Todos venimos del primer ser humano, Adán. Eso quiere decir que somos una gran familia. Aunque se espera que todos los miembros de una familia se quieran y se respeten, la realidad es que en el mundo no es común ver esta clase de amor. Pero a Dios no le gusta que las cosas sean así.
¿QUÉ DICEN LAS SAGRADAS ESCRITURAS SOBRE EL AMOR?
“Ama a tu prójimo como te amas a ti mismo” (LEVÍTICO 19:18).
Piense en esto. ¿Cómo se siente cuando alguien es paciente y amable, y no se enoja cuando usted se equivoca?
“El amor no es celoso”.
Piense en esto. ¿Cómo se siente cuando alguien no confía en usted o le tiene envidia?
El amor “no busca sus propios intereses”.
Piense en esto. ¿Cómo se siente cuando alguien respeta sus opiniones y no insiste siempre en salirse con la suya?
El amor “no lleva cuenta del daño”.
Piense en esto. Dios está dispuesto a perdonar a quienes se arrepienten de sus pecados. “No estará continuamente señalando nuestras faltas ni estará resentido para siempre” (Salmo 103:9). Valoramos mucho que alguien a quien hemos ofendido nos perdone. Por lo tanto, nosotros debemos estar dispuestos a perdonar a quienes nos ofenden (Salmo 86:5).
El amor “no se alegra por la injusticia”.
Piense en esto. Cuando algo malo nos sucede, no nos gusta que otros se alegren. Así que no nos alegramos cuando otros sufren, aunque ellos nos hayan tratado mal.
Si queremos que Dios nos bendiga, debemos amar a los demás sin importar su edad, su nacionalidad o su religión. Una manera de demostrar nuestro amor es ayudando a quienes lo necesitan.