro formas prácticas en las que Dios atiende sus necesidades y veamos cómo imitarlo.

Ofrecerse a escuchar

En la Ley del antiguo Israel, Jehová dijo respecto a las viudas y los huérfanos: “Sin falta oiré su clamor” (Éxodo 22:22, 23). ¿Cómo podemos imitar ese interés? Recordemos que muchas de estas madres se enfrentan a menudo con la soledad, pues no tienen otro adulto al que confiarle sus sentimientos. Una mujer explica: “A veces, cuando mis hijos se acuestan, me siento tan terriblemente sola que no puedo parar de llorar”. De modo que uno puede ofrecerse a escuchar —bajo circunstancias apropiadas— el “clamor” de estas madres. Sin duda, tener cerca a alguien con quien desahogarse les dará fuerzas para seguir adelante.

Brindar palabras de aliento

Por medio de su espíritu santo, Jehová hizo que algunos israelitas compusieran salmos, es decir, canciones sagradas de alabanza a Dios. ¿Cómo se sentirían las viudas y los huérfanos al entonar las letras? Seguro que muy felices, pues estas les recordaban que Jehová era para ellos un “padre” y un “juez” que los protegería (Salmo 68:5; 146:9). Nosotros también podemos brindar palabras de aliento a las madres solas, palabras que tal vez permanezcan años en su memoria. Así le sucedió a Ruth. Ella atesora unas palabras que le dirigió veinte años atrás un cristiano con mucha experiencia como padre. Él le dijo: “Sé que te estás desviviendo por criar a tus dos hijos. Vas bien, sigue así”. Ruth cuenta: “De verdad me llegó al corazón que me dijera aquello”. Y es que, como dice la Biblia, “las palabras que brindan consuelo son la mejor medicina” (Proverbios 15:4, Traducción en lenguaje actual). Así pues, ¿hay algo sincero y animador que podamos decirle a alguna madre que esté en esta situación?

Proporcionar ayuda material

Jehová también estableció en la Ley ciertas medidas que, sin atentar contra la dignidad de las viudas y los huérfanos, les permitían conseguir su propio alimento. Con estos preceptos, tales personas tendrían cubiertas sus necesidades básicas en todo momento (Deuteronomio 24:19-21; 26:12, 13). Es adecuado, pues, que ofrezcamos ayuda material a las familias que la necesiten, siempre de forma discreta y preservando su dignidad. Por ejemplo, quizás sea posible llevarles alimentos a su casa, regalarles ropa en buen estado, o incluso ayudarles a adquirir alguna otra cosa que necesiten.

Incluir a estas familias en nuestras actividades

Jehová ordenó a los israelitas que incluyeran a las viudas y los huérfanos en sus fiestas anuales. La idea era que disfrutaran de la grata compañía de los demás siervos de Dios. De hecho, a cada uno de ellos le dijo: “Tienes que regocijarte” (Deuteronomio 16:10-15). En la actualidad, también se espera que los cristianos “sean hospitalarios unos para con otros” (1 Pedro 4:9). ¿Por qué no invitar a comer a los miembros de alguna familia monoparental? No crea que hace falta preparar un banquete. Recuerde lo que dijo Jesús mientras estaba de visita en casa de unos amigos: “Son pocas [...] las cosas que se necesitan, o solo una” (Lucas 10:42).

Podemos hacer mucho bien

Las madres solas saben que criar a los hijos es responsabilidad suya, por lo que no esperan que nadie asuma sus obligaciones. De todos modos, no hay duda de que apreciarán muchísimo cualquier ayuda que podamos brindarles. Así lo expresó Kathleen, que crió sola a sus tres hijos: “No hay que esperar nada de los demás, pero sí agradecer de corazón lo que hacen por uno”. Por lo tanto, démosles todo nuestro apoyo, pues Jehová ha prometido que nos “pagará esas buenas acciones” (Proverbios 19:17, Nueva Biblia al Día). Si siempre las tenemos presentes, tanto ellas como nosotros seremos más felices.

^ párr. 2 Aunque en el artículo se emplea el género femenino, los principios analizados son aplicables tanto a hombres como a mujeres.

^ párr. 7 Aunque la Biblia no habla específicamente de las familias monoparentales, en ella sí aparecen con frecuencia las expresiones “viuda” y “huérfano de padre”, de lo que se deduce que este tipo de familias eran muy comunes (Isaías 1:17).