Cynthia Pablo es una publicadora no bautizada de 64 años de la congregación de lenguaje de señas en Panghulo (Filipinas). Ella es sordociega y tiene pocos recursos; vive con unos parientes que no son Testigos en una zona muy poblada de la ciudad de Valenzuela. Aunque sus circunstancias son muy difíciles y la pandemia las ha empeorado, su congregación la está cuidando muy bien.
Debido a su edad, el COVID-19 presenta más riesgos para Cynthia. Además, como donde vive no hay suficiente suministro de agua por la pandemia, no es tan fácil para ella lavar la ropa. Antes de la crisis sanitaria, las hermanas de su congregación le ayudaban con esta tarea. Pero ahora, por las medidas del gobierno, no pueden hacerlo.
Walter Ilumin, un anciano de su congregación, consiguió un permiso especial del gobierno local para salir de su casa y poder cuidar a Cynthia. Este permiso solo se les concede a los que tienen que prestar un servicio necesario. Así que Walter, aparte de lavarle la ropa a Cynthia, le lleva comida y otros artículos que ella necesita. Él sigue con cuidado todas las instrucciones del gobierno, como por ejemplo, llevar mascarilla y otros elementos de protección, y lavarse las manos con frecuencia.
Para darles las gracias a todos, Cynthia graba pequeños mensajes de gratitud en video. Después, Walter los comparte con la congregación.
Además, él va a casa de Cynthia para interpretarle mediante señas táctiles las reuniones de la congregación, que se hacen por videoconferencia. Con la ayuda de Walter, Cynthia puede comentar en el estudio de La Atalaya, y ver que ella sigue participando en las reuniones en estos momentos tan difíciles anima a todos los que se conectan.
Sin duda, Jehová está encantado de ver cómo sus siervos se dan consuelo y se ayudan unos a otros “sobre todo al ver que el día se acerca” (Hebreos 10:24, 25).