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SIERRA LEONA Y GUINEA

1945-1990 Se atrae a “muchos a la justicia” (Dan. 12:3). (Parte 2)

1945-1990 Se atrae a “muchos a la justicia” (Dan. 12:3). (Parte 2)

Honran el don divino del matrimonio

Al cabo de un tiempo en su asignación, William Nushy se dio cuenta de que había publicadores que no cumplían con la ley de Jehová sobre el matrimonio. Algunas parejas vivían juntas sin haber registrado su unión ante las autoridades civiles, y otras seguían la costumbre local de esperar a que la mujer quedara embarazada para casarse, pues así se aseguraban de que su unión diera fruto.

Debido a esto, en mayo de 1953, la sucursal escribió una carta a todas las congregaciones explicando claramente la norma bíblica acerca del matrimonio (Gén. 2:24; Rom. 13:1; Heb. 13:4). Se les concedió a las parejas un plazo para que regularizaran su situación conyugal o, de lo contrario, se les expulsaría de la congregación (1 Cor. 5:11, 13).

Aunque la mayoría de los publicadores se alegraron con este refinamiento, hubo quienes demostraron una actitud permisiva e independiente. En dos congregaciones, por ejemplo, más de la mitad de los publicadores abandonaron la organización de Jehová. Sin embargo, quienes permanecieron leales aumentaron su actividad, prueba innegable de que contaban con la bendición divina.

Después de muchos esfuerzos por parte de los hermanos, el Salón del Reino de Freetown fue reconocido como un lugar adecuado para oficiar bodas. El 3 de septiembre de 1954 se llevó a cabo la primera boda oficial. Posteriormente, hermanos capacitados de siete distritos de todo el país obtuvieron del gobierno licencia para celebrar matrimonios. Esta medida permitió que más personas interesadas legalizaran su unión y reunieran los requisitos para ser publicadores de las buenas nuevas.

Una boda en un Salón del Reino

Muchas personas que practicaban la poligamia también dieron pasos para ajustarse a las normas divinas. Samuel Cooper, que ahora vive en Bonthe, relata: “En 1957 empecé a ir a las reuniones con mis dos esposas, y poco después me matriculé en la Escuela del Ministerio Teocrático. Un día me tocó presentar un tema sobre el matrimonio cristiano. Mientras me preparaba, me di cuenta de que tenía que despedir a mi segunda esposa. Cuando se lo dije a mis parientes, todos se pusieron en mi contra. Ella me había dado una hija, mientras que mi primera esposa era estéril. Pero yo estaba decidido a obedecer los principios bíblicos. Para mi gran sorpresa, cuando mi segunda esposa regresó con su familia, la primera comenzó a tener hijos. Ahora tengo cinco hijos con la que un día fue estéril”.

Otro hombre que se interesó por la verdad fue Honoré Kamano, quien vivía en el país fronterizo de Guinea. Cuando despidió a sus dos esposas secundarias y se quedó con la principal, esta valoró mucho su decisión y comenzó a tomarse la verdad más en serio. Una de las esposas que tuvo que marcharse, aunque estaba desilusionada, también sintió admiración por el gran respeto que él mostró por los principios divinos, así que quiso estudiar la Biblia y más tarde dedicó su vida a Jehová.

Los testigos de Jehová son muy conocidos por ser personas que honran el matrimonio

Hoy día, los testigos de Jehová son muy conocidos en Sierra Leona y Guinea por ser personas que honran el matrimonio. Su fidelidad marital adorna las enseñanzas divinas y da gloria al Autor de esta institución (Mat. 19:4-6; Tito 2:10).

Disensión en Freetown

Otros dos graduados de Galaad, Charles y Reva Chappell, llegaron en 1956 a Freetown. De camino al hogar misional, se quedaron atónitos al ver un gran cartel que anunciaba una conferencia bíblica en el Wilberforce Memorial Hall. Charles cuenta: “El orador sería un tal C. N. D. Jones, un representante de la ‘Iglesia de los testigos de Jehová’”.

Jones, que se consideraba uno de los ungidos, lideraba un grupo que se había separado de la congregación de Freetown años atrás. Estos disidentes alegaban ser “verdaderos” testigos de Jehová, y llamaban “impostores” y “cowboys de Galaad” a los misioneros y a quienes eran leales a los representantes de la organización.

La situación empeoró cuando Jones y varios de sus seguidores fueron expulsados. “El anuncio escandalizó a algunos hermanos que eran partidarios de tolerar a los disidentes —relata Chappell—. Unos cuantos expresaron públicamente su descontento y, junto con otros, se asociaron con los rebeldes y trataron de perturbar el desarrollo de las reuniones y el servicio del campo. En el Salón del Reino se sentaban juntos en la ‘fila de los disidentes’, como llegó a llamársele. Con el tiempo, casi todos dejaron la verdad, si bien hubo quienes recuperaron el equilibrio espiritual y se convirtieron en publicadores entusiastas.”

La lealtad de la mayoría permitió que el espíritu de Dios actuara libremente. Harry Arnott, que visitó Freetown en calidad de superintendente de zona el año siguiente, informó: “Este es el primer aumento sustancial que hemos tenido en Sierra Leona en varios años, lo que nos da motivo para ser optimistas y esperar mayores progresos en el futuro”.

Se predica a los kisi

Poco después de la visita de Harry Arnott, Charles Chappell recibió una carta de un hermano en Liberia en la que le decía que deseaba predicar a sus parientes de Sierra Leona. El hermano pertenecía a los kisi, tribu que ocupaba las colinas y valles boscosos de la región donde confluyen las fronteras de Sierra Leona, Liberia y Guinea. Al parecer, muchos miembros de esa tribu querían entender la Biblia.

Como casi ninguno sabía leer ni escribir, se organizaron clases de alfabetización en Koindu para que pudieran aprender las verdades básicas de la Biblia. Las clases atrajeron a centenares de estudiantes. “El número de nuevos publicadores pronto aumentó a 5, luego a 10, 15, 20... —dice Charles—. La gente aceptaba tan rápido la verdad, que llegué a dudar de sus motivos; pero estaba equivocado. La mayoría de ellos no solo fueron publicadores fieles, sino también muy celosos.”

Los nuevos publicadores difundieron con ganas las buenas nuevas más allá de la localidad de Koindu y, finalmente, en la vecina Guinea. Caminaban durante horas por ondulantes senderos para predicar en granjas y aldeas. “Pasaban semanas, y a veces meses, sin que oyéramos el sonido de un automóvil”, recuerda Eleazar Onwudiwe, que por aquel entonces era superintendente de circuito.

Mientras los hermanos kisi sembraban y regaban las semillas del Reino, Dios las hacía crecer (1 Cor. 3:7). Un muchacho ciego que oyó la verdad se aprendió de memoria el folleto de 32 páginas “Estas buenas nuevas del reino”. Cuando se hizo publicador y tuvo sus propios estudiantes, podía recordar el párrafo que quisiera, dejando asombrados a quienes lo observaban. Una mujer sorda que aceptó la verdad efectuó cambios tan radicales en su vida que su cuñada comenzó a asistir a las reuniones, aunque para ello tenía que caminar más de 10 kilómetros (6 millas).

La evangelización creció a pasos agigantados entre los kisi. Se formó una congregación, y luego otra. Cerca de 30 publicadores emprendieron el servicio de precursor. El jefe de Koindu se interesó por la verdad y donó un terreno para construir un Salón del Reino. Después de que más de 500 personas asistieron a una asamblea de circuito en Kailahun, allí también se formó una congregación. Al poco tiempo, la mitad de los Testigos de Sierra Leona pertenecían a la tribu kisi, pese a que esta constituía menos del 2% de la población.

No todos se regocijaron con tanto aumento, especialmente los líderes religiosos kisi. Llenos de envidia, se propusieron acabar con esta “amenaza” a su autoridad. La pregunta era cuándo y cómo atacarían.