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Se dejó consolar por Dios

Se dejó consolar por Dios

Ejemplos de fe

Se dejó consolar por Dios

ELÍAS corre bajo la lluvia mientras la oscuridad se cierne sobre la región. Todavía queda un buen trecho para llegar a Jezreel, y ya no tiene el vigor de la juventud. Aun así, avanza infatigable, pues “la misma mano de Jehová” está sobre él. La fuerza que impulsa su cuerpo es distinta a todo lo que ha sentido antes. De hecho, ¡ha dejado atrás a los caballos que tiran del carruaje del rey Acab! (1 Reyes 18:46.)

Va muy por delante del monarca y tiene ante sí un largo camino. Imagínelo quitándose las gotas de lluvia de los ojos a la vez que recuerda todo lo acontecido ese día, el más trascendental de su vida. Ya lejano y oculto por la tormenta se alza el monte Carmelo, en cuyas alturas azotadas por el viento Jehová lo ha utilizado para asestar un tremendo y milagroso golpe al culto de Baal. Cientos de profetas paganos han sido justamente ejecutados tras quedar al descubierto sus viles engaños. Sin duda, una gran victoria para el Dios de Elías, Jehová, y para la adoración pura. Elías ruega a Jehová que cese la sequía que ha castigado la tierra por tres años y medio. ¡Y entonces rompe a llover! * (1 Reyes 18:18-45.)

Mientras recorre bajo la intensa lluvia los 30 kilómetros (19 millas) que lo separan de Jezreel, quizás va pensando que las cosas por fin mejorarán. ¡Acab tendrá que cambiar! Después de presenciar lo sucedido en el monte Carmelo, el rey no tendrá más opción que abandonar el culto a Baal, controlar a su reina, Jezabel, y dejar de perseguir a los siervos de Jehová.

Es normal que nos hagamos ilusiones cuando todo parece ir bien. Tal vez pensemos que las cosas seguirán mejorando, e incluso que nuestros peores problemas por fin se acabarán. No sería extraño que Elías se hubiera sentido así, pues “era hombre de sentimientos semejantes a los nuestros” (Santiago 5:17). No obstante, sus quebraderos de cabeza estaban lejos de terminar. Pocas horas después sentiría tanto miedo y desaliento que desearía morir. ¿Qué ocurrió? ¿Y qué hizo Jehová para reavivarle la fe e infundirle valor?

Un giro inesperado

Cuando Acab llega a su palacio en Jezreel, ¿da muestras de haber cambiado, de ser un poco más espiritual? El relato dice: “Acab refirió a Jezabel todo lo que Elías había hecho y todo acerca de cómo había matado a todos los profetas a espada” (1 Reyes 19:1). Observe que el rey ni siquiera menciona a Jehová al relatar aquellos sucesos. Es un hombre carnal que ve esos milagros desde un punto de vista meramente humano y se refiere a ellos como “lo que Elías había hecho”. Es obvio que no ha aprendido a respetar a Jehová. ¿Y cómo reacciona la vengativa Jezabel?

Se pone furiosa. Llena de ira, envía este mensaje a Elías: “¡Así hagan los dioses, y así añadan a ello, si mañana a esta hora no hago tu alma como el alma de cada uno de ellos!” (1 Reyes 19:2). Es una auténtica amenaza de muerte. De hecho, la reina ha jurado que si no lo asesina en el plazo de un día para vengar a los profetas de Baal, ella misma deberá morir. Entretanto, Elías duerme en una humilde morada de Jezreel durante aquella noche tormentosa. De pronto, lo despiertan para que escuche al mensajero de la reina pronunciar esas espantosas palabras. ¿Qué siente al oírlas?

Vencido por el temor y el desaliento

Si Elías pensó por un momento que la guerra contra la adoración de Baal estaba por acabar, sus ilusiones se hacen añicos en ese preciso instante. Jezabel no se da por vencida. Ya se ha encargado de asesinar a muchos otros profetas fieles de Jehová, y ahora todo parece indicar que Elías será el siguiente. La Biblia afirma que “a él le dio miedo”. ¿Llegó Elías a visualizar en su mente la terrible muerte que Jezabel le tenía reservada? Si el profeta le dio muchas vueltas a ese pensamiento, no sorprende que se desalentara. En cualquier caso, “empezó a irse por su alma”, es decir, salió huyendo para salvar el cuello (1 Reyes 18:4; 19:3).

Elías no fue el único hombre de fe que cedió al temor. Al apóstol Pedro le ocurrió algo parecido siglos después. En una ocasión, cuando Jesús hizo que anduviera con él sobre el agua, el apóstol se puso a “mirar a la tempestad de viento”, con lo que se asustó y comenzó a hundirse (Mateo 14:30). Los ejemplos de Pedro y de Elías nos enseñan una valiosa lección: para conservar el valor, no debemos pensar mucho en lo que pueda pasarnos. Necesitamos fijar la atención en la Fuente de nuestra esperanza y poder.

“¡Basta!”

Presa del pánico, Elías huye 150 kilómetros (95 millas) al suroeste, a Beer-seba, ciudad situada cerca de la frontera sur de Judá. Allí deja a su servidor y se adentra en el desierto él solo. El relato añade que se fue por “camino de un día”. Así que podemos imaginarlo partiendo al amanecer, por lo visto sin nada que echarse a la boca. Deprimido, impelido por el temor y bajo un sol abrasador, lucha por avanzar por un territorio árido y despiadado. A medida que el cegador disco solar se enrojece al descender sobre el horizonte, Elías se queda sin fuerzas. Agotado, se sienta bajo una retama... lo más parecido a un refugio en aquel estéril paraje (1 Reyes 19:4).

En su desesperación, le pide a Jehová que le quite la vida. “No soy mejor que mis antepasados”, clama. Sabe que estos solo son polvo y huesos en la tumba, y que no pueden hacer nada bueno por nadie (Eclesiastés 9:10). Elías se siente igual de inútil. Por eso es natural que se pregunte por qué seguir viviendo y que grite “¡Basta!”.

¿Debería sorprendernos que un siervo de Dios se haya sentido tan deprimido? No necesariamente. En la Biblia se mencionan varios hombres y mujeres fieles que se sintieron tan tristes que desearon morir, entre ellos Rebeca, Jacob, Moisés y Job (Génesis 25:22; 37:35; Números 11:13-15; Job 14:13).

Actualmente vivimos en “tiempos críticos, difíciles de manejar”, y por eso muchas personas, incluso siervos de Dios, a veces caen en el desánimo (2 Timoteo 3:1). Si alguna vez usted se siente así, siga el ejemplo de Elías: exprese sus sentimientos a Dios. Al fin y al cabo, Jehová es “el Dios de todo consuelo” (2 Corintios 1:3). Veamos cómo consoló a Elías.

Jehová anima a su profeta

¿Cómo cree usted que se sintió Jehová cuando vio desde el cielo a su amado profeta bajo aquel arbusto del desierto implorando la muerte? No hace falta adivinarlo. Después que Elías se duerme, Jehová le envía un ángel que, tras tocarlo suavemente para despertarlo, le dice: “Levántate, come”. Y así lo hace Elías, pues el ángel bondadosamente le sirve una comida sencilla: pan recién hecho y agua. ¿Se acuerda siquiera el profeta de darle las gracias al ángel? El relato solo pasa a indicar que come y bebe y se vuelve a dormir. ¿Está tan descorazonado que es incapaz de hablar? En cualquier caso, el ángel lo despierta por segunda vez, quizás al alba, para decirle: “Levántate, come”. Y añade estas notables palabras: “Porque el viaje es demasiado para ti” (1 Reyes 19:5-7).

Gracias a la perspicacia que Dios le ha dado, el ángel sabe adónde se dirige el profeta. También percibe que Elías no podrá realizar ese viaje con sus propias fuerzas. ¿Verdad que nos consuela servir a un Dios que conoce nuestros deseos y limitaciones mejor que nosotros mismos? (Salmo 103:13, 14.) ¿Cómo ayudó aquella comida a Elías?

El relato continúa: “Él se levantó y comió y bebió, y siguió yendo por el poder de aquel alimento durante cuarenta días y cuarenta noches hasta la montaña del Dios verdadero, Horeb” (1 Reyes 19:8). Al igual que hicieron Moisés unos seis siglos antes y Jesús casi mil años después, Elías ayunó cuarenta días y cuarenta noches (Éxodo 34:28; Lucas 4:1, 2). Aquella única comida no se llevó todas sus penas, pero lo mantuvo vivo milagrosamente. Imagine a ese hombre de edad luchando para avanzar por aquel desierto inhóspito durante casi un mes y medio... día tras día, semana tras semana.

Jehová también cuida a sus siervos en nuestros días, no con comidas milagrosas, sino con algo mucho más importante: alimento espiritual (Mateo 4:4). Aprender de Dios mediante su Palabra y publicaciones rigurosamente fundadas en la Biblia nos nutre en sentido espiritual. Este tipo de alimento quizás no haga desaparecer todos nuestros problemas, pero sí nos ayuda a aguantar lo que de otro modo podría ser insoportable. Además, nos conduce a la vida eterna (Juan 17:3).

Elías camina unos 320 kilómetros (200 millas) hasta que por fin llega al monte Horeb, donde mucho antes Jehová se había aparecido mediante un ángel a Moisés en la zarza ardiente y donde, tiempo después, había establecido el pacto de la Ley con Israel. En ese mismo lugar, Elías se cobija en una cueva.

Jehová consuela y fortalece a su profeta

En el monte Horeb, “la palabra” de Jehová —obviamente transmitida mediante un ángel— consiste en una sencilla pregunta: “¿Qué negocio tienes aquí, Elías?”. Es probable que el ángel se la haga con amabilidad, pues el profeta se siente invitado a expresar sus sentimientos. ¡Y cómo los expresa! Le cuenta: “He estado absolutamente celoso por Jehová el Dios de los ejércitos; pues los hijos de Israel han dejado tu pacto, tus altares los han demolido, y a tus profetas los han matado a espada, de modo que solo quedo yo; y empiezan a buscar mi alma para quitármela” (1 Reyes 19:9, 10). Sus palabras revelan al menos tres razones por las que está tan abatido.

En primer lugar, cree que su labor ha sido en vano. A pesar de haber sido “absolutamente celoso” en su servicio a Jehová durante años y de haber dado total prioridad al sagrado nombre de Dios y su adoración, ve que la situación va de mal en peor. El pueblo sigue igual, rebelde y sin fe, y la religión falsa se extiende como la peste. La segunda razón de su desánimo es la soledad que siente. “Solo quedo yo”, se lamenta, como si fuera el único que aún sirve a Jehová en toda la nación. Y en tercer lugar, tiene miedo. Muchos profetas como él ya han sido asesinados, y está convencido de que ha llegado su turno. Quizá no se le haga fácil exteriorizar estos sentimientos, pero no deja que el orgullo o la vergüenza se lo impidan. Al abrir su corazón en oración, da un excelente ejemplo a todas las personas fieles a Dios (Salmo 62:8).

¿Cómo alivia Jehová los temores e inquietudes de Elías? El ángel pide al profeta que se ponga de pie a la entrada de la cueva. Él obedece sin saber lo que va a ocurrir. De repente, se desata un vendaval. Las ráfagas deben de emitir un rugido ensordecedor, pues son tan fuertes que desgarran montañas y quiebran peñascos. Intente visualizar a Elías cubriéndose los ojos y apretándose contra el cuerpo su pesada y rústica vestidura de pelo. Acto seguido tiene que luchar para mantener el equilibrio, pues el suelo comienza a estremecerse. ¡Un terremoto sacude la región! Apenas se ha recuperado, cuando una enorme llamarada lo obliga a entrar en la cueva para resguardarse del calor abrasador (1 Reyes 19:11, 12).

Según el relato, Jehová no se halla dentro de ninguna de estas espectaculares demostraciones de las fuerzas naturales. Elías sabe que Jehová no es un dios mitológico de la naturaleza como Baal, a quien sus engañados adeptos aclaman como “el Jinete de las Nubes”, el que trae las lluvias. Jehová es la verdadera Fuente de todas las increíbles fuerzas naturales y es infinitamente superior a todas sus creaciones. De hecho, ni siquiera los cielos físicos pueden contenerlo (1 Reyes 8:27). Pero ¿cómo ayuda todo esto al profeta? Recuerde el miedo que lo atenaza. Ahora, teniendo a Dios a su lado, con todo ese poder sobrecogedor, ¡ya no hay razón para que tema a Acab y a Jezabel! (Salmo 118:6.)

Tras el fuego, todo queda en calma. Entonces Elías oye “una voz calmada y baja” que lo insta a desahogarse de nuevo, de modo que expresa sus preocupaciones por segunda vez. * Aunque eso quizás lo alivia aún más, lo que la “voz calmada y baja” dice a continuación es sin duda de mayor consuelo para él: Jehová le asegura que es muy valioso. ¿Cómo lo hace? Le revela gran parte de su propósito a largo plazo respecto a la guerra contra el culto de Baal en Israel. Y puesto que ese propósito avanza imparable, es obvio que la labor de Elías ha valido la pena. Además, Jehová todavía cuenta con él, pues le encomienda una nueva misión y le da instrucciones específicas para cumplirla (1 Reyes 19:12-17).

¿Y qué puede decirse de los sentimientos de soledad de Elías? Jehová toma dos medidas para aliviarlos. En primer lugar, le manda que unja a Eliseo para que sea el profeta que con el tiempo lo reemplazará. Este hombre más joven será su compañero y ayudante por unos cuantos años. ¡Qué medida tan práctica! En segundo lugar, Jehová le revela esta emocionante noticia: “He dejado que siete mil permanezcan en Israel, todas las rodillas que no se han doblado a Baal, y toda boca que no lo ha besado” (1 Reyes 19:18). Elías no está solo, ni mucho menos. Debe de sentirse muy bien al saber que esos miles de fieles se han negado a idolatrar a Baal. Ellos necesitan que él continúe con su fiel servicio, que les dé un ejemplo de lealtad inquebrantable en tiempos tan tenebrosos. Las palabras del mensajero de Jehová —la “voz calmada y baja” de su Dios— sin duda lo conmueven profundamente.

Al igual que a Elías, quizás nos sobrecojan, y con toda razón, las imponentes fuerzas de la naturaleza. La creación deja patente el poder del Creador (Romanos 1:20). Jehová sigue complaciéndose en utilizar ese poder infinito para ayudar a sus siervos fieles (2 Crónicas 16:9). Ahora bien, él se comunica con nosotros más detalladamente a través de las páginas de su Palabra (Isaías 30:21). En cierto sentido, la Biblia es hoy como esa “voz calmada y baja” con la que Jehová nos guía, corrige, alienta y reafirma su amor.

¿Aceptó Elías el consuelo que Jehová le dio en el monte Horeb? Por supuesto que sí. Aquel intrépido y fiel profeta, que tanto había luchado contra la adoración falsa, se puso otra vez manos a la obra. Si nosotros también tomamos a pecho las palabras inspiradas de Dios, o sea, “el consuelo de las Escrituras”, podremos seguir el ejemplo de fe de Elías (Romanos 15:4).

[Notas]

^ párr. 4 Véanse los siguientes artículos de la serie “Ejemplos de fe”: “Fiel defensor de la adoración pura” y “Se mantuvo vigilante y esperó con confianza”, de La Atalaya del 1 de enero y 1 de abril de 2008, respectivamente.

^ párr. 29 Tal vez esa “voz calmada y baja” procediera del mismo ángel que transmitió “la palabra de Jehová” mencionada en 1 Reyes 19:9. El versículo 15 simplemente se refiere a él como “Jehová”. Quizás esto nos recuerde al ángel que Jehová envió para guiar al pueblo de Israel por el desierto, de quien dijo: “Mi nombre está dentro de él” (Éxodo 23:21). Aunque no podemos ser categóricos en este asunto, cabe señalar que Jesús, antes de venir a la Tierra, fue “la Palabra”, el Portavoz especial de Jehová para sus siervos (Juan 1:1).

[Ilustración de la página 19]

Jehová bendijo a Elías de un modo extraordinario, tanto en los buenos momentos como en los malos

[Ilustración de la página 20]

Desde su desesperación, Elías le abrió su corazón a Jehová

[Ilustración de la página 21]

Jehová utilizó su asombroso poder para consolar y animar a Elías