Lot vivía con su tío Abrahán en la tierra de Canaán. Los dos fueron acumulando tantos animales que ya no había espacio suficiente para todos. Por eso, Abrahán le dijo a Lot: “Ya no podemos seguir viviendo en el mismo lugar. Por favor, elige a qué lado quieres ir, y yo iré al otro”. ¿Verdad que Abrahán fue muy bueno?
Lot vio que había una parte de la tierra que era muy bonita, tenía mucha agua y hierba verde. De modo que eligió ese sitio y se fue con su familia a vivir allá, cerca de una ciudad que se llamaba Sodoma.
La gente de Sodoma y de su ciudad vecina Gomorra era muy mala. Eran tan malos que Jehová decidió destruir esas dos ciudades. Pero Dios quería salvar a Lot y su familia, así que envió a dos ángeles a decirles: “¡Rápido! ¡Váyanse de esta ciudad! ¡Jehová la va a destruir!”.
Pero Lot no se fue enseguida, sino que se tardó. Así que los ángeles los tomaron de la mano a él, su esposa y sus dos hijas, y los sacaron corriendo de la ciudad. Les dijeron: “¡Corran! ¡Escapen para que no mueran, y no miren atrás! Si miran atrás, morirán”.
Cuando llegaron a la ciudad de Zóar, Jehová hizo que lloviera fuego y azufre en Sodoma y Gomorra. Esas dos ciudades quedaron destruidas por completo. La esposa de Lot desobedeció a Jehová, miró atrás y se convirtió en una estatua de sal. Pero Lot y sus hijas se salvaron por ser obedientes. Seguro que se sintieron muy tristes porque la esposa de Lot había desobedecido, pero también estaban tranquilos porque ellos sí habían obedecido a Jehová.