Cuando el faraón oyó que los israelitas habían salido de Egipto, se arrepintió de haber dejado que se fueran. Ordenó a sus soldados: “Preparen todos mis carros de guerra, y vamos tras ellos. No debimos dejarlos libres”. Entonces, él y sus hombres empezaron a perseguir a los israelitas.
Jehová estaba guiando a su pueblo con una nube durante el día y con un fuego por la noche. Los llevó al mar Rojo y les dijo que acamparan allí.
Después, los israelitas vieron que el faraón y su ejército venían siguiéndolos. Los israelitas estaban atrapados entre el mar y el ejército egipcio. Empezaron a gritar y a decirle a Moisés: “¡Vamos a morir! ¿Para qué nos sacaste de Egipto?”. Pero Moisés les respondió: “No tengan miedo. Esperen y vean cómo nos salva Jehová”. ¿Verdad que Moisés confiaba mucho en Jehová?
Más tarde, Jehová dijo a los israelitas que levantaran el campamento. Esa noche, Jehová movió la nube y la puso entre los egipcios y los israelitas. En el lado de los egipcios había oscuridad, pero en el lado de los israelitas había luz.
Luego, Jehová dijo a Moisés que extendiera su mano sobre el mar. Entonces hizo que soplara un viento fuerte toda la noche. El mar se dividió en dos, y en el medio se formó un camino. Los millones de israelitas cruzaron por tierra seca entre las dos paredes de agua hasta el otro lado.
El ejército del faraón persiguió a los israelitas a través del fondo seco del mar. Pero Jehová provocó un gran desorden entre los egipcios. Las ruedas de sus carros se salían. Entonces los soldados gritaron: “¡Vámonos de aquí! Jehová está peleando por su pueblo”.
Jehová le dijo a Moisés: “Extiende tu mano sobre el mar”. De repente, las paredes de agua cayeron sobre el ejército egipcio. El faraón y todos sus hombres murieron. Ninguno quedó vivo.
En el otro lado del mar, toda la gente alabó a Dios con una canción: “Le cantaré a Jehová, porque se ha ensalzado con gran gloria. Al caballo y a su jinete los arrojó al mar”. Mientras el pueblo cantaba, las mujeres bailaban y tocaban las panderetas. Todos estaban muy contentos porque ahora eran libres de verdad.
“Así que podemos decir con total confianza: ‘Jehová es mi ayudante. No tendré miedo. ¿Qué puede hacerme el hombre?’” (Hebreos 13:6).