Juan había estado predicando este mensaje: “Alguien más poderoso que yo va a venir pronto”. Cuando Jesús tenía más o menos 30 años, fue desde Galilea al río Jordán. Allí Juan estaba bautizando a la gente. Jesús quería que Juan lo bautizara a él también, pero Juan le dijo: “Yo no debería bautizarte. Tú deberías bautizarme a mí”. Jesús le contestó: “Jehová quiere que tú me bautices”. Así que se metieron en el río Jordán, y Juan sumergió a Jesús por completo en el agua.
Después que Jesús salió del agua, le oró a Jehová. En ese momento, el cielo se abrió, y el espíritu de Dios bajó sobre él como una paloma. Entonces Jehová habló desde el cielo: “Tú eres mi Hijo amado. Tú tienes mi aprobación”.
Así recibió Jesús el espíritu de Jehová y, desde ese momento, fue el Cristo o Mesías. Ahora podía empezar el trabajo que Jehová le había encargado que hiciera en la tierra.
Justo después que se bautizó, Jesús se fue al desierto y pasó 40 días allí. Cuando volvió, se fue a ver a Juan. Él vio que Jesús se acercaba y dijo: “Este es el Cordero de Dios que quitará el pecado del mundo”. Dijo eso para ayudar a la gente a darse cuenta de que Jesús era el Mesías. ¿Sabes lo que le pasó a Jesús cuando estaba en el desierto? Vamos a verlo.
“De los cielos salió una voz que dijo: ‘Tú eres mi Hijo amado. Tú tienes mi aprobación’” (Marcos 1:11).