Darío el medo fue otro rey de Babilonia. Se dio cuenta de que Daniel era especial, así que lo puso a cargo de los hombres más importantes del país. Estos hombres le tenían envidia a Daniel y querían acabar con él. Sabían que Daniel oraba a Jehová tres veces al día, así que le dijeron a Darío: “Oh, rey, debería haber una ley para que todo el mundo te ore solo a ti. Si alguien desobedece esa ley, que lo echen en el hoyo de los leones”. A Darío le gustó la idea, y firmó la ley.
Cuando Daniel se enteró de la nueva ley, se fue a su casa. Una vez allí, se arrodilló y le oró a Jehová delante de una ventana abierta. Aquellos hombres envidiosos entraron de repente en su casa y lo encontraron orando. Entonces se fueron corriendo a decirle a Darío: “Daniel te ha desobedecido. Hace tres oraciones al día a su Dios”. A Darío le caía bien Daniel y no quería que lo mataran. Pasó todo el día pensando qué hacer para salvarlo, pero ni siquiera él podía cambiar una ley que ya estaba firmada. Así que no le quedó más remedio que ordenar que echaran a Daniel al hoyo de los feroces leones.
Esa noche, Darío estaba tan preocupado por Daniel que no podía dormir. Por la mañana, fue corriendo al hoyo, se asomó y gritó: “¡Daniel! ¿Te salvó tu Dios?”.
Darío escuchó una voz. Era Daniel, que le respondió: “El ángel de Jehová cerró la boca de los leones, y no me hicieron nada”. Darío estaba muy contento y mandó que lo sacaran de allí. Daniel salió sin ningún rasguño. Después, el rey ordenó: “¡Echen al hoyo a los hombres que acusaron a Daniel!”. Cuando los echaron, los leones se los comieron enseguida.
Darío dio esta orden a su pueblo: “Todos deben respetar al Dios de Daniel. Él lo salvó de los leones”.
¿Y tú? ¿También oras a Jehová todos los días, como Daniel?
“Jehová sabe rescatar de las pruebas a personas de devoción piadosa” (2 Pedro 2:9).