LECCIÓN 10

Entusiasmo

Entusiasmo

 EL ENTUSIASMO da vida a la intervención. Aunque es importante que el contenido sea instructivo, lo que capta la atención del auditorio es, en buena medida, la forma animada de exponerlo. Prescindiendo de sus antecedentes culturales y personalidad, usted puede cultivar el entusiasmo.

 Hable con sentimiento. El apóstol Pablo exhortó a sus hermanos cristianos a fulgurar “con el espíritu” (Rom. 12:11). En efecto, uno debe adorar a Dios impulsados por la gratitud de su corazón y en armonía con la verdad de la Palabra de Dios. Cuando la persona siente profundo agradecimiento, lo demuestra en su modo de hablar. Está ansiosa por dar a conocer las dádivas amorosas de Jehová. Su forma de hacer las señas, su expresión facial y su lenguaje corporal reflejan sus sentimientos.

 Entonces, ¿por qué les falta entusiasmo a algunos oradores que aman a Jehová y están convencidos de lo que dicen? Porque no basta con que se preparen bien. Tienen que vivir el tema, entregarse de lleno a él. Supongamos que se asigna a un hermano un discurso sobre el sacrificio redentor de Jesucristo. Cuando lo pronuncie, no solo debe pensar en datos, sino rebosar de aprecio por lo que dicho sacrificio significa tanto para él como para su auditorio. Para ello, ha de tener presente cuánto agradece a Jehová Dios y a Jesucristo esta maravillosa dádiva. Debe pensar en la grandiosa perspectiva que ofrece a la humanidad: vida eterna con salud perfecta y felicidad en un paraíso terrestre restaurado. Así pues, tiene que sentir profundamente lo que va a decir.

 La Biblia dice respecto al escriba y maestro israelita Esdras que “había preparado su corazón para consultar la ley de Jehová y para ponerla por obra y para enseñar en Israel” (Esd. 7:10). Si nosotros, de igual modo, preparamos no solo el contenido del discurso, sino también nuestro corazón, comunicaremos la verdad con sentimiento genuino, lo cual contribuirá considerablemente a que nuestros oyentes cultiven amor verdadero por ella.

 Piense en su auditorio. Otro factor fundamental para que muestre entusiasmo es la convicción de que el auditorio necesita escuchar lo que va a decirle. Eso significa que cuando esté preparando la intervención, no solo debe recopilar información pertinente, sino que también debe pedirle a Jehová que lo guíe de modo que pueda usarla para beneficio de sus oyentes (Sal. 32:8; Mat. 7:7, 8). Analice por qué es preciso que escuchen la información, cómo les beneficiará y cómo puede exponerla de manera que capten su valor.

 Trabaje en la elaboración del discurso hasta que se entusiasme con el resultado. No tiene por qué incluir datos nuevos, pero sí puede darle un enfoque diferente al mismo tema. Si lo que ha preparado va a ayudar a su público a fortalecer la relación con Jehová, agradecer sus dádivas, hacer frente a las presiones de la vida en este viejo sistema o ser eficaces en el ministerio, tiene razones de sobra para estar entusiasmado con su disertación.

 ¿Y si su asignación es de lectura? Para leer con viveza, no es suficiente con que copie las señas y las agrupe correctamente. Tiene que estudiar el escrito. Si va a interpretar de la Biblia, busque información sobre el pasaje. Asegúrese de que entiende su significado básico. Reflexione en los beneficios que les reportará a usted y su público, y lea con el deseo de que este los capte.

 ¿Se está preparando para el ministerio del campo? Repase el tema del que piensa hablar y los textos bíblicos que va a utilizar. Piense asimismo en lo que está en la mente de las personas. ¿Cuáles son las noticias de actualidad? ¿A qué dificultades se enfrentan? Si está listo para mostrarles que la Palabra de Dios habla de las soluciones a los problemas que les preocupan, sentirá grandes deseos de hacerlo, y el entusiasmo le surgirá con naturalidad.

 Intervenciones animadas. El entusiasmo se manifiesta principalmente con la viveza de su intervención y de las expresiones faciales. Demuestre convicción, pero sin caer en el dogmatismo.

 Para ello se necesita equilibrio. A quienes tienden a entusiasmarse por todo tal vez haya que hacerles ver que los discursos muy apasionados o teatrales solo logran que el auditorio se concentre en el orador y no en el mensaje. Por otra parte, los tímidos necesitan estímulo para ser más expresivos.

 El entusiasmo es contagioso. Cuando se establece un buen contacto visual con los oyentes y se les habla de forma animada, ellos reaccionan con entusiasmo. De Apolos, quien se expresaba con viveza, se dice que era elocuente. Si usted fulgura con el espíritu de Dios, su intervención animada incitará a sus oyentes a la acción (Hech. 18:24, 25; Rom. 12:11).

 Entusiasmo adecuado a la información. Tenga cuidado de no mostrar un entusiasmo tan intenso a lo largo de todo el discurso, que termine agotando al auditorio. Si así sucede, ninguna exhortación para inducir a actuar causará impacto. Esto pone de relieve la necesidad de que el contenido del discurso admita una exposición variada. Procure no adoptar tampoco un estilo que refleje indiferencia. Si selecciona la información con cuidado, todos los puntos le resultarán muy interesantes; no obstante, habrá algunos que se presten a exponerlos con más entusiasmo que otros, y esos deberá entretejerlos hábilmente con el resto de la información.

 Tiene que presentar con viveza sobre todo las ideas principales. Su exposición debe alcanzar puntos culminantes, y puesto que estos son los que más destacarán, por lo general serán los destinados a motivar a su público. Tras haberlo convencido, ha de estimularlo, mostrarle los beneficios de poner por obra lo dicho. Las expresiones animadas le ayudarán a tocar su corazón. En resumidas cuentas, el entusiasmo nunca debe ser forzado; tiene que estar justificado por el contenido de su discurso.