Es injusto que las personas buenas sufran. Al verlas sufrir, alguien pudiera pensar que no vale la pena esforzarse por hacer las cosas bien.
Piense en lo siguiente
Algunas personas creen que nacemos y morimos una y otra vez. Piensan que, si hacemos cosas buenas en esta vida, tendremos una vida mejor cuando volvamos a nacer, mientras que, si hacemos cosas malas, tendremos muchas dificultades. De acuerdo a esta creencia, una persona buena puede sufrir si ha hecho cosas malas en una vida anterior. Pero pregúntese:
¿De qué nos serviría sufrir ahora por algo que hicimos en una vida anterior y que no recordamos?
Si nuestro bienestar dependiera de lo que hicimos en una vida anterior, ¿para qué esforzarnos por llevar una vida sana y evitar accidentes?
En muchos casos se debe a la casualidad, a que estamos en el lugar equivocado en el momento equivocado.
“Los veloces no siempre ganan la carrera, ni los poderosos ganan siempre la batalla, ni los sabios tienen siempre alimento, ni los inteligentes tienen siempre riquezas, ni siempre les va bien a los que tienen conocimiento, ya que a todos les llega algún mal momento y algún suceso imprevisto” (ECLESIASTÉS 9:11).
Sufrimos porque hemos nacido con la tendencia a pecar
Por lo general, la gente utiliza la palabra pecado para referirse a las malas acciones. Pero la Biblia también la usa para referirse a la imperfección que todos los seres humanos, buenos y malos, hemos heredado de Adán y Eva.
“Mira, cuando nací ya era culpable de error, y soy pecador desde que mi madre me concibió” (SALMO 51:5, nota).
El pecado ha tenido consecuencias terribles para la humanidad
No solo ha perjudicado nuestra relación con el Creador, sino también nuestra relación con todo lo que él ha creado, es decir, con otros seres humanos y con nuestro entorno. Esto ha provocado un enorme sufrimiento a todos sin excepción.
“Cuando deseo hacer lo que es correcto, lo que es malo está conmigo” (ROMANOS 7:21).
“Toda la creación junta sigue lamentándose y sintiendo dolor hasta ahora” (ROMANOS 8:22).