Síntomas de la depresión
“CUANDO tenía 12 años, desperté una mañana y me senté al borde de la cama preguntándome si iba a morir ese día.” James, que para ese entonces ya padecía depresión mayor, o grave, cuenta treinta años después: “He luchado con esta enfermedad emocional y mental todos los días de mi vida”. * Durante su juventud experimentó sentimientos de inutilidad tan intensos que rompió todas las fotos de su infancia. “Creía que no servía de nada guardar recuerdos míos”, confiesa.
Como todos nos hemos sentido tristes de vez en cuando, pudiéramos pensar que sabemos lo que es estar deprimido. Pero ¿qué síntomas produce la depresión clínica?
Un trastorno cruel
La depresión clínica es más que un simple arrebato de tristeza melancólica, se trata de un grave trastorno que a menudo interfiere en el desempeño de las actividades cotidianas.
Por ejemplo, Álvaro lleva más de cuarenta años sufriendo “temor, confusión mental, angustia y una profunda tristeza”. Nos cuenta: “La depresión hacía que las opiniones de los demás me afectaran mucho. Siempre me echaba la culpa de todo lo que salía mal”. Para él, la depresión es “sentir un dolor terrible sin saber dónde, un gran temor sin saber por qué y, lo peor de todo, no tener ningún deseo de hablar de ello”. En la actualidad se siente mejor, y conoce la causa de sus síntomas. Dice: “Me consuela saber que otros están pasando por lo mismo que yo”.
María, una brasileña de 49 años, sufría de depresión con síntomas de insomnio, dolor, irritabilidad y “una infinita tristeza”. Cuando se le diagnosticó, se sintió aliviada porque al fin había descubierto el origen de su tormento. “Pero entonces me preocupé mucho —explica—, porque pocos entienden esta enfermedad y se mira mal a quienes la padecen.”
“Sin ninguna razón aparente”
Aunque a veces la depresión tiene una causa obvia, a menudo se infiltra en la vida de la persona sin previo aviso. “Un nubarrón de tristeza ensombrece de pronto tu existencia sin ninguna razón aparente —comenta Richard, de Sudáfrica—. No se ha muerto ningún conocido ni ha sucedido ninguna desgracia, pero el desánimo y la apatía se apoderan de uno. Y lo malo es que no hay nada que se lleve ese nubarrón. Te sumes en la desesperación y no sabes por qué.”
La depresión no es ninguna deshonra. Pero Ana, que también vive en Brasil, se sintió abochornada cuando le diagnosticaron depresión. “La verdad es que ya han pasado ocho años y todavía me avergüenzo de mí misma”, admite. Lo que más le cuesta dominar es la angustia emocional. “A veces —explica—, es tanto el sufrimiento que me duelen todos los músculos.” En tales ocasiones le resulta casi imposible levantarse de la cama. Y luego están los ataques de llanto. Ella dice: “Sollozo con tanta intensidad y quedo tan extenuada que me parece que no me circula la sangre”.
“Un nubarrón de tristeza ensombrece de pronto tu existencia sin ninguna razón aparente”
La Biblia reconoce que uno puede deprimirse hasta un grado peligroso. Por ejemplo, el apóstol Pablo temió que cierto hombre pudiera ser “tragado por hallarse demasiado triste” o se hundiera “en una excesiva depresión” (2 Corintios 2:7; Comentario al Nuevo Testamento, de William Barclay). Algunas personas deprimidas se sienten tan angustiadas que preferirían dejar de existir; llegan a pensar como el profeta Jonás, que escribió: “Mejor es mi morir que mi estar vivo” (Jonás 4:3).
Entonces, ¿qué pueden hacer los que sufren depresión para tratar y sobrellevar esta penosa enfermedad?
^ párr. 2 Se han cambiado los nombres en esta serie de artículos.
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