En el pasado, imprimimos, utilizamos y distribuimos durante décadas diferentes versiones de la Biblia. Pero con el tiempo vimos la necesidad de una nueva traducción que permitiera conseguir más fácilmente el “conocimiento exacto de la verdad”, que es lo que Dios quiere para todos (1 Timoteo 2:3, 4). Por eso, en 1950 comenzamos a publicar en inglés porciones de nuestra Biblia en lenguaje moderno, la Traducción del Nuevo Mundo, que ha sido traducida con exactitud y fidelidad a más de ciento ochenta idiomas.
Se necesitaba una Biblia fácil de entender. Los idiomas cambian con el tiempo, y un buen número de traducciones de la Biblia contienen expresiones poco claras o anticuadas, difíciles de entender. Además, se han descubierto manuscritos antiguos más cercanos a los originales y más exactos, que permiten comprender mejor el hebreo, el arameo y el griego bíblicos.
Se necesitaba una traducción fiel al mensaje de Dios. Los traductores no se pueden tomar libertades con los escritos inspirados por Dios; deben ser fieles al texto original. Sin embargo, la mayoría de las versiones de la Biblia no usan el nombre divino, Jehová.
Se necesitaba una Biblia que le diera honra a su Autor (2 Samuel 23:2). En la Traducción del Nuevo Mundo, se ha vuelto a poner el nombre de Jehová en los casi siete mil pasajes donde aparece en los manuscritos más antiguos, como se muestra en la imagen (Salmo 83:18). Esta Biblia es el resultado de años de investigación cuidadosa, y se lee con placer porque transmite los pensamientos de Dios con claridad. Sea que usted la tenga en su idioma o no, lo animamos a adquirir el buen hábito de leer la Palabra de Jehová todos los días (Josué 1:8; Salmo 1:2, 3).
¿Por qué vimos la necesidad de tener una nueva traducción de la Biblia?
¿Qué buen hábito diario debe tener quien quiera conocer la voluntad de Dios?