Aunque no veamos al Diablo, la Palabra de Dios lo presenta como un ser real. Es alguien que, al igual que el poderoso jefe de una banda criminal, recurre a toda clase de engaños y mentiras para lograr sus objetivos. De hecho, según la Biblia, “sigue transformándose en ángel de luz” (2 Tesalonicenses 2:9, 10; 2 Corintios 11:14). La existencia del Diablo se percibe por los daños que ocasiona.
No obstante, él no es el culpable de todo el sufrimiento de la humanidad. ¿Por qué no? Dios creó a los seres humanos con la capacidad de elegir entre hacer el bien o el mal (Josué 24:15). Cuando tomamos malas decisiones, tenemos que atenernos a las consecuencias (Gálatas 6:7, 8).