Más o menos por el mes de abril del año 30, Jesús fue a Jerusalén. Mucha gente había ido a la ciudad para celebrar la Pascua. Como parte de la celebración, hacían ofrendas de animales en el templo. Algunos traían sus animales, pero otros los compraban en Jerusalén.
Cuando Jesús llegó al templo, vio a algunas personas que vendían animales allí. ¡Estaban haciendo negocio justo en la casa de adoración de Jehová! ¿Qué hizo Jesús? Hizo un látigo de cuerdas y lo usó para sacar las ovejas y las vacas del templo. También volcó las mesas de los que cambiaban dinero, y todas las monedas se desparramaron por el suelo. Jesús dijo a los que estaban vendiendo palomas: “¡Quiten todo esto de aquí! ¡No conviertan la casa de mi Padre en un mercado!”.
La gente que estaba en el templo se quedó asombrada por lo que hizo Jesús. Sus discípulos recordaron lo que decía la profecía sobre el Mesías: “Sentiré mucho respeto por la casa de Jehová”.
Tiempo después, en el año 33, Jesús limpió el templo por segunda vez. No dejaba que nadie mostrara falta de respeto por la casa de su Padre.
“Ustedes no pueden ser esclavos de Dios y a la vez de las Riquezas” (Lucas 16:13).