LECCIÓN 37
Destacar los puntos principales
¿CUÁLES son los puntos principales de un discurso? Son aquellas ideas importantes en las que deberá centrarse por ser esenciales para lograr su objetivo, no simples detalles interesantes a los que aludir de pasada.
Una de las claves para destacar los puntos principales es seleccionar y organizar la información. En la investigación previa, con frecuencia se recopilan más datos de los que pueden utilizarse. ¿Cómo determinará cuáles emplear?
En primer lugar, piense en las personas. ¿Les resulta extraño el tema a la mayoría de ellas, o lo conocen bien? ¿Concuerdan casi todos con lo que la Palabra de Dios enseña sobre el asunto, o tienden al escepticismo? ¿A qué retos se enfrentan por cumplir día a día con lo que la Biblia dice al respecto? Segundo, tenga claro el objetivo que persigue al hablar del tema en cuestión a ese auditorio. Con estas dos pautas presentes, evalúe la información y utilice la que sea idónea.
Si se le facilita un bosquejo básico con el tema y los puntos principales, cíñase a él. Sin embargo, su exposición adquirirá mucho más valor si desgrana las ideas clave teniendo en cuenta los factores mencionados. En caso de que no se le entregue un bosquejo, a usted le corresponderá seleccionar los puntos principales.
Si los pensamientos primordiales están claros en su mente y ha ordenado los detalles que respaldan a cada uno de ellos, no le resultará difícil pronunciar el discurso, y el auditorio probablemente obtendrá mayor provecho.
Sistemas para estructurar la información. La organización del cuerpo de su intervención puede seguir diferentes modelos. Una vez los conozca, quizá le resulte práctico más de uno, en función de lo que pretenda conseguir.
Un sistema flexible es la subdivisión de ideas. (Todos los puntos principales son necesarios, sea porque contribuyen a que se comprenda el tema o porque facilitan la consecución del objetivo del discurso.) Otro método es el cronológico. (A los sucesos anteriores al Diluvio, pongamos por caso, les seguirían los que ocurrieron antes de la destrucción de Jerusalén de 70 E.C., y a estos, a su vez, los de nuestros días.) Un tercer método es el de causa y efecto. (Admite su planteamiento en ambos sentidos. Por ejemplo, podría exponer una situación actual, esto es, el efecto, para luego referirse a la causa.) Y una cuarta posibilidad consiste en comparar elementos opuestos. (Puede establecer un contraste entre lo bueno y lo malo o entre lo beneficioso y lo perjudicial.) En algunas intervenciones se adopta más de un método.
Esteban se defendió de las acusaciones falsas del Sanedrín judío con un enérgico discurso que siguió una estructura cronológica. Al leerlo en Hechos 7:2-53, observe que seleccionó bien las ideas. Primero aclaró que se estaba refiriendo a datos históricos que su auditorio no podía refutar, y luego señaló que Dios se valió de José para dar liberación aunque sus hermanos lo habían rechazado. A continuación indicó que los judíos desobedecieron a Moisés, el conducto que Dios utilizaba. Entonces concluyó subrayando que quienes dieron muerte a Jesús manifestaron el mismo espíritu que los judíos de generaciones anteriores.
Evite el exceso de puntos principales. Cualquier tema consta de solo unos cuantos aspectos esenciales. Sea que vaya a hablar durante cinco, diez, treinta o más minutos, casi siempre podrá contar tales puntos con los dedos de una mano. No intente destacar demasiados, pues el auditorio únicamente captará unos pocos en una sola intervención. Cuanto mayor sea la duración de esta, más tendrán que destacarse y perfilarse las ideas clave.
Sea cual sea el número de puntos principales, explíquelos todos bien, concediendo a los presentes el tiempo necesario para examinarlos y así grabarlos en la mente.
La exposición debe dar una sensación de simplicidad, y ello no depende forzosamente de la cantidad de información que contenga. Si los pensamientos están agrupados con claridad bajo unos cuantos encabezamientos principales que va exponiendo uno tras otro, la disertación será fácil de seguir y difícil de olvidar.
Destaque los puntos principales. Con una buena organización del contenido no resulta complicado recalcar las ideas clave.
La principal forma de destacarlas es exponer los puntos de apoyo, las citas bíblicas y demás datos de tal modo que centren la atención en los aspectos cruciales y los amplíen. Los puntos secundarios deben explicar, probar o desarrollar la idea principal, así que no incorpore ideas superfluas tan solo porque sean interesantes. Indique con claridad la relación entre los aspectos secundarios y el punto primordial al que respaldan, para que el auditorio no tenga que imaginárselo. Puede lograrlo repitiendo las palabras clave que expresan el pensamiento central o mencionando la esencia de este de tanto en tanto.
Algunos oradores resaltan los puntos principales numerándolos. Aunque este método es válido, no debe excluir la selección detenida y la exposición lógica de la información.
Podría optar, sencillamente, por declarar el punto principal antes de presentar los argumentos que lo apoyan. Así no solo ayudará a las personas a apreciar el valor de lo que sigue, sino que resaltará la idea clave. Y recalcará, además, el punto principal si lo resume una vez lo haya analizado con profundidad.
En el ministerio del campo. Los principios mencionados no solo son aplicables a los discursos formales, sino también a nuestras conversaciones en el ministerio del campo. Tenga presente en su preparación cualquier problema serio que preocupe a los vecinos y elija un tema que le permita mostrar la esperanza que la Biblia ofrece al respecto. Quizá pueda seleccionar dos puntos principales con los que desarrollar dicho tema. Tras determinar qué textos bíblicos utilizará para apoyarlos, piense en cómo dará comienzo a la conversación. Tal preparación le permitirá manifestar la necesaria flexibilidad y decir algo que los amos de casa no olviden fácilmente.