Jesús se aparece a sus discípulos para animarlos y darles nuevas instrucciones
AL TERCER día de haber muerto Cristo, varias discípulas suyas fueron a la tumba y la hallaron abierta. Alguien había retirado la piedra que tapaba la entrada, y la tumba estaba vacía.
Entonces aparecieron dos ángeles. Uno de ellos les informó: “Ustedes buscan a Jesús el Nazareno [...]. Fue levantado” (Marcos 16:6). De inmediato, las mujeres corrieron a contárselo a los apóstoles. En el camino se encontraron con Jesús, quien les dijo: “¡No teman! Vayan, informen a mis hermanos, para que se vayan a Galilea; y allí me verán” (Mateo 28:10).
Más tarde, mientras dos discípulos iban de Jerusalén a Emaús, un desconocido se les acercó y les preguntó de qué hablaban. Era el propio Jesús, pero no lo reconocieron porque había adoptado una apariencia distinta. Respondieron con tristeza que venían hablando de su Maestro, y el hombre se puso a explicarles todo lo que las Escrituras decían sobre el Mesías. En realidad, Jesús había cumplido hasta el último detalle de las profecías mesiánicas.a Cuando se dieron cuenta de que hablaban con Cristo, quien ahora era un espíritu, este desapareció.
Los dos discípulos volvieron a Jerusalén y fueron a ver a los apóstoles, que se hallaban reunidos a puerta cerrada. Mientras contaban lo sucedido, todos los presentes se quedaron atónitos al ver a Jesús aparecerse de nuevo. “[¿]Por qué se suscitan dudas en su corazón?”, les preguntó. Y añadió: “Está escrito que el Cristo sufriría y se levantaría de entre los muertos al tercer día” (Lucas 24:38, 46).
Durante cuarenta días, Jesús fue visto varias veces. En cierta ocasión, lo vieron más de quinientas personas. Tal vez fue en ese momento cuando encomendó a sus seguidores esta importante misión: “Vayan [...] y hagan discípulos de gente de todas las naciones, [...] enseñándoles a observar todas las cosas que yo les he mandado. Y, ¡miren!, estoy con ustedes todos los días hasta la conclusión del sistema de cosas” (Mateo 28:19, 20).
La última vez que se reunió con sus once apóstoles fieles les prometió: “Recibirán poder cuando el espíritu santo llegue sobre ustedes, y serán testigos de mí [...] hasta la parte más distante de la tierra” (Hechos 1:8). A continuación comenzó a subir al cielo, y una nube fue ocultándolo de la vista de todos.