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SIERRA LEONA Y GUINEA

De niño soldado a precursor regular

De niño soldado a precursor regular

TENÍA 16 años cuando los soldados rebeldes me reclutaron a la fuerza. Me daban drogas y alcohol, así que a menudo peleaba enloquecido bajo el efecto de las drogas. Participé en muchos enfrentamientos y cometí terribles atrocidades, algo que lamento profundamente.

Un día vino a predicar a nuestras barracas un viejito testigo de Jehová. A diferencia de la mayoría de la gente, que nos tenía miedo y nos despreciaba, él quería ayudarnos espiritualmente. Cuando me invitó a ir a una reunión, acepté. No recuerdo de qué se habló, pero sí recuerdo claramente el recibimiento tan cálido que me dieron.

Al recrudecer la guerra, perdí el contacto con los Testigos. Luego, me enviaron a una zona controlada por los rebeldes para que me recuperara de unas heridas graves que sufrí. Antes de que finalizara la guerra, hui a una zona controlada por el gobierno y entré en un programa de desarme, desmovilización y reinserción para excombatientes.

Necesitaba ayuda espiritual con desesperación. Asistí a una iglesia pentecostal, pero sus miembros me llamaban el Satanás del grupo. Entonces busqué a los testigos de Jehová. Empecé a estudiar la Biblia con ellos y a asistir a sus reuniones. Cuando confesé las cosas tan horrendas que había hecho, los hermanos me leyeron estas confortadoras palabras de Jesús: “Las personas en salud no necesitan médico, pero los enfermizos sí. [...] No vine a llamar a justos, sino a pecadores” (Mat. 9:12, 13).

Aquellas palabras me tocaron en lo más hondo. Le entregué mi puñal al hermano con quien estudiaba la Biblia y le dije: “He guardado esta arma para defenderme en caso de alguna represalia; pero ahora que sé que Jehová y Jesús me aman, ya no la quiero”.

Los hermanos me enseñaron a leer y escribir. Finalmente me bauticé y me hice precursor regular. Cuando les predico a antiguos rebeldes, me dicen que me respetan por haber limpiado mi vida. Hasta el ayudante del comandante de la que fue mi sección estudió la Biblia conmigo.

Mientras fui soldado tuve tres hijos. Cuando aprendí la verdad, me propuse ayudarlos espiritualmente. Para mi gran regocijo, dos de ellos respondieron con gusto: uno es publicador no bautizado y el mayor es ahora precursor auxiliar.