Los apóstoles obedecieron el mandato de Jesús de llevar las buenas noticias de Dios a toda la tierra. En el año 47, los hermanos de Antioquía enviaron a Pablo y a Bernabé a hacer un viaje de predicación. Los dos predicaban con entusiasmo mientras viajaban por toda Asia Menor a lugares como Derbe, Listra e Iconio.
Pablo y Bernabé le predicaban a todo el mundo: a ricos y pobres, a jóvenes y mayores. Muchos aceptaron la verdad de Cristo. Pablo y Bernabé también le predicaron al gobernador de Chipre, llamado Sergio Paulo, pero un hechicero o brujo trató de detenerlos. Pablo le dijo al hechicero: “Jehová está en contra de ti”. En ese momento, el hechicero quedó ciego. Cuando vio eso, el gobernador Sergio Paulo se hizo creyente.
Pablo y Bernabé predicaban por todas partes: de casa en casa, en mercados, en caminos y en sinagogas. Una vez, curaron a un cojo en Listra. Las personas que los vieron creyeron que ellos eran dioses y trataron de adorarlos. Pablo y Bernabé no los dejaron, sino que les dijeron: “¡Hay que adorar solo a Dios! Nosotros nada más somos hombres”. Entonces llegaron unos judíos que pusieron a la gente en contra de Pablo. La gente lo apedreó y lo arrastró fuera de la ciudad creyendo que estaba muerto. ¡Pero Pablo todavía estaba vivo! Enseguida, vinieron unos hermanos a ayudarlo y se lo llevaron de vuelta adentro de la ciudad. Después, Pablo regresó a Antioquía.
En el año 49, Pablo hizo otro viaje. Fue a ver a los hermanos de Asia Menor y después llevó las buenas noticias de Dios más allá, a Europa. Fue a Atenas, Éfeso, Filipos, Tesalónica y otros lugares. En ese viaje lo acompañaron Silas, Lucas y un joven llamado Timoteo. Trabajaron juntos para formar nuevas congregaciones y ayudarlas a ser fuertes. Pablo también estuvo en Corinto y se quedó año y medio allí para fortalecer a los hermanos. Predicaba, enseñaba y escribía cartas para muchas congregaciones. También trabajaba haciendo tiendas de campaña. Tiempo después, Pablo volvió a Antioquía.
Más tarde, en el año 52, Pablo hizo un tercer viaje, que empezó en Asia Menor. Viajó al norte, hasta Filipos, y luego bajó hasta Corinto. Pablo pasó también varios años en Éfeso enseñando, haciendo curaciones y ayudando a la congregación. Además, daba discursos públicos todos los días en la sala de conferencias de una escuela. Muchas personas le hicieron caso y cambiaron su vida. Al final, después de ir a tantos lugares a predicar las buenas noticias de Dios, Pablo se fue a Jerusalén.
“Así que vayan y hagan discípulos de gente de todas las naciones. Bautícenlos en el nombre del Padre, del Hijo y del espíritu santo” (Mateo 28:19).