Notas
1. La identidad de Babilonia la Grande
¿Por qué decimos que “Babilonia la Grande” representa a todas las religiones falsas? (Apocalipsis 17:5). Veamos tres razones.
Está presente y activa en todo el mundo. Se dice de ella que está sentada sobre “multitudes” y “naciones”, y que “gobierna como reina sobre los reyes de la tierra” (Apocalipsis 17:15, 18).
No puede ser una potencia política ni el mundo comercial. Según la Biblia, “los reyes de la tierra” y “los comerciantes” seguirán vivos tras la destrucción de ella (Apocalipsis 18:9, 15).
Mancha la reputación de Dios. Se la llama “prostituta” porque colabora estrechamente con los gobiernos a cambio de dinero y otros favores (Apocalipsis 17:1, 2). Engaña a gente de todo el mundo y es responsable de la muerte de muchas personas (Apocalipsis 18:23, 24).
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2. ¿Cuándo aparecería el Mesías?
La Biblia predijo que antes de que llegara el Mesías tendrían que pasar 69 semanas (lea Daniel 9:25).
¿Cuándo comenzaron las 69 semanas? En el año 455 antes de nuestra era. Ese año, el gobernador Nehemías llegó a Jerusalén para “restaurar y reconstruir” la ciudad (Daniel 9:25; Nehemías 2:1, 5-8).
¿Cuánto duraron las 69 semanas? En algunas profecías bíblicas, un día representa un año (Números 14:34; Ezequiel 4:6). Así que una semana representa 7 años. Por tanto, las 69 semanas de esta profecía equivalen a 483 años (69 multiplicado por 7).
¿Cuándo acabaron las 69 semanas? Si contamos 483 años a partir del año 455 antes de nuestra era, llegamos al año 29 de nuestra era. a Justo en ese año Jesús se bautizó y se convirtió en el Mesías (Lucas 3:1, 2, 21, 22).
Volver a la lección 15, punto 5
3. Procedimientos médicos en los que se usa sangre
Hay procedimientos médicos en los que se usa la sangre del propio paciente, pero no todos son aceptables para un cristiano. Por ejemplo, no donamos sangre ni permitimos que se almacene nuestra sangre para usarla en una operación que nos harán más adelante (Deuteronomio 15:23).
Ahora bien, hay otros procedimientos que podrían ser aceptables, como los análisis de sangre, la hemodiálisis, la hemodilución o el uso de la máquina de recuperación de sangre o la de circulación extracorpórea (o bomba de derivación cardiopulmonar). Cada cristiano debe decidir cómo se usará su sangre durante una intervención, una prueba médica o un tratamiento. Puede que cada médico realice estos procedimientos de un modo un poco diferente. Así que, antes de aceptar una intervención quirúrgica, una prueba médica o un tratamiento, los cristianos deben averiguar qué se hará exactamente con su sangre. Hágase las siguientes preguntas:
Si parte de mi sangre se desviara fuera del cuerpo y el flujo sanguíneo se interrumpiera por un tiempo, ¿me permitiría la conciencia considerar que esa sangre sigue siendo parte de mí y que por lo tanto no es necesario “derramarla en el suelo”? (Deuteronomio 12:23, 24).
Si durante un procedimiento médico me extrajeran sangre para modificarla e introducirla de nuevo en mi cuerpo o para aplicarla sobre él como tratamiento, ¿me molestaría mi conciencia educada por la Biblia, o aceptaría ese procedimiento?
Volver a la lección 39, punto 3
4. La separación
La Palabra de Dios no recomienda la separación y deja claro que quienes se separan no están libres para volver a casarse (1 Corintios 7:10, 11). Sin embargo, algunos cristianos han pensado en la posibilidad de separarse en ciertas situaciones.
Negativa a mantener a la familia: El esposo se niega a proporcionarle el sustento a su familia, hasta el punto de dejarla sin las cosas básicas para vivir (1 Timoteo 5:8).
Maltrato físico muy grave: El maltrato puede llegar al punto de poner en peligro la salud física o la vida del cónyuge (Gálatas 5:19-21).
Riesgo muy grave de perder la amistad con Jehová: La oposición del esposo o la esposa llega hasta el punto de que el cristiano no puede adorar a Jehová o seguir sus normas (Hechos 5:29).
5. Fiestas y celebraciones
Los cristianos no participamos en fiestas que Jehová no aprueba. Pero cada cristiano se guiará por su conciencia educada por la Biblia para decidir cómo manejar ciertas situaciones relacionadas con las fiestas. Fíjese en los siguientes ejemplos.
Alguien le desea felices fiestas. Tal vez sea suficiente con decir “gracias”. Si la persona quiere saber más, usted puede explicarle por qué no celebra esa fiesta.
Su esposo o su esposa, que no es testigo de Jehová, le pide que vayan a comer con familiares el día en que se celebra una fiesta. Si su conciencia le permite ir, podría explicarle de antemano que, si la celebración incluye costumbres paganas, no participará en ellas.
Su jefe le ofrece un bono o paga extra durante una festividad. ¿Debería rechazarlo? No necesariamente. ¿Considera su jefe ese bono como parte de la festividad? ¿O es solo una manera de demostrarle que agradece su buen trabajo?
Alguien le da un regalo en una época festiva. Quizá la persona le diga: “Ya sé que no celebras esta fiesta, pero quiero darte esto”. Puede que solo quiera ser amable. Ahora bien, ¿hay razones para pensar que tal vez quiera poner a prueba su fe o que participe en la fiesta? Después de analizarlo, usted debe decidir si aceptará el regalo o no. Al tomar cualquier decisión, queremos quedarnos con la conciencia tranquila y ser leales a Jehová (Hechos 23:1).
Volver a la lección 42, punto 3
6. Enfermedades contagiosas
Como amamos a la gente, somos muy cuidadosos para no transmitir ninguna enfermedad contagiosa. Actuamos así tanto si sabemos que estamos infectados como si sospechamos que pudiéramos ser portadores de una enfermedad de ese tipo. Y esto lo hacemos para obedecer el siguiente mandato bíblico: “Ama a tu prójimo como te amas a ti mismo” (Romanos 13:8-10).
¿Qué implica obedecer este mandato? Quien tiene una enfermedad contagiosa debería evitar el contacto físico con otros, lo que incluye besar, abrazar o dar la mano. Y no debería ofenderse si alguien no lo invita a su casa porque quiera proteger a su familia. Antes de bautizarse, debería comunicarle al coordinador del cuerpo de ancianos que tiene una enfermedad contagiosa, así se podrá bautizar sin poner en riesgo a los demás. Y, si alguien ha estado expuesto a una enfermedad contagiosa, debería estar dispuesto a hacerse un análisis de sangre antes de iniciar un noviazgo. Haciendo estas cosas, demostramos que nos importa el prójimo y que no buscamos solo nuestros “propios intereses, sino también los de los demás” (Filipenses 2:4).
Volver a la lección 56, punto 2
7. Negocios y asuntos legales
Nos ahorramos muchos problemas si ponemos por escrito cualquier acuerdo que tenga que ver con dinero, incluso si se hace con otro cristiano (Jeremías 32:9-12). Con todo, puede que los cristianos a veces tengan algún desacuerdo de poca importancia sobre dinero u otros asuntos. Si ocurriera eso, se espera que puedan resolverlo cuanto antes, con calma y en privado.
Pero ¿cómo deben resolverse los asuntos graves, como el fraude o la calumnia? (Lea Mateo 18:15-17). Jesús dijo que habría que dar los siguientes tres pasos.
Los implicados deben intentar solucionar el asunto entre ellos (vea el versículo 15).
Si eso no funciona, pueden pedirles a uno o dos hermanos maduros de la congregación que los acompañen (vea el versículo 16).
Si después de hacer esto el problema aún no se ha resuelto, solo entonces deberían hablar con los ancianos (vea el versículo 17).
En la mayoría de los casos, no deberíamos llevar a nuestros hermanos ante los tribunales, porque esto mancharía la reputación de Jehová y de la congregación (1 Corintios 6:1-8). Pero hay situaciones que quizá se tengan que resolver en los tribunales: divorcios, custodia de los hijos, pensión alimenticia, indemnizaciones de seguros, declaración de bancarrota o testamentos. Si un cristiano tratara de resolver estos asuntos por la vía legal de la forma más pacífica posible, no iría en contra de lo que aconseja la Biblia.
De forma similar, un cristiano que denunciara ante las autoridades un delito grave —como violación, abuso de menores, agresión, hurto grave o asesinato— no estaría desobedeciendo lo que aconseja la Biblia.
a Del 455 a. e. c. al año 1 a. e. c. hay 454 años. Del año 1 a. e. c. al 1 e. c. hay un año, pues no existe el año cero. Y del año 1 e. c. al 29 e. c. hay 28 años. Si sumamos estas tres cantidades —454, 1 y 28—, nos da un total de 483 años.
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