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Suecia

Suecia

Suecia. Informe del Anuario de 1991

CUANDO Europa se hallaba sumida en el oscurantismo medieval surgió del norte el pueblo vikingo. Aquella raza germana procedente de Escandinavia, conocedora del arte de la guerra naval, había diseñado un tipo de galera rápida y grande que le permitió extender sus dominios hacia el sur, el este y el oeste. Los vikingos noruegos y daneses llegaron hasta las costas de Inglaterra, Irlanda y Europa continental, mientras que los vikingos suecos cruzaron con sus barcos el Báltico hasta llegar a los ríos y lagos que atraviesan los grandes bosques de abedules y las vastas estepas de Rusia. Desde finales del siglo VIII y durante unos doscientos cincuenta años, las naves vikingas controlaron los pasos marítimos del norte en búsqueda de riquezas y rutas comerciales.

A finales del siglo XIX, los suecos partieron de nuevo hacia costas lejanas, esta vez en son de paz. Fue una época de malas cosechas, falta de trabajo e incluso hambre. Más de un millón de suecos salieron del país entre 1865 y 1914 con la esperanza de encontrar una vida mejor. La mayoría se estableció en América del Norte, donde consiguieron prosperidad material. Pero hubo quienes encontraron algo mucho más valioso —una riqueza espiritual basada en una fe viva⁠—, que se apresuraron a compartir con los amigos y parientes que se habían quedado en Suecia. ¿Cómo llegó este tesoro espiritual hasta las costas de Suecia?

Doscientos suecos la han aceptado”

Corría el año 1882. Un predicador laico sueco que vivía en Estados Unidos, Charles Seagrin, leyó algunas publicaciones de Charles Taze Russell, entre ellas Alimento para cristianos pensadores (en inglés). Convencido de que era la verdad, predicó fervientemente a los emigrantes suecos. Después de seis meses de predicación, escribió al hermano Russell, el primer presidente de la Sociedad Watch Tower, y le dijo: “Desde que empecé a predicar esta verdad, unos doscientos suecos la han aceptado y se regocijan por tenerla y poder comunicársela a otros. [...] Muchos de los nuestros [suecos] parecen estar dispuestos a escuchar. [...] Con la bendición del Señor, sería una gran ayuda disponer del ‘alimento’ en sueco”.

Esta carta hizo que el hermano Russell recordara a los lectores de la revista Zion’s Watch Tower (La Torre del Vigía) (junio de 1883) que existía ya un “fondo especial para tratados en sueco”, creado con la intención de imprimir publicaciones en ese idioma. Y, aunque por el momento solo había 30 dólares en el fondo, añadió con esperanza: “Nuestro Amo es rico: posee el ganado que pasta en mil montañas, así como las montañas mismas; y todo el oro y la plata son suyos. Si cree que el trabajo merece la pena nos suministrará lo necesario”.

¡Y “Nuestro Amo” lo hizo! Solo cuatro meses después, La Torre del Vigía de Sión anunció: “El fondo para tratados en sueco alcanza una cifra que permite la publicación de un ejemplar de muestra de La Torre del Vigía en sueco, que se distribuirá como si fuese un tratado entre cristianos noruegos y suecos, tanto aquí como en Suecia”. Diez años más tarde se publicó en sueco el primer volumen de la serie La Aurora del Milenio, llamada posteriormente Estudios de las Escrituras.

Así se puso la base para llevar las semillas de la verdad del Reino al mayor de los países escandinavos. Pero, ¿cómo eran los habitantes, su carácter, sus costumbres y su país? ¿Se recogería aquí una buena cosecha? (Mat. 9:37, 38.)

Cubierta de bosques

El paisaje de Suecia es un paraíso verde y azul. ¿Cómo es posible, en un país situado en la zona más septentrional de Europa, a caballo sobre el círculo polar ártico? Favorecida con montañas majestuosas, llanuras fértiles, bosques de coníferas, playas arenosas y bellos archipiélagos, Suecia goza de las brisas templadas de la Corriente del Golfo.

Una singular tradición, el “derecho de todos”, permite a sus habitantes circular libremente por bosques y campos, recoger frutos silvestres y setas, ir a nadar, o amarrar sus barcas sin tener que pedir permiso a nadie. Suecia es el cuarto país más grande de Europa, con una extensión de aproximadamente 1.600 kilómetros de norte a sur y 500 kilómetros desde el mar Báltico, al este, hasta el mar del Norte y Noruega, al oeste, lo que permite que sus casi 8,6 millones de habitantes disfruten de espacio más que suficiente para vivir. Según las estadísticas, a cada persona le corresponden unas cinco hectáreas de espacio vital, de las cuales tres son bosques de abedules, abetos rojos y pinos, que ofrecen la oportunidad de disfrutar de unos 7.500 árboles por persona. ¿Puede imaginarse el aroma tonificante de esos pinos verdes y frondosos?

Una nación heterogénea

Suecia, una de las monarquías más antiguas del mundo, tiene una larga tradición democrática y un parlamento multipartidario. Casi un 95% de los suecos pertenece a la Iglesia estatal luterana, aunque solo una minoría asiste con regularidad a servicios religiosos. Durante las últimas décadas, el fenómeno de la inmigración masiva ha convertido a Suecia en un país con innumerables mezclas religiosas y culturales. El sueco alto, con cabellos rubios o castaños y ojos azules ha dejado de ser el arquetipo nacional.

Quienes residen en Suecia son beneficiarios de un sistema de seguridad social vitalicio. Entre los muchos servicios que el gobierno proporciona están: educación gratuita; subsidios por hijos, vivienda y enfermedad; atención médica prácticamente gratuita y pensiones de jubilación e invalidez. A pesar de su tardía revolución industrial, Suecia es hoy una de las naciones más industrializadas del mundo. Y la esencia de ese peculiar carácter nórdico parece residir en la convicción de que si merece la pena hacer algo, hay que hacerlo bien. Pero, con un nivel de vida aparentemente tan bueno, ¿arraigaría y crecería la semilla del Reino?

Se plantan las primeras semillas en Suecia

Hace cien años, algunos emigrantes suecos que habían aceptado con anhelo la verdad en Estados Unidos, empezaron a enviar literatura a sus familiares y amigos en Suecia. Algunas de estas semillas de la verdad cayeron en un pueblecito de la isla de Sturkö, en la costa meridional de Suecia. Allí germinaron rápidamente en el corazón de un joven.

Una tarde de 1898 August Lundborg, un enérgico y fornido capitán de veinticinco años del Ejército de Salvación, visitó a Petter Larsson y su familia en Sturkö. Durante un rato que se quedó solo en la casa, se fijó en dos libros: los dos primeros volúmenes de La Aurora del Milenio, escritos por C. T. Russell. Al hojearlos, encontró una explicación del sacrificio de rescate de Cristo que le sorprendió gratamente. Pidió prestados los libros, los leyó con ansia y empezó a utilizarlos de inmediato para enseñar en sus reuniones.

Lundborg, un hombre resuelto, escribió una carta al hermano Russell, con fecha del 21 de diciembre de 1898, en la que decía: “Estimado Sr. Russell: El infrascrito, ex capitán del Ejército de Salvación, ha dejado recientemente dicha organización gracias a la iluminación procedente de Dios y que recibió gracias a su libro La Aurora del Milenio”. Tras expresar su aprecio por la verdad que acababa de descubrir, Lundborg terminaba su carta así: “Si lo desea, sería para mí un honor ingresar en la obra de repartidor en Suecia”. Sin vacilar, el hermano Russell envió por correo 55 lotes de los tres primeros volúmenes de La Aurora del Milenio a Lundborg, y le instó a que enviara copias a sus anteriores camaradas del “Ejército”.

¡Qué desilusión se llevó Lundborg cuando llegó el primer cargamento! ¡No había suficientes libros! En poco tiempo los distribuyó todos entre sus camaradas y otras personas. Escribió rápidamente al hermano Russell pidiendo más... y esperó y esperó. Parecía que no llegaban nunca. Sin desanimarse por la falta de publicaciones, comenzó su actividad de repartidor y predicador a tiempo completo de casa en casa en Estocolmo durante el mes de mayo de 1899. Siguió obteniendo pedidos de libros que distribuiría más tarde. De esta forma, continuó la siembra de la semilla del Reino.

Se forma la primera congregación

El hermano Russell envió a Lundborg la dirección de un tal S. Winter, que vivía en Dinamarca y había comenzado a diseminar las semillas de la verdad allí y en la zona más meridional de Suecia. Lundborg le invitó inmediatamente a Estocolmo y preparó una reunión bíblica, la primera que se celebraba en Suecia. Unas cuantas personas interesadas escucharon apiñadas en la estrecha cocina de la casa de una familia que había obtenido publicaciones de Lundborg. El ambiente se iba animando a medida que estas personas espiritualmente hambrientas devoraban las palabras de la verdad.

A finales de 1899, este grupo pequeño y activo comenzó a reunirse con regularidad los domingos en una pequeña carpintería de la calle Apelbergs que se alquilaba por dos coronas la tarde. El jueves 12 de abril de 1900, ocho personas se reunieron en una habitación alquilada en la calle Grev Magni para celebrar la primera Conmemoración en Suecia. Oraron para que el espíritu de Dios acelerara el crecimiento.

Pocos meses después, arrendaron un sitio más grande, un apartamento en el número 8 de Trånsgund. Allí se celebró su primera asamblea local, del 20 al 27 de junio de 1901, a la que asistieron también algunos Estudiantes de la Biblia daneses. Los hermanos suecos querían ver el interés que mostraba la gente fuera de Estocolmo y, a tal fin, celebraron una reunión en la ciudad universitaria de Uppsala, al norte de Estocolmo. Para su asombro, asistieron más de ciento cincuenta personas interesadas.

La verdad empezaba a difundirse más extensamente. Una pequeña habitación alquilada en el número 20 de la calle Kungs de Estocolmo servía de oficina y almacén de literatura. Lundborg siguió “sembrando” de forma enérgica en todas las direcciones a pie, en carruaje, en tren y en barco. (Mat. 13:3-23.) En 1902 informó que había predicado en casi todas las ciudades grandes y pequeñas del centro y sur de Suecia.

Más semillas germinan

Las semillas de la verdad que se esparcían por otras partes del país empezaron a germinar en los corazones de personas enérgicas, quienes se incorporaron en seguida a la obra. Un día del año 1902, un joven llamado P. J. Johansson paseaba por un parque de la ciudad de Malmoe. Al detenerse ante un banco, observó un tratado tirado en el suelo que se titulaba ¿Lo sabe usted? Lo leyó, se dio cuenta de que era la verdad y, sin pérdida de tiempo, empezó a servir de repartidor.

En Segmon, situada en la zona occidental de Suecia central, vivía un herrero llamado Axel Gustaf Rud. Durante treinta y cinco años había sido miembro de la Iglesia libre, además de ser un predicador muy popular. Sus parientes en América le mandaron por correo el libro La Aurora del Milenio tan solo para saber su opinión. Se convenció tan plenamente de que era la verdad, que dijo en su capilla: “Hasta ahora he enseñado mentiras. Desde este momento enseñaré la verdad”.

Cuando él y otros 30 miembros de su iglesia renunciaron, un diario local deploró la pérdida de un “predicador incomparable”. Uno de sus anteriores correligionarios se lamentó: “¿En qué vamos a creer ahora que Rud nos ha dejado sin infierno?”. Pronto surgió una congregación de Estudiantes de la Biblia en Grums, una ciudad cercana.

Publicación de La Torre del Vigía en sueco

En 1902, mientras continuaba con la obra, el hermano Lundborg rogó al hermano Russell que se imprimiera una revista en sueco. Russell contestó: “Sigo creyendo que la obra de los repartidores, junto con la distribución de tratados, es mucho más importante que la publicación de revistas en cualquier idioma. Le recomiendo, pues, que invierta su tiempo en lo primero”.

No obstante, el tenaz Lundborg siguió adelante con sus planes. Para finales de aquel año, había impreso y distribuido el primer número de una revista mensual, I Morgonväkten (Durante la vigilia matutina). Contenía extractos de la edición en inglés de La Torre del Vigía de Sión, sermones del pastor Russell, poesías y cartas de los lectores. Cuando el hermano Russell visitó Estocolmo durante una gira por Europa en mayo de 1903, decidió que la revista se llamaría La Torre del Vigía de Sión y que C. T. Russell figuraría como director. Esto sucedió en enero de 1904.

La primera asamblea de verdad

Durante la visita del hermano Russell a Estocolmo, se celebró la primera asamblea de verdad los días 3 y 4 de mayo de 1903. Presentó varios discursos animadores, que fueron traducidos por un anterior ministro de la Iglesia luterana sueca. Asistieron unas doscientas cincuenta personas, la mitad de las cuales eran “visitantes”, personas recién interesadas.

Los hermanos sentían mucho cariño por el hermano Russell. A través de sus escritos, su fe y sus pensamientos habían llegado a ser los de ellos, y ahora estaban encantados de verlo y oír su mensaje. Un hermano escribió: “Nos sorprendió ver su apariencia imponente y la expresión radiante y juvenil de su cara a pesar de que los años ya habían dejado mechones plateados entre sus cabellos negros. La bondad y el amor brillaban en sus ojos serios y dulces a la vez. Su conversación era viva y absorbente, pero libre de cualquier tipo de exageración. Se ganó nuestro cariño desde el primer momento”.

Matilda Lindros, la primera repartidora de Suecia, encantada por la visita, escribió a la sucursal: “Estos días me han parecido un sueño hermoso, y espero que Dios no solo me ayude a recordarlos, sino también a poner en práctica lo que he aprendido. [...] ¡Que el Señor ayude a sus siervos dispuestos y obedientes a seguir así hasta el final!”. Ella continuó fiel, sirviendo a Jehová hasta su muerte en 1945, a la edad de noventa y un años.

El hermano Russell escribió después, expresando su satisfacción por el viaje: “Nunca olvidaré mi visita a Escandinavia y siempre oraré pidiendo la bendición del Señor sobre toda su obra en este país”.

Servicio a tiempo completo: clave de la obra

La fe y el espíritu emprendedor del hermano Russell motivaron a algunos de los primeros que aceptaron la verdad a participar con entusiasmo en la predicación a tiempo completo. Desde entonces, esta ha sido la clave de la obra teocrática en Suecia.

Los primeros repartidores empezaron su trabajo sin ningún tipo de preparación especial, a menudo sin un hogar fijo, manteniéndose con trabajos de media jornada, con sus pies como único medio de transporte... pero con gran resolución. Se daban cuenta de la importancia y urgencia de su trabajo; parecía que más que ir de casa en casa, corrían de casa en casa, pues en seguida cubrían grandes extensiones de territorio. Lundborg envió este informe al hermano Russell:

“Siempre trato de ser práctico y seguir el mismo método que por su carta veo que se aplica en América, esto es, visitar todas las casas de cada lugar. Voy de puerta en puerta, bloque por bloque (de primera hora de la mañana a última de la tarde), hasta que estoy listo para la próxima ciudad. Pero si el lugar no es más grande que el que visito ahora (Mariefried, con aproximadamente mil cien habitantes), no necesito muchas horas.”

Cuando el lugar estaba demasiado lejos para ir a pie, los repartidores utilizaban cualquier otro medio de transporte, por lo general barato y lento. Pero aprovechaban bien el tiempo. El mismo informe dice: “Gasto poco en viajes. Tengo un cuerpo fuerte que soporta bien las inclemencias. Cuando es posible, uso el transporte por barco, a veces los cargueros. Otras veces, compro el pasaje más barato que haya en barcos de pasajeros (en los que el único camarote —de día y de noche⁠— es la cubierta). El tiempo que paso allí lo dedico concienzudamente a hablar con la gente y estudiar la Biblia”.

Primeras visitas de los superintendentes viajantes

Se necesitaban visitas regulares de los superintendentes viajantes para animar y ayudar a las nuevas congregaciones a organizarse mejor. Con este propósito, en 1905 se programaron visitas que serían efectuadas por hermanos a quienes se llamó peregrinos. Charles Edberg, que conoció la verdad en Estados Unidos y llegó en un barco de vapor en 1904, fue el primer hermano peregrino. Su papel en la organización de la obra del Reino en el país fue fundamental.

En la revista La Torre del Vigía se anunció que las congregaciones deberían escribir a la Sociedad para solicitar las visitas. Tendrían que hacer preparativos para las reuniones que celebrase el hermano visitante y para alojarlo. Se aconsejó que no hicieran ninguna otra provisión porque, como explicaba La Torre del Vigía, “no viene a que le sirvan sino a servir”.

Cada visita del hermano Edberg duraba por lo menos dos días. Estimulado por sus discursos, un oyente comentó después de una visita: “He aprendido más en estas conferencias que lo que aprendí durante los pasados veinte años”. Otro dijo: “Es sorprendente cuánto hay en la Biblia de lo cual nunca hemos oído hablar ni hemos visto”. Poco se imaginaba el hermano Edberg que superintendentes de circuito y distrito seguirían haciendo esas visitas a las congregaciones más de ochenta y cinco años después.

Traslados de sucursal

En los primeros años, la pequeña sucursal sueca —amueblada con cajas de literatura y la cama del hermano Lundborg⁠— se trasladó de un lugar a otro del centro de Estocolmo. En 1905 fue transferida de una estrecha trasera en el número 20 de la calle Kungs a un apartamento en la calle Adolf Fredriks Kyrko, 7. Se alquilaron tres habitaciones: una para las reuniones, otra para la oficina y otra para las cajas y la cama del hermano Lundborg. Sin embargo, antes de terminar el año, el dueño necesitó las habitaciones y la sucursal se trasladó al número 39 B de la calle Rådmans.

A medida que crecía la obra en las dos ciudades principales —Estocolmo en la costa oriental y Goteburgo en la occidental⁠— Lundborg pensó que sería mejor operar desde un lugar a medio camino entre las dos. Por lo que, en 1907, la oficina se trasladó a Örebro, a unos 200 kilómetros al oeste de Estocolmo, donde permaneció durante casi veinte años.

Interés de Russell por Suecia

Las muchas cartas que el hermano Russell le envió al hermano Lundborg reflejaban su profundo interés en la obra del Reino en Suecia. Siempre cálidas y animadoras, contenían instrucciones claras y firmes. En una ocasión escribió: “Recibe por favor mi amor y simpatía, y no dudes nunca de ellos, aunque a veces me sea necesario censurar algo”.

En 1909, cuando Russell visitó Suecia por segunda vez, se reunieron unas trescientas personas en una asamblea que se celebró en Örebro. Solo dos años después, regresó y dio una conferencia en el auditorio más grande de Estocolmo sobre el tema “El juicio del gran trono blanco”. Para entonces ya era muy conocido en Suecia. La sala estaba totalmente llena, y unas mil quinientas personas se quedaron fuera sin poder entrar. Había un gran revuelo y se hablaba de ello por toda la ciudad. Cuando él y su grupo subieron al tren que iba a Copenhague, su imponente figura dejó boquiabierto al jefe de estación, que se quedo allí mirando y se olvidó de dar la señal de partida a tiempo. La gente preguntaba: “¿Quién es ese personaje aristocrático?”.

El hermano Russell hizo su última visita a Suecia en 1912, como escala en un viaje alrededor del mundo. Su discurso público en Circus, Djurgården, se tituló “Más allá de la tumba”. Una hermana recuerda el interés público que suscitó su visita a su ciudad natal, Karlstad: “La sala alquilada para la reunión estaba tan abarrotada que temíamos que el suelo cediera”.

El hermano Russell continuó mostrando interés en Suecia al enviar allí a hermanos de la central mundial, entre ellos el hermano J. F. Rutherford, que más tarde llegó a ser presidente de la Sociedad Watch Tower. En 1913 el hermano Rutherford visitó 15 ciudades grandes de Suecia y Noruega en tan solo tres semanas. Su dinamismo, conocimiento de la Biblia y sus conferencias enérgicas estimularon a los hermanos. El discurso público en aquella ocasión fue: “¿Dónde están los muertos?”. Un hermano recuerda una reunión en Goteburgo: “Durante su discurso, el hermano Rutherford dijo: ‘Ofrezco 1.000 dólares a cualquiera del auditorio que pueda probar que el hombre tiene un alma inmortal’. Nadie aceptó el desafío”.

Cuando llegó a Suecia la noticia de que el hermano Russell había muerto el 31 de octubre de 1916, se vio claramente lo conocido que era. Muchos periódicos le dedicaron elogios y algunos hasta publicaron uno de sus sermones. Sin duda, el interés del hermano Russell en Suecia fue un incentivo para el avance de la obra del Reino.

La I Guerra Mundial no les tomó por sorpresa

El estallido de la I Guerra Mundial no sorprendió a los Estudiantes de la Biblia de Suecia. Años antes, habían leído en las publicaciones de la Watch Tower que la cronología bíblica apuntaba a 1914 como el año en que podría producirse la “anarquía mundial”. Algunos fueron tan previsores que incluso empezaron a guardar víveres desde comienzos del año. Por eso, cuando estalló la guerra, se regocijaron por lo próxima que estaba su salvación.

El hermano Arthur Gustavsson, que tenía once años en aquel momento, relató: “Recuerdo perfectamente el domingo 2 de agosto de 1914. Mi padre conducía la reunión en Goteburgo cuando desde fuera se escuchó a un repartidor de periódicos gritar: ‘¡Ha empezado una conflagración mundial!’. Los hermanos que estaban en la sala empezaron a mirarse unos a otros. Algunos de los acontecimientos que habíamos predicho sobre 1914 estaban empezando a cumplirse”. Después, el hermano Gustavsson predicó a tiempo completo durante cincuenta y seis años, y siguió activo en la predicación hasta el fin de su carrera terrestre en 1987.

Aunque Suecia no participó en la I Guerra Mundial, el alimento y otros artículos básicos escasearon. Hubo agitación obrera y se organizaron marchas hacia los campos para saquear las granjas. Sin embargo, Jehová hizo que su pueblo en Suecia se mantuviera bien alimentado espiritualmente durante los años de guerra, a pesar de que la comunicación con la central de Brooklyn estaba muy restringida. La revista La Torre del Vigía siguió publicándose sin interrupción, e incluso se pudo obtener el séptimo volumen de Estudios de las Escrituras, traducirlo e imprimirlo durante aquellos años.

El Foto-Drama, otro instrumento valioso

Poco después de estallar la guerra, se consiguió un equipo para exhibir el Foto-Drama de la Creación (una combinación de diapositivas y película cinematográfica, con sonido sincronizado, de varias horas de duración). Una pareja sueco-americana, William y Bella Undén, vinieron desde Estados Unidos para mostrar el manejo del equipo de proyección. El entusiasmo y celo de los hermanos por el Foto-Drama se manifestó en la edición en sueco de La Torre del Vigía de fecha 15 de octubre de 1914:

“Debemos llegar tan pronto como podamos a las ciudades y comunidades grandes de nuestro país, [...] ahora vemos que la ira del cielo se cierne sobre nuestras cabezas y que la humanidad tiembla de miedo debido a la tormenta que sacude el sistema de cosas actual.”

La primera proyección se celebró en el teatro Örebro el 25 de septiembre de 1914. La sala estaba llena a rebosar y en la calle había mucha gente que no había conseguido entrar. Las proyecciones continuaron en noches sucesivas. La Torre del Vigía informó: “La afluencia de público iba en aumento; de modo que, cada noche, varios agentes de policía uniformados nos ayudaron a controlar a la muchedumbre”.

Un periódico de Sundsvall informó en 1915: “Gracias a los excelentes agentes de seguridad no se produjeron desórdenes; pero siempre había escenas de desesperación silenciosa cuando se cerraban inevitablemente las puertas. Los miles que no podían entrar se dispersaban de mala gana, y los más fieles se quedaban hasta que la presentación llevaba un buen rato para poder estar por lo menos cerca del prodigio, del milagro”.

Durante los tres años siguientes, se proyectó el Foto-Drama en cientos de lugares. Solo en el año 1915 se proyectó 1.256 veces. Sirvió para ayudar a mucha gente a familiarizarse con los propósitos de Jehová y hacer la Biblia más real. El periódico citado antes añadía que Russell y sus compañeros de creencia “trabajan, como es bien sabido, para dar a conocer las Santas Escrituras y, por medio de explicar diferentes textos, dan una idea clara sobre Dios”.

En sus años jóvenes, la hermana Elin Andersson participó en la proyección del Foto-Drama. Se le saltan las lágrimas cuando a sus noventa años lo recuerda: “Un grupo de doce hermanos y hermanas viajábamos por el país con un equipo de proyección del Drama. Mi trabajo era acomodar y ayudar a los asistentes. Era maravilloso ver venir a todas esas personas y ver lo impresionadas que estaban. Muchos vinieron varias veces e hicieron cola durante horas para conseguir sitio. ¡Fue una época memorable y feliz!”.

En aquellos años de guerra, la verdad se difundió también mediante periódicos que reproducían los sermones del hermano Russell. Empezaron antes de la guerra y continuaron hasta 1916. En total, hubo cinco periódicos que imprimieron varias columnas e incluso páginas enteras. Algunos imprimieron sermones con regularidad en sus números de los sábados. Fue una publicidad impresionante en una época en la que la radio y la televisión no eran todavía artículos de uso doméstico.

Participación activa de las hermanas

Durante los años inmediatos a la fecha crucial de 1914, varios proclamadores del Reino se sintieron impulsados a cambiar sus vidas de forma radical. Unas cuantas hermanas jóvenes —en una época en la que se pensaba que las mujeres jóvenes tenían la obligación de casarse y tener hijos⁠—, emprendieron sin dudar el servicio a tiempo completo y siguieron en él hasta su muerte. Su trabajo ha producido una rica bendición, ya que algunos Testigos igualmente celosos de nuestros días pueden considerarlas como sus madres, abuelas e incluso bisabuelas espirituales. (Joel 2:⁠28.)

Una joven enfermera, Ebba Palm, tenía tanto interés en ayudar a personas espiritualmente enfermas, que llevaba su uniforme de enfermera cuando iba a predicar. El uniforme la vinculaba a la prestigiosa escuela de enfermeras Sophiahemmet, por lo que se le abrían las puertas de muchos hogares distinguidos. Durante sus primeros tres meses de repartidora, colocó 1.085 libros de cubierta dura y muchísimos folletos.

La hermana mayor de Ebba, Ellen, dejó su trabajo de empleada de banco y emprendió el servicio de repartidora. Su celo fue notorio. Después de casarse, su marido y ella tripulaban un barco de vapor para visitar a las personas que vivían a la orilla de los fiordos y calas del mar Báltico.

Anna Wickbom, hija de un jefe de policía, había sido institutriz en la corte del zar de Rusia y después profesora particular en el hogar de un conde. Dejó su trabajo bien pagado para poder ser repartidora en el territorio cercano a su hogar. Por ser quien era, los vecinos la recibían respetuosamente. Su buen dominio de idiomas le abrió muchas puertas.

En una ocasión, llamó a la puerta de una mansión impresionante. Vivía allí una condesa que envió a su mayordomo para que intimidara a Anna. El mayordomo anunció a bombo y platillo: “La condesa utilizará exclusivamente el francés para sus audiencias de hoy”. Anna replicó: “Será un verdadero placer”. Cuando la condesa, que en realidad no hablaba bien ese idioma, se percató del excelente francés de Anna, se sintió tan avergonzada que le rogó: “¿Podría hablar en sueco, por favor?”. La condesa quedó tan impresionada que durante muchos años aceptó las publicaciones de los Testigos cuando estos la visitaban.

Otra joven, Maja Lundquist, sirvió como ayudante voluntaria en las proyecciones del Foto-Drama durante tres años. Disfrutó tanto de este privilegio que se animó a emprender el servicio a tiempo completo, en el que permaneció cincuenta y tres años, hasta su muerte. Era especialmente hábil testificando en los barcos extranjeros. Durante muchos años, se vio a esta mujercita alegre y resuelta en los muelles y las cubiertas de los barcos, hablando con los capitanes y sus tripulaciones sobre el Reino de Dios y colocando enormes cantidades de publicaciones en muchos idiomas. Solía decir: “El puerto es mi mejor territorio”.

La energía, fe y perseverancia de estas precursoras eran extraordinarias. El difunto Johan H. Eneroth, que fue coordinador del Comité de Sucursal, comentó una vez: “Es enternecedor ver cómo mujeres frágiles y débiles caminan, a veces muchos kilómetros, por bosques sin caminos definidos, cargadas con bolsos llenos de libros, para encontrar algún pueblecito aislado donde llevar un mensaje de esperanza, consuelo y ánimo a las personas que viven bajo condiciones difíciles”.

¿Se cerraría la puerta en 1918?

A principios de 1918, creció la esperanza entre los hermanos. Las profecías indicaban que este año marcaría el comienzo de “la primera resurrección” y la subida al cielo de la clase de la novia de Cristo. (Rev. 20:5, 6.) ¿Se refería a todos los ungidos, incluidos los que estaban todavía vivos en la Tierra en aquel momento? ¿Se cerraría pronto la puerta del “banquete de bodas” mencionado en Mateo 25:10? Este tipo de preguntas que se hacían los hermanos, a menudo derivaban en conversaciones muy profundas. El 26 de marzo de aquel año, participaron de los emblemas 1.714 personas, muchas de las cuales pensaron que celebraban la cena por última vez. Parecía que hasta la obra se había frenado. Un celoso hermano peregrino, Ernst Lignell, escribió a la sucursal:

“Esperamos que esta sea nuestra última celebración aquí y que la próxima sea beber la copa del regocijo en el Reino. Sin embargo, ¡que se haga en todo la voluntad de nuestro Padre! Si su deseo es que estemos más tiempo aquí, en ‘el valle de la sombra de la muerte’, nos someteremos a su decisión. Pero, por lo que parece, queda muy poco tiempo.”

Sin embargo, el novio tenía pensadas cosas realmente maravillosas para el resto ungido en la Tierra. En 1919, en la gran asamblea de Cedar Point (Ohío), se les recordó el privilegio que tenían de ser embajadores del Señor que anuncian el establecimiento del venidero glorioso Reino de Dios. Cuando se conocieron en Suecia las resoluciones tomadas en esa asamblea, los hermanos se alegraron y reemprendieron el trabajo con rapidez y energía.

Se colocaron toneladas de libros. La gente aceptaba con presteza los folletos Millones que ahora viven no morirán jamás y ¿Dónde están los muertos? A veces los repartidores necesitaban publicaciones con tanta urgencia que telegrafiaban a la sucursal para que les enviara “500 millones” o “200 muertos” (mensajes que han dejado perplejo a más de un operario de telégrafos).

Pruebas difíciles en los años veinte

Esta animada actividad no pasó inadvertida al gran enemigo, Satanás el Diablo, quien intentó apagar el celo de los hermanos promoviendo el descontento. Luego, trató de manipular las debilidades de la personalidad humana, con problemas que comenzaron en 1920 y culminaron en 1925. August Lundborg, que se había encargado de la sucursal durante veinte años, empezó a perder el punto de vista equilibrado de sí mismo con relación a la organización de Dios. Pasando por alto los consejos y guía de la organización, editó La Torre del Vigía según su propio criterio, lo cual causó gran confusión entre los hermanos y entorpeció el trabajo. Se dedicó mucho tiempo y esfuerzo a intentar que el descarriado se diera cuenta de su mal proceder y se arrepintiera.

La organización de Jehová, de forma ingeniosa, intentó contrarrestar las argucias de Satanás. Cuando el hermano Rutherford se enteró de los problemas, tomó acción inmediata y envió al hermano A. H. Macmillan para resolver el caso en mayo de 1921. Pero el Diablo no se dio por vencido. Pronto volvieron a surgir problemas, que obligaron al hermano Rutherford a regresar a Suecia en 1922. Se celebró una asamblea en Örebro con el fin de fortalecer a los hermanos.

Al año siguiente, después de enterarse de que habían surgido nuevos problemas, el hermano Rutherford envió una carta con fecha del 23 de mayo de 1923 animando a todos los hermanos a seguir activos en el servicio: “Ha llegado el momento de actuar en unidad por toda Suecia. Por lo tanto, exhorto a todos los consagrados de Suecia a que cooperen en proclamar la verdad en concordia y completa armonía”.

En 1924, fue enviado a Suecia para prestar ayuda el vicepresidente de la Sociedad, el hermano C. A. Wise. Su informe hizo que el hermano Rutherford incluyera una visita a Suecia en su gira por Europa programada para la primavera del año siguiente. En mayo de 1925 se celebró en Örebro una asamblea para Suecia, Noruega, Dinamarca y Finlandia a la que asistieron 500 personas.

Tiempo de cambios

El hermano Rutherford hizo entonces un anuncio muy oportuno: se iba a abrir en Copenhague (Dinamarca) una oficina para el norte de Europa, que funcionaría igual que la oficina del centro de Europa, establecida unos años antes en Suiza. Esta nueva oficina se encargaría también de la obra en Suecia, Dinamarca, Noruega y Finlandia, así como en los Países Bálticos independientes en aquel momento: Estonia, Letonia y Lituania. Sería además la editora legal de La Torre del Vigía. Las sucursales de Suecia, Dinamarca, Noruega y Finlandia funcionarían igual pero bajo la supervisión directa de la oficina del norte de Europa, a cargo del hermano William Dey, de Londres. Este anuncio fue recibido con entusiasmo por la gran mayoría de los 500 asistentes.

Poco después de la asamblea, el hermano Lundborg le dijo al hermano Rutherford que no quería seguir encargándose de la sucursal. El hermano Rutherford escribió entonces: “Si el hermano Lundborg deja su responsabilidad, será por decisión propia, y en ese caso pido al hermano Dey que ponga al hermano Johan Henrik Eneroth a cargo de la oficina. Como se sabe, nació y se crió en Suecia, conoce el carácter de la gente y la situación del país y, por encima de todo, está completamente dedicado al Señor”.

Nuevo programa para el funcionamiento de la sucursal

El hermano Eneroth conoció la verdad mientras servía como primer teniente de navío del Ejército Real Sueco durante la I Guerra Mundial. Mientras estaba destinado en el norte de Suecia, su madre le envió el volumen IV de Estudios de las Escrituras, llamado “La batalla del Armagedón”. “Ese libro me hizo ver que la humanidad se enfrentaba a una guerra mucho más importante que la que libraban las naciones en aquel entonces”, nos dijo. Un día se atrevió por fin a llamar a la puerta de unos Estudiantes de la Biblia. “Imagínense las caras del hombre y de su esposa cuando vieron a un oficial uniformado del ejército de pie a su puerta pidiendo un estudio bíblico”, nos relató y entonces añadió: “Cuando se les pasó el susto inicial, me recibieron con los brazos abiertos”.

Eneroth dejó el ejército y en seguida ingresó en el servicio a tiempo completo. En 1920 se le invitó a trabajar en la sucursal de Örebro. Un poco más tarde, en ese mismo año, fue despedido por Lundborg y sirvió entonces en Dinamarca hasta que se le puso a cargo de la sucursal sueca en el año 1925. Así que, después de que por años la atendiera un ex capitán del Ejército de Salvación, Jehová dejó que un teniente del Ejército Real Sueco se encargase de ella.

El hermano Eneroth tenía solo treinta y dos años cuando se le nombró superintendente de la sucursal de Suecia. Cumplió fielmente con su asignación durante cincuenta años y acabó su carrera terrestre el 7 de febrero de 1982.

Reunificación

El hermano Eneroth asumió su tarea y, junto con el hermano Dey, ayudó a los hermanos a reemprender la obra de predicar en unidad. Pasaron juntos un año y visitaron unas setenta congregaciones de todo el país. El hermano Eneroth traducía al hermano Dey. “En muchos sitios, teníamos que sentar literalmente a los hermanos en dos bandas: una a favor y otra en contra de la Sociedad”, dijo el hermano Eneroth.

De esta forma los hermanos recibieron la vigorosa exhortación de confiar en la organización de Jehová y seguir adelante con el trabajo. A medida que se reorganizaban, Jehová los volvió a colmar de bendiciones. Los opositores se quejaron durante un tiempo y trataron de hacer las cosas a su modo; pero, como en otras situaciones parecidas, pronto disminuyeron hasta desaparecer. Una vez más, los esfuerzos de Satanás por detener la obra fracasaron de forma estrepitosa.

El hermano Dey, un típico escocés que había sido inspector fiscal en Londres, sabía bien como manejar los asuntos de la sucursal sueca. Desde marzo de 1926, el Boletín (ahora Nuestro Ministerio del Reino), que contenía instrucciones para el servicio del campo y sermones preparados, se empezó a enviar mensualmente a todos los publicadores para ayudarles en su trabajo. Además, se dividió el país en territorios de tamaño más práctico. Todo esto animó a los hermanos a reanudar sus esfuerzos, y el primer Anuario, fechado en 1927, dio informes alentadores sobre la actividad en Suecia:

“Hay todavía mucho que aprender sobre organización, pero es un verdadero gozo ver cómo los hermanos entienden cada vez mejor la idea de que ahora luchamos dirigidos por el Rey de reyes y Señor de señores. Y todos los fieles sienten un gran aprecio hacia LA TORRE DEL VIGÍA, que nos aporta más luz, refrigerio y estímulo en cada uno de sus números. Sigue aumentando el número de clases que utilizan para estudio LA TORRE DEL VIGÍA, y se informan grandes bendiciones gracias a ella.”

Testimonio en los funerales

Desde 1926, los testigos de Jehová dispusieron de otro medio de testificación en Suecia. Se aprobó una ley que permitía celebrar funerales sin que oficiara en ellos un sacerdote de la Iglesia estatal. De esta forma, miles de personas que habían perdido seres queridos pudieron recibir consuelo mediante discursos bíblicos. Durante todo este tiempo, decenas de miles de personas, que probablemente no habrían escuchado de otra manera, han recibido testimonio en funerales.

El difunto Martin Wenderquist, que se mantuvo activo en la predicación del Reino durante sesenta y siete años, era invitado con frecuencia a dar discursos de funeral. Una vez, dijo: “He dado más de seiscientos discursos de funeral en diferentes lugares de Suecia y Finlandia para consolar a los que han perdido seres queridos. Es difícil encontrar un auditorio más atento y receptivo. Muchas personas han comenzado a estudiar la Biblia y han entrado en la verdad gracias al testimonio que recibieron en un funeral”.

Un cambio agradable

Otro avance teocrático refrescante fue el traslado de la sucursal de nuevo a Estocolmo en septiembre de 1926. Los hermanos encontraron una ubicación apropiada en el número 83 de la calle Drottning, en pleno centro de la ciudad. Y por una casualidad muy oportuna, el edificio contiguo era una imprenta llamada Egnellska Boktryckeriet, que imprimió nuestras revistas durante los siguientes veintiocho años.

¿Cómo se hizo la mudanza? Dos barcos de vapor completamente cargados trasladaron todo el equipo de la Sociedad desde la ciudad de Örebro, en el interior, hasta Estocolmo, a 200 kilómetros de distancia, en la costa. La familia Betel se trasladó en un tercer carguero. El viaje duró un día y una noche.

Tres años después, quedó libre un edificio de cuatro plantas en el número 94 de la calle Luntmakare, en el centro de la ciudad. El hermano Rutherford quería que la Sociedad lo comprara. Y muchos hermanos de buena disposición prestaron el dinero para pagar la hipoteca del edificio. Por fin, después de muchos años de traslados, la sucursal se quedó en ese emplazamiento, que contribuyó al adelanto de los intereses del Reino durante los siguientes veinticinco años.

El primer automóvil causa sensación

En 1927, el hermano Rutherford autorizó a la sucursal la compra de su primer vehículo de motor, un flamante Ford, modelo A. Pero no era para que los miembros de la sucursal lo utilizaran como limusina personal para pasearse por las calles de la ciudad. Lo utilizarían dos hermanos precursores para desplazarse por caminos casi intransitables hasta pueblos lejanos, situados en lo más profundo de los bosques del norte, en Laponia. Desde abril hasta septiembre de 1930, viajaron 11.000 kilómetros y dejaron más de 2.000 libros y 4.000 folletos.

El Ford llamaba la atención en aquellos lugares tan remotos donde era muy raro ver automóviles, si acaso se habían visto alguna vez. Muchos lugareños se acercaban a los hermanos y les pedían publicaciones solo para poder ver de cerca esta maravilla mecánica y aspirar el olor a gasolina del tubo de escape, que debía parecerles perfume. Ayudaban con mucho gusto a sacar el automóvil del fango empujando, y ofrecían sus caballos para tirar cuando se atascaba en algún bache.

Un día, los dos hermanos ofrecieron algunos libros a un grupo de obreros que trabajaban en la carretera. Como no tenían dinero en ese momento, uno de ellos dijo: “Sigan por esta carretera hasta que encuentren una casa. Nos alojamos allí. Denle los libros a la patrona y díganle que saque mi monedero de debajo de la almohada y les pague”. Cuando los hermanos llegaron hasta allí y llamaron, nadie abrió. La puerta estaba cerrada. Al inspeccionar los alrededores de la casa, encontraron una ventanita abierta en la pared y les vino a la mente la profecía de Joel 2:9, que dice: “Por las ventanas entran como el ladrón”. Entonces, uno de ellos trepó por la pared hasta la ventana, entró, encontró el monedero y tomó el importe exacto de los libros. Volvió a colocar el monedero bajo la almohada, puso los libros sobre la cama y cautelosamente salió de la misma forma que había entrado. Nunca se enteraron de si aquel trabajador aceptó la verdad o no. Sin embargo, ¡consiguió sus libros!

La era de la bicicleta

En los años treinta, las bicicletas se convirtieron en un medio de transporte popular, y los sufridos repartidores pedaleaban, lloviera o hiciera sol, por calles y rutas fangosas para poder llegar hasta las granjas y pueblos del amplio territorio. Rosa Gustavsson, una hermana con una fe firme y un gran sentido del humor, nos habla sobre sus tiempos de repartidora con una bicicleta en la década de los treinta, junto con su cuñada Mirjam Gustavsson:

“Nos trasladábamos de parroquia en parroquia, con todo el equipaje que podíamos transportar atado a nuestras bicicletas: zapatos, ropa, toalla de aseo, cepillo de dientes, cazuelas y, lo más importante, cajas de libros y folletos. ¡Menudo espectáculo! No siempre era fácil encontrar alojamiento. A menudo suplicábamos a Jehová que nos ayudara. Recuerdo un día en el que, después de haber trabajado por separado en el servicio, Mirjam y yo nos reunimos ya tarde. Pedaleamos juntas bajo la lluvia hacia una luz que veíamos a lo lejos. Era una granja. El frío se nos metía por los huesos. Había sido un día largo y agotador. De pronto, reconocimos la casa, y se nos cayó el alma a los pies. ‘¡Esa familia está opuesta!’, dijimos mirándonos una a otra. Mirjam se acercó vacilante a la puerta y pidió alojamiento. Para nuestro alivio y sorpresa, la familia nos invitó a entrar. Nos llevaron a la mejor habitación de la casa y nos sirvieron una comida deliciosa. Cuando, llenas y satisfechas, nos levantamos de la mesa, nos llevaron al dormitorio que ocuparíamos. No podíamos creer lo que veíamos. Las camas estaban hechas con las mejores sábanas, ¡un lujo que nosotras no hubiéramos podido permitirnos nunca!

”Dormimos plácidamente y llegó en seguida la mañana. Después del desayuno, quisimos pagar, pero no aceptaron nuestro dinero. ¿Cómo podíamos mostrarles nuestro aprecio? Pensamos que el libro Liberación sería una buena forma. De modo que les preguntamos: ‘¿Podemos regalarles este libro como muestra de nuestro aprecio?’ ‘¡Claro que lo queremos! —respondieron en seguida⁠—. Una de nuestras parientes nos dijo que le habían dado uno cuando estuvieron en su casa, y le encantó.’ Ni que decir tiene que esto nos enseñó una lección. Nunca se sabe el fruto que una sola publicación puede producir.”

El hermano Axel Richardson, bajo de estatura pero un gigante espiritual, nos cuenta: “En 1936, fui asignado junto con mi esposa, Asta, delgadita y menuda, a servir en una extensa zona montañosa en la parte occidental de la provincia de Jämtland. Las únicas posesiones materiales que teníamos eran dos bicicletas, una tienda, una colchoneta y una maleta. Pero estábamos completamente determinados a cubrir nuestro territorio y a no dejar sin visitar ningún campamento aislado de lapones ni ninguna granja de montaña. A menudo andábamos con botas, con los pies hinchados y doloridos, llevando a cuestas y en brazos las provisiones del día y las publicaciones, durante decenas de kilómetros diarios a través de montañas escarpadas e inhóspitas”. Axel recuerda lo que le ocurrió en una ocasión en que su esposa no le acompañaba: “Un señor amable me ayudó a cruzar el lago en su motora. Después de dejarme en la orilla, vi cómo regresaba al otro lado. Miré alrededor; estaba solo con mi bicicleta y una gran bolsa de libros en un lugar completamente aislado. ¡Me sentí tan desamparado! Solo había tres hogares en todo el territorio. Después de visitarlos, quise continuar, pero ¿cómo? Por un lado tenía el lago y por otro la montaña. No había elección. Con la bicicleta sobre un hombro y la bolsa de libros sobre otro, empecé a subir la montaña. Tras varias horas de subida agotadora, comencé a bajar la ladera hacia el otro lado. Un hombre que vivía al otro lado de la ladera me preguntó: ‘¿Se puede saber de dónde sale usted?’. Me miró asombrado cuando señalé hacia la montaña. ‘Es usted el primero que viene por ese camino —dijo⁠—, ¡y en bicicleta!’ Me sentí muy contento de haber hecho ese esfuerzo por causa de las buenas nuevas”.

Con todos los medios posibles

En la década de los treinta, unos sesenta precursores, como abejas obreras, utilizaron todos los medios posibles de transporte: esquís, botas de nieve, bicicletas, carros de caballos, autobuses, trenes y barcos para llevar las buenas nuevas hasta la parte más recóndita del país.

En 1935, durante tres meses, dos hermanos utilizaron una motora para visitar las 284 islas situadas a lo largo de la costa oriental al sur de Estocolmo y predicar a los habitantes de aquella zona aislada. En total, hablaron con 1.053 personas y colocaron 428 libros, 1.145 folletos, 68 suscripciones y 496 ejemplares de la revista Luz y Verdad. Varias de estas islitas no habían escuchado nunca antes el mensaje de la verdad.

Las buenas nuevas se difundían con un buen grado de ingenio. En Hjo, una pequeña congregación de unos diez publicadores alquiló un pequeño camión a principios de los años treinta y montó una tienda sobre su base. Era un vehículo ideal para el servicio del campo. Su ingenio dio como resultado que el dueño del camión aceptara la verdad. Remodeló el camión y lo convirtió en un microbús, que continuó utilizándose durante varios años para llevar la verdad a 6 ciudades y 132 municipios.

En 1939, dos precursores, David Börjesson y Elis Hulthén, compraron un camión de segunda mano de 2,5 toneladas. “Lo transformamos con entusiasmo en una casa rodante para utilizarla en el servicio de precursor”, dice el ya anciano Elis. Apoyándose en su bastón, y con un sesgo divertido en su mirada, prosigue:

“Aunque las paredes estaban hechas de aglomerado fino, parecía un coche blindado cuando lo pintamos de gris. Éramos cuatro hermanos solteros, valientes, que vivíamos en buena camaradería en nuestra casa móvil de aspecto acorazado. Disfrutábamos mucho de usar aquel vehículo en nuestra asignación en Suecia central.

”En aquel momento, rabiaba en Europa la II Guerra Mundial. Como es natural, las personas recelaban cuando veían el camión gris aparcado en su vecindario. Algunos se asustaban al verlo y se volvían al bosque. Los opositores a veces mandaban a la policía tras de nosotros. Una noche, dos policías vinieron a hacer una inspección. Después de escuchar algunos sermones grabados, lo que fue un buen testimonio, se marcharon sin hacer ninguna denuncia. En una ocasión, un jefe de policía vino para ver cuántas personas había en nuestro grupo. ‘Tiene que haber por lo menos diez en ese camión’, le habían advertido. En otra ocasión, un granjero nos suplicó casi llorando: ‘¡Por favor, chicos, saquen el camión de mi propiedad! ¡Por favor, sáquenlo! No dejan de meterse conmigo por tenerlos aquí’.

”Los inviernos de la guerra fueron extremadamente crudos. Por las noches intentábamos calentar el camión con una estufa de queroseno. Sin embargo, el vapor se condensaba y resbalaba por las paredes de la cabina hasta el suelo, donde se congelaba. Una mañana, David, que dormía en una de las camas de abajo, se quejó de que estaba helado como un témpano. Y no era para menos, pues el soporte de su cama se había convertido en un bloque de hielo. Para consolarlo le dijimos: ‘Los artículos congelados nunca se ponen mohosos’. Nos endurecimos físicamente y nunca caímos enfermos. Este ‘vehículo acorazado’ ayudó a muchas personas con actitud favorable a encontrar la verdad.”

Expansión previa a la II Guerra Mundial

En el período anterior a la II Guerra Mundial, se produjo una gran expansión. Entre 1925 y 1938, el número de publicadores del Reino aumentó de aproximadamente 250 a un máximo de 1.427. Durante esos años, los celosos publicadores colocaron unos cinco millones de libros y folletos, además de obtener miles de suscripciones y distribuir decenas de miles de revistas.

Estos valerosos publicadores por lo general daban un excelente testimonio. En 1932 se contó el número de veces que los publicadores habían hablado en los hogares durante cierto período: unos trescientos publicadores, participando en la predicación cada semana, consiguieron hablar 515.119 veces. ¡Equivalente a más o menos una doceava parte de la población de Suecia!

Hitler advertido

Tras el comienzo del período de atrocidades nazis en Alemania en 1933, en Suecia se supo que los Testigos de aquel país estaban sometidos a grandes presiones. Al año siguiente, los hermanos suecos, así como los alemanes y los de otros 48 países, recibieron una emocionante invitación de la central mundial de Brooklyn: hacer una declaración pública a favor de sus hermanos alemanes.

Después de un reunión especial de todas las congregaciones el domingo 7 de octubre de 1934, se enviaron telegramas a Hitler, advirtiéndole: “Su maltrato a los testigos de Jehová sorprende a la gente de buena voluntad y deshonra el nombre de Dios. Si no deja de perseguir a los testigos de Jehová, Dios le destruirá a usted y a su partido nacional”.

Se identifica a una nueva clase

De la gran asamblea de Washington, D.C., celebrada en 1935, llegaron buenas noticias. El hermano Rutherford había presentado pruebas basadas en las Escrituras de que la “gran multitud” o “gran muchedumbre” de Revelación 7:9 era idéntica a la clase de los ‘Jonadab’, la clase de las ovejas mencionada en Mateo 25:31-46. (Jer. 35:18, 19.) Muchos que habían creído que pertenecían a una clase espiritual secundaria, se dieron cuenta de que en realidad tenían una esperanza terrestre y, por lo tanto, pertenecían a las “otras ovejas”. (Juan 10:⁠16.)

Durante una de las sesiones de la asamblea anual de Estocolmo, llegó un telegrama con esas sorprendentes noticias desde Washington, D.C. Cuando se leyó al auditorio, el entusiasmo se desbordó entre los 300 delegados asistentes. Se hizo un llamamiento para que todos comenzaran a buscar a esas otras ovejas.

La respuesta a este llamamiento se refleja en el informe de servicio del año 1936: “Esta multitud sigue creciendo en Suecia. [...] Desde el 1 de octubre del año pasado [1935], ha habido 150 Jonadabs que han simbolizado su consagración para hacer la voluntad de Jehová, y sabemos de algunos lugares en los que unas cuantas personas esperan la oportunidad de poder hacerlo. En cada asamblea de servicio aparecen nuevos de esta clase que comienzan a testificar”.

Dejen de ponerles trabas”

En la misma asamblea, se aclaró un punto importante respecto a una sección del pueblo de Jehová. Se consideró el papel de los niños en difundir las buenas nuevas. Bajo el encabezamiento “Dejen de ponerles trabas”, la edición sueca del Boletín de agosto de 1935 comentaba, en resumen:

“Es perfectamente normal. [...] Lo mejor es que empiecen acompañando a sus padres o a otro publicador adulto. [...] Participar en esta obra solo les traerá bendiciones; siempre que, por supuesto, lo hagan porque hayan aprendido de sus padres o compañeros a amar y honrar al Gran Dios y a regocijarse por su Reino, en la medida de su entendimiento.” Los jovencitos saltaban de alegría por esta novedad y apenas podían contener su impaciencia por empezar.

Los duros años de la guerra

Volvamos ahora a la clave del trabajo: el servicio de precursor. Durante la II Guerra Mundial, los precursores continuaron esparciendo la verdad más celosamente aún por todo el país, a pesar de la escasez de dinero, alimento, ropa y combustible. Aunque Suecia no tomó parte en la guerra, el gobierno impuso restricciones y racionamiento. “Para ser precursor en aquellos años, tenías que poner toda tu confianza en Jehová”, dice Gustaf Kjellberg, que dejó su carrera deportiva en la lucha libre a finales de los años treinta para dedicarse por completo a la verdad. Gustaf, que todavía sirve de precursor, recuerda:

“En el verano, mi compañero y yo vivíamos en una tienda de campaña, pero en invierno, nos alojábamos en hogares privados, lo cual no era nada fácil y resultaba caro. En un intento de ayudar, la Sociedad nos envió las instrucciones para construir una caravana plegable que podía ir a remolque de la bicicleta. Inmediatamente nos construimos una.

”En invierno pasábamos frío, pues la caravana estaba hecha de aglomerado fino. Intentábamos calentarla quemando palitos y piñas en una estufa de hierro y, además, nos tapábamos con toda nuestra ropa para mantenernos calientes. Una noche mi compañero me despertó diciendo que no podía levantar la cabeza. ¡Era lógico! ¡Se le había congelado todo el pelo y se le había pegado al armazón de acero de la cama! Para liberarle, tuve que derretir el hielo con las manos. Sin embargo, durante el tiempo que vivimos en aquella caravana, nunca nos pusimos enfermos, y pudimos pasar días enteros predicando las buenas nuevas. ¡Fue una época maravillosa!”

Ingvar Wihlborg, que testificó a los lapones y viajó extensamente por el territorio norteño a finales de la década de los treinta, recuerda: “Por encima del círculo polar ártico, había una franja muy poco poblada, de 130 kilómetros de longitud, situada entre Kiruna y la frontera con Noruega. Solía ir allí dos veces al año. Para orientarme, tenía que andar o esquiar siguiendo las vías del tren. Una tarde fría y oscura, de repente apareció un tren detrás de mí. El soplido del aventador de nieve me lanzó por los aires con esquís, mochila y todo, y fui a parar a un profundo valle. Me costó unos segundos orientarme. Gracias a las luces del Hotel Abisko pude volver a encontrar el camino. El personal del hotel se quedó perplejo cuando me vieron aparecer con aspecto de muñeco de nieve. ‘¿Cómo ha llegado hasta aquí?’, me preguntaron. ‘Por vía aérea’, les respondí alegremente. Fueron muy amables y me prepararon bocadillos y chocolate caliente”.

A pesar de lo duras que eran las condiciones de vida en Suecia en aquella época y de los inviernos extremadamente fríos, los celosos precursores no aminoraron la marcha de su actividad. Jehová mantuvo calientes sus corazones. De modo que la obra avanzó con fuerza durante aquellos años y se consiguió duplicar el número de publicadores: en 1938 había 1.427 y en 1945, después de la guerra, 2.867.

Se intensifica la oposición

Los portavoces religiosos de la cristiandad intentaron también desanimar al pueblo de Jehová. La sucursal informó:

“En estos momentos, casi todos los periódicos, sean del tipo que sean, han publicado uno o más artículos malintencionados acusando a los testigos de Jehová con todos los epítetos de siempre, a saber, ‘quintacolumnistas pagados con dinero extranjero’, ‘avanzadilla del comunismo’, ‘falsos profetas’, ‘enemigos de la sociedad y del Estado’, etc., etc. Huelga decir que es el clero el promotor de todo esto. [...] Los ataques de la prensa se intensificaron durante un gran concilio eclesiástico que se celebró en la capital a mediados de mayo.”

Este estallido de odio comenzó precisamente después de que los Testigos hubieran distribuido con entusiasmo 300.000 ejemplares del folleto Peleando por la libertad en el frente doméstico. En una campaña furibunda, el clero empezó a utilizar nuestros métodos, visitando a la gente de casa en casa y haciéndoles leer lo que se había escrito contra nosotros.

Campaña frustrada

Sin embargo, esta campaña solo consiguió que la obra de Jehová recibiera más publicidad por todo el país que nunca antes. Con fuerza y valor renovados, los predicadores del Reino continuaron proclamando mediante “mal informe y buen informe”. (2 Cor. 6:8; Sal. 143:⁠10.)

Hubo nuevas bendiciones para los precursores en el año de servicio de 1944. Tanto los precursores especiales como los demás precursores del país tuvieron sobrados motivos para estar contentos, pues si los primeros fueron capaces de organizar diecisiete congregaciones nuevas, los demás colaboraron en la formación de once. Durante aquel año se formaron en total 144 nuevas congregaciones. Así, la campaña que se había lanzado contra nosotros se vio frustrada. Veamos un ejemplo típico:

La junta eclesiástica de una parroquia rural decidió exigir a dos precursoras que: 1) dejaran de visitar y ofrecer literatura a la gente, 2) creyeran en el Señor Jesús y 3) se marcharan de aquel lugar sin más dilación.

El ministro local presionó también al casero de las hermanas para que las echara inmediatamente. La carta que informaba al casero de la decisión de la junta eclesiástica terminaba con estas palabras: ‘Saludos cordiales para usted y para ellas’. El dueño y su hermano, que asistían a la iglesia con regularidad, se indignaron tanto debido a las falsas acusaciones que dejaron de ir a la iglesia y empezaron a asistir a los estudios conducidos por las hermanas.

No todo el clero se opuso

Una precursora invitó a un hermano de una congregación cercana a dar un discurso público en su territorio. Ante el asombro de todos, el ministro local asistió, escuchó con atención y tomó notas. Después hizo muchas preguntas y admitió que la Iglesia estaba equivocada en muchas de sus doctrinas. Se quejó de que la gente no iría a la iglesia ni aunque les predicara la verdad.

El hermano dijo que el ministro y sus correligionarios deberían hacer lo mismo que Jesucristo y sus discípulos, es decir, ir de casa en casa. El sacerdote replicó: “Sí, es verdad que deberíamos hacerlo, pero somos demasiado cobardes y vagos para eso, y además, estamos demasiado ocupados en asuntos seglares”. Al marcharse, el ministro agradeció al discursante su conferencia y le estrechó la mano cordialmente.

Se vence la timidez

Los suecos son reservados por naturaleza y no hablan demasiado, pues les preocupa decir algo impropio. Por lo tanto, es sorprendente que tantos suecos hayan sido capaces de superar ese rasgo característico y vayan con denuedo de puerta en puerta en cumplimiento del mandato de Jesús que se cita en Mateo 28:19, 20 de ‘ir y hacer discípulos de gente de todas las naciones [...], enseñándoles’.

Jesús dijo además en Lucas 18:27: “Las cosas que son imposibles para los hombres son posibles para Dios”. Así como Jehová le dio a Moisés un ayudante —su hermano Aarón⁠— cuando se quejó de no ser buen orador, dio a los publicadores de Suecia, mediante Su organización, “Aarones” o ayudas para hablar:

“Aarón 1”: la tarjeta de testimonio

Esta tarjeta, que se introdujo en 1934 y se utilizó hasta bien entrada la década de los cuarenta, contenía un pequeño sermón impreso y una oferta de literatura. El Boletín explicó: “Cuando visite los hogares, entregue la tarjeta a la persona que abra la puerta. Deje que la lea, y entonces ofrézcale el folleto. Tan solo tiene que decir que es el folleto mencionado en la tarjeta”. ¿Cómo funcionó esto en la práctica?

Un precursor recuerda: “Hice lo que nos habían dicho. Y daba buenos resultados casi siempre, aunque a veces se producían malentendidos. Algunos cogían la tarjeta y cerraban la puerta, o pensaban que yo no podía hablar y cogían varios libros por compasión. Otros me ofrecían limosnas para ser caritativos. Se produjeron incidentes que hicieron reír con ganas tanto a los amos de casa como a mí”.

Estas tarjetas fueron útiles no solo para romper el hielo con los amos de casa, sino también para abarcar territorios extensos en poco tiempo. Afortunadamente, no todos los suecos son reservados. Algunos publicadores ocurrentes dijeron a la Sociedad que pensaban que el Señor había preparado esta provisión para ayudarles a ‘superar el mal hábito de perder el tiempo hablando demasiado’.

“Aarón 2”: el gramófono

El gramófono portátil fue otro “Aarón”. Se acompañaba de discos grabados con sermones bíblicos de cinco minutos de duración, y fue un nuevo instrumento muy utilizado durante varios años.

En 1937, el hermano Eneroth grabó en sueco los discursos para gramófono del juez Rutherford. Al hacerse disponibles los discos, los publicadores los recibieron con entusiasmo y se dirigieron al territorio como enjambres de langostas. Durante los primeros diez meses, se reprodujeron 107.077 sermones para 153.786 oyentes. El propio hermano Eneroth fue uno de los primeros en utilizar los discos. Se reía al recordar cierta anécdota: “Después de haber puesto uno de los discos para una pareja de Estocolmo, la esposa dijo: ‘Su voz se parece mucho a la que hemos oído en el disco. ¿Verdad que lo ha escuchado muchas veces?’”.

Los primeros gramófonos portátiles eran grandes y pesados. Sin embargo, pronto apareció un tipo de gramófono plegable de dimensiones reducidas que podía llevarse en un maletín. Estaba tan bien diseñado que el disco era mucho más grande que el gramófono. Cuando el publicador pedía permiso al amo de casa para reproducir una grabación bíblica, los amos de casa con frecuencia contestaban: “No tengo gramófono”. Entonces, el publicador sacaba su pequeño gramófono. El amo de casa sentía curiosidad e invitaba a entrar al publicador. Algunos hasta preguntaban si el aparato estaba en venta. Así, muchos que de otra forma no habrían prestado atención, recibieron un testimonio de la verdad.

El gramófono ayudaba a los hermanos a predicar con más confianza. Un hermano nos cuenta: “Llegué a una granja donde se estaba celebrando el bautizo de un niño. Pregunté al anfitrión si podía reproducir una grabación de una conferencia bíblica. El anfitrión pensó que aquello le daría un toque religioso a la fiesta, y más teniendo en cuenta que el ministro estaba allí, de modo que reunió a los invitados. Todos escucharon con atención, incluido el ministro, quien, por cierto, se escabulló más tarde para sorpresa de los presentes. Respondí muchas preguntas, y varios invitados se quedaron con varias publicaciones”.

“Aarón 3”: el equipo de altavoces

La sucursal diseñó un equipo especial de megafonía por medio de conectar un gramófono a un sistema de altavoces que se colocaba en un remolque arrastrado por una bicicleta. De esta manera, se podía escuchar un sermón por toda una amplia zona de viviendas. Primero ponían un disco de música para despertar el interés y hacer que la gente abriera las puertas y ventanas para escuchar. Después del discurso, los hermanos visitaban los hogares, contestaban preguntas y ofrecían las publicaciones.

Un hermano celoso quería que sus vecinos escucharan un sermón mientras recogían patatas en el campo. Colocó un altavoz en la copa de un pino y enchufó el gramófono. A medida que la voz fuerte y articulada se difundía por el aire, la gente dejaba de trabajar y escuchaba con la boca abierta mirando al cielo. ¡Creían que era un mensaje divino!

Los gramófonos dejaron de utilizarse a finales de la década de los cuarenta. Desde 1938 hasta 1943, se utilizaron unos mil doscientos gramófonos, y un millón y medio de personas escucharon los sermones grabados. Durante este período, el número de publicadores pasó de 1.427 a 2.571.

¿Por qué dejaron de utilizarse los gramófonos? Se hizo evidente que las buenas nuevas se difundían de un modo más efectivo cuando eran los propios ministros los que predicaban y enseñaban. ¿Cómo se consiguió que, a pesar de su carácter tan reservado, los suecos hicieran esto?

Aarón 4”: la Escuela del Ministerio Teocrático

¿Cuál fue uno de los factores que más influyó en el avance de la obra del Reino en Suecia? La Escuela del Ministerio Teocrático, que dio una excelente preparación a los Testigos.

En 1944, un año después de su inauguración en Estados Unidos, la escuela se estableció en todas las congregaciones de Suecia. Al principio, solo se matriculaban hermanos, y la Sociedad escogía a uno de ellos como instructor. Para subrayar la importancia de la asistencia regular, se pasaba lista al comienzo de cada reunión, un procedimiento que se abandonó posteriormente.

La escuela suponía mucho trabajo y esfuerzo emocional para los estudiantes. Un hermano recuerda: “Incluso antes de las reuniones, se sabía fácilmente quiénes eran los hermanos que tenían un discurso estudiantil aquella noche: los que estaban pálidos y andaban aturdidos”. En una congregación, el instructor preguntó al auditorio: “¿Qué es lo primero que se hace al recibir la asignación de un discurso?”. Un hermano contestó: “Yo empiezo a temblar”.

Un superintendente de distrito relató: “Muchos estudiantes ensayan sus discursos una y otra vez en un lugar tranquilo de la casa. En una ocasión, a un hermano se le quedó la mente en blanco en medio de un discurso. Se quedó callado mirando al auditorio durante un rato, y entonces dijo: ‘Me temo que no me ha salido muy bien’. Recuperando la compostura, exclamó: ‘¡Con lo bien que me quedó en la leñera!’”.

Un superintendente de circuito recuerda: “Algunos hermanos tenían que esforzarse mucho para controlar sus nervios. Por ejemplo: un hermano que iba a dar su primer discurso estudiantil, había salido varias veces afuera durante la reunión, mientras esperaba nerviosamente su turno. Cuando por fin subió a la plataforma, hizo una introducción peculiar: ‘He salido tres veces para vomitar’”.

Otro hermano recuerda: “Uno de los primeros estudiantes de nuestra congregación, un hermano alto y apuesto, se había preparado su discurso tan bien, que se lo sabía de memoria. Estaba muy tranquilo. Pero cuando llegó el gran momento, los nervios le traicionaron, y se quedó mudo durante un lapso de tiempo que pareció interminable. De pronto, saludó al auditorio diciendo: ¡Hola! Esta palabra le desató la lengua. Recuperó el habla y consiguió dar un buen discurso a pesar de todo”.

Resultados excelentes

La Escuela del Ministerio Teocrático no solo produjo buenos oradores, sino también buenos maestros capaces de hablar con la gente en las puertas y en sus hogares. Cuando se invitó a las hermanas a participar en el programa de adiestramiento, también ellas mejoraron notablemente su habilidad como proclamadoras del Reino.

Gracias a la escuela, los jóvenes suecos también han hecho grandes progresos. Ha motivado a muchos niños y niñas a estar completamente activos en la obra del Reino. Un niño de siete años preguntó al instructor de la escuela si podía matricularse. El instructor preguntó: “¿Por qué?”. El chiquillo respondió con rapidez: “¡Uno no puede andar desperdiciando su vida!”.

Marchas por las calles

Los hermanos suecos han servido de buena gana a Jehová en todo lo que Su organización ha sugerido. Por ejemplo, durante los años cuarenta y principios de los cincuenta, cuando se enteraron de que los hermanos de Estados Unidos e Inglaterra hacían de hombre-anuncio y utilizaban pancartas por las calles para anunciar los discursos públicos en las asambleas, decidieron con entusiasmo hacer lo mismo en Suecia.

Jack Pramberg, superintendente de distrito en aquella época y organizador de muchas de aquellas marchas, recuerda: “En invierno anochece muy pronto en el norte de Suecia, por eso utilizábamos linternas para aumentar el efecto de nuestras marchas. En una de estas ocasiones, el tema del discurso público era ‘La única luz’. Mientras la procesión de linternas cruzaba la ciudad, se produjo un corte en el suministro eléctrico. Toda la ciudad se quedó a oscuras. Pero nuestras linternas siguieron iluminando las pancartas en las que se podía leer: ‘La única luz’”.

Sven-Eric Larsson, superintendente viajante, recuerda: “Algunos hermanos llevaban por las calles grandes pancartas sujetas sobre postes que anunciaban los discursos públicos de las asambleas. En 1948, dos jovencitos asistieron a una asamblea en Örebro por pura curiosidad. Todavía no habían decidido hacerse testigos de Jehová. Después de una de las sesiones, sin saber quiénes eran, les di una pancarta y les dije que se incorporaran a la marcha. Un poco dudosos, las cogieron y marcharon por el centro de la ciudad. Uno de ellos, Lars Lindström, ya hace muchos años que es anciano de congregación; el otro, Rolf Svensson, es superintendente de distrito”.

Peligra la neutralidad cristiana

Aunque Suecia ha intentado mantener una estricta neutralidad política, al mismo tiempo ha conservado una defensa nacional fuerte con servicio militar obligatorio. De esta forma, se ha puesto a prueba la integridad de los hermanos en lo relacionado con la neutralidad cristiana. Antes de la II Guerra Mundial, se obligaba a los hermanos a prestar un servicio civil sustitutorio, sirviendo como bomberos o leñadores, excavando en yacimientos arqueológicos o realizando cualquier otro servicio social. Pero, durante la II Guerra Mundial, se dieron cuenta de que en realidad se les consideraba soldados a disposición de las autoridades militares, así que se negaron a realizar tales servicios.

La primera vez que se negaban, los sentenciaban a un mes de prisión, pero esta era tan solo la primera de una sucesión de condenas. Poco después de ser liberados, se les llamaba de nuevo para el servicio militar y se les volvía a mandar a la cárcel, esta vez durante dos meses. Al salir, tenían que volver a pasar por este proceso cuatro, cinco, seis o más veces, y cada vez les añadían otro mes a la duración de la sentencia previa. Los cientos de hermanos que pasaron por las prisiones durante todos aquellos años, cumplieron condenas que suman casi mil años. Werner Johansson, que entonces era precursor, estuvo en total doce meses encarcelado en el transcurso de trece años. Él dijo:

“Ser llamado a filas vez tras vez, ser sometido a un juicio tras otro y andar de prisión en prisión era desesperante, pues tenía una familia que atender; pero el amor y el estímulo que recibimos de los hermanos fue una ayuda muy valiosa. A pesar de todo, fue una época emocionante que nos brindó muchas oportunidades de testificar a todas las personas implicadas.”

Con cierta frecuencia, los fiscales y los jueces increpaban e insultaban a los hermanos. Un precursor, Erik V. Johansson, recuerda su primer juicio: “El fiscal y el juez dijeron que me lo harían pasar mal si no cumplía con mi deber. Les dije que estaba preparado para sufrir como Daniel cuando fue arrojado al foso de los leones, a lo que el fiscal replicó: ‘No estaría mal arrojar a Johansson en el foso de los leones y ver si su fe resiste’. Al día siguiente, cuando me encontré con el juez, me agarró de forma agresiva y me dijo: ‘Eres un sinvergüenza. Deberían fusilarte, y eso es lo que probablemente te pasará’”. El hermano Johansson, que ahora tiene más de ochenta años, todavía está vivo y continúa en el servicio a tiempo completo.

Las autoridades adoptan una medida desesperada

Cada vez se hacía más evidente a las autoridades que las sentencias de prisión no podrían quebrantar la integridad de aquellos jóvenes. “Los jueces y fiscales han jugado a un juego en el que ellos mismos son fichas impotentes”, comentó un anterior miembro del parlamento sueco con respecto al tratamiento que se había dado a los Testigos.

Al final de la guerra, las autoridades reflexionaron e hicieron un intento desesperado para cambiar la situación. De pronto, ordenaron un examen mental de 126 testigos de Jehová que se habían negado a realizar servicios sociales obligatorios. Si se les hubiera declarado deficientes mentales, los tribunales podrían haber llevado el asunto de otra manera. Un informe de la sucursal dice al respecto:

“Se efectuaron los exámenes en tres ciudades diferentes, y cada Testigo fue interrogado por un clérigo y dos médicos a lo largo de cinco o seis días. Los hermanos implicados están de acuerdo en que fue una experiencia muy fortalecedora que les proporcionó excelentes oportunidades de dar testimonio. Los ministros que tomaron parte en estos exámenes estaban tan confusos y nerviosos que hasta los médicos se reían, y los propios médicos admitieron que los testigos de Jehová eran, como norma, personas muy inteligentes, con fuertes convicciones y elevadas normas morales.”

El problema se agrava

Los exámenes mentales de Testigos se dejaron de efectuar pronto, pues se comprobó su ineficacia. Sin embargo, muchos jueces, fiscales, guardas de prisión, vigilantes e incluso capellanes de prisión estaban cada vez más preocupados. Se comenta que un fiscal dijo en el Parlamento:

“A pesar de ser fiscal, en este caso no creo que sean útiles las amenazas de sanción. [...] ¿Debemos tolerar que en el año 1958 nuestra labor se vea entorpecida por auténticas reminiscencias de los procesos por brujería, que además, afectan a personas inocentes? Lo más preocupante es que estas personas hayan de verse mezcladas con la gentuza que llena nuestras prisiones. Tengo que admitir que cuando me veo obligado a pedir que personas como estas sean sentenciadas a un término de prisión, me siento avergonzado de mi profesión de fiscal.”

La cárcel de los prisioneros

A medida que más hombres jóvenes aceptaban la verdad, más eran enviados a la cárcel. Las prisiones estaban ya repletas de criminales, y los gastos carcelarios eran elevados. La administración de prisiones tenía verdaderos problemas para hacer sitio para los hermanos en los diferentes centros penitenciarios, de modo que tuvo la brillante idea de permitir que los Testigos administraran su propia cárcel.

Los internos, es decir, los testigos de Jehová, fueron los constructores. Se les dejaba trabajando solos durante doce horas al día, sin guardianes. De vez en cuando venía un funcionario para traer la comida y los materiales de trabajo. A veces, el funcionario escogía a dos hermanos como vigilantes, y así los presos vigilaban a otros presos. Celebraban todas las reuniones y podían recibir visitas los domingos durante todo el día. La predicación la efectuaban por carta. Los medios de comunicación calificaron esta “cárcel de los prisioneros” de experimento ridículo. Sin embargo, los hermanos la dirigieron perfectamente. ¡No hubo ni un solo intento de fuga!

Se materializa la solución

Los miembros del Parlamento y otros funcionarios del gobierno se dieron cuenta de forma paulatina de lo necesario que era un cambio de actitud. Las conversaciones que algunos de ellos mantuvieron con hermanos y otras personas preocupadas por la situación, les hicieron reflexionar sobre el tema.

Un hermano sacó a relucir el asunto mientras pintaba la casa de un miembro del gobierno. Más tarde, este hombre pidió al hermano que le ayudara a calcular los costes que suponía para el Estado mantener a los Testigos en prisión. Sorprendido por los resultados, prometió comentar las cifras con sus colegas. Asimismo, un sastre de Estocolmo que tenía a miembros del parlamento entre su clientela, solía comentarles la situación y les animaba a tomar cartas en el asunto.

En enero de 1964, el ministro de Defensa formó un comité para proponer una enmienda a la ley. Se convocó a dos representantes de la sucursal de la Sociedad para comparecer ante el comité y sugerir un sustitutivo para el servicio obligatorio. Sin embargo, en vez de aceptar la idea de librarnos de cualquier tipo de servicio, el comité propuso lo siguiente, según el informe oficial: “Por lo tanto, la opinión del comité es que deberíamos pensar seriamente en [...] declarar inútiles a los testigos de Jehová, siguiendo la misma legislación que aplica a ciertos alcohólicos o individuos antisociales”.

Para variar, el clero se pone de nuestra parte

El que se nos comparara con “ciertos alcohólicos e individuos antisociales” suscitó indignación entre la gente, ya que los testigos de Jehová eran conocidos como ciudadanos decentes que respetaban las leyes. Incluso los líderes eclesiásticos protestaron. Un periódico citaba los comentarios del cabildo diocesano de Härnösand:

“Está bien que el comité no considere una solución satisfactoria castigar la convicción de los Testigos con sentencias de prisión. Pero si recomienda como solución al problema poner a los jóvenes Testigos en la misma categoría que los alcohólicos o personas antisociales, creemos que el comité ha perdido la objetividad y el respeto por la dignidad humana.” Esta actitud nos recordó que también Jesús fue clasificado erróneamente entre este tipo de gente. (Mat. 11:⁠19.)

La decisión final

El 25 de mayo de 1966, el parlamento decidió hacer una investigación individual de cada caso de objetor de conciencia que fuese testigo de Jehová. Tras la investigación, se optaba por no llamarle para que hiciera el servicio militar por el momento. Después de tantos años de perseverancia, esta victoria se recibió con gran alegría. Los hermanos podían, por fin, predicar las buenas nuevas sin ningún estorbo.

Se envió un telegrama a la sede mundial de la Sociedad en Brooklyn (E.U.A.). Una pareja sueca, que en ese momento se hallaba presente en una asamblea en Baltimore, se sintió emocionada cuando el hermano F. W. Franz, el entonces vicepresidente de la Sociedad, leyó el telegrama al auditorio. “Felicitó a las autoridades suecas y dijo que Suecia era un país ejemplar”, recuerdan estos hermanos.

El modelo sueco

El procedimiento adoptado por el gobierno sueco recibió la denominación de “modelo sueco” en otros países, que lo han utilizado como referencia al tratar de buscar soluciones. ¿En qué consiste exactamente este procedimiento?

Cada hermano que es llamado debe obtener un certificado de los ancianos de su congregación conforme es un testigo de Jehová bautizado que predica con regularidad y se asocia con esa congregación. La sucursal de la Sociedad verifica que las firmas sean las de los ancianos nombrados. El convocado ha de presentar este certificado y una solicitud escrita personalmente para que se le excluya del reclutamiento en la quinta correspondiente, lo que garantiza exención del servicio militar por el momento. Se ha utilizado un procedimiento similar en el caso de hermanas que han sido llamadas para servicios en defensa civil.

Nuevas tentativas para hacernos transigir

Después que el Parlamento adoptara esta decisión, hubo nuevos intentos de sustituir el servicio militar por un servicio civil obligatorio. A principios de los setenta, el gobierno formó un comité para que revisara el asunto de los objetores de conciencia. El gobierno quería que los testigos de Jehová se ajustaran a las mismas normas utilizadas para otros grupos religiosos que prestan servicios sustitutorios.

Representantes de la sucursal comparecieron ante el comité y explicaron que los Testigos no podían aceptar ningún tipo de sustitutivo al servicio militar, por muy digno que fuese. Explicaron que los testigos de Jehová ya efectúan un tipo de labor social en su ministerio de casa en casa, ayudando a las personas a limpiar sus vidas y convertirse en ciudadanos decentes y respetuosos de la ley. Entonces, uno de los miembros del comité tuvo una idea sorprendente.

Preguntó si estaríamos de acuerdo en participar en el ministerio a tiempo completo en nuestras propias congregaciones durante un tiempo específico —equivalente al del servicio obligatorio⁠—, e informarlo a las autoridades como un servicio sustitutorio. Los hermanos explicaron que nuestro servicio a Dios nunca puede ser obligatorio o asunto del Estado. Al final, el comité sugirió apegarse a la decisión de 1966, concluyendo así su informe final: “Según la opinión del comité, no existe por el momento otro grupo religioso en nuestro país que pueda compararse con los testigos de Jehová”.

Abandono masivo de la Iglesia

Los Testigos de Suecia no solo se han mantenido neutrales en cuestiones políticas, sino que además se han apegado fielmente al mandato de Revelación 18:4 de salir de Babilonia la Grande, el imperio mundial de religión falsa. En relación con esto, el 1 de enero de 1952 fue una fecha memorable, pues entró en vigor una ley de libertad religiosa que garantizaba a todos los ciudadanos suecos el derecho de abandonar la Iglesia estatal sin tener que afiliarse a ningún otro grupo religioso reconocido por el gobierno.

El procedimiento era simple; bastaba con rellenar una solicitud o redactar un escrito de renuncia a la Iglesia, firmar el documento en presencia de un testigo y dejarlo en la oficina parroquial, donde había de registrarse la renuncia sin objeciones, preguntas o discusiones.

La mayoría de los suecos no aprovecharon esta oportunidad, muchos por indiferencia. Pero los testigos de Jehová presentaron su solicitud tan pronto como les fue posible. Los cinco mil Testigos que había entonces renunciaron al mismo tiempo. Muchos clérigos se sorprendieron y no podían evitar hacer preguntas. Unos meses más tarde, la sucursal informaba:

“Las visitas a las oficinas parroquiales por este motivo brindaron buenas oportunidades a los Testigos de testificar sobre el Reino. En varios casos, los ministros pidieron literatura e incluso asistieron a estudios bíblicos para averiguar más sobre nuestras creencias. Los tratados bíblicos que aparecieron en sueco justo en ese momento fueron especialmente útiles. Un ministro mostró tanto interés que una hermana anciana, que constituye la compañía [congregación] de aquel pueblo, empezó a estudiar con él el libro Sea Dios Veraz; y el ministro le dijo a un precursor visitante que estaba muy contento de que ella le visitara regularmente y siguiera haciendo el estudio.”

No nos permiten utilizar la radio

En Suecia, la radio ha sido monopolio estatal desde los primeros tiempos de la radiodifusión. Una junta que representa al Estado controla todas las emisiones de radio (y ahora también, de televisión). Como Suecia es un país democrático en el que se considera ilegal la discriminación religiosa, hemos intentado que nos concedan tiempo de emisión.

En el año 1953, un pastor dio una conferencia de treinta minutos en la radio para “desenmascarar” a los testigos de Jehová, negándonos el derecho de réplica. Por consiguiente, se envió a dos hermanos al responsable del departamento de programas religiosos, un ministro de la Iglesia estatal, para solicitar la emisión de un programa de réplica. Uno de los hermanos recuerda:

“Nos dijo tajantemente: ‘No permitiremos nunca que los testigos de Jehová emitan a través de Radio Suecia. No les consideramos cristianos’. ‘¿Por qué no?’, preguntamos nosotros. ‘Porque no creen en la Trinidad. Por eso mismo. A propósito, me he enterado de que hacen citas falsas de la Biblia en su literatura.’ ‘¿Podría ponernos un ejemplo?’, sugerimos. ‘Tengo uno de sus libros en mi biblioteca. Se lo enseñaré.’ Sacó entonces la edición en inglés de ‘Asegúrense de todas las cosas’ (un libro lleno de citas bíblicas) y una Biblia en inglés. Empezó a compararlos palabra por palabra, durante varios minutos. No pudiendo encontrar nada contradictorio, se levantó y dijo: ‘Bueno, sea como sea, solo permitimos emitir a cristianos’, y entonces nos acompañó a la puerta.”

Intentan “desenmascararnos” sin resultado

En octubre de 1976, un agente de Radio Suecia nos invitó a participar en una serie de tres programas destinados, según nos dijo, a informar al público sobre nosotros. Aceptamos participar con la condición de que se nos tratara con imparcialidad. Los programas constarían de grabaciones de nuestras reuniones y entrevistas.

Durante la grabación, los hermanos se percataron de que el verdadero propósito de los programas era atacar a los Testigos. Los entrevistadores les acosaron con preguntas mordaces y provocadoras. Aun así, los hermanos contestaron tranquila y objetivamente. Pero el agente de la radio editó las cintas para que el programa diese la peor impresión posible.

Después de la emisión, la sucursal recibió cartas y llamadas telefónicas de oyentes de todo el país, diciendo que habían podido ver la diferencia entre los Testigos y sus atacantes y que la verdad estaba clara. ¡Precisamente en noviembre de 1976, el mes después de la emisión, tuvimos un nuevo máximo de 16.693 publicadores de las buenas nuevas en Suecia! Pudimos ver lo ciertas que son las palabras de la Biblia: “Sea cual sea el arma que se forme contra ti, no tendrá éxito”. (Isa. 54:⁠17.)

Se necesita una nueva sucursal

Durante los años cuarenta, el número de publicadores aumentó a más del doble: de 1.726 publicadores en 1940, se pasó a 3.702 en 1949. Un informe del año 1949 anunciaba buenas perspectivas de aumento en el futuro: “De casi todas las compañías nos vienen informes de siervos de circuito diciendo que hay más interés en el campo del que los publicadores locales son capaces de atender”.

También necesitaban imprimir las revistas ellos mismos. En 1950, la circulación combinada de las dos revistas era de 123.000 ejemplares al mes. La impresión estaba todavía a cargo de una empresa seglar, ya que en la sucursal solo había espacio en el sótano para una pequeña prensa Diegel de alimentación manual y una prensa de presión plana para impresiones de formato pequeño. Se necesitaba con urgencia un lugar más amplio. De modo que se inició la búsqueda de un lugar apropiado.

Acción decidida

Lennart Thunberg, arquitecto, recuerda: “Encontramos algunos lugares interesantes en el centro de Estocolmo. Además, la comunidad de Jakobsberg, a unos 20 kilómetros al noroeste de la ciudad, nos ofreció dos solares adyacentes. Pero, después de veinticinco años en pleno centro de la ciudad, no teníamos la más mínima intención de mudarnos a las afueras.

”Hablamos del asunto con el hermano Knorr, el entonces presidente de la Sociedad, durante su visita a Suecia en 1951. El hermano Eneroth y yo le recomendamos algunos lugares del centro de la ciudad. Pero el hermano Knorr, que tenía miras más amplias, quería algo a las afueras de Estocolmo. Comentamos de pasada que había unos solares en Jakobsberg. ‘¡Hay que comprarlos en seguida!’, dijo decidido.

”En aquel momento se estaba celebrando una asamblea para todo el país en Eriksdalshallen (Estocolmo), y el hermano Knorr quería que el contrato se firmara inmediatamente para poder dar el anuncio en la misma asamblea. Salí a toda prisa hacia Jakobsberg y, después de horas de búsqueda, encontré a los dueños de los dos solares, les hice firmar el contrato, volví corriendo a la asamblea e informé al hermano Knorr, quien anunció el proyecto a los gozosos y entusiasmados delegados.”

En seguida comenzó el trabajo de construcción. El hermano Thunberg prosigue: “Los hermanos de toda Suecia nos ayudaron con sus contribuciones: sacos de patatas, terneros, fruta, bayas y muchas otras provisiones. Además, fue un éxito financiero. La compañía que había comprado el antiguo emplazamiento pagó al contado. El banco con el que llevábamos años trabajando nos concedió un crédito sin aval debido a la buena reputación de la Sociedad. Hubo muchos hermanos que hicieron préstamos y contribuciones generosas a la sucursal. Una hermana incluso vendió su negocio para poder contribuir”.

El 31 de marzo de 1954, día en que se inauguró el hogar Betel de Jakobsberg, fue una fecha histórica. La familia se trasladó de unas instalaciones abarrotadas de 900 metros cuadrados a otras completamente nuevas con 3.600 metros cuadrados y espacio más que suficiente para colocar un equipo de impresión moderno. Pudieron imprimir sus propios ejemplares de La Atalaya y ¡Despertad! a partir de los números del 15 de mayo y del 8 de julio de 1954. Este lugar serviría para el adelanto de los intereses del Reino en Suecia durante veintiséis años.

Se crea un nuevo territorio

Después de la II Guerra Mundial, en Suecia se produjo una inmigración masiva de trabajadores extranjeros, procedentes en su mayoría de Finlandia y los países de la Europa meridional. Estos, así como los miles de refugiados que llegaron de todas partes de la Tierra, con el tiempo se integraron en la sociedad sueca. Así que había una nueva población extranjera de cientos de miles de personas listas para recibir las buenas nuevas.

Para empezar, se aconsejó a los publicadores que trataran de averiguar la nacionalidad del amo de casa y obtener alguna publicación en ese idioma para ofrecérsela. Los que mostraran interés serían integrados gradualmente en las congregaciones de habla sueca. En la práctica, esto no dio resultado. Se hacían pocos progresos porque en general los extranjeros dudaban en venir a las congregaciones.

Sin embargo, en 1970 hubo un cambio en la situación. Durante su visita de zona, el hermano Milton Henschel, de la central de Brooklyn, recomendó que se organizara a estos hermanos de habla extranjera en grupos y congregaciones de acuerdo con sus idiomas. Explicó que una persona crecía más deprisa espiritualmente y comprendía mejor la verdad si estudiaba en el idioma que le era más familiar.

Congregaciones de habla extranjera

En diciembre de ese mismo año, se creó la primera congregación de habla extranjera, la congregación finlandesa de Goteburgo. Poco después, se formó otra en Estocolmo. Un superintendente de circuito que ayudó a organizar esta congregación comentó:

“El entusiasmo y gozo de los hermanos finlandeses no tiene límites. Han llegado hermanos finlandeses de todos los sitios y, de la noche a la mañana, han formado una congregación grande y activa. Es como si hubiera caído una lluvia templada sobre un campo seco.” Desde entonces, se han seguido formando más congregaciones de habla finlandesa hasta alcanzar la cifra actual —en 1990⁠— de 33 congregaciones, además de 12 grupos. Están divididas en tres circuitos, con un total de 1.700 publicadores y 119 precursores.

El trabajo prosiguió con otros grupos lingüísticos. En 1971, un superintendente de circuito celebró una reunión para “comprobar el interés” de los hispanohablantes de Estocolmo. Acudieron 56 personas interesadas. ¿Qué ha ocurrido desde entonces? El hermano Lars-Erik Eriksson, de la sucursal, que ayuda a organizar el trabajo en el territorio extranjero, nos informa: “En la actualidad, contamos con siete congregaciones y siete grupos de hispanohablantes. Además de las congregaciones españolas y finlandesas y de sus grupos, tenemos una congregación italiana, cuatro yugoslavas, tres griegas y tres inglesas, así como varios grupos que celebran reuniones en yugoslavo, griego, inglés, árabe y turco. Hay planes para organizar una cuarta congregación inglesa, tres grupos polacos y un grupo francés. En total, en estos territorios extranjeros se ha hallado a más de dos mil setecientas personas que han sido organizadas en 50 congregaciones y 28 grupos”.

Hambre de la verdad

Las siguientes experiencias muestran la bendición que ha significado para muchos este trabajo entre inmigrantes. Celo Pertot, un hermano de origen italiano que ha trabajado durante años en congregaciones de habla extranjera, nos relata:

“Una hermana sueca me pidió que la ayudara a visitar a algunas familias italianas. No sabía qué hacer, pues ya había estado allí y me pareció que no tenían el más mínimo interés. Aunque dudoso, fui. Hablamos con una mujer a la que yo no había visto antes. La hermana empezó la presentación en sueco, y la señora hizo intención de cerrar la puerta. Rápidamente, le dije en italiano: ‘Estamos hablando sobre la esperanza que nos da el Reino de Dios’. A partir de ese momento, me escuchó. Cuando volvimos a visitarla, nos dijo: ‘Justo antes de su primera visita, estaba pensando en suicidarme. Le había orado a Dios: “Si existes, ¿por qué he perdido la fe en ti y por qué me siento tan inútil?”’. Gracias a un estudio bíblico, pudo encontrar un verdadero significado a su vida. Ahora es una persona dinámica y llena de vida; lleva muchos años sirviendo de precursora.”

Antes de trasladarse a Suecia, una señora había estudiado la Biblia con los testigos de Jehová durante algún tiempo en Chile. Estos le habían aconsejado que en cuanto llegara a ese país, buscara a los Testigos. Lo intentó sin éxito. Un día estaba hojeando la agenda de teléfonos de una amiga; estaba tan desorganizada que decidió ordenarla. Y, ¿qué se encontró? El nombre de una señora garabateado dos veces en una hoja, y a continuación, escrito en español: “estudio de la Biblia”. “Tiene que ser Testigo”, pensó ella, y marcó ese número rápidamente. ¡Era una Testigo! Esa misma tarde asistió a un grupo de estudio del libro en español. Ahora es una feliz publicadora bautizada.

Un superintendente viajante se encontró con una española en una puerta. Como sabía español, la invitó a un discurso y empezó a darle testimonio. La mujer estaba tan absorta en la conversación que se olvidó por completo del teléfono, que había dejado descolgado. Su marido esperaba, cada vez más enfadado, al otro lado de la línea. El teléfono estaba bloqueado y su jefe lo necesitaba. Se fue a casa desesperado y se puso más furioso todavía cuando se enteró de quién había sido el visitante. A pesar de este incidente, la mujer fue a la reunión, siguió asistiendo regularmente y con el tiempo su esposo también comenzó a ir. En total, nueve miembros de esa familia han llegado a ser Testigos bautizados.

Testificación a los lapones

Predicar a los lapones, muchos de los cuales viven todavía como nómadas con su rebaños de renos entre las nieves del norte, a veces puede ser toda una experiencia. Al entrar en el hogar de un lapón y saludarle, no se puede entablar una conversación de inmediato. Primero hay que guardar silencio un buen rato. Solo después se puede empezar a hablar del tiempo. Cuando, finalmente, se dirige la conversación a las Escrituras, se puede llegar a un punto crítico.

Algunos lapones piensan que la Biblia es tan sagrada que la mayoría de la gente no es digna de leerla. Gustav Kemi, anciano y también lapón, nos cuenta: “Al hablar con los lapones, especialmente con los mayores, uno tiene la impresión de que piensan que ni siquiera deberíamos hablarles de la Biblia. Una anciana nos dijo con brusquedad que ‘para ser dignos de abrir la Biblia, primero hay que derramar lágrimas de sangre’. Otro lapón explicó a un niño que quería curiosear la Biblia: ‘No, no. La Biblia es demasiado sagrada para los niños’”.

Sin embargo, varios lapones han respondido a las verdades bíblicas y se han puesto de parte de Jehová, aunque a veces a paso de tortuga. Un lapón consiguió el libro Salvación a principios de los años cuarenta. Lo estudió y se lo tomó a pecho, pero no habló de ello durante unos diez años. Entonces visitó a otro lapón que era Testigo. Se preguntaba por qué los testigos de Jehová no fuman ni toman rapé. Se quedó satisfecho con la respuesta; cuando volvió a ver al Testigo le dijo alegremente: “He dejado de tomar rapé. Mis hijos han escondido todas las tabaqueras”. Poco después se bautizó.

Un paso adelante: ceremonias de boda teocráticas

Los testigos de Jehová han intentado siempre “establecer legalmente” las buenas nuevas. (Fili. 1:⁠7.) Como el matrimonio es una provisión divina, los ministros Testigos quieren celebrar ceremonias de boda cristianas. Antes del 19 de marzo de 1981, solo un registrador civil podía casar a las parejas de Testigos. Desde entonces, ancianos de congregación escogidos, con autorización personal del gobierno, pueden celebrar ceremonias de boda en los Salones del Reino.

Para recibir la autorización, estos superintendentes tienen que hacer un curso de registrador. Con las instrucciones recibidas de la central mundial, la sucursal condujo este curso, basado en las leyes del código matrimonial, el reglamento sobre los nombres, normas sobre el registro de población, secciones pertinentes del código penal y otros detalles relacionados. El presidente del juzgado local comprueba después los conocimientos y capacidad del superintendente, y, basándose en sus recomendaciones, el gobierno hace los nombramientos.

Muchos parientes que no son Testigos visitan los Salones del Reino para asistir a ceremonias de boda, lo que resulta en un buen testimonio y en que puedan escuchar consejos sobre los deberes y privilegios del matrimonio. Algunas parejas que se casaron antes de que existiera esta provisión, han comentado de broma que no les importaría nada volver a casarse mediante este procedimiento teocrático.

“Son bonitas, alegres y llenas de gracia y calor.” Así describió un reportero una ceremonia en el Salón del Reino y continuó: “Un matrimonio teocrático no es tan formalista como las ceremonias de la Iglesia estatal, tampoco es tan rimbombante. Se intenta que sea una ocasión agradable pero digna”.

El tercer coordinador del Comité de Sucursal

En 1975, el hermano Eneroth, segundo coordinador del Comité de Sucursal, a sus ochenta y tres años, acababa de cumplir cincuenta años de servicio fiel en ese cargo. ¡Cuánto había crecido la obra del Reino en aquellos años! Se había pasado de 250 publicadores en 1925 a 16.000 en ese momento. Con gozo y satisfacción en su corazón, se dio cuenta de que había llegado el momento de delegar la responsabilidad a otro. El hermano Bengt Hanson, que había ayudado al hermano Eneroth durante años, fue el asignado para hacerse cargo de la responsabilidad de coordinador.

Cuando se le pidió que relatara algo de su historia teocrática, el hermano Hanson empezó: “A los dieciséis años, me trasladé de la granja de mi padre a una ciudad cercana, donde algunos de mis hermanos y hermanas y yo mismo empezamos a estudiar la Biblia. Comencé a asistir a las reuniones y en seguida me di cuenta de lo que esto significaría, a saber, leer en voz alta, dirigir oraciones y dar discursos ante un auditorio. Se convirtió en una verdadera prueba para mí, pues había tenido muchos problemas en el colegio para leer en voz alta y participar en las funciones de clase. El amor a Jehová y un ferviente deseo de dedicarme al servicio a tiempo completo me sirvieron de gran ayuda; pero debo admitir que mi problema me seguía angustiando. Cuando se me pedía que improvisara un discurso, me entraba pánico.

”Así que entonces hice algo que sería de gran importancia en mi vida futura. Desesperado por mi problema, oré a Jehová dándole las gracias por haber abierto mi corazón a la verdad y le prometí dedicar mi vida a su servicio, hasta la muerte si fuese necesario. Prometí no volverme atrás nunca.

”¿Por qué fue tan decisiva esta oración en mi vida? Porque siempre que me asusto la traigo a la memoria, y eso me ayuda a cumplir con mis responsabilidades. Por eso, cuando miro retrospectivamente a los cuarenta años que han pasado desde que hice esa oración, me doy cuenta de que Jehová me ha mostrado —a veces de forma graciosa⁠—, todo lo que su servicio implicaba.

”Desde entonces he ido de asignación en asignación, lo que ha requerido plena confianza en Jehová. A los dieciocho años, medio año después de mi bautismo, me asignaron discursos públicos. Al año empecé el servicio de precursor. Ocho meses más tarde, se me invitó a Betel. Después fui nombrado superintendente de circuito, aunque solo tenía veintidós años. A los treinta años me nombraron superintendente de distrito, pero antes de empezar, me invitaron, junto con mi esposa, Ulla, al primer curso de diez meses de la Escuela de Galaad en Brooklyn, que se celebró en 1961. Después de esto, se nos asignó al Betel de Suecia, donde todavía estamos, sirviendo felices a Jehová con todas nuestras fuerzas.

”Algunos se preguntarán si me libré alguna vez de mi problema. Bueno, no puedo decir que del todo, aunque pienso que he mejorado. Creo que las palabras del Señor a Pablo en 2 Corintios 12:9 me aplican también a mí: ‘Mi bondad inmerecida es suficiente para ti; porque [mi] poder está perfeccionándose en la debilidad’.”

Arboga: ubicación de la nueva sucursal

El 8 de septiembre de 1978, un hermano fuerte y dinámico cortó con una sierra mecánica el primer árbol de una zona rocosa de bosques en las afueras de Arboga. ¿Para qué? Para preparar el terreno para un nuevo centro de trabajo teocrático. Esto marcó el final de un largo período de planificación y negociaciones y el principio de la construcción de un complejo de edificios que llegaría a ser, como dijo un periodista, “el más llamativo y grande que hayan construido jamás trabajadores voluntarios de este país”.

Ya hacía tiempo que el complejo de Jakobsberg, construido veintiséis años atrás, se había quedado pequeño para la familia Betel. Después de muchas y frecuentes oraciones, y de dos años de búsqueda de un lugar adecuado, decidimos construir en Arboga, que está situada estratégicamente cerca de la autopista europea número 3, entre las dos ciudades principales de Suecia, Estocolmo y Goteburgo.

Un proyecto de construcción único

En los dos años y medio siguientes, unos cinco mil voluntarios de Suecia y países vecinos trabajaron gratuitamente durante períodos de tiempo más o menos largos. Los trabajadores de la construcción no suelen vivir en hoteles confortables cuando están en una obra; sin embargo, la Sociedad había comprado un hotel viejo con apartamentos y habitaciones en la ciudad que, una vez reformados, sirvieron para acomodar a los trabajadores voluntarios. Cuando concluyeron las obras, se vendió el hotel.

El trabajo de construcción fue una tarea gozosa. Pero se presentaron algunos problemas. “Nunca olvidaremos aquel primer invierno”, dice Gunnar Heinstedt, uno de los organizadores, y continúa: “Se dice que fue uno de los inviernos más fríos de todo el siglo. En algunas ocasiones, mientras colocábamos los cimientos, la temperatura descendía a 30 °C bajo cero. El suelo estaba duro como el pedernal. Tuvimos que cubrir grandes zonas con lonas e infiltrar aire caliente, y utilizamos barriles de petróleo como calentadores. Pero, ¡seguimos adelante con valor! Fue una de las experiencias más gozosas en mis treinta y cinco años de carrera como arquitecto y constructor”.

Se agradecen las nuevas instalaciones

Aunque el 23 de diciembre de 1980 fue uno de los días más oscuros del año en Arboga —el sol salió a las 8.55 de la mañana y se puso a las 2.50 de la tarde⁠—, para los que trabajaron en las obras de la nueva sucursal, fue el día más brillante y feliz de todo el período de construcción: ¡el día de la dedicación de las instalaciones a Jehová! El hermano Milton Henschel, del Cuerpo Gobernante, dio el discurso de dedicación, animando a los hermanos a continuar de todo corazón haciendo la voluntad de Jehová en aquellas nuevas instalaciones.

Un miembro de la familia Betel dijo: “El día que dejamos la sucursal de Jakobsberg, donde estábamos tan apretados, y nos mudamos a este nuevo y espacioso complejo Betel, nos sentimos como terneros sueltos por el campo en primavera”. Sus 20.000 metros cuadrados de superficie útil y las 12 hectáreas de bosque y zona ajardinada dieron a la familia una sensación acogedora y tranquila. El bello parque, las instalaciones recreativas, los árboles frutales, los huertos y los hermosos macizos de flores han creado un entorno agradable que estimula a los trabajadores a tiempo completo a seguir en su actividad.

Las nuevas prensas aceleran el trabajo

La nueva fábrica permitió a los hermanos usar un equipo de impresión mejor y más efectivo. Pasaron de las viejas y lentas prensas a una nueva prensa enviada desde Brooklyn, una rotativa M.A.N. convertida, que se utilizó durante más de cinco años hasta que una prensa a cuatro colores la reemplazó en mayo de 1989. Al año siguiente, se instaló otra prensa idéntica. En 1990, se alcanzó una tirada mensual de casi 800.000 ejemplares de las dos revistas en sueco y en noruego. Inge Olofsson, superintendente de fábrica y miembro del Comité de Sucursal, nos comenta:

“Nuestra primera prensa, una Diegel de alimentación manual que se manejaba con el pie y databa de los años cuarenta, está en una esquina de la nueva sucursal como si se tratase de una pieza de museo y nos sirve de recordatorio del maravilloso aumento que ha experimentado la obra con el paso de los años. Nos recuerda lo que dijo Jesús: ‘Las cosas que son imposibles para los hombres son posibles para Dios’.” (Luc. 18:⁠27.)

Aumento sobresaliente de los intereses del Reino

Cuando se repasa la historia de la obra del Reino en Suecia durante los últimos cien años, se ven claramente los muchos obstáculos que han surgido en el camino: el aumento del materialismo, la indiferencia religiosa y el ateísmo, la oposición y el ridículo públicos y el carácter reservado por naturaleza de los suecos. Pese a todo, los testigos de Jehová, motivados por el amor al prójimo y a Dios, han perseverado en llevar las buenas nuevas hasta el último rincón del país. Muchas personas están todavía impresionadas por el maravilloso mensaje que los Testigos difunden.

Erik Nordström, superintendente de distrito, recuerda: “Mi esposa y yo empezamos a servir en la obra de circuito y distrito hace treinta y siete años, y durante todo ese tiempo, hemos visitado varias veces más de trescientas congregaciones de Suecia. Hemos viajado más de 200.000 kilómetros por toda la geografía de este largo y estrecho país. Nada pudo detenernos, ni el clima frío y las ventiscas del norte, más allá del círculo polar ártico, ni el sol y el calor del sur.

”Después de cuarenta y cinco años en el servicio a tiempo completo, ¡qué emocionante es recordar el progreso espiritual que ha habido en Suecia! A diferencia de lo que este viejo mundo ha experimentado, la sociedad teocrática siempre ha continuado avanzando.”

“Los intereses del Reino están firmemente establecidos en todo el país”, dice Rune Grahn, superintendente del Departamento de Servicio de la sucursal. De él procede el siguiente informe: “Ahora tenemos 338 congregaciones diseminadas por todo el país, desde el extremo más meridional hasta el país del sol de medianoche, más allá del círculo polar ártico. Tenemos quince circuitos suecos y ocho de lenguas extranjeras que se reúnen regularmente en cuatro Salones de Asambleas y abarcan geográficamente todo el país. Tuvimos un máximo de 22.742 publicadores del Reino en agosto de 1990, de los que casi 1.700 eran precursores regulares. En la Conmemoración de 1990 hubo una asistencia de 38.339, lo que indica que seguirá produciéndose más aumento mientras Jehová nos permita continuar con su obra”.

La obra en Suecia ha progresado paso a paso a lo largo de los años. Los hermanos han demostrado su fe, fuerza y perseverancia. Continúan obedeciendo con lealtad y ganas los deseos de su Padre celestial expresados mediante su organización terrestre. Por eso, miran al futuro con confianza en que Jehová seguirá bendiciéndoles. Continúan pidiendo a Jehová que les ayude a seguir fieles a Él, el Dios que está efectuando obras tan maravillosas en Suecia y en más de 200 países. “Porque tú eres grande y estás haciendo cosas maravillosas; tú eres Dios, tú solo.” (Sal. 86:⁠10.)

[Fotografía en la página 118]

En otoño hay muchos rincones apacibles en Suecia

[Fotografía en la página 129]

Rosa y Arthur Gustavsson predicaron el Reino juntos durante cincuenta y nueve años

[Fotografía en la página 136]

Superintendentes de los países del norte de Europa, de izquierda a derecha: Taylor (Letonia), Eneroth (Suecia), Harteva (Finlandia), Dey (superintendente general), Lüttichau (Dinamarca), Öman (Noruega), West (Estonia)

[Fotografía en la página 137]

Johan H. Eneroth llegó a ser superintendente de sucursal en 1925

[Fotografía en la página 139]

William Dey llegó a ser superintendente de la nueva oficina de la Sociedad para el norte de Europa en 1925

[Fotografía en la página 140]

La sucursal en el número 94 de la calle Luntmakare, de Estocolmo, se compró en 1929. Contribuyó a los intereses del Reino durante veinticinco años

[Fotografía en la página 141]

Las buenas nuevas llegaron hasta los lugares más recónditos de los bosques del norte de Suecia

[Fotografías en la página 143]

Preparados para un domingo de predicación en las afueras de Estocolmo

Un grupo de Lulea a punto de subir al automóvil para ir a predicar hacia el sur del círculo polar ártico

[Fotografía en la página 145]

Asta y Axel Richardson sirvieron en la provincia de Jämtland en 1936

[Fotografía en la página 147]

Los primeros Testigos de Hjo utilizaron un microbús para abarcar un territorio de 5.000 kilómetros cuadrados

[Fotografía en la página 150]

Nunca se es demasiado joven para predicar el Reino

[Fotografía en la página 155]

Se utilizaban gramófonos portátiles para difundir las buenas nuevas. ¿Por qué se les llamaba “Aarón 2”?

[Fotografías en la página 160]

Jóvenes publicadoras de las buenas nuevas con su madre en Värnamo, año 1946

Hombres-anuncio dan publicidad a una reunión en Estocolmo

[Fotografía en la página 170]

La sucursal estuvo en Jakobsberg desde 1954 hasta 1980

[Fotografías en las páginas 176, 177]

Sucursal y hogar Betel de Arboga, dedicados el 23 de diciembre de 1980. El presidente de la Sociedad, F. W. Franz, con casco blanco, visitó la zona de construcción antes de finalizar las obras

[Fotografía en la página 178]

Comité de Sucursal. De izquierda a derecha: Åke Carlsson, Rune Grahn, Bengt Hanson e Inge Olofsson

[Fotografías en la página 183]

Nueva prensa que sustituye a la anterior rotativa M.A.N. La nueva prensa imprime publicaciones bíblicas a todo color

[Fotografías en la página 184]

Predicación a los pescadores de Djupvik, en la isla de Gotland, y en el jardín de una casa de Ystad, pequeña ciudad del sur

[Mapa/Recuadro en la página 116]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

Océano Atlántico

NORUEGA

Mar del Norte

DINAMARCA

Copenhague

SUECIA

Kiruna

Círculo polar ártico

Härnösand

Sundsvall

Uppsala

Arboga

Jakobsberg

Örebro

Grums

Estocolmo

Goteburgo

Malmoe

Mar Báltico

FINLANDIA

[Recuadro]

SUECIA

Capital: Estocolmo

Idioma oficial: sueco

Religión mayoritaria: luterana

Población: 8.574.698

Sucursal: Arboga

[Tablas en la página 185]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

Suecia

28.000

1950 4.460

1960 8.593

1970 11.696

1980 17.311

1990 22.742

Máximo de publicadores

4.000

1950 178

1960 314

1970 754

1980 1.190

1990 2.724

Promedio de precursores