Ser amigo de Dios es lo mejor que pudiera pasarle. Dios le enseñará cómo conseguir felicidad y seguridad; lo librará de muchas creencias equivocadas y hábitos que hacen daño. Escuchará sus oraciones. Le dará paz interior y confianza en sí mismo (Salmo 71:5; 73:28). Dios le ayudará cuando pase por momentos difíciles (Salmo 18:18). Además, Dios le ofrece el regalo de la vida eterna (Romanos 6:23).
Cuando nos acercamos a Dios, nos acercamos a los amigos de Dios. Los amigos de Dios llegarán a ser también amigos suyos. En realidad, serán para usted como hermanos. Se alegrarán de enseñarle acerca de Dios, le ayudarán y animarán.
No somos iguales a Dios. Al buscar la amistad de Dios, debemos entender algo importante: la amistad con Dios no es una amistad de igual a igual. Él tiene muchísimos más años que nosotros y es mucho más sabio y poderoso. Es el único que tiene el derecho de ser nuestro Gobernante. Por eso, si queremos ser amigos suyos, tenemos que escucharle y hacer lo que nos pide. Obedecer a Dios siempre será para nuestro bien (Isaías 48:18).