DOS mujeres jóvenes iban caminando por una zona de negocios de la ciudad de Baguio (Filipinas). Vieron un carrito de predicación pública, pero no se acercaron. Helen, la hermana que estaba junto al carrito, las miró y sonrió de oreja a oreja. Las mujeres pasaron de largo, pero se quedaron impresionadas con la sonrisa de Helen.
Poco después, cuando volvían a su casa en el autobús, vieron un cartel grande de jw.org en un Salón del Reino. Se acordaron de que eran las mismas letras que habían visto en el carrito de predicación un poco antes. Se bajaron del autobús y miraron el horario de reuniones de las distintas congregaciones que se reunían en ese Salón del Reino.
Las dos mujeres asistieron a una reunión. Y ¿a quién vieron tan pronto entraron en el Salón del Reino? ¡A Helen! Inmediatamente reconocieron la gran sonrisa de nuestra hermana. Helen dice: “Cuando se estaban acercando hacia mí, me puse un poco nerviosa. Pensé que tal vez había hecho algo malo”. Pero las mujeres le explicaron a Helen lo que había pasado.
A las dos mujeres les gustó mucho la reunión y estar con los hermanos; se sintieron como en casa. Cuando vieron que los hermanos limpiaban el Salón después de la reunión, se ofrecieron a dar una mano. Desde entonces, una de ellas ya no vive en el país, pero la otra empezó a asistir a las reuniones y a estudiar la Biblia... ¡todo gracias a una sonrisa!