DESPUÉS que Pedro y Juan salen de la tumba donde había estado el cuerpo de Jesús, María queda allí sola. Empieza a llorar. ¡Entonces mira dentro de la tumba y ve dos ángeles! Ellos le preguntan: ‘¿Por qué lloras?’
María contesta: ‘Se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto.’ Entonces se vuelve y ve a un hombre. Él le pregunta: ‘¿A quién buscas?’
María cree que aquel hombre es el jardinero, que quizás se ha llevado el cuerpo de Jesús. Por eso, dice: ‘Si tú te lo llevaste, dime dónde lo has puesto.’ Pero este hombre es Jesús. Tiene un cuerpo que María no reconoce. Pero cuando él la llama por su nombre, ella sabe que es Jesús. Ella corre a decir a los discípulos: ‘¡He visto al Señor!’
Después en el día, mientras dos discípulos van a la aldea de Emaus, un hombre se les une. Los discípulos están muy tristes por la muerte de Jesús. Pero mientras caminan, el hombre explica muchas cosas de la Biblia y ellos se sienten mejor. Finalmente, cuando se detienen para comer, los dos discípulos reconocen que este hombre es Jesús. Él desaparece, y ellos vuelven a Jerusalén para avisar a los apóstoles.
Mientras eso pasa, Jesús se le aparece también a Pedro. Los otros se emocionan cuando oyen esto. Entonces aquellos dos discípulos van a Jerusalén y encuentran a los apóstoles. Les dicen que Jesús se les apareció en el camino. Y cuando están contando esto, ¿sabes qué cosa sorprendente pasa?
Mira la lámina. Jesús aparece allí mismo en el cuarto, aunque la puerta está cerrada. ¡Qué alegría para los discípulos! ¡Qué día emocionante aquél! ¿Puedes contar las veces que se ha aparecido ahora Jesús? ¿Son cinco?
El apóstol Tomás no está con ellos cuando Jesús aparece. Por eso, los discípulos le dicen: ‘¡Hemos visto al Señor!’ Pero Tomás dice que para creerlo tendrá que verlo él mismo. Bueno, ocho días después los discípulos están otra vez en un cuarto cerrado, y esta vez Tomás está allí. De repente, Jesús aparece allí. Ahora Tomás cree.