Segundo Libro de los Reyes 5:1-27

  • Eliseo cura a Naamán de la lepra (1-19)

  • El codicioso de Guehazí es castigado con lepra (20-27)

5  Naamán, el jefe del ejército del rey de Siria, era un hombre importante y respetado por su señor, porque por medio de él Jehová le había dado la victoria* a Siria. Era un guerrero poderoso, aunque tenía lepra.* 2  Ahora bien, en uno de sus ataques a la tierra de Israel, los sirios se llevaron prisionera a una niña, que se convirtió en sierva de la esposa de Naamán. 3  Ella le dijo a su ama: “¡Ojalá mi señor fuera a ver al profeta+ en Samaria! Él lo curaría de la lepra”.+ 4  Así que él* se presentó ante su señor y le contó lo que la niña de Israel había dicho. 5  Entonces el rey de Siria le dijo: “¡Ve ahora mismo! Le enviaré una carta al rey de Israel”. Así que Naamán fue y se llevó 10 talentos* de plata, 6.000 piezas de oro y 10 conjuntos de ropa. 6  Y le trajo al rey de Israel la carta, que decía: “Junto con esta carta, te envío a mi siervo Naamán para que lo cures de su lepra”. 7  En cuanto el rey de Israel leyó la carta, se rasgó la ropa y dijo: “¿Acaso soy Dios para matar o mantener con vida a alguien?+ ¡Me está mandando a este hombre diciéndome que lo cure de su lepra! Ustedes mismos lo están viendo, lo que busca es pelear conmigo”. 8  Pero, cuando Eliseo —el hombre del Dios verdadero— se enteró de que el rey de Israel se había rasgado la ropa, enseguida mandó a decirle al rey: “¿Por qué te rasgaste la ropa? Por favor, deja que él venga a verme. Así sabrá que hay un profeta en Israel”.+ 9  De modo que Naamán fue con sus caballos y sus carros de guerra y se paró a la entrada de la casa de Eliseo. 10  Sin embargo, Eliseo le envió un mensajero para decirle: “Ve al Jordán y lávate+ siete veces+ en él. Así se te curará la piel y quedarás limpio”.* 11  Al oír esto, Naamán se indignó y empezó a irse diciendo: “Y yo que había pensado ‘Él saldrá a recibirme, se pondrá aquí e invocará el nombre de Jehová su Dios, moviendo la mano de acá para allá sobre la lepra para curarme’. 12  ¿No son el Abaná y el Farpar, los ríos de Damasco,+ mejores que todas las aguas de Israel? ¿No puedo lavarme en ellos y quedar limpio?”. Entonces dio media vuelta y se fue furioso. 13  Sus siervos se acercaron a él y le dijeron: “Padre mío, si el profeta te hubiera pedido algo extraordinario, ¿verdad que eso sí lo harías? Pues con más razón si solo te ha dicho ‘Lávate y queda limpio’”. 14  Así que él bajó y se sumergió* en el Jordán siete veces, tal como le había dicho el hombre del Dios verdadero.+ Entonces su piel se volvió como la piel de un niño+ y quedó limpio.+ 15  Después fue con todo su séquito* a ver de nuevo al hombre del Dios verdadero.+ Se puso delante de él y le dijo: “Ahora sé que no hay Dios en ninguna otra parte de la tierra excepto en Israel.+ Por favor, acepta un regalo* de parte de tu siervo”. 16  Pero Eliseo le respondió: “Tan cierto como que vive Jehová, a quien yo sirvo,* no aceptaré el regalo”.+ Y, aunque le siguió insistiendo, él lo rechazó. 17  Finalmente, Naamán le dijo: “Entonces, al menos permite que me den tierra de este país, la carga de dos mulas, porque este siervo tuyo no volverá a presentar ofrendas quemadas ni sacrificios a otro dios que no sea Jehová. 18  Pero que Jehová perdone a este siervo tuyo por una cosa: cuando mi señor va al templo* de Rimón para inclinarse allí, él se apoya en mi brazo, y yo tengo que inclinarme en el templo de Rimón. Por favor, cuando me incline en el templo de Rimón, que Jehová me perdone por eso”. 19  Ante esto, Eliseo le dijo: “Vete en paz”, y Naamán se fue. Cuando ya había avanzado un trecho, 20  Guehazí+ —el sirviente de Eliseo, el hombre del Dios verdadero—+ pensó: “Mi señor dejó ir a ese sirio, Naamán,+ sin aceptarle lo que trajo. Tan cierto como que vive Jehová, iré corriendo tras él para que me dé algo”. 21  Así que Guehazí corrió tras Naamán. Cuando Naamán vio venir a alguien corriendo, se bajó de su carro para ir a su encuentro y preguntó: “¿Está todo bien?”. 22  Y él respondió: “Sí, todo bien. Es que mi señor me mandó a decirte esto: ‘Mira, acaban de venir a verme dos jóvenes de la región montañosa de Efraín, de los hijos de los profetas. Por favor, dales un talento de plata y dos conjuntos de ropa’”.+ 23  Naamán le dijo: “Anda, toma dos talentos”. Después de insistirle,+ metió dos talentos de plata y dos conjuntos de ropa en dos costales y se los dio a dos de sus sirvientes, que fueron cargándolos delante de Guehazí. 24  Al llegar a Ofel,* agarró los costales que llevaban los sirvientes, los metió en la casa y despidió a los hombres. Cuando ellos se fueron, 25  entró adonde estaba su señor y se puso junto a él. Entonces Eliseo le preguntó: “¿De dónde vienes, Guehazí?”. “Tu siervo no fue a ninguna parte”,+ le contestó. 26  Pero Eliseo le dijo: “¿No estaba mi corazón allí contigo cuando el hombre bajó de su carro para recibirte? ¿Es tiempo de aceptar plata, ropa, olivares, viñas, ovejas, vacas, siervos o siervas?+ 27  Ahora, la lepra de Naamán+ se te pegará a ti y a tus descendientes para siempre”. Enseguida Guehazí salió de la presencia de Eliseo, y ya estaba leproso, blanco como la nieve.+

Notas

O “salvación”.
O “una enfermedad de la piel”.
Posiblemente se refiere a Naamán.
Un talento equivalía a 34,2 kg (1.101 oz tr). Ver apén. B14.
O “limpio de la lepra”.
O “se zambulló”.
Lit. “una bendición”.
Lit. “campamento”.
Lit. “ante quien estoy de pie”.
Lit. “a la casa”.
Un lugar de Samaria, posiblemente una colina o fortificación.