TAPANI VIITALA | BIOGRAFÍA
Mi deseo de ayudar a los sordos se hace realidad
Cuando conocí a los testigos de Jehová, me enseñaron con la Biblia que “los oídos de los sordos serán destapados” (Isaías 35:5). Pero la verdad es que esa promesa bíblica no me llamó demasiado la atención porque, como nací sordo, me costaba mucho imaginar qué se siente al escuchar. Quedé mucho más impresionado cuando me mostraron con la Biblia que el Reino de Dios acabará con las injusticias, las guerras, las enfermedades e incluso la muerte. Con el tiempo, mi deseo de contarles a otros sordos lo que había aprendido se hizo como un fuego dentro de mí.
Nací en 1941, y mi familia vivía en Virrat (Finlandia). Muchos de mis familiares —incluidos mis padres y mis hermanos menores— también eran sordos. Así que nos comunicábamos en lengua de señas.
Aprendo cosas maravillosas en la Biblia
Estudié en un internado a unos 240 kilómetros (150 millas) de mi casa. Allí estaba estrictamente prohibido comunicarse en lengua de señas. Y es que, en aquel tiempo, en las escuelas para sordos de Finlandia se usaba un enfoque oral. Así que en el internado nos obligaban a aprender el lenguaje oral y a leer los labios. Si los maestros nos veían haciendo señas, nos golpeaban con una regla o con el puntero que usaban para señalar en el pizarrón. Los golpes eran tan fuertes que los dedos de las manos se nos quedaban hinchados durante días.
Como mis padres tenían una granja y yo quería aprender el oficio, más adelante me fui a la universidad a estudiar agricultura. Cuando regresé a casa, vi sobre la mesa las revistas La Atalaya y ¡Despertad! Mi padre me explicó que esas revistas basadas en la Biblia decían cosas maravillosas. También me contó que un matrimonio oyente les estaba dando clases de la Biblia a él y a mi madre. Se comunicaban con ellos escribiendo notas.
Una de las cosas que mi padre me explicó es que el Reino de Dios convertirá la Tierra en un paraíso y que las personas que han muerto resucitarán. Como el matrimonio de Testigos no sabía lengua de señas, yo estaba convencido de que mi padre no los había entendido bien, porque siempre me habían enseñado que los muertos van al cielo.
Cuando el matrimonio volvió a visitar a mis padres, les pregunté sobre lo que mi papá me había dicho. Ellos me contestaron: “Tu padre tiene razón”, y me enseñaron lo que Jesús dijo sobre la resurrección en Juan 5:28, 29. Me explicaron que Dios eliminará la maldad de la Tierra y que las personas vivirán para siempre con salud perfecta y en paz (Salmo 37:10, 11; Daniel 2:44; Apocalipsis 21:1-4).
Yo quería saber más, así que empecé a estudiar la Biblia con Antero, un testigo de Jehová oyente. Como él no sabía lengua de señas, yo escribía las respuestas a las preguntas del libro en un papel. Luego, Antero las leía y me escribía preguntas adicionales o algún comentario. Estudiábamos con este método dos horas todas las semanas. ¡Antero fue muy paciente conmigo!
En 1960, asistí a una asamblea de los testigos de Jehová. El programa se interpretó en lengua de señas. El viernes por la tarde, se anunció que el sábado por la mañana tendría lugar el bautismo. Así que, el día siguiente, llevé conmigo un traje de baño y una toalla. ¡Me bauticé en aquella asamblea! a Poco tiempo después, mis padres y mis hermanos también se bautizaron.
Les enseño la verdad a otros
Tenía muchas ganas de contarles a otros sordos lo que había aprendido y sabía que la mejor manera de hacerlo era usando la lengua de señas. Así que empecé predicándoles con entusiasmo a los sordos que había en mi zona.
Poco después, me mudé a Tampere, una gran ciudad industrial. Iba casa por casa preguntándoles a las personas si conocían a alguien que fuera sordo. Así empecé varios cursos bíblicos. Y en pocos años ya había más de 10 publicadores sordos en Tampere.
En 1965, conocí a Maire, una hermana encantadora, y nos casamos el siguiente año. Maire aprendió lengua de señas muy rápido, y pasamos cinco décadas sirviendo a Jehová juntos. Fue una compañera muy trabajadora y leal.
Dos años después de casarnos, tuvimos a nuestro hijo, Marko. Él sí puede oír, así que aprendió finlandés y también lengua de señas finlandesa. Marko se bautizó a los 13 años.
Como llegaron muchos hermanos nuevos al grupo de lengua de señas en Tampere, en 1974 nos mudamos a una ciudad donde no había ningún Testigo sordo, Turku. Allí usamos el mismo método: íbamos casa por casa buscando personas sordas. Durante los años que servimos en Turku, 12 de mis estudiantes de la Biblia se bautizaron.
Predicamos en los países bálticos
En 1987, invitaron a Marko a servir en Betel. Y nosotros empezamos a hacer planes para mudarnos de nuevo, porque el grupo de lengua de señas en Turku iba muy bien.
Para ese entonces, ya se podía empezar a predicar con libertad en Europa del Este. Así que en enero de 1992 viajé con otro hermano sordo a Tallin (Estonia).
Allí conocimos a una Testigo que tenía un hermano sordo. Aunque él no mostró ningún interés en el mensaje, nos puso en contacto con muchos sordos que vivían en esa zona. La última noche que pasamos en Tallin, este hombre nos llevó a una reunión de una asociación nacional para sordos. Antes de que la reunión comenzara, llenamos una mesa con revistas y libros en estonio y en ruso. ¡Los asistentes se llevaron unos 100 libros y 200 revistas, y nos dieron unas 70 direcciones! Esa noche se pusieron los cimientos de la obra en lengua de señas en Estonia.
Maire y yo empezamos a viajar regularmente a Estonia para predicar. Decidimos trabajar menos horas y empezamos el precursorado regular. Y en 1995 nos mudamos más cerca de Helsinki; así nos era más fácil tomar el ferry a Tallin. La verdad es que la predicación en Estonia superó todas nuestras expectativas.
Dirigíamos todos los cursos bíblicos que podíamos, y 16 de nuestros estudiantes llegaron al bautismo. Entre ellos, había dos hermanas carnales que eran sordociegas. Estudiaba con ellas utilizando señas táctiles, es decir, haciendo las señas en sus manos.
Estudiar con personas sordas tenía sus retos. Como para aquel entonces nosotros no teníamos nada disponible para predicar en lengua de señas, me fue muy útil hacerme un cuaderno con imágenes atrayentes de nuestras publicaciones. Las usaba muchísimo.
La sucursal de Finlandia me pidió que visitara Letonia y Lituania para apoyar la obra en lengua de señas. Así que fui allí varias veces para ayudar a los Testigos de la zona a encontrar a las personas sordas. Casi todos los países tienen su propia lengua de señas. Por eso aprendí las lenguas de señas de Estonia, Letonia y Lituania, y también un poco de lengua de señas rusa, que es la que usan las personas sordas de Rusia que viven en los países bálticos.
Durante ocho años, viajamos a Estonia y a los otros países bálticos, pero tuvimos que dejar de hacerlo. Tristemente, a Maire le diagnosticaron párkinson.
Los sordos reciben más ayuda
En 1997, se formó un equipo de traducción a lengua de señas en la sucursal de Finlandia. Maire y yo, que vivíamos cerca de allí, pudimos ayudar a preparar algunas publicaciones en lengua de señas. Esto nos dio la oportunidad de trabajar con nuestro hijo, Marko. Después, junto con su esposa, Kirsi, él ayudó a capacitar a otros equipos de traducción a lengua de señas en otros países. Yo todavía colaboro con el equipo de Finlandia de vez en cuando.
Además, la sucursal ha organizado cursos para que publicadores oyentes aprendan lengua de señas. Gracias a eso, cada vez hay más publicadores que apoyan grupos y congregaciones de lengua de señas. Estos hermanos son de gran ayuda en la predicación, y algunos tienen responsabilidades en las congregaciones.
Mi deseo de ayudar no se apaga
En el 2004, Maire y yo ayudamos a formar la primera congregación de lengua de señas finlandesa en Helsinki. En solo tres años, llegó a ser una congregación fuerte y entusiasta con muchos precursores.
Entonces volvimos a hacer planes para mudarnos a donde se necesitara más ayuda. En el 2008, nos mudamos cerca de Tampere y regresamos al grupo de lengua de señas en el que habíamos estado 34 años antes. Un año después, este grupo se convirtió en la segunda congregación de lengua de señas en Finlandia.
Sin embargo, la salud de Maire fue de mal en peor, hasta que finalmente en el 2016 falleció. La cuidé con mucho cariño y, aunque la extraño muchísimo, sé que volveré a verla en el nuevo mundo, donde las enfermedades habrán desaparecido. ¡Cuánto deseo verla! (Isaías 33:24; Apocalipsis 21:4).
Los últimos 60 años de mi vida los he dedicado a enseñarles la verdad a los sordos. Y el deseo de seguir predicándoles, que es como un fuego dentro de mí, sigue tan vivo como el primer día.
a Esto sucedió antes de que se decidiera que los ancianos debían reunirse con la persona antes de que se bautizara.