EL CAMINO DE LA FELICIDAD

Estar contentos con lo que tenemos y ser generosos

Estar contentos con lo que tenemos y ser generosos

 ¿SE HA FIJADO EN QUE SUELE MEDIRSE LA FELICIDAD Y EL ÉXITO DE ALGUIEN EN FUNCIÓN DEL DINERO Y DE LAS COSAS QUE TIENE? Influidas por ese punto de vista, millones de personas trabajan sin descanso para ganar más dinero. Pero ¿es así como se obtiene la verdadera felicidad? ¿Qué demuestran los hechos?

 Según la revista Journal of Happiness Studies, una vez que se han cubierto las necesidades básicas, tener más ingresos no aumenta significativamente la felicidad ni la sensación de bienestar. “Lo que nos hace infelices no es el dinero en sí mismo, sino el afán por conseguirlo”, afirma un artículo de la revista Monitor on Psychology. Este comentario se parece a lo que la Biblia dijo hace casi dos mil años: “El amor al dinero es raíz de toda suerte de cosas perjudiciales, y, procurando realizar este amor, algunos [...] se han acribillado con muchos dolores” (1 Timoteo 6:9, 10). ¿Cuáles son algunos de esos “dolores”?

 LA PREOCUPACIÓN Y LA PÉRDIDA DE SUEÑO POR PROTEGER LO QUE TENEMOS. “Dulce es el sueño del que rinde servicio, sin importar que sea poco o mucho lo que coma; pero la abundancia que pertenece al rico no le permite dormir” (Eclesiastés 5:12).

 LA DECEPCIÓN QUE SENTIMOS CUANDO NO SOMOS TAN FELICES COMO ESPERÁBAMOS. Esa decepción se debe en parte a que el deseo de tener más dinero es insaciable. “Un simple amador de la plata no estará satisfecho con plata, ni ningún amador de la riqueza con los ingresos” (Eclesiastés 5:10). Además, para satisfacer ese deseo, algunos quizás sacrifiquen cosas importantes que sí producen felicidad, como pasar tiempo con la familia y los amigos, o realizar actividades espirituales.

 EL DOLOR Y LA FRUSTRACIÓN QUE SENTIMOS CUANDO EL DINERO O LAS INVERSIONES SE PIERDEN O SE DEVALÚAN. “No te afanes por obtener riquezas. [...] ¿Has hecho que tus ojos les echen un vistazo, cuando no son nada? Porque sin falta se hacen para sí alas como las de un águila y vuelan hacia los cielos” (Proverbios 23:4, 5).

VALORES QUE NOS HACEN FELICES

 ESTAR CONTENTOS CON LO QUE TENEMOS. “Nada hemos traído al mundo, y tampoco podemos llevarnos cosa alguna. Teniendo, pues, sustento y con qué cubrirnos, estaremos contentos con estas cosas” (1 Timoteo 6:7, 8). Las personas que están contentas con lo que tienen no suelen quejarse ni sentir envidia. Además, como sus deseos no están por encima de sus posibilidades, se evitan mucha ansiedad y estrés.

 SER GENEROSOS. “Hay más felicidad en dar que en recibir” (Hechos 20:35). Quienes son generosos son felices porque disfrutan haciendo felices a los demás, aunque lo único que puedan dedicarles sea su tiempo y sus energías. A menudo, estas personas obtienen a manos llenas cosas que el dinero no puede comprar: amor, respeto y amigos verdaderos, quienes a su vez corresponderán a su generosidad (Lucas 6:38).

 DAR MÁS IMPORTANCIA A LAS PERSONAS QUE A LAS COSAS. “Mejor es un plato de legumbres donde hay amor que un toro cebado en pesebre y, junto con él, odio” (Proverbios 15:17). ¿Qué significan estas palabras? Que es mejor tener buenos amigos y sentirse querido que tener mucho dinero. Y el amor, como veremos después, es indispensable para ser feliz.

 Sabina, una mujer de Sudamérica, comprobó lo sabios que son los principios bíblicos. Cuando su esposo la abandonó, tuvo que luchar mucho para cubrir sus necesidades y las de sus dos hijas. Tenía dos trabajos y se levantaba todos los días a las cuatro de la madrugada. Aunque terminaba agotada, decidió estudiar la Biblia. ¿Cuál fue el resultado?

 Su situación económica no cambió mucho, pero su actitud ante la vida sí. Se sintió feliz al satisfacer su necesidad espiritual y al enseñar a otros lo que había aprendido (Mateo 5:3). Además, encontró amigos verdaderos entre sus compañeros de creencia.

 La Biblia dice: “La sabiduría queda probada justa por sus obras”, es decir, queda demostrada por los buenos resultados que produce (Mateo 11:19). En efecto, estar contentos con lo que tenemos, ser generosos y anteponer las personas a las cosas es, sin duda, lo más sabio.