¿HAS hecho alguna vez una promesa que después se te hizo difícil cumplir? Eso le pasó al hombre de esta lámina, y por eso está triste. Es Jefté, un valiente juez de Israel.
Jefté vive en un tiempo en que los israelitas ya no adoran a Jehová. Otra vez están haciendo lo malo. Así que Jehová deja que la gente de Amón les cause daño. Los israelitas claman a Jehová: ‘Hemos pecado contra ti. ¡Sálvanos!’
La gente se siente mal por las cosas malas que han hecho. Demuestran esto por medio de adorar a Jehová de nuevo. Por eso, otra vez Jehová los ayuda.
El pueblo escoge a Jefté para que pelee contra los malos amonitas. Jefté desea mucho la ayuda de Jehová en la pelea. Por eso le promete a Jehová: ‘Si tú me das la victoria, te daré a la primera persona que salga de mi casa y que venga a encontrarse conmigo cuando yo esté regresando de la victoria.’
Jehová escucha la promesa de Jefté, y le ayuda a ganar la victoria. Cuando Jefté regresa, ¿sabes quién es la primera persona que sale a recibirlo? Es su hija única. ‘¡Ay, hija mía!’ llora Jefté. ‘¡Qué tristeza me estás dando! Pero yo le he hecho a Dios una promesa, y ahora no puedo dejar de cumplirle a Jehová mi promesa.’
Cuando la hija de Jefté llega a saber acerca de su promesa, primero se pone triste también, por tener que dejar a su padre y amigos. Pero pasará el resto de su vida sirviendo a Jehová en su tabernáculo de Silo. Así que le dice a Jefté: ‘Si tú le hiciste una promesa a Jehová, tienes que cumplirla.’
Así que la hija de Jefté se va a Silo, y pasa el resto de su vida sirviendo a Jehová en su tabernáculo. Las mujeres de Israel la visitan cuatro días de cada año y todas pasan un buen tiempo juntas. La gente ama a la hija de Jefté debido a que la joven es tan buena sierva para su Dios, Jehová.