La Biblia prohíbe el consumo de sangre. Por tanto, los cristianos no debemos comerla. Tampoco debemos aceptar transfusiones de sangre ni de alguno de sus componentes principales. Veamos los siguientes versículos.
Génesis 9:4. Después del Diluvio, Dios les permitió a Noé y a su familia consumir carne animal, pero con una salvedad: “Solo carne con su alma —su sangre— no deben comer”. Y como todos descendemos de Noé, nosotros también tenemos el deber de cumplir ese mandato.
Levítico 17:14. “No deben comer la sangre de ninguna clase de carne, porque el alma de toda clase de carne es su sangre. Cualquiera que la coma será cortado.” Para Dios, la sangre representa el alma —o la vida—, algo que le pertenece a él. Aunque esta ley fue dada exclusivamente a la nación de Israel, nos muestra lo importante que es para Dios este asunto.
Hechos 15:20. Dios ha ordenado a los cristianos “que se abstengan [...] de la sangre”, el mismo mandato que le dio a Noé. Y la historia revela que los primeros cristianos rechazaban el consumo de sangre y que ni siquiera la usaban con fines curativos.
¿Por qué dice Dios que debemos abstenernos de la sangre?
Hay razones médicas contundentes para rechazar las transfusiones de sangre. No obstante, la razón principal por la que Dios nos dice que debemos abstenernos de ella es porque esta representa algo sagrado para él (Levítico 17:11; Colosenses 1:20).