Los verdaderos cristianos se esfuerzan por hacer todo movidos por el amor. “El amor […] no se alegra por la injusticia” (1Co 13:4, 6). Por eso evitamos el entretenimiento que ensalza cosas como la inmoralidad sexual y la violencia. Tampoco nos alegramos cuando les pasan cosas malas a los demás, aunque nos hayan hecho daño (Pr 17:5).