Jesús murió para que nosotros podamos vivir para siempre (Juan 3:16)
Tres días después de que Jesús muriera, unas mujeres fueron a su tumba y la encontraron vacía. Jehová lo había resucitado.
Jesús se apareció más tarde a sus amigos, los apóstoles.
Él no volvió a la vida con un cuerpo de carne y hueso. Dios le dio un cuerpo espiritual, como el de los ángeles. Sus discípulos lo vieron subir al cielo. Ahora es un espíritu poderoso que no morirá.
Dios resucitó a Jesús y lo nombró rey de su Reino (Daniel 7:13, 14)
Jesús dio su vida para librar a la humanidad del pecado y la muerte (Mateo 20:28). Gracias a eso, Dios puede ofrecernos la vida eterna.
Jehová eligió a Jesús para que gobierne la Tierra desde el cielo. Pero no va a gobernar solo. Con él estarán 144.000 seres humanos obedientes que vivirán en el cielo cuando resuciten. Ese gobierno justo es el Reino de Dios (Revelación [Apocalipsis] 14:1-3).
Ese Reino convertirá toda la Tierra en un paraíso. No habrá guerras, delincuentes, pobreza ni hambre. La gente será muy feliz (Salmo 145:16).