Jehosafat fue un rey de Judá que destruyó los altares del dios Baal y los ídolos que había en su país. Él quería que la gente conociera las leyes de Jehová. Por eso, envió a los príncipes y los levitas por toda Judá para enseñar las leyes de Jehová al pueblo.
Las naciones vecinas tenían miedo de atacar Judá porque sabían que Jehová ayudaba a su pueblo. Hasta le llevaban regalos al rey Jehosafat. Pero entonces la gente de Ammón, Moab y otros pueblos de la región de Seír se fueron a pelear contra Judá. Jehosafat sabía que iba a necesitar la ayuda de Jehová. Así que reunió en Jerusalén a todos los hombres, mujeres y niños. Delante de ellos hizo una oración: “Jehová, sin ti no podemos ganar la batalla. Por favor, dinos qué tenemos que hacer”.
Jehová escuchó a Jehosafat y le respondió: “No tengan miedo, yo los ayudaré. Vayan a sus puestos, quédense quietos y vean cómo los voy a salvar”. ¿Cómo los salvaría Jehová?
A la mañana siguiente, Jehosafat escogió cantores y les dijo que marcharan delante del ejército. Ellos salieron de Jerusalén hacia el campo de batalla, que estaba en un lugar llamado Tecoa.
Los cantores estaban alegres cantando alabanzas a Jehová con voz fuerte. Mientras tanto, Jehová luchaba por su pueblo. Confundió a los ammonitas y los moabitas, y empezaron a pelear entre ellos. Todos murieron. Pero Jehová protegió a la gente de Judá, a los soldados y a los sacerdotes. Todas las naciones vecinas se enteraron de lo que Jehová había hecho y se dieron cuenta de que él seguía defendiendo a su pueblo de sus enemigos. ¿Cómo salva Jehová a su pueblo? De muchas maneras. Él no necesita la ayuda de los humanos.
“Ustedes no tendrán que pelear esta batalla. Ocupen sus puestos, estense quietos y vean cómo los salva Jehová” (2 Crónicas 20:17).