Otras naciones de Canaán se enteraron de lo que había pasado en Jericó. Los reyes de esas naciones decidieron unirse para pelear contra los israelitas. Pero a los habitantes de Gabaón se les ocurrió una idea. Se pusieron ropa gastada, fueron a ver a Josué y le dijeron: “Venimos de una tierra lejana. Hemos oído acerca de Jehová y de todas las cosas que ha hecho por ustedes en Egipto y en Moab. Si prometen que no nos van a atacar, seremos sus sirvientes”.
Josué les creyó y les prometió que no los atacaría. Pero tres días después, Josué descubrió que en realidad los gabaonitas no eran de una tierra lejana, sino que eran de Canaán. Por eso, Josué les preguntó: “¿Por qué nos han mentido?”. Ellos le respondieron: “Porque teníamos miedo. Sabemos que Jehová su Dios pelea por ustedes. Por favor, no nos maten”. Josué cumplió su promesa y no les hizo nada.
Al poco tiempo, cinco reyes cananeos con sus ejércitos fueron a atacar a los gabaonitas. Josué y su ejército marcharon toda la noche para ir a rescatar a los gabaonitas. La batalla comenzó al día siguiente, muy temprano. Los cananeos empezaron a huir a todas partes, pero Jehová hizo que les cayeran encima grandes piedras de granizo. Entonces Josué le pidió a Jehová que el Sol se quedara quieto. El Sol nunca se había quedado quieto antes. ¿Por qué pidió eso Josué? Porque confiaba muchísimo en Jehová. Así que el Sol no se ocultó. Ese día no se oscureció hasta que los israelitas vencieron a los reyes cananeos y sus ejércitos.
“Cuando digan ‘sí’, que sea sí, y, cuando digan ‘no’, que sea no. Cualquier cosa que se diga además de esto viene del Maligno” (Mateo 5:37).