Jehová les había dado jueces a los israelitas para guiarlos, pero ellos querían un rey. Por eso, le dijeron a Samuel: “Todas las demás naciones tienen reyes, nosotros también queremos uno”. A Samuel le pareció que eso no estaba bien. Entonces, le oró a Jehová, y él le respondió: “El pueblo no te está rechazando a ti, me está rechazando a mí. Diles que pueden tener un rey, pero que ese rey les va a pedir muchas cosas”. De todos modos, la gente decía: “¡No importa! ¡Queremos tener un rey!”.
Entonces, Jehová le dijo a Samuel que un hombre llamado Saúl sería el primer rey. Cuando Saúl visitó a Samuel en Ramá, Samuel lo ungió, o sea, le derramó aceite sobre la cabeza para mostrar que sería el rey.
Luego, Samuel reunió a los israelitas para presentarles a su nuevo rey. Pero no encontraban a Saúl por ningún lado. ¿Sabes por qué? Porque estaba escondido entre un montón de equipaje. Cuando por fin lo encontraron, lo sacaron de allí y lo pusieron de pie en medio del pueblo. Era más alto que todos los demás y era muy guapo. Samuel dijo: “Miren a quién ha escogido Jehová”. Y la gente gritó: “¡Viva el rey!”.
Al principio, el rey Saúl le hacía caso a Samuel y obedecía a Jehová. Pero luego cambió. Una vez, Samuel le dijo a Saúl que lo esperara para ofrecer sacrificios. El rey no tenía permiso para ofrecer sacrificios. Pero Samuel tardó en llegar, así que Saúl los ofreció él solo. ¿Qué hizo Samuel? Le dijo: “Tenías que obedecer a Jehová, y no lo hiciste”. ¿Aprendería Saúl que tenía que obedecer siempre a Jehová?
Después, Saúl fue a pelear contra los amalequitas, y Samuel le dijo que no dejara a ninguno vivo. Pero Saúl decidió no matar al rey Agag. Entonces Jehová le dijo a Samuel: “Saúl me ha dejado, ya no me obedece”. Samuel se puso muy triste, así que le dijo a Saúl: “Jehová va a elegir otro rey porque tú ya no le obedeces”. Cuando Samuel dio media vuelta para irse, Saúl lo agarró por el borde de su túnica, y la rompió. Samuel le dijo a Saúl: “Así te va a arrancar Jehová el reino”. Eso significaba que Jehová le iba a dar el reino a otra persona que sí lo amara y lo obedeciera.
“Obedecer es mejor que ofrecer un sacrificio” (1 Samuel 15:22).