LECCIÓN 35

Repetición para dar énfasis

Repetición para dar énfasis

 EL BUEN maestro hace uso de la repetición, pues hay más posibilidades de que se retengan los puntos importantes si se mencionan varias veces. Y cuando se vuelven a enunciar de una manera algo diferente, puede que incluso se comprendan mejor.

 Su mensaje no tendrá ningún efecto en las creencias y el modo de vida de las personas si estas olvidan lo que les ha dicho. Pero si da énfasis especial a ciertas ideas, probablemente seguirán pensando en ellas.

 Jehová, nuestro Magnífico Instructor, nos pone el ejemplo al respecto. Cuando dio los Diez Mandamientos a la nación de Israel, utilizó un portavoz angélico para que el pueblo los escuchara en el monte Sinaí. Posteriormente se los entregó a Moisés en forma escrita (Éxo. 20:1-17; 31:18; Deu. 5:22). Por indicación divina, Moisés se los repitió a los israelitas cuando estaban a punto de entrar en la Tierra Prometida, y los puso por escrito mediante el espíritu santo, tal como leemos en Deuteronomio 5:6-21. Entre estos preceptos dados a Israel se encontraba el de amar y servir a Jehová con todo el corazón, el alma y la fuerza vital, mandato que también se les expuso vez tras vez (Deu. 6:5; 10:12; 11:13; 30:6). ¿Por qué razón? Porque, en palabras de Jesús, era “el más grande y el primer mandamiento” (Mat. 22:34-38). Por medio del profeta Jeremías, Jehová recordó al pueblo de Judá en más de veinte ocasiones la importancia de obedecer todo lo que les había ordenado (Jer. 7:23; 11:4; 12:17; 19:15). Y mediante Ezequiel, declaró más de sesenta veces que las naciones ‘tendrían que saber que él era Jehová’ (Eze. 6:10; 38:23).

 En los relatos del ministerio de Jesús observamos, asimismo, un uso eficaz de las repeticiones. Por ejemplo, cada uno de los cuatro Evangelios recoge acontecimientos relevantes que también se narran en uno o más de los otros evangelios, pero los presenta desde una perspectiva un poco diferente. El propio Jesús enseñó la misma idea básica en más de una ocasión, pero de distintas maneras (Mar. 9:34-37; 10:35-45; Juan 13:2-17). Unos días antes de morir, en el monte de los Olivos, recurrió a la repetición para subrayar el trascendental recordatorio: “Manténganse alerta, [...] porque no saben en qué día viene su Señor” (Mat. 24:42; 25:13).

 En el ministerio del campo. Deseamos que las personas a quienes damos testimonio retengan nuestras palabras. La repetición, empleada con habilidad, nos ayuda a lograrlo.

 Con frecuencia, reiterar el punto del que se está hablando contribuye a que se grabe en la mente del amo de casa. Por tanto, usted podría dar énfasis al texto bíblico que acaba de leer señalando una frase clave y preguntando: “¿Notó la expresión que aquí se emplea?”.

 Cuando finalizamos la conversación, también es práctico repetir las ideas sobre las que se ha dialogado. Por ejemplo, podría decir: “De lo que hemos conversado, el punto principal que me gustaría que recordara es...”. Entonces vuelva a mencionarlo con sencillez. Podría decir algo así: “Dios se propone que la Tierra se convierta en un paraíso. Este propósito se realizará sin falta”. He aquí otra sugerencia: “La Biblia muestra con claridad que vivimos en los últimos días de este sistema de cosas. Para sobrevivir a su fin, debemos aprender lo que Dios espera de nosotros”. O bien: “Como hemos visto, la Palabra de Dios nos da consejos prácticos para enfrentarnos a los problemas familiares”. En otros casos, bastará con que repita la cita bíblica, si ese es el punto que desea recalcar. Naturalmente, la repetición eficaz exige reflexión previa.

 Al hacer revisitas y dirigir estudios de la Biblia, se pueden utilizar las preguntas de repaso para reiterar los conceptos más importantes.

 Si la persona no comprende con facilidad un consejo bíblico o no entiende cómo aplicarlo, tal vez sea necesario mencionar el asunto en más de una ocasión. Esfuércese por plantearlo desde distintos ángulos. No es preciso explayarse en el tema, sino animar al estudiante a que siga pensando en él. Tenga en cuenta que Jesús empleó este tipo de repetición para ayudar a sus discípulos a superar el deseo de ocupar el primer lugar (Mat. 18:1-6; 20:20-28; Luc. 22:24-27).

 Al pronunciar discursos. Su objetivo no es solamente exponer la información desde la plataforma, sino que los asistentes la entiendan, la recuerden y la pongan en práctica. Para ello, deberá emplear con acierto las repeticiones.

 Ahora bien, no reitere demasiado los puntos principales, pues puede perder la atención del auditorio. Elija con cuidado los conceptos que merecen un énfasis especial. Por lo general, estos son las ideas clave sobre las que construirá su discurso, aunque también es posible que incluyan otras ideas que le resultarán particularmente valiosas a su público.

 Para hacer buen uso de la repetición, puede empezar enunciando los puntos más importantes en la introducción. Con oraciones concisas, ofrezca un panorama general de su disertación, utilizando preguntas o ejemplos breves que planteen los problemas que se resolverán. Puede incluso mencionar las ideas clave por número y luego desarrollarlas a lo largo del discurso. Otras maneras de enfatizar los puntos principales durante el cuerpo de la exposición consisten en volver a mencionar cada uno de ellos antes de pasar al siguiente o incluir un ejemplo que muestre su aplicación. Por último, refuerce los conceptos fundamentales en la conclusión, ya sea reiterándolos, empleando contrastes que los destaquen, contestando los interrogantes planteados o brindando brevemente soluciones para los problemas propuestos.

 Además de todo lo anterior, el orador con experiencia observa con atención a su público. Percibe si algunos no comprenden bien una idea en particular y, en caso de que sea importante, vuelve a enunciarla. Sin embargo, no siempre le basta con repetir las mismas palabras. El buen maestro hace más: es flexible, capaz de improvisar cuando se necesita. La eficacia de usted como maestro dependerá en gran medida de que aprenda a adaptarse de esa forma a las necesidades del auditorio.