“El gran día de Jehová está cerca”: avancemos hacia la madurez

“El gran día de Jehová está cerca”: avancemos hacia la madurez

“El gran día de Jehová está cerca”: avancemos hacia la madurez

“Pasemos adelante a la madurez.” (HEB. 6:1)

 EN UNA ocasión, los discípulos de Jesús se le acercaron y le preguntaron: “[¿]Qué será la señal de tu presencia y de la conclusión del sistema de cosas?”. En respuesta, él les dio una profecía que se cumplió inicialmente en el siglo primero. Les habló de un suceso extraordinario que indicaría que el fin era inminente. Cuando se produjera dicho suceso, “los que [estuvieran] en Judea [tendrían que] huir a las montañas” (Mat. 24:1-3, 15-22). ¿Reconocerían los discípulos esa señal y seguirían las instrucciones de su Maestro?

2 Casi treinta años más tarde, en el año 61, el apóstol Pablo escribió una enérgica carta a los cristianos hebreos de Jerusalén y sus alrededores. ¿Con qué fin? Para hacerlos reflexionar sobre su situación. Ni ellos ni Pablo podían imaginarse que faltaban tan solo cinco años para que apareciera la señal y comenzara aquella “gran tribulación” (Mat. 24:21). En el año 66, el ejército romano, con Cestio Galo a la cabeza, sitió Jerusalén. Sin embargo, cuando la ciudad estaba a punto de caer, Cestio Galo ordenó la retirada repentinamente, lo que les dio a los sitiados la oportunidad de escapar.

3 Los cristianos debían tener discernimiento y buena percepción espiritual para reconocer el significado de los sucesos y la necesidad de huir. No obstante, algunos de ellos se habían hecho “embotados en su oír”. Espiritualmente hablando, eran como bebés que necesitaban “leche” (léase Hebreos 5:11-13). Incluso algunos de los que llevaban décadas en la verdad habían empezado a “alejarse del Dios vivo” (Heb. 3:12). Aunque “el día se acerca[ba]” cada vez más, había quienes tenían por costumbre perderse las reuniones (Heb. 10:24, 25). Por eso, Pablo les aconsejó: “Ya que hemos dejado la doctrina primaria acerca del Cristo, pasemos adelante a la madurez” (Heb. 6:1).

4 Nosotros vivimos en la época en la que tendrá lugar el cumplimiento final de la profecía de Jesús. “El gran día de Jehová”, en el que será destruido el mundo de Satanás, “está cerca” (Sof. 1:14). Como nunca antes, tenemos que estar alerta y fortalecernos espiritualmente (1 Ped. 5:8). Pero ¿de verdad lo estamos haciendo? Avanzar hacia la madurez nos ayudará a no olvidar nunca el momento histórico en el que vivimos.

¿Qué es la madurez cristiana?

5 Pablo animó a los cristianos hebreos a progresar hacia la madurez, pero también les dijo lo que implica esta cualidad (léase Hebreos 5:14). Las personas maduras no se contentan con tomar “leche”; ellas necesitan “alimento sólido”. Por eso conocen tanto las enseñanzas elementales de la Biblia como las más profundas (1 Cor. 2:10). Además, como ponen en práctica lo que saben, sus facultades perceptivas están bien ejercitadas, de modo que saben distinguir entre lo que está bien y lo que no. Así, cuando tienen que tomar una decisión, pueden evaluar los principios bíblicos que tienen que ver con su situación y aplicarlos en su vida.

6 Pablo escribió: “Es necesario que prestemos más de la acostumbrada atención a las cosas oídas por nosotros, para que nunca se nos lleve a la deriva” (Heb. 2:1). Así es, podemos irnos a la deriva poco a poco, sin darnos cuenta. Para que eso no nos suceda, tenemos que prestar “más de la acostumbrada atención” cuando analizamos verdades bíblicas. Preguntémonos: “¿Estoy estancado en las enseñanzas elementales? ¿Será que estoy haciendo las cosas de manera mecánica, solo por cumplir? ¿Qué puedo hacer para sentir la verdad en el corazón y progresar espiritualmente?”. A fin de avanzar hacia la madurez necesitamos hacer un esfuerzo doble: debemos conocer a fondo la Palabra de Dios y debemos aprender a ser obedientes.

Conozcamos a fondo la Palabra de Dios

7 Pablo escribió: “Todo el que participa de leche no conoce [o “es inexperto en”] la palabra de la justicia, porque es pequeñuelo” (Heb. 5:13; Nuevo Testamento Interlineal Griego-Español). A fin de alcanzar la madurez, debemos conocer a fondo el mensaje que Dios nos ha dado. Y como ese mensaje se encuentra en la Biblia, debemos estudiarla concienzudamente junto con las publicaciones del “esclavo fiel y discreto” (Mat. 24:45-47). De este modo asimilaremos la manera de pensar de Dios y se fortalecerán nuestras facultades de percepción. Veamos el caso de Rosa. a Esta cristiana comenta lo siguiente: “La recomendación que más me ha ayudado en la vida es la de leer la Biblia con regularidad. Me tomó unos dos años terminar de leerla, pero sentí que de verdad había llegado a conocer a mi Creador: su manera de ser, lo que le gusta y lo que no, el alcance de su poder y la profundidad de su sabiduría. La lectura diaria de la Biblia me ha sostenido durante algunos de los momentos más difíciles de mi vida”.

8 Si leemos todos los días la Palabra de Dios, su mensaje ejercerá un gran poder en nosotros (léase Hebreos 4:12). Irá moldeando nuestra personalidad y nos hará cada día personas más agradables a los ojos de Jehová. ¿Cree que debería programar más tiempo para leer la Biblia y meditar?

9 Está claro, pues, que no basta con conocer la Biblia solo por encima; debemos conocerla a fondo. Los “pequeñuelos” a los que Pablo escribió seguramente sabían algo de las Escrituras. Lo que sucede es que no alcanzaban a percibir su verdadero valor porque no utilizaban lo que aprendían. Eran inexpertos porque no se valían de los consejos bíblicos para tomar buenas decisiones.

10 Como vemos, no puede decirse que uno conoce a fondo la Palabra de Dios si no pone en práctica sus enseñanzas. Así lo ilustra el caso de una cristiana llamada Kyle. Esta hermana tuvo una discusión con una de sus compañeras de trabajo. Sin embargo, quería arreglar las cosas. ¿Qué hizo? Ella misma contesta: “El primer texto que me vino a la mente fue Romanos 12:18, que dice: ‘Si es posible, en cuanto dependa de ustedes, sean pacíficos con todos los hombres’. De modo que le dije a mi compañera que quería hablar con ella después del trabajo”. La charla fue muy positiva, y la compañera se quedó sorprendida de que Kyle hubiera hecho lo que hizo. “Aprendí que si uno aplica los principios de la Biblia, las cosas siempre van a salir bien”, concluye la hermana.

Aprendamos a ser obedientes

11 Poner en práctica lo que nos aconsejan las Escrituras puede ser especialmente difícil cuando afrontamos circunstancias adversas. Pongamos por ejemplo lo que les sucedió a los israelitas. Poco después de que Jehová los liberara de la esclavitud en Egipto, comenzaron a “reñir con Moisés” y a poner “a prueba a Jehová”. ¿Qué los llevó a quejarse de esa manera? La falta de agua (Éxo. 17:1-4). Posteriormente violaron la ley que prohibía la idolatría, aunque habían hecho un pacto con Jehová tan solo dos meses antes y se habían comprometido a obedecer todas sus palabras (Éxo. 24:3, 12-18; 32:1, 2, 7-9). ¿Por qué desobedecieron? ¿Habrá sido porque Moisés llevaba mucho tiempo en el monte Horeb recibiendo instrucciones de Dios y sintieron miedo de un posible ataque? Ya en una ocasión los amalequitas los habían atacado y Moisés les había ayudado a vencerlos manteniendo los brazos levantados. Pero ahora no estaba con ellos. ¿Qué harían si los volvían a atacar? (Éxo. 17:8-16.) Fuera cual fuera la razón, lo cierto es que los israelitas “rehusaron hacerse obedientes” (Hech. 7:39-41). Más tarde, desobedecieron a Jehová cuando por temor se negaron a entrar en la Tierra Prometida. Por esta razón, Pablo advirtió enérgicamente a los cristianos que evitaran caer en el mismo patrón de desobediencia de los israelitas (Heb. 4:3, 11).

12 Para progresar hacia la madurez, debemos hacer todo lo posible por obedecer a Jehová. Ahora bien, la obediencia a menudo se aprende a base de sufrimiento, como se puede ver en el caso de Jesús (léase Hebreos 5:8, 9). En el cielo, Jesús obedecía a su Padre en todo. Sin embargo, cuando vino a la Tierra, no le fue fácil hacer la voluntad divina; le costó mucho sufrimiento físico y emocional. Su obediencia en medio de las peores adversidades lo perfeccionó para el cargo que Dios tenía preparado para él: ser Rey y Sumo Sacerdote.

13 ¿Y qué puede decirse de nosotros? ¿Estamos decididos a obedecer a Jehová aunque pasemos por graves dificultades? (Léase 1 Pedro 1:6, 7.) Los consejos divinos son muy claros, sea que estén relacionados con la moralidad, la honestidad, la manera de expresarnos, la lectura y el estudio de la Biblia, la asistencia a las reuniones o la predicación (Jos. 1:8; Mat. 28:19, 20; Efe. 4:25, 28, 29; 5:3-5; Heb. 10:24, 25). ¿Obedeceremos a Dios en todos estos campos a pesar de las adversidades? Si lo hacemos, demostraremos que estamos progresando hacia la madurez.

¿Cómo nos beneficia ser cristianos maduros?

14 Para el cristiano es una verdadera protección tener las facultades perceptivas bien entrenadas, pues estas le permiten distinguir entre lo que está bien y lo que está mal en un mundo que está “más allá de todo sentido moral” (Efe. 4:19). Por ejemplo, Jorge, un cristiano que lee regularmente las publicaciones bíblicas y valora mucho su contenido, aceptó un empleo en el que los demás trabajadores eran mujeres. Él comenta: “Muchas de mis compañeras de trabajo eran muy inmorales, y no lo escondían; en cambio, una de ellas era muy respetuosa y hasta empezó a mostrar interés en la Biblia. Sin embargo, en una ocasión en la que estábamos solos en una sala de producción, empezó a hacerme insinuaciones. Al principio pensé que estaba bromeando, pero cada vez se me acercaba más y más, y yo no sabía cómo detenerla. En ese momento recordé una experiencia de La Atalaya de un hermano que enfrentó una tentación parecida en su trabajo. El artículo mencionaba el ejemplo de José y la esposa de Potifar. b Así que la aparté de mí con firmeza, de modo que desistió y se fue” (Gén. 39:7-12). Jorge se sintió aliviado porque el incidente no pasó a mayores y pudo conservar limpia su conciencia (1 Tim. 1:5).

15 Otro beneficio que obtenemos de avanzar hacia la madurez cristiana es que se nos fortalece el corazón, es decir, lo que somos en el interior, y esto impide que seamos arrastrados “por enseñanzas diversas y extrañas” (léase Hebreos 13:9). Mientras nos esforcemos por progresar en sentido espiritual, nuestra mente se mantendrá ocupada en “las cosas más importantes” (Fili. 1:9, 10). Eso a su vez nos hará valorar aún más a Jehová y agradecer todo lo que nos ha dado (Rom. 3:24). Los cristianos que están “plenamente desarrollados en facultades de entendimiento” sienten ese agradecimiento y disfrutan de una amistad íntima con él (1 Cor. 14:20).

16 Una cristiana llamada Luisa reconoció que al principio participaba en las actividades cristianas sobre todo para que los hermanos tuvieran una buena opinión de ella. “No estaba haciendo nada malo —comenta—, pero tampoco sentía un deseo ardiente de servir a Jehová. Con el tiempo me di cuenta de que si quería darle a Jehová lo mejor de mí, tenía que efectuar cambios; y el cambio más importante que hice fue comprometerme de verdad y dedicarme de todo corazón a su servicio.” Gracias a ese esfuerzo, Luisa pudo hacer “firme su corazón”, y eso fue lo que la ayudó a salir adelante cuando más tarde enfrentó un grave problema de salud (Sant. 5:8). Ella termina diciendo: “Sufrí muchísimo, pero me sentí muy cerca de Jehová”.

Seamos “obedientes de corazón”

17 El consejo de Pablo de progresar hacia la madurez literalmente les salvó la vida a los cristianos que vivían en Jerusalén y Judea. Quienes hicieron caso a la exhortación de Pablo desarrollaron una aguda percepción espiritual, de modo que pudieron reconocer la señal que habían estado esperando para “huir a las montañas”. Cuando vieron “la cosa repugnante que causa desolación [...] de pie en un lugar santo”, es decir, a los ejércitos de Roma rodeando Jerusalén y penetrando en la ciudad, supieron que había llegado el momento (Mat. 24:15, 16). Recordaron la advertencia profética de Jesús, huyeron de Jerusalén antes de que fuera destruida y, de acuerdo con el historiador eclesiástico Eusebio, se establecieron en Pela (o Pella), en la región montañosa de Galaad. Así, los cristianos se libraron del peor desastre que ha sufrido Jerusalén en toda su historia.

18 Los cristianos maduros son obedientes, y esa obediencia les salvará la vida cuando se cumpla en nuestro tiempo lo que Jesús predijo, a saber, que “habrá [una] gran tribulación” como ninguna otra en la historia (Mat. 24:21). ¿Obedeceremos cualquier instrucción urgente que nos dé “el mayordomo fiel”? (Luc. 12:42.) ¡Qué importante es que siempre seamos “obedientes de corazón”! (Rom. 6:17.)

19 Para alcanzar la madurez, necesitamos ejercitar las facultades perceptivas, lo cual se logra estudiando a fondo la Palabra de Dios y aprendiendo a ser obedientes. Para los jóvenes en particular es un verdadero desafío convertirse en cristianos maduros. El siguiente artículo les explicará cómo lograrlo.

[Notas]

a Se han cambiado algunos nombres.

b Véase el artículo “Fortalecidos para rechazar el mal”, de La Atalaya del 1 de octubre de 1999.

¿Qué aprendió?

• ¿Qué implica la madurez espiritual, y cómo podemos alcanzarla?

• ¿Por qué debemos conocer a fondo la Biblia si queremos avanzar hacia la madurez?

• ¿Cómo podemos aprender a ser obedientes?

• ¿Cómo nos beneficia ser cristianos maduros?

[Ilustración]

Poner en práctica los consejos de la Biblia nos ayuda a enfrentar los problemas con madurez

[Ilustración]

Quienes escucharon la advertencia de Jesús lograron salvar la vida