Jesús se reunió con sus discípulos en Galilea. Les dio un mandato muy importante: “Vayan y hagan discípulos de gente de todas las naciones. Enséñenles todo lo que yo les he enseñado y bautícenlos”. Luego les prometió: “Recuerden, yo siempre estaré con ustedes”.
Después que resucitó, Jesús se apareció por 40 días a cientos de sus discípulos en Galilea y Jerusalén. Les enseñó lecciones importantes e hizo muchos milagros. Al final, se reunió por última vez con sus apóstoles en el monte de los Olivos. Jesús les había dicho: “No se vayan de Jerusalén. Sigan esperando lo que el Padre ha prometido”.
Sus apóstoles no habían entendido lo que Jesús quiso decir, por eso le preguntaron: “¿Vas a ser ya el rey de Israel?”. Jesús les respondió: “Jehová no quiere que yo sea rey todavía. Pero muy pronto ustedes recibirán el espíritu santo que les dará poder, y serán mis testigos. Así que vayan a predicar a Jerusalén, a Judea, a Samaria y hasta la parte más lejana de la Tierra”.
Entonces, Jesús subió al cielo, y una nube lo tapó. Sus discípulos se quedaron mirando hacia arriba, pero él desapareció.
Los discípulos se fueron del monte de los Olivos y regresaron a Jerusalén. Allí tenían la costumbre de reunirse y orar en una habitación en la parte de arriba de una casa. Esperaban que Jesús les diera más instrucciones.
“Las buenas noticias del Reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14).