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Tailandia

Tailandia

Tailandia. Informe del Anuario de 1991

FRANK DEWAR era un neozelandés que conocía bien la adversidad. No en vano formaba parte de una expedición de siete hombres que, a mediados de los años treinta, navegaron por el sur del Pacífico en un queche de 16 metros de longitud llamado Lightbearer (Portaluz). Durante los seis años anteriores había viajado por Nueva Zelanda, y había surcado los mares con un ferviente celo misional para llegar hasta Australia, Tahití y Rarotonga, en las islas Cook. Tenía un mensaje que predicar: el Reino de Dios. No contento con evangelizar en el sur del Pacífico, se proponía llegar hasta la gélida Siberia. Por eso, ¿qué hacía durante julio de 1936 —un mes de lluvias monzónicas y calor húmedo⁠— a sus veintisiete años, en la misteriosa ciudad de Bangkok, sin hablar el idioma ni conocer a nadie?

La sucursal de la Sociedad Watch Tower en Australia le había pedido a él y a sus seis compañeros, otros seis precursores o ministros a tiempo completo, que escogieran un país del Lejano Oriente como territorio de predicación. Frank escogió Siam, que actualmente se llama Tailandia, pues pensaba que era el punto más cercano a la Unión Soviética.

Así que el Lightbearer partió de Australia, con siete valerosos precursores a bordo, rumbo a Singapur. Tras predicar por algún tiempo en Singapur y en Kuala Lumpur (Malaya, actualmente parte de Malaysia), Frank recogió sus pertenencias, compró un billete y, con cinco dólares en el bolsillo, subió al tren que salía para Bangkok, donde llegó el 22 de julio de 1936.

El viaje en tren hasta Bangkok fue largo y agotador. El calor, dentro de los vagones abarrotados de gente, era sofocante. Pero, evidentemente Jehová estaba cuidando del joven Frank, pues tenía mucho trabajo para él. Sin embargo, Frank no fue el primero en llevar las buenas nuevas a Siam. El primero fue Claude Goodman.

Las buenas nuevas del Reino de Dios llegaron a Tailandia por primera vez en 1931, cuando un inglés, Claude Goodman, visitó Bangkok, la capital. Había empezado el servicio de precursor en la India en el año 1929. Después de predicar en Ceilán (actualmente Sri Lanka), Birmania (ahora Myanmar) y Malaya, tenía que esperar unos días en Pinang a que volviera un barco hacia Calcuta (India). Para aprovechar ese espacio de tiempo, tomó el tren hasta Bangkok y predicó allí de casa en casa durante una semana dejando muchísima literatura bíblica en inglés en manos de personas interesadas. Poco se imaginaba Claude lo difícil que resultaría mantener el interés de los tailandeses. Pero, ¿cómo son el país y sus habitantes?

El “país de la sonrisa”

¿Ha oído hablar alguna vez del “país de la sonrisa”? Quizás tenga un gato siamés o haya oído hablar de gemelos siameses. Estos adjetivos están relacionados con el reino de Tailandia, un país exótico situado en el sudeste de Asia.

Tailandia tiene casi la misma extensión que Francia. Limita al oeste con Myanmar, al norte y noreste con Laos, al este con Camboya (Kampuchea) y al sur con Malaysia. Sus 56 millones de habitantes disfrutan de clima tropical todo el año. Las grandes extensiones de terreno fértil, especialmente en las llanuras centrales, y las condiciones ideales de cultivo convierten al país en una despensa natural de arroz. En los más de 2.600 kilómetros de aguas costeras del golfo de Siam y el mar de Andamán, que es un brazo del océano Índico, abundan los recursos marinos.

India y, especialmente, China ejercieron gran influencia sobre esta zona. Los comerciantes hindúes propagaron las fes hindú y budista por el “país de la sonrisa”. Pero, hace más de mil años, comenzó a llegar un pueblo desde el sur de China, los tais, de los que descienden la mayoría de los tailandeses.

En 1939, el país recibió el nombre oficial de Tailandia, que significa “país de los hombres libres”. Esta designación no solo muestra el amor de este pueblo por la libertad, sino que también responde a la realidad histórica del país, pues mientras la mayoría de los países vecinos han sido colonizados en siglos anteriores, Tailandia ha conseguido mantener siempre su independencia política. Sin embargo, había un tipo de libertad desconocida en ese país hasta que llegaron Goodman y Dewar. Veamos cómo creció la libertad en un pueblo sin antecedentes cristianos que habita en un país situado en la “parte más distante de la tierra”. (Hech. 1:⁠8.)

Un país ajeno a la Biblia

Tailandia es un país budista desde que surgió como nación en el siglo XIII. Un 95% de la población es de confesión budista, el 4% musulmana y menos del 1% profesa el cristianismo. El budismo tailandés pertenece a una escuela muy tolerante, la theravada o hinayana. Debido a la creencia común de que todas las religiones son buenas, es normal que la gente practique el budismo y el confucianismo a la vez. El animismo está muy arraigado todavía y el brahmanismo impregna muchas de las prácticas budistas.

Uno de los principios del budismo, el karma, enseña que la condición social de cada uno es consecuencia de su conducta en la vida anterior. La filosofía budista prácticamente no tiene en cuenta la existencia de un ser superior ante quien debamos sentirnos responsables. Los budistas confían en sí mismos para llegar al conocimiento y la iluminación. El “Señor Buda”, como le llaman respetuosamente los tailandeses, ni enseñó que hubiera Dios ni negó su existencia.

En vista del panorama religioso, podemos decir que Tailandia ha sido un país ajeno a la verdad bíblica. En los siglos XVI y XVII empezaron a llegar a Tailandia misioneros de la cristiandad. Aunque estos intentaron que la gente se familiarizase con la Biblia, no les ayudaron a ‘conocer la verdad que los libertaría’. (Juan 8:32.) Para ello, los tailandeses tuvieron que esperar, hasta bien entrado el siglo XX, a que llegasen personas como Frank Dewar.

El mensaje de libertad llega hasta Tailandia

El hermano Dewar recorrió en tren los 1.500 kilómetros que separan Kuala Lumpur de Bangkok, un viaje lento y pesado. Tuvo que estar durante treinta y seis horas sentado, sin poderse mover, en un vagón de tercera lleno de gente. “Todavía me mareaba por las heridas que había sufrido en un accidente en Kuala Lumpur unos meses antes —explicó⁠—; pero Jehová cuidó de mí mediante sus ángeles.”

Viajaba en el mismo tren un simpático joven tailandés, hijo de un ex embajador de Siam en la corte de St. James en Inglaterra. Cuando se enteró del propósito de Frank Dewar al venir a Tailandia y de que todo su capital se reducía a cinco dólares, amablemente cuidó de Frank durante algún tiempo. De esa forma, Frank se estableció en el nuevo país.

Frank empezó de inmediato a difundir el mensaje bíblico que hablaba de la libertad espiritual, y durante el resto de ese primer año, predicó extensamente en zonas residenciales y comerciales de la ciudad, sobre todo a los que hablaban inglés o chino. En aquel entonces, aún no había literatura bíblica disponible.

Llegan más precursores extranjeros

Más tarde, en un viaje que hizo a Malaya, Frank conoció a un precursor alto y alegre, Willy Unglaube, que procedía de Königsberg (Prusia Oriental, en aquel tiempo parte de Alemania). Willy era un precursor celoso y aventurero que ya había predicado en varios países, entre ellos Francia, España, Argelia y la isla de Córcega. En una asamblea en Lucerna (Suiza), en el año 1936, Joseph F. Rutherford, el entonces presidente de la Sociedad Watch Tower, sugirió a Willy y a su compañero, Kurt Gruber, que, en vista de la guerra civil que había estallado en España, lo mejor sería que predicaran en otra parte. Miraron en el Anuario para ver dónde se necesitaban precursores y escogieron Singapur, Malaya y Tailandia. Así pues, cuando Frank Dewar volvió a Tailandia a principios de 1937, le acompañaba Willy Unglaube. Kurt Gruber, sin embargo, se quedó en Malaya.

En 1938, John Edward (Ted) Sewell, un joven precursor australiano, se unió a estos dos tenaces precursores. Ted era bastante nuevo en la verdad, tan solo llevaba dos años bautizado. Pero, cuando en una asamblea celebrada en Sydney en 1938 el hermano Rutherford pidió hermanos que estuviesen dispuestos a servir en países del Lejano Oriente, Ted tomó su decisión sin dudarlo. Al igual que muchos de estos primeros precursores, dijo sin reserva: “¡Aquí estoy yo! Envíame a mí”. (Isa. 6:⁠8.)

En septiembre de 1939, mientras predicaba en Pinang (Malaya), Kurt Gruber se enteró, gracias a un oficial de policía que simpatizaba con nosotros, de que Gran Bretaña se había declarado en guerra contra Alemania y que todos los ciudadanos alemanes en territorio británico permanecerían recluidos mientras durase la guerra. Aconsejó al hermano Gruber que abandonase Malaya inmediatamente. Gruber subió a su automóvil, se dirigió a toda prisa a su residencia, recogió sus artículos personales y, con ayuda del oficial, cruzó la frontera sin problemas. Finalmente, consiguió realizar la travesía hasta Bangkok en un junco chino, con su automóvil oculto bajo un gran montón de cocos que había en la embarcación. ¡Qué gran gozo fue tener cuatro precursores en el amplio campo de Tailandia!

Servicio de precursor y chinches

Predicar las buenas nuevas no era nada fácil. Aunque por lo general los tailandeses son muy amables y hospitalarios, aún no había llegado la era del turismo y muy pocos habían tenido contacto directo con extranjeros, por lo que los trataban con ciertas reservas. La barrera lingüística aumentaba el problema, pues los misioneros apenas hablaban tai y las publicaciones que ofrecían eran extrañas tanto por el contenido como por el idioma.

Además de todo eso, los problemas derivados del entorno religioso y de la forma de pensar de la gente presentaban otro desafío. Los tailandeses están satisfechos con su propia religión tolerante y cómoda y no suelen preocuparse de buscar nada mejor, ni anhelan un Mesías que les salve.

Las condiciones de vida requerían que los precursores se contentaran con poco en sentido material y se arreglaran con menos comodidades de las que habían tenido hasta entonces. Como tenían que mantenerse ellos mismos, no podían permitirse el tipo de alojamiento del que disfrutaban otros extranjeros, que estaban allí en viaje de negocios. Al llegar a una ciudad nueva, un precursor se quedaba en algún hotel barato, regentado por chinos en la mayoría de los casos. Frank Dewar recuerda:

“En la estación de trenes, o en la terminal de autobuses o de barcos, alquilaba un rickshaw (cochecillo tirado por un hombre) para mí y otro para mis cajas de libros. Por unos 25 satang (aproximadamente 10 centavos [E.U.A.] en aquella época), me llevaban hasta un hotel pequeño. El administrador del hotel me daba una lamparita de queroseno y pedía al botones que me acompañara a la habitación. Una vez allí, este me enseñaba la habitación, me daba una toalla pequeña y me decía donde estaban el baño y el retrete. Cuando se marchaba, yo derramaba el contenido de la lámpara de queroseno sobre la cama para espantar al enjambre de chinches, volvía a llenar la lámpara, me daba un baño, comía, leía un poco y, por último, me refugiaba bajo la mosquitera y sudaba hasta quedarme dormido en aquellas habitaciones pequeñas y sin ventilación.”

En aquellos días, viajar tenía sus peculiaridades. Un precursor relataba de esta manera un viaje en tren desde Bangkok hasta la ciudad norteña de Chiang Mai: “Tuvimos que pasar toda la noche de pie en la plataforma del vagón porque no quedaba ni un centímetro cuadrado libre para sentarse y, además, los pasillos del tren estaban repletos de bolsas y de cestos, algunos de ellos con patos y gallinas, lo cual, no obstante, no impedía que la gente se sentara encima. A medida que el tren seguía su camino hacia el norte, nos rociaban con agua en cada estación, ya que era la época de las fiestas de arrojar agua, muy del agrado de los siameses. Durante la estación seca viajábamos por los distritos rurales del país en autobuses, siempre llenos a rebosar de gente y de ganado. A veces teníamos que bajarnos todos para que subieran una carga de arroz, y luego arreglárnoslas como pudiéramos para volver a subir al autobús”.

Las oraciones pidiendo un traductor reciben respuesta

En aquellos primeros años se sembró mucha semilla del Reino en el campo tailandés, tanto en la capital como en las provincias. El hermano Dewar trabajó durante cuatro meses las ciudades del norte y dejó en manos de las personas 2.491 libros y folletos. Durante el año de servicio de 1939, los tres precursores que había entonces colocaron un total de 4.067 libros y 14.592 folletos y obtuvieron 113 suscripciones. Pero toda esta literatura estaba en inglés, chino o japonés. Todavía no se había publicado nada en el idioma local con excepción del folleto Protección, que un estudiante había traducido al tai a cambio de un lote de libros en inglés.

Los precursores sabían que era imprescindible encontrar un traductor, uno que fuera siervo dedicado de Jehová y tuviera el deseo ferviente de dar a conocer a los tailandeses las preciosas verdades sobre Dios y su Reino. El hermano Unglaube escribió al hermano Rutherford para comunicarle que no tenían traductor. El hermano Rutherford contestó: “Yo no estoy en Tailandia pero usted sí. Tenga fe en Jehová, trabaje diligentemente y encontrará un traductor”. Los precursores tuvieron fe, perseveraron... y Jehová no los defraudó.

En diciembre de 1939, Kurt Gruber y Willy Unglaube viajaron en dirección norte hasta Chiang Mai, donde encontraron el traductor por el que tanto habían orado: Chomchai Inthaphan, la directora de una escuela presbiteriana para niñas. Esta mujer había estudiado en la universidad de Manila (Filipinas) y dominaba bien el tai y el inglés. Además, tenía un profundo amor a Dios y estaba deseosa de servirle, por lo que en seguida se dio cuenta de que los precursores predicaban la verdad.

A pesar de la oposición de los misioneros presbiterianos y de las ofertas tentadoras de la escuela, Chomchai * presentó su dimisión y notificó su renuncia a su iglesia. Siguió trabajando hasta el final del curso escolar y, mientras tanto, empezó a traducir el libro Salvación. Posteriormente, cuando se abrió la sucursal en Bangkok, Chomchai llegó a ser uno de los primeros miembros de la familia Betel. Durante muchos años, realizó todo el trabajo de traducción. Le gustaban mucho los felinos, así que se llevó su gato siamés a Betel. Aunque padeció varias enfermedades que la incapacitaron durante sus últimos diez años de vida, Chomchai continuó fiel en su servicio dedicado hasta su muerte en 1981, a la edad de setenta y tres años.

Primeros publicadores locales

Parece ser que antes de llegar a Chiang Mai en diciembre de 1939, los hermanos Gruber y Unglaube trabajaron las ciudades norteñas de Phrae y Nan. En Phrae, una enfermera se quedó con los folletos Hogar y felicidad y Protección, se los dio a su amiga Buakhieo Nantha, que era enfermera en Nan, y le dijo que los dos extranjeros llegarían a Nan en breve. Aunque había sido criada en el budismo, Buakhieo se había hecho presbiteriana dos años antes, tras haber estudiado en un internado presbiteriano y haberse graduado como enfermera en un hospital, de la Iglesia presbiteriana también, en Chiang Mai. Buakhieo leyó los folletos con gran interés y cuando los dos precursores llegaron a Nan, aceptó de buena gana un estudio de la Biblia.

Cuando Buakhieo tuvo que volver a Chiang Mai para proseguir sus estudios, se encontró de nuevo con Kurt y Willy, que ya celebraban reuniones regulares en esa ciudad con un grupo de personas interesadas. Chomchai presentó a los precursores al director del seminario presbiteriano, Kham-ai Chaiwan. Tras considerar los temas de la Trinidad, el infierno y el alma, este hombre se dio cuenta de que los testigos de Jehová enseñaban la verdad que había estado buscando. Se compadeció de Kurt y Willy por las condiciones en que estaban viviendo en un hotel chino y les invitó a que se trasladaran a su casa. Progresó rápidamente en la verdad. Cuando su patrono le presionó para que transigiera en sus principios bíblicos, no cambió de idea, aunque esto significaba perder su trabajo y la prometida pensión.

Después de cuatro años de duro trabajo, los esfuerzos de los cuatro precursores extranjeros empezaron a dar fruto. En 1940, Buakhieo Nantah, Chomchai Inthaphan, la hermana carnal de esta, Kaeomalun, y Kham-ai Chaiwan y su esposa, Buakhieo, se bautizaron, convirtiéndose así en los primeros testigos de Jehová tailandeses.

De pariente a pariente

Estos nuevos discípulos empezaron a predicar las buenas nuevas a sus familias y amigos con el mismo celo con que los primeros seguidores de Jesús contaban a sus parientes que habían encontrado al Mesías. (Compárese con Juan 1:41.) El hermano Kham-ai tenía un pariente, Kham Raksat, que era anciano de una iglesia presbiteriana en San Kamphaeng, no muy lejos de Chiang Mai; de hecho, era el que había construido el edificio de la iglesia. Kham, al igual que Kham-ai, era un hombre sincero, que buscaba la verdad, de modo que invitó a Kurt, Chomchai y su hermana Kaeomalun a su iglesia para que predicaran y explicaran la Biblia. Los misioneros presbiterianos, irritados, intentaron que algunos maestros echaran a los Testigos. Sin embargo, esa conducta tan impropia de cristianos hizo que Kham quedara más resuelto que nunca a seguir estudiando la Biblia con los Testigos. Algunos años más tarde, se formó una congregación en San Kamphaeng. Kham llegó a ser el superintendente presidente y puso el cartel “Salón del Reino de los testigos de Jehová” en su casa con todo orgullo. Con el transcurso de los años, muchos miembros de las familias Chaiwan y Raskat entraron en la verdad.

Después de consideraciones largas y detalladas, Chomchai y Kaeomalun pudieron convencer a su madre de la verdad. Ella era una cristiana nominal, como lo habían sido anteriormente todos los primeros Testigos de Tailandia; sin embargo, estaba muy activa en la iglesia local de Ban Paen, a 30 kilómetros al sur de Chiang Mai. Cuando se supo que dejaba la iglesia se produjo un gran revuelo en el pueblo. Pero su resolución y valor dieron buenos resultados, pues varias personas de aquel pueblo aceptaron la verdad y con el tiempo se formó una congregación.

La madre de Chomchai transmitió la verdad a la familia de su sobrino en Chom Thong, un distrito de la provincia de Chiang Mai, donde se formó otro grupo de Testigos más tarde.

Así pues, los primeros en responder favorablemente a la predicación de las buenas nuevas en Tailandia, especialmente en la parte norte del país, donde había grupos protestantes en varios pueblos y ciudades, fueron personas que habían pertenecido a iglesias de la cristiandad. Pero, tendría que pasar todavía algún tiempo para que los primeros budistas abrazaran la verdad bíblica.

La obra continúa durante la II Guerra Mundial

Tailandia se mantuvo neutral durante las primeras etapas de la II Guerra Mundial, por lo que precursores extranjeros y publicadores locales pudieron continuar su predicación sin interrupciones. Mientras Kurt Gruber y Willy Unglaube vivían experiencias emocionantes en las provincias del norte, Ted Sewell continuaba en la capital, donde una familia interesada de Sri Lanka empezó a acompañarle en la predicación. En 1941, cuando la hermana Chomchai se mudó a Bangkok, esta familia la recibió amablemente en su hogar. Poco a poco, otras personas, principalmente chinos, mostraron interés y se organizó una congregación.

Edith Mungsin, que ahora tiene más de ochenta años, todavía recuerda su primer encuentro con la congregación de Bangkok: “Mi primer contacto con la Biblia fue en una escuela protestante. Nuestro padre, que era inglés, murió durante la I Guerra Mundial, y mis tres hermanas y yo fuimos enviadas a un internado protestante de Chiang Mai, donde también se enseñaba la Biblia. De modo que aprendí la historia de Jesucristo desde la infancia y llegué a tenerle gran amor y respeto. Sin embargo, tenía bastantes preguntas bíblicas que habían quedado sin respuesta porque era demasiado tímida para preguntar y los estudiantes teníamos miedo a los profesores. Más tarde, viví una temporada en Singapur, pero en 1941 volví a Tailandia. En un viaje a Chiang Mai, visité a Kham-ai Chaiwan, al que yo recordaba como líder de la comunidad presbiteriana de aquel lugar. Yo tenía prisa por tomar el tren hasta Bangkok ese mismo día y casi no pudo testificarme. No obstante, me dio tres folletos y me instó a que los leyera.

”Ya en el tren, saqué apresuradamente los folletos y los leí de principio a fin. Me emocionaron las explicaciones de las enseñanzas bíblicas y, al mismo tiempo, me quedé atónita porque esta información era muy diferente de lo que había aprendido en la escuela. Quería encontrar la verdad, así que empecé a buscar a los testigos de Jehová en Bangkok. Cuando di con su lugar de reunión, vi que estaban celebrando un estudio bíblico y me quedé. Conocía muy bien a una de las doce personas reunidas, a Chomchai, pues había sido profesora en la escuela a la que yo asistía. Fue una gran alegría volver a encontrarnos.

”Al aumentar mi conocimiento y entendimiento de la Biblia, dejé de ir a la iglesia. Además, me quité la cruz que llevaba al cuello. Dos ancianos de la iglesia vinieron a visitarme e intentaron hacerme cambiar de opinión, diciendo: ‘¡No crea lo que dicen esos falsos Testigos!’. Yo contesté: ‘Primero voy a estudiar la Biblia y asegurarme. Si los testigos de Jehová están equivocados, volveré a la iglesia’. Nunca regresaron.”

La invasión japonesa causa dificultades

La II Guerra Mundial continuaba y crecía la influencia de Japón sobre la región asiática y la del Pacífico, por lo que Tailandia también sufrió finalmente las consecuencias de la guerra. George Powell, un australiano que se había encargado del almacén de literatura de la Sociedad en Singapur antes de que se proscribiera allí la obra, y después se había trasladado a Tailandia, recuerda ahora una mañana de diciembre de 1941 cuando la hermana Chomchai bajó corriendo las escaleras mientras gritaba: “¡Nos invaden!”. Sí, la radio acababa de anunciar que los japoneses habían iniciado su ocupación de Tailandia. Aunque las fuerzas militares japonesas no interfirieron mucho en la vida diaria de la gente, las condiciones económicas se deterioraron. (El infame puente sobre el río Kwai [Khwae Noi] y el “ferrocarril de la muerte” fueron construidos por prisioneros de guerra extranjeros.) Y la ocupación por un poder aliado de la Alemania nazi tenía que afectar por fuerza la obra de predicación de los Testigos.

En 1941, Hans Thomas y Wolfhelm Fuchs, dos precursores alemanes que estaban sirviendo en las Indias Orientales Holandesas (ahora Indonesia), fueron asignados a la todavía neutral Tailandia. Sin embargo, cuando empezó la invasión japonesa, todos los precursores extranjeros tuvieron problemas en la predicación o bien por ser ciudadanos de países en guerra con Japón o su aliado, Alemania, o bien por ser ciudadanos del aliado de Japón que se oponía tan violentamente a los testigos de Jehová. En el mismo Japón, los Testigos llevaban varios años proscritos.

Pocos días después de la invasión, las autoridades japonesas hicieron que la policía tailandesa arrestara a George Powell y Ted Sewell y los metiera en un campo de concentración en Bangkok, donde permanecieron por los restantes tres años y ocho meses de guerra. En 1942, arrestaron a los alemanes Kurt Gruber, Hans Thomas y Wolfhelm Fuchs y confiscaron la literatura del almacén. A Willy Unglaube no lo detuvieron porque se hallaba en el interior del país en aquel momento. Aunque las autoridades japonesas lo estuvieron buscando durante toda la guerra, él siempre conseguía despistarlos.

La mayoría de los publicadores tailandeses no sufrieron daño. Sin embargo, cuando predicaban de casa en casa, especialmente en Bangkok, les seguían policías japoneses de paisano. A menudo, cuando un publicador salía de una casa, estos hombres entraban e interrogaban, a veces incluso con amenazas, al amo de casa.

En una ocasión en que las hermanas Chomchai y Buakhieo se hallaban predicando en la ciudad norteña de Nan, la policía las detuvo, registró sus bolsos y las llevó a la comisaría. Arrestaron incluso a un anciano de la iglesia local, Duangkaeo Jarityonphan, con el que las hermanas habían tenido varias consideraciones. Chomchai y Buakhieo estuvieron varios días bajo custodia policial antes de que se resolviera el caso. Parece ser que un sacerdote católico romano al que no le gustaba su predicación, las había acusado falsamente de ser quintacolumnistas. Con el tiempo, Duangkaeo, el anciano de la iglesia, abrazó la verdad.

Aislados pero no desamparados

Después de su detención, los tres precursores alemanes fueron a parar a una prisión militar japonesa, donde se les sometió a continuos interrogatorios y crueles palizas durante tres días y tres noches. Los oficiales les pidieron que firmaran una declaración en japonés sin acceder a traducirla. Cuando los hermanos se negaron, un oficial gritó enfadado: “¡No nos importa lo que digan sobre el reino de los cielos, pero en la tierra, los que van a gobernar son los japoneses!”.

Hans Thomas relata: “Como no éramos nazis, la embajada alemana no hizo nada en absoluto por nosotros. De hecho, nos dijeron: ‘¡Ya saben lo que habríamos hecho con ustedes en Alemania!’. Finalmente, después de semanas y semanas bajo arresto militar, hicimos una solicitud a las autoridades tailandesas para que hicieran algo a nuestro favor. Después de todo, habíamos entrado legalmente en el país para efectuar nuestro trabajo misional con permiso del gobierno. Y como no habíamos hecho nada contra el gobierno tailandés, no veíamos razón alguna para que las autoridades militares japonesas nos mantuvieran confinados. Tailandia era conocida como un país de hombres libres y no estaba bajo administración legal de Japón —simplemente tenía un tratado de amistad con ese país⁠—, así que pedimos que se nos pusiera a disposición de las autoridades tailandesas. Por fin se nos concedió nuestra petición”.

Se trasladó a los precursores a las oficinas del CID (Departamento Central de Investigación) en Bangkok y se les retuvo allí. Los hermanos locales podían visitarles y proveerles las necesidades diarias. Mientras estaban en el CID, se recibió un informe sobre el caso de las hermanas que habían sido arrestadas en Nan. El oficial a cargo trabajaba también en el caso de los hermanos alemanes. Cuando leyó el informe procedente de Nan, exclamó: “¡Ah, Chomchai, Watchtower! Conozco a esa gente. No son peligrosos”. Se envió una notificación a Nan para que liberaran a las Testigos y cerraran el caso. Poco después de eso, también dejaron en libertad a Kurt, Hans y Wolfhelm. Daba la casualidad de que este oficial había estado en el hogar de los hermanos en Bangkok estudiando la Biblia.

Los precursores alemanes también recibieron ayuda de otra forma. Al estar totalmente incomunicados con la organización de Jehová en el extranjero, estaban a su albedrío, por decirlo así. Al mismo tiempo, tenían que ser muy cautelosos para evitar que las autoridades japonesas los atraparan. Algunos meses antes de la invasión japonesa, los precursores habían conducido un estudio bíblico con el director de una firma suiza de importación y exportación. Y ahora, en el momento oportuno, este buen hombre acudió en su ayuda. Los empleó como vendedores de artículos de escritorio a comisión, un tipo de trabajo que les iba bien porque les permitía atender sus necesidades diarias y, además, ahorrar dinero suficiente para imprimir folletos y reabastecer sus menguantes suministros de literatura. Y cuando intuían que se iban a presentar problemas en el territorio, siempre podían sacar algún artículo de venta del fondo de sus enormes bolsos.

Tampoco se ‘dejó sin ayuda’ a los dos precursores australianos recluidos en un campo de concentración. (2 Cor. 4:⁠9.) George Powell dice: “Nuestros fieles hermanos alemanes y hermanas tailandesas nunca nos fallaron en aquellos días inciertos. Aunque la fruta que nos traían era siempre bien recibida, lo más refrescante era el intercambio de estímulo con ellos, que hacía nuestras vidas más soportables y nos daba esperanza”.

¿Qué hicieron los hermanos después de que la ocupación japonesa cortara todos los suministros de alimento espiritual? Continuaron celebrando reuniones regularmente, lo que incluía el estudio semanal de La Atalaya. Cuando se acabaron los números nuevos, empezaron a usar los antiguos, en orden inverso. “La Atalaya de noviembre de 1941 (en inglés) con el artículo ‘Termina el gobierno de los demonios’, fue la última que recibimos —recuerda el hermano Thomas⁠—. Estudiamos desde este número hacia atrás, año por año, esperando que la guerra terminara algún día y poder ponernos en contacto con la Sociedad. Pasaron más de cuatro largos años. Estábamos estudiando ya las revistas de 1936 cuando empezaron a llegarnos números nuevos.”

Se nos fortalece para actividad después de la guerra

El 24 de noviembre de 1945, cuatro años después de que se interrumpieran las comunicaciones, se recibió un telegrama de la oficina del presidente de la Sociedad en Brooklyn (E.U.A.), que informaba un aumento sin precedentes en la obra de predicación mundial. Tras la rendición de Japón en agosto y la subsiguiente liberación de los hermanos Powell y Sewell, se hicieron planes para trasladar el almacén de literatura a un lugar más apropiado que fuera lo suficientemente grande como para poder celebrar también reuniones. Con ayuda de las autoridades tailandesas, se alquiló una propiedad en Soi Decho, una calle con salida a la carretera de Silom.

Antes y durante la guerra, los precursores habían estado muy ocupados sembrando semillas de la verdad que habían dado fruto, de modo que ya tenían un grupo de gente interesada. Por eso, fue muy oportuno el que durante 1946 los hermanos recibieran un cargamento que contenía las publicaciones: Ayuda teocrática para los publicadores del Reino, el Anuario, e Instrucciones de la organización. Los precursores devoraron estas valiosas ayudas a fin de “ponerse al día” y poder transmitir la información nueva a los asociados interesados. Varios nuevos ya habían empezado a predicar, pero aún necesitaban ayuda para entender el funcionamiento de la organización teocrática.

Los precursores se esforzaron diligentemente por difundir las buenas nuevas utilizando este nuevo suministro de literatura. De esta manera, durante el año de servicio de 1946, el grupo de 14 publicadores y precursores dejó un total de 14.183 libros y folletos y empezaron 47 estudios bíblicos. ¡Qué gran logro para este grupo tan pequeño!

La publicación de La Atalaya en siamés (tai) a partir del número del 1 de enero de 1947, marcó un hito. Era una edición mensual de 200 ejemplares mimeografiados. Los hermanos tailandeses saltaban de júbilo por poder recibir alimento espiritual sólido con regularidad en su propio idioma. Ya no necesitaban un intérprete en el estudio de La Atalaya.

Primera visita del presidente

En abril de 1947, el entonces presidente de la Sociedad Watch Tower, Nathan H. Knorr, acompañado de su secretario, Milton G. Henschel, realizó su primera visita a Tailandia. Durante su estancia, se celebró la primera asamblea del país. El discurso público, titulado “El gozo de todos los pueblos”, fue dirigido a un público de 275 personas reunidas en el auditorio de la Universidad Chulalongkorn de Bangkok.

El discurso recibió mucha publicidad en la prensa local. Sin embargo, dos periódicos acusaron al hermano Knorr de difamar la religión budista en su discurso. Un asunto tan delicado hizo que los agentes del CID emprendieran una investigación de inmediato, la cual reveló que no se habían hecho afirmaciones o comentarios ofensivos. Los directores de ambos periódicos se disculparon públicamente por haber ofrecido una información errónea a los ciudadanos de Bangkok y por la injusticia cometida contra N. H. Knorr y la Sociedad Watch Tower. Hubo varios periódicos que publicaron la réplica de la Sociedad a estas críticas, lo que resultó en un testimonio más extenso que el del propio discurso.

Por fin una sucursal

Durante la visita del hermano Knorr se hicieron planes para organizar mejor la obra. Para gozo de los hermanos y hermanas del almacén de literatura de Bangkok, el hermano Knorr anunció que el hermano George Powell, que se había graduado en la octava clase de Galaad ese mismo año, regresaría a Tailandia como superintendente de sucursal. A partir del 1 de septiembre de 1947, Tailandia tendría por fin una sucursal.

Poco después de eso, se nombró a Kurt Gruber superintendente de circuito para visitar las cuatro congregaciones del norte y la de Bangkok. Estas visitas aumentaron el aprecio de los hermanos por las provisiones y los procedimientos teocráticos, lo que incluía la importancia de informar el tiempo que se pasaba en la predicación. Como resultado, el número de publicadores durante el año de servicio de 1948 pasó de 31 a 65.

En abril de 1948, la obra recibió un impulso adicional mediante la primera asamblea de circuito, que se celebró en Chiang Mai. ¡Imagínese la sorpresa y gozo de los hermanos presentes en aquella asamblea, cuando asistieron por primera vez a una Escuela del Ministerio Teocrático! Muchos de ellos venían de zonas rurales donde habían recibido poca educación seglar, pero desde ahora podrían beneficiarse de la educación y adiestramiento teocráticos suministrados por la organización de Jehová para su pueblo por toda la Tierra.

Entonces también se introdujo en Tailandia el programa de reuniones públicas iniciado tres años antes en muchos países. Los discursos públicos se anunciaban mediante folletos y coches con altavoces, sobre todo en Bangkok. La gente asistía a estas reuniones en el Salón del Reino local y en escuelas públicas. En una ocasión, se dio un discurso en la Asociación Budista de Bangkok. Fue una experiencia insólita contemplar a 125 monjes budistas, ataviados con sus túnicas de color azafrán, sentados en filas ordenadas y escuchando atentamente una conferencia sobre la veracidad de la Biblia. Después hicieron unas cuantas preguntas. El Anuario de 1949 comentó sobre esta ocasión: “Muchos de esos monjes son personas instruidas y, a diferencia de los sacerdotes de la jerarquía católica, son tolerantes, educados y corteses”.

Los misioneros de Galaad abren un nuevo capítulo

En un intento de fortalecer la organización local, la Sociedad invitó a los hermanos Gruber y Thomas a que asistieran a la clase número 15 de la Escuela de Galaad. La graduación se celebró durante la asamblea internacional “Aumento de la Teocracia” en el Estadio Yankee de Nueva York, el 30 de julio de 1950. A su regreso, se encontraron con otros cinco misioneros (además de George Powell) que habían llegado mientras tanto: Alfred Laakso de la séptima clase y Joseph E. Babinski, Donald Burkhart, Gerald (Jerry) Ross y Darrow Stallard, todos de la clase duodécima.

Durante 1951 y 1952, siguieron llegando más graduados de Galaad, entre ellos el inglés Guy Moffatt y el neozelandés Neil Crockett (ambos asignados anteriormente a Malaysia), los finlandeses Esko y Anja Pajasalmi y Elon y Helvi Harteva, y las canadienses Eva Hiebert y Marguerite Rood. Para finales del año de servicio de 1952, ya había unos veinte misioneros en Tailandia.

Con tantos misioneros dispuestos a ayudar en el trabajo, se establecieron hogares misionales en diferentes partes del país, por ejemplo, en Chiang Mai, Nan y Lampang en el norte, Nakhon Ratchasima en Tailandia central y Nakhon Si Thammarat y Songkhla en el sur. (En años más recientes, también se asignaron misioneros durante algún tiempo a Khon Kaen, Ubon Ratchathani, Udon Thani y Nakhon Sawan.) Estos hogares misionales se convirtieron en auténticos refugios teocráticos donde se suministraba el apoyo y ánimo espiritual que los hermanos tanto necesitaban.

El desafío de aprender un idioma nuevo

Un requisito básico para ser un misionero eficaz es poder comunicarse con la gente en su propio idioma, lo que supone un verdadero desafío para muchos misioneros en Tailandia. El problema del idioma tai no estriba en una gramática complicada o intrincada; de hecho, la gramática es sencilla, sin artículos, sufijos, géneros, conjugaciones, declinaciones o plurales de los que preocuparse.

A diferencia de los caracteres ideográficos del chino, el tai tiene un alfabeto fonético, que consta de 44 consonantes y 32 vocales que se combinan para formar sonidos silábicos. Pero, lo que más distingue a este idioma de las lenguas indoeuropeas es su carácter tonal, similar al chino. En el tai, hay cinco entonaciones diferentes. Dependiendo de la inflexión tonal, una palabra, e incluso una sílaba, puede tener varios significados, que podrían llegar a ser opuestos. Por ejemplo, la palabra “khao”, pronunciada en tono descendente significa “arroz”; en tono bajo, “noticias”; con una inflexión ascendente, “blanco” y en tono normal, “olor apestoso”. Por eso, un misionero nuevo puede decir que trae “buen arroz”, un “buen blanco”, o un “buen olor apestoso” en vez de “buenas nuevas”.

Dominar estas peculiaridades (que incluyen algunos sonidos vocálicos completamente diferentes de los de la mayoría de las lenguas indoeuropeas) requiere práctica, paciencia y persistencia. Como pasa con otros idiomas, un aprendiz puede cometer errores, que suelen resultar bastante graciosos. Al explicar la diferencia entre los testigos de Jehová y las religiones de la cristiandad, una misionera quiso decirle al amo de casa que no utilizamos la cruz. Sin embargo, lo que en realidad dijo fue que no utilizamos “pantalones”. “¿Ni siquiera los hombres?”, preguntó el amo de casa. “Nadie”, fue la enfática respuesta de la hermana.

La mayoría de los primeros precursores extranjeros y los primeros graduados de Galaad aprendieron el idioma por su cuenta. Posteriormente, la Sociedad emprendió un nuevo método para ayudar a los misioneros en el aprendizaje del idioma que se hablaba en su asignación. Dedicar once horas cada día al estudio del idioma durante el primer mes y cinco horas durante el segundo, no era una tarea fácil. Aun así, los misioneros apreciaron mucho esta provisión, pues ayudó a muchos a conseguir que su predicación y su enseñanza fueran más eficaces.

Menos llamativos que los farangs

De la segunda visita del hermano Knorr a Tailandia en abril de 1951, cabe destacar el inicio del servicio de precursor especial. Se asignó a hermanos y hermanas capacitados para ayudar a las congregaciones en la obra de predicar y para abrir nuevos territorios. Los precursores nativos, que no tienen el problema del idioma y llaman menos la atención que los farangs, o extranjeros, de piel clara, han desempeñado un papel importante en diseminar el mensaje y ayudar a los nuevos. Actualmente, hay unos setenta precursores especiales (más del 6% del total de publicadores).

Las dos primeras precursoras especiales del país, las hermanas Buakhieo Nantah y Somsri Phanthuphrayun (ahora Darawan) fueron asignadas a la ciudad meridional de Nakhon Si Thammarat. El hermano Sa-ngat Mungsin, otro precursor especial, fue enviado a Chiang Rai, la provincia más septentrional, fronteriza con Myanmar. Los primeros precursores habían colocado mucha literatura en aquellos lugares y ahora, estos precursores especiales estaban deseando continuar el trabajo iniciado por aquellos y empezar estudios bíblicos.

Las dos precursoras especiales de Nakhon Si Thammarat conocieron a Kruamat, una joven budista que tenía una sastrería propia. Ella no quería cambiar de religión, así que las hermanas tuvieron que visitarla muchas veces hasta persuadirla de que dejara por un momento la costura para considerar algunos párrafos del libro “Sea Dios Veraz”. Sin embargo, una vez despertado su interés, llegó a ser una celosa estudiante de la Biblia y, a pesar de la oposición de su familia y amigos, comenzó a asociarse con los Testigos y a predicar las buenas nuevas. Poco después de su bautismo, emprendió el servicio de precursora. La hermana Kruamat se casó posteriormente con el misionero Neil Crockett, y ambos sirvieron en la obra de circuito varios años. En la actualidad, es precursora especial en una congregación de Bangkok donde Neil sirve de anciano.

Se da ayuda a pesar de las amenazas de muerte

Mientras predicaba en la ciudad de Mae Sai en la frontera con Myanmar, el hermano Sa-ngat tuvo una experiencia que muestra que se puede hallar a personas de disposición de oveja con hambre de justicia y rectitud, aunque estén aisladas o sufriendo oposición. En octubre de 1951 encontró a Karun Chuthiangtrong, una joven nacida en el seno de una familia budista que practicaba la adoración de antepasados según la tradición china. Ella misma nos habla sobre sus antecedentes:

“Cuando era adolescente, a menudo preguntaba a mi abuela de dónde venimos y qué sucede cuando uno muere. Pero los mitos y fábulas que obtenía como respuesta a mis preguntas no me satisfacían. En 1945, a los diecinueve años, un pariente que vivía en Chiang Mai envió a mi familia un Nuevo Testamento en tai. Comencé a leerlo y me di cuenta de que hablaba de un Dios Creador y de la esperanza de la vida eterna. Recuerdo que entre la literatura que nos envió nuestro pariente había dos folletos de la Sociedad Watchtower. Sin embargo, en aquel tiempo, yo pensaba que solo había un tipo de religión cristiana.

”En 1946 me bauticé en la Iglesia presbiteriana. Tan grande era mi deseo de proclamar a otros el mensaje de salvación, que decidí ser predicadora. Solicité varias veces la admisión en escuelas que preparaban a predicadores, tanto en Tailandia como en la vecina Myanmar. Pero por alguna razón nunca lo conseguí.”

Cuando el hermano Sa-ngat visitó a Karun y pudo contestar sus preguntas clara y razonablemente, ella se quedó con el libro “Sea Dios veraz”. No tardó mucho tiempo en darse cuenta de que aquello era la verdad. Pero en seguida surgió la oposición. “A menudo —sigue contándonos⁠—, mientras teníamos consideraciones bíblicas, apedreaban la casa o hacían mucho ruido fuera para molestar. Un día, llegó un anciano de la iglesia con su hermano más joven, un policía, y trató de intimidarme diciendo que si no dejaba de asociarme con los testigos de Jehová sería arrestado. El hermano Sa-ngat también recibió numerosas amenazas de muerte de un grupo conocido como la Mano Negra. Así que la Sociedad pensó que era aconsejable un cambio de asignación y lo enviaron a Songkhla, al sur de Tailandia.” Poco después de eso, el hermano Sa-ngat murió de un disparo una tarde de 1953; nunca se resolvió el caso.

Mientras tanto, Karun, que estaba a 320 kilómetros de la congregación más cercana, empezó a predicar valerosamente las buenas nuevas por sí sola. Las visitas del superintendente de circuito y la literatura que recibía con regularidad de la sucursal le servían de estímulo. Karun se bautizó en noviembre de 1952, participó en el servicio a tiempo completo durante más de veinte años y, a pesar de los contratiempos, todavía continúa predicando fielmente el mensaje de la auténtica libertad.

Un nombre extraño para un hombre de Dios”

Los primeros precursores desempeñaron un papel vital en asentar la obra del Reino en Tailandia. Aunque pocos, predicaron incansablemente aquel vasto territorio. Tuvieron que pasar varios años antes de que su trabajo produjese nuevos discípulos. Pero aguantaron; habían ‘puesto sus manos sobre el arado’ y continuaron sin interrupción. (Luc. 9:⁠62.)

Con el tiempo, la mayoría de ellos dejaron Tailandia para servir en otros países. Sin aminorar su celo y por amor a Jehová y a otros humanos, perseveraron en la obra a tiempo completo, algunos hasta su muerte y otros hasta nuestros días. Cuando llevaba ya cincuenta años en el servicio de precursor, Willy Unglaube declaró: “Cuando miro atrás, me parece poco tiempo. Ser el mensajero de Jehová es el servicio más maravilloso del que uno puede disfrutar en este mundo. Desde luego, uno debe tener fe, mucha fe, para superar todos los obstáculos. Pero siempre pienso en Proverbios 18:10. Lo cierto es que si no hubiera emprendido el servicio de precursor, nunca habría tenido la oportunidad de comprobar cómo se ocupa Jehová de sus siervos si estos confían en Él. Cuando pienso en la profecía de Isaías 2:⁠2, sé que todavía queda mucho trabajo por hacer y quiero seguir participando en esta obra hasta que Jehová diga que ya basta”. El hermano Unglaube continuó sirviendo de precursor hasta el fin de su carrera terrestre hace varios años, en Alemania. Un hombre del territorio comentó una vez que “Unglaube” (que significa “falta de fe” en alemán) era realmente “un nombre extraño para un hombre de Dios”.

Y, ¿qué hay de Frank Dewar, el primero que se quedó en Tailandia para predicar las buenas nuevas? Sus asignaciones le llevaron a varios países del continente asiático, entre ellos Birmania, China y la India. En 1966 volvió a Tailandia, donde él y su esposa birmanesa, Lily, todavía sirven de precursores especiales en la ciudad septentrional de Chiang Rai. El hijo del hermano Dewar, Donald, fue superintendente de circuito en Myanmar y ahora sirve en el Betel de Rangún.

Se pone a prueba a los misioneros

Tailandia es el “país de los hombres libres” y, como tal, siempre ha garantizado libertad religiosa a sus ciudadanos. Los budistas tailandeses son tolerantes por naturaleza. Por eso nunca ha habido persecución violenta u hostilidades por parte del gobierno. Sería de esperar que esta libertad para predicar las buenas nuevas abiertamente y sin interrupción facilitara y acelerara la obra.

Durante los años cincuenta, el número de publicadores aumentó de forma constante. Sin embargo, muchos misioneros extranjeros se enfrentaron a otro tipo de prueba que algunos no pudieron superar. Kaarle Harteva, hermano menor de Elon Harteva, graduado de la clase número 20 de Galaad y misionero durante aquella época, comenta: “Aunque la afabilidad de la gente hacía que la obra fuera agradable, después de un tiempo creaba una gran tensión a los misioneros. Esta cualidad era, y todavía es, parte de la cultura y a menudo constituye un sutil muro de resistencia que es difícil de salvar. De ahí que las consideraciones profundas fueran pocas y espaciadas”.

Además, debido a sus antecedentes budistas, se necesitaba mucha paciencia para ayudar a los nuevos a comprender cabalmente las verdades bíblicas y poner sus vidas en armonía con las normas de Jehová. “Las normas del nuevo mundo eran muy diferentes —recuerda el hermano Harteva⁠—, pero los antecedentes de la gente enraizados en una religión muy permisiva, no lo eran menos. Muchas hermanas ancianas de entonces tenían la costumbre de mascar nuez de betel, con lo que los dientes se les ponían negros como el azabache. Otras hermanas fumaban incluso cuando iban de casa en casa, cigarros de fabricación casera de 25 centímetros de largo envueltos en hojas de plátano secas. Casi se las podía localizar en el pueblo por las ‘señales de humo’ que emitían. También recuerdo todavía que algunos hermanos fumaban en las asambleas de circuito.” Por supuesto, con el tiempo abandonaron aquellos hábitos tan contrarios a los principios bíblicos.

Unos cuantos misioneros vieron su aguante y devoción por la obra sometidos a prueba cuando descubrieron que tardarían bastante tiempo en poder hablar el idioma lo suficientemente bien como para enseñar y dar discursos. Y después, cuando cesó el aumento y pasaron los años sin que hicieran ni un solo nuevo discípulo, algunos se descorazonaron.

Otros misioneros, no obstante, han hecho de su asignación su hogar. Después de veinte, treinta, e incluso más años, continúan cumpliendo con su obligación como misioneros y poniendo un excelente ejemplo.

Varias parejas de misioneros tuvieron hijos y dejaron el servicio misional por este motivo. Es encomiable que algunas de estas parejas decidieran quedarse en Tailandia, donde hay tantísima necesidad de cristianos maduros.

La película de la Sociedad: una revelación

En 1950, con una proporción de un publicador por cada 100.000 habitantes, los testigos de Jehová eran poco conocidos en el país. La película La Sociedad del Nuevo Mundo en acción resultó de gran ayuda para dar a conocer a la gente la obra de los testigos de Jehová. Los mismos Testigos se beneficiaron mucho porque esta película les reveló el alcance mundial de la organización de Jehová y les hizo sentirse más unidos a ella. Muy pocos habían podido darse cuenta anteriormente de lo grande y extensa que es la organización visible de Dios y lo bien que funciona.

Esko Pajasalmi presentó la película en la zona norte de Tailandia y en Bangkok. ¿Cómo anunciaba normalmente la proyección? “Al amanecer, colocábamos la pantalla en el campo de deportes del pueblo, donde todo el mundo pudiera verla —dijo él⁠—. Luego visitábamos la escuela, entrábamos en cada clase y hacíamos un pequeño anuncio a los estudiantes y a los maestros. De este modo, todo el pueblo se enteraba. Al ponerse el sol, iban llegando al campo de deportes vendedores con golosinas propias del lugar, como cacahuetes, plátanos fritos o cocidos y otros tentempiés. Plantaban sus puestecillos y los iluminaban con lamparitas de queroseno hechas con latas de leche vacías. En seguida acudían de todas las direcciones lo que parecían ser enjambres de luciérnagas pero que realmente era nuestro auditorio con pequeñas lámparas de queroseno en las manos. Venían por centenares, y a veces por millares, para ver nuestra película.”

La película se presentaba a menudo en los sitios más insólitos. Uno de los eruditos budistas más importantes del norte de Tailandia, Khun Maha Phon, estudió la Biblia con Esko durante algún tiempo y quiso que los monjes y legos budistas vieran como era la Sociedad del Nuevo Mundo. “De modo que hicimos varias proyecciones ante un auditorio lleno de monjes con sus túnicas de color azafrán —recuerda el hermano Pajasalmi⁠—. Algunas veces proyectábamos la película justo dentro del wat [templo]. Extendíamos la pantalla sobre la puerta principal, y la gente se acomodaba en el suelo. Yo me sentaba entonces enfrente de una imagen del Buda que medía de seis a ocho metros y ponía en funcionamiento el equipo. Resultaba extraño predicar sobre Jehová y su Reino en un templo budista.”

Uno de los mejores elogios públicos que recibieron los testigos de Jehová en Chiang Mai provino de este mismo erudito budista, Khun Maha Phon. El hermano Pajasalmi recuerda: “Nos invitó a dar una conferencia y proyectar la película en el auditorio de la Asociación Budista, donde nos presentó de esta manera: ‘Se preguntarán por qué yo, un budista, he invitado a los testigos de Jehová a proyectar su película y dar una conferencia en este auditorio. He estudiado con uno de ellos durante muchos meses y puedo decir que son diferentes a todas las demás religiones cristianas que hemos visto por aquí. Predican celosamente y, además, practican lo que predican. Incluso se encargan ellos mismos de las tareas domésticas en sus hogares misionales. Si cualquiera de vosotros, después de ver la película, encuentra la paz en el mensaje que predican los Testigos, me sentiré realmente feliz’”. Así pues, los budistas “paganos” mostraron mucha más tolerancia que los llamados “cristianos”, ocupados en atacar a los Testigos.

Kaarle Harteva se dedicó a proyectar la película en las principales ciudades del noreste. “Es sorprendente cómo pudimos arreglárnoslas —relataba él⁠—. En una ocasión, nuestro generador se estropeó a mitad de la proyección. Con la esperanza de que no se marcharan todos los más de mil asistentes, me fui de inmediato a la ciudad en un pedicab (triciclo) alquilado para buscar otro generador. ¡Cuál fue mi sorpresa al regresar y encontrar que había más personas esperando para ver la película que al principio! Cuando terminó la proyección, mi compañero y yo comprendimos que era imposible entregar personalmente un tratado a cada uno de los asistentes, así que lanzamos todos los tratados al aire. Ni uno solo cayó al suelo.”

La proyección que registró la mayor asistencia fue la que se realizó al aire libre frente al ayuntamiento de la ciudad de Kalasin, con más de 4.200 presentes. Miles de personas más vieron las proyecciones diarias de la película durante una feria del Día de la Constitución que duró una semana y se celebró en el parque Lumpini de Bangkok.

‘Hablamos hasta después de medianoche’

Elon Harteva y su esposa, Helvi, formaban parte del primer grupo de misioneros que, en 1952, fueron asignados a la ciudad más grande de Tailandia central, Nakhon Ratchasima. Con esta ciudad como base, Elon visitó otras poblaciones de aquella zona semiárida del país. En Khon Kaen conoció al Sr. Seng Buawichai, predicador local de la Alianza Cristiana y Misionera.

El Sr. Seng, que ya tenía sus dudas sobre la doctrina de la Trinidad, recibió con agrado la idea de mantener una consideración sobre el tema. “Seguimos hablando hasta después de medianoche —explicó Elon Harteva⁠—. Y a las cuatro de la madrugada, el Sr. Seng me despertó para hacerme más preguntas. En aquellos días, la mayoría de las casas no tenían electricidad, así que, sentados en el suelo, leímos la Biblia a la luz tenue de las lámparas de queroseno.

”Con motivo de mi siguiente visita, el Sr. Seng invitó a otros cristianos nominales y preparó una reunión pública en su casa. Algunas de las personas presentes habían venido de los pueblos de la periferia. Para visitar a una de esas personas tuve que atravesar 11 kilómetros de arrozales y de jungla. Al llegar al pueblo, me sorprendió encontrar una pequeña sala [cabaña] construida sobre postes y en forma de una pequeña atalaya. El hombre no solo tenía una Biblia, sino también algunas revistas La Atalaya, que utilizaba para explicar la Biblia a los viajeros que se detenían en su cabaña para descansar un poco antes de proseguir hacia otros pueblos.”

Algún tiempo más tarde, el Sr. Seng y otro hombre de este pueblo se bautizaron.

Se adentran en Indochina

Tras la tercera visita del hermano Knorr a Tailandia, en abril de 1956, se enviaron misioneros a los países que anteriormente formaban la Indochina Francesa, a saber, Vietnam, Camboya y Laos, que, a partir de entonces, iban a ser atendidos por la sucursal de Tailandia. Las buenas nuevas se escucharon por primera vez en esta región de la península indochina en 1936, cuando dos precursores australianos llegaron a la ciudad de Saigón (que ahora se llama Ciudad de Ho Chi Minh). Uno de ellos, Frank Rice, continuó valerosamente en la obra hasta que los soldados japoneses lo arrestaron en 1943. Poco después de eso tuvo que dejar el país. Durante los años 1953 y 1954, una persona interesada estuvo predicando en la región y envió sus informes a la sucursal de Francia.

Cuando Vietnam del Sur se constituyó en república a finales de 1955, el hermano Knorr pidió al hermano Babinski, superintendente de sucursal en Tailandia, que se pusiera en contacto con las autoridades de Saigón a fin de obtener permiso de entrada en el país para los misioneros de la Watch Tower. El 27 de junio de 1957 llegaron a Saigón los primeros cinco graduados de Galaad, y el hogar misional pasó a estar bajo la jurisdicción de la sucursal de Tailandia.

La obra continúa a pesar de la guerra del Vietnam

Los misioneros disfrutaban de la predicación de casa en casa en Saigón. Por lo general, la gente los recibía amablemente y colocaban mucha literatura. En el primer año completo de servicio obtuvieron casi 1.200 suscripciones a las revistas La Atalaya y ¡Despertad! Sin embargo, la obra de hacer discípulos progresaba a un ritmo muy lento.

Al principio, la predicación se efectuaba en francés y todas las reuniones se conducían en francés. Era el idioma de la clase “educada”. Como en tiempos de Jesús, no hubo muchos de esta clase dispuestos a hacerse discípulos. Así que la Sociedad animó a los misioneros a que aprendieran y utilizaran el idioma local, el vietnamita. Esto significó años de duro trabajo. Pero cuando los misioneros llegaron a dominar la lengua local y la gente común ‘les oyó hablar en su propio lenguaje’, muchos mostraron interés. (Hech. 2:⁠6.)

Los folletos “Estas buenas nuevas del reino”, “¡Mira! Estoy haciendo nuevas todas las cosas”, y Viviendo con la esperanza de un nuevo mundo justo fueron traducidos al vietnamita y se utilizaron para conducir estudios bíblicos. En 1966 había once publicadores en el país, tres de ellos bautizados, además de ocho misioneros.

Pero, ¿qué hay de la espantosa guerra que causó estragos en Vietnam durante tantos años? “Procuramos no pensar demasiado en lo que podría ocurrir en Saigón, sino seguir activos predicando las buenas nuevas a los miles de personas que se refugiaban en la ciudad y que tanto necesitaban un mensaje de esperanza”, relató un misionero que servía en Saigón en aquel tiempo. Tanto misioneros como hermanos vietnamitas aplicaban el principio de Eclesiastés 11:4: “El que está vigilando el viento no sembrará; y el que está mirando las nubes no segará”. Más bien, continuaron ‘enviando su pan sobre la superficie de las aguas’, y ‘con el transcurso de muchos días lo hallaron otra vez’. (Ecl. 11:⁠1.) Durante 1974, hubo un total de 113 publicadores sirviendo valerosamente, pero con discreción, en las tres congregaciones de Saigón.

En muchas ocasiones, era evidente que contábamos con guía y dirección angélicas. Por ejemplo, en 1968, poco antes del inicio de la lucha sangrienta que tuvo lugar durante la ofensiva Tet del Vietcong, los misioneros se trasladaron de su cómodo hogar en una zona residencial a una humilde casa de la sección china del centro de Saigón. Poco después, el Vietcong ocupó la zona donde habían estado viviendo. Robert Savage, uno de los misioneros, escribió: “Las fuerzas del Vietcong han penetrado violentamente en Saigón. La situación es bastante dura, pero todavía no es crítica para nosotros. Los hermanos se han portado muy bien. Poniendo en peligro sus vidas, han llegado hasta nosotros por los callejones traseros para tratar de ayudarnos”.

Tras la ofensiva Tet, los misioneros y los hermanos nativos continuaron con el trabajo. La publicación en vietnamita en 1970 del libro La verdad que lleva a vida eterna resultó en nuevos estudios bíblicos, y la aparición de La Atalaya en vietnamita en 1971 fue otro gran incentivo para la obra. Durante el primer año de publicación, se obtuvieron más de mil suscripciones de la edición en vietnamita. En 1973 se abrió una sucursal en Vietnam que supervisó la obra en el país hasta el cambio de gobierno de 1975.

Camboya recibe el testimonio

En su viaje de vuelta desde Saigón en junio de 1956, el hermano Babinski se detuvo en Phonm Penh, capital de Camboya. Igual que en Saigón, se entrevistó con las autoridades para solicitar permiso de entrada en el país para los misioneros. Los precursores de Saigón habían empezado a predicar en Phnom Penh a finales de los años treinta. Pero después de una semana, la policía les dijo que no se permitía ninguna obra religiosa en ese reino budista si no era con autorización especial del rey. El rey, no obstante, no les dio permiso.

El hermano Babinski se entrevistó con el ministro del Interior del reino de Camboya. Este mandatario parecía muy interesado y le dijo al hermano Babinski que no veía ninguna razón por la que los testigos de Jehová no pudieran llevar a cabo sus actividades en el país. Tras largos meses de espera, se notificó a la Sociedad que el gobierno no había llegado a una decisión en cuanto a la concesión de los visados solicitados. En abril de 1958, el hermano Babinski pidió ser recibido en audiencia por el príncipe Norodom Sihanouk. Aunque el hermano Babinski solo consiguió hablar con el secretario personal del príncipe y dejar alguna literatura para este, se nos concedió permiso para predicar, y, en diciembre de 1958, finalmente entraron en Camboya los primeros cuatro misioneros, contentos por poder empezar su trabajo de evangelizadores en Phonm Penh.

Entre la numerosa población china de Phonm Penh había muchos que hablaban un poco de inglés además de chino; y muchos residentes vietnamitas hablaban tanto francés como vietnamita. Sin embargo, la mayoría de los nativos hablaban solo camboyano. Ni que decir tiene que había problemas de idioma. Al principio, las reuniones se celebraban en inglés, y venían bastantes chinos. Después se prepararon reuniones en francés, y asistieron algunos vietnamitas. Los misioneros trataron de aprender camboyano y se publicó alguna literatura bíblica en camboyano para llevar el mensaje del Reino a la gente del país. Pero hubo muchos traslados de misioneros y ninguno se quedó suficiente tiempo como para adquirir fluidez en el idioma. Algunos camboyanos empezaron a estudiar y asociarse con los misioneros. Como resultado, en un año de servicio se informó un máximo de 13 publicadores activos en el servicio del campo. De todas formas, parece que la verdad no había llegado a lo profundo de su corazón, pues la mayoría de ellos se apartaron.

Debido a cambios en la orientación política del gobierno, a principios de 1965 se hizo evidente que los occidentales ya no eran bien recibidos en Camboya. La solicitud del visado para Panayotis Kokkinidis, graduado de Galaad en 1964, fue denegada. (Se le cambió entonces de asignación a Saigón.) A George y Carolyn Crawford, los dos misioneros que quedaban, se les notificó que cuando el 27 de mayo de 1965 venciesen sus visados, no se les renovarían. Es digno de mención el hecho de que, cuatro años antes, se había enviado a los misioneros una carta formal que les ordenaba interrumpir su predicación pública; pero la carta nunca llegó, y la policía de seguridad tampoco tuvo constancia de ella.

Con la partida de los Crawford, quedó un solo Testigo en Camboya, el hermano Long, que era vietnamita. Pero, a finales del año 1965, se unió al hermano Long un camboyano ya anciano que se bautizó durante una de las visitas del superintendente de circuito. Este hermano murió fiel dos años más tarde. El hermano Long, que quedó una vez más como único testigo de Jehová del país, se fue a Francia antes de que el gobierno cambiara de manos en 1975.

Las normas teocráticas dan buen resultado en Laos

El tercer país de la anterior Indochina Francesa que está bajo la supervisión de la sucursal de Tailandia es Laos. Sus habitantes están muy relacionados étnica y culturalmente con los tailandeses. Los súbditos de este reino budista situado al noreste de Tailandia escucharon las buenas nuevas por primera vez en 1958. En diciembre de ese año llegaron dos misioneros a la capital, Vientiane. Poco después, en marzo de 1959, llegaron cuatro más. A finales de 1960 se envió a Laos a seis nuevos graduados de Galaad y se abrió un segundo hogar misional en Savannakhet.

Apenas habían llegado los seis últimos misioneros, cuando todos los anteriores se fueron marchando del país por una u otra razón. Sin embargo, parecía que algunos preferían sus propios criterios en vez de los métodos utilizados con éxito por la Sociedad. En enero de 1965, el superintendente de circuito informó que el grupo solo celebraba una hora de reunión a la semana. El progreso, en consecuencia, era mínimo.

Por lo tanto, fue muy oportuno que los Crawford fueran asignados a Vientiane después de verse forzados a abandonar Camboya en mayo de 1965. George Crawford relató: “Después de solo unos días en Vientiane, nos dimos cuenta de que había una actitud extraña en cuanto a las reuniones y cómo conducirlas. Algunos del grupo estaban siguiendo a hombres y parece ser que se asociaban buscando ganancia material. Nos esforzamos por inculcar en ellos un punto de vista apropiado, aprecio por la organización de Jehová y la necesidad de trabajar en estrecha cooperación con la sucursal de Bangkok. Con ayuda del hermano Timothy Bortz, se efectuaron cambios a fin de conducir las reuniones de acuerdo con la norma y horario aconsejados por la Sociedad. Empezó a utilizarse el idioma laosiano. Los que seguían a hombres se apartaron lentamente a pesar de que hicimos todo lo posible para edificarles en sentido espiritual”.

Cuando el hermano y la hermana Bortz dejaron el servicio misional en Laos por razones de salud, solamente quedaron los Crawford como misioneros. “Nos parecía que superar la mala actitud que existía en el grupo y comenzar de nuevo era una batalla perdida de antemano —prosiguió el hermano Crawford⁠—. Pero poco después llegaron cuatro misioneros nuevos: John y Kathleen Galisheff, de Canadá y Margaret Roberts y Sylvia Stratford, de Inglaterra. Eran trabajadores con experiencia que habían servido de precursores especiales en Quebec y en Irlanda. Más tarde, en 1967, se unieron a nuestro grupo el canadiense Terance Olsen y el inglés Brian Marks. Esta ayuda adicional fue lo que se necesitaba para superar las malas actitudes. Ahora se podía atender al numeroso grupo de personas interesadas y ayudarlas a progresar en la verdad.”

Una de estas personas fue la laosiana Siphanh Lao. Siphanh, que llevaba un tiempo estudiando la Biblia en su país, hizo un viaje a Canadá y Estados Unidos, donde se le ofreció un trabajo muy bien pagado pero dudoso. Ella nos cuenta: “No permití que Satanás me llevara de vuelta al mundo con la excusa de un trabajo bien remunerado [...] que me habría hecho quebrantar mi neutralidad cristiana”. Más bien, decidió volver a Laos y bautizarse. De hecho, Siphanh fue la primera budista laosiana de Vientiane que se hizo testigo de Jehová. Anteriormente, mucha gente del territorio decía: “No hay ningún lao en su religión”. Ahora era diferente. El hermano más joven de Siphanh, Bunhoeng, progresó muy rápidamente en la verdad y llegó a ser precursor especial en 1972.

La hermana Crawford comenta: “Recuerdo cuando solo éramos seis en las reuniones durante los años 1965 y 1966. En nuestra primera asamblea de circuito, tuvimos una asistencia de nueve personas al programa del sábado por la tarde y la mayoría de ellos participaron en una demostración en la plataforma. En cambio, durante la asamblea de circuito de 1971, la concurrencia fue de 75 personas, y en la Conmemoración de 1974 se alcanzó la cifra de 99 asistentes”.

Cuando, a finales de 1975, se produjo un cambio de gobierno en Laos, había dos prósperas congregaciones teocráticas en el país, una en Vientiane y otra en Savannakhet. Se había predicado también en la ciudad de Pakse, más al sur. Todos los misioneros tuvieron que salir de Laos. Sin embargo, los Crawford y los Galisheff han continuado su servicio fiel en Tailandia.

El hermano Franz visita Tailandia

Volvamos a la obra en Tailandia. Frederick W. Franz, vicepresidente de la Sociedad en aquellos años, hizo su primera visita a Tailandia en enero de 1957. Esto fue todo un acontecimiento para los hermanos locales. Nunca le habían visto, aunque habían oído hablar mucho de él. Se preparó una asamblea de tres días en Bangkok para que coincidiera con su visita.

Durante la reunión especial con los misioneros, se planteó la cuestión de tener una publicación disponible para la población que no pertenecía a la cristiandad. El libro “Sea Dios Veraz”, disponible en tai desde 1949, se estaba utilizando para conducir estudios bíblicos. Sin embargo, estaba orientado principalmente hacia refutar las falsas enseñanzas de la cristiandad, desconocidas por la mayoría de los budistas. Por eso, lo ideal era que se publicara un libro que simplemente explicara las verdades bíblicas a quienes tenían poca base de conocimiento de las Escrituras.

El hermano Franz no dijo mucho en aquel momento. Pero cuando en 1958 salió el libro De paraíso perdido a paraíso recobrado, ¡cuánto agradecieron los hermanos esta provisión oportuna de la organización de Jehová! En 1961 estuvo disponible en tai y se distribuyeron más de 50.000 ejemplares en el campo. El libro, de tamaño grande y con atractivas ilustraciones, tuvo muy buena aceptación entre el público, aunque la contribución casi equivalía al jornal de un trabajador.

Se imprimen las buenas nuevas en tai

Aunque las ediciones en tai de los libros y de las revistas tienen una tirada relativamente pequeña, los hermanos tailandeses han recibido siempre el alimento espiritual a su debido tiempo en su propio idioma. La mayoría de los libros de la Sociedad han sido publicados en tai. En 1952, cuando la tirada de La Atalaya llegó a los 500 ejemplares, se encargó la impresión de la revista a una firma comercial de Bangkok. (Desde el 1 de enero de 1947, los hermanos la habían mimeografiado.) A partir del número del 1 de octubre de 1971, La Atalaya se convirtió en una revista quincenal. Y desde 1978, ¡Despertad! se ha publicado mensualmente. Esto significa una dieta espiritual más variada para los hermanos. Además, ¡Despertad! resulta mucho más atractiva a los lectores budistas.

La traducción, composición, corrección de pruebas y diseño artístico de una revista o libro requieren la misma cantidad de tiempo en cualquier idioma, tengan una tirada de unos cuantos miles o de varios millones. Así que hay muchísimo trabajo en la sucursal, donde 16 miembros permanentes de la familia Betel y varios trabajadores auxiliares atienden regularmente las necesidades de sus hermanos y de las personas interesadas de todo el país.

Precursores tailandeses van a Galaad

Entre los 103 estudiantes de la clase número 31 de Galaad, que se graduaron en 1958 durante la memorable asamblea internacional “Voluntad Divina” celebrada en el Estadio Yankee de Nueva York, hubo dos precursores tailandeses: el hermano Bantoeng Chantraboon y la hermana Buakhieo Nantha. El hermano Bantoeng, que había sido nombrado superintendente de circuito en 1956, todavía sirve de precursor especial en el norte de Tailandia. La hermana Buakhieo, una de las dos primeras precursoras especiales de Tailandia, continuó celosamente en la obra de precursora hasta su muerte en 1986. La compañera de Buakhieo, Somsri Darawan, que se había graduado de la clase número 20 de Galaad en el año 1953, lleva ya muchos años sirviendo a tiempo completo en el trabajo de traducción en la sucursal.

Fueron varios los proclamadores a tiempo completo tailandeses que recibieron entrenamiento en la escuela de Galaad y volvieron a su país natal para seguir adelantando los intereses del Reino. El último grupo, que llegó en 1979, estaba formado por Asawin Urairat, actualmente en el Comité de Sucursal, y su esposa, Chiwan, así como Sakda Darawan (hijo de Somsri), que ahora sirve de superintendente de circuito sustituto, y la hermana Srisuphap Vesgosit, misionera en Thon Buri.

Nueva superintendencia y ubicación de la sucursal

Desde finales de la II Guerra Mundial, la Sociedad tenía alquilado un edificio que daba cabida a la sucursal y el hogar misional, en el número 122 de Soi Decho, un lugar familiar para muchos habitantes de Bangkok. Cuando en 1957 el dueño intentó subir el precio del alquiler de forma exagerada, el hermano Knorr decidió que era tiempo de comprar un solar y construir una sucursal. Se adquirió un terreno adecuado en Soi Phasuk, 69/1, carretera de Sukhumwit, en una hermosa zona residencial no muy lejos de la zona comercial de la ciudad.

En octubre de 1961, el contratista empezó las obras y en seis meses completó un edificio de dos plantas que incluía un gran Salón del Reino y seis dormitorios. Los trabajadores de Betel, tres en aquel momento, junto con seis misioneros, dejaron con gusto el domicilio provisional de Soi Lang Suan para mudarse a las nuevas y cómodas instalaciones.

Poco después del inicio de la construcción en 1961, se produjo un cambio en la superintendencia de la sucursal. Joseph Babinski, que había sustituido a George Powell en aquella asignación en 1950, tuvo que dejar el servicio misional debido a responsabilidades familiares. El 1 de septiembre de 1961, Paul Engler fue nombrado nuevo superintendente de sucursal. El hermano Engler, nacido en Alemania, había llegado a Tailandia tras su graduación en la clase número 20 de Galaad y había servido como misionero en la ciudad septentrional de Chiang Mai durante casi seis años antes de trasladarse a Betel en 1959. Cada uno de los tres sucesivos superintendentes de sucursal —los hermanos Powell, Babinski y Engler⁠— supieron dirigir con acierto la obra del Reino en Tailandia.

Tiempo de criba

Durante el período de 1945 a 1960, se produjo un aumento constante del número de publicadores, más del 20% en algunos años. Pero, de repente, empezaron a disminuir las cifras. El año de servicio de 1961 terminó con una disminución de un 1% que, durante los tres años siguientes, bajó a un 4%, luego a un 5% y finalmente a un 12%, antes de que aminorase a un 3% en 1965 y a un 1% en 1966. Para aquel entonces, el número de publicadores había descendido de un máximo de 382 en 1960 a 265. ¿Qué había ocurrido?

En retrospectiva, es probable que la Escuela del Ministerio del Reino que se celebró en 1961 iniciara un período de criba. Darrow Stallard, que había servido de superintendente de circuito durante muchos años, condujo una clase de la escuela en Chiang Mai y otra en Bangkok con los superintendentes de congregación y algunos precursores especiales y misioneros. Durante el curso, se repasaron los requisitos que han de satisfacer los publicadores del Reino y se les recordó enfáticamente que los que participan con los testigos de Jehová en su actividad deben llevar una vida en armonía con los requisitos bíblicos. A veces, no se había tenido esto en cuenta. Algunas personas recién interesadas habían comenzado a participar en el servicio del campo antes de reunir los requisitos que se delinean en las Escrituras. Otros se habían bautizado incluso antes de haber arreglado su situación matrimonial.

Cuando se puso en práctica el consejo recibido en la escuela, se vio que muchos publicadores no cumplían los requisitos para predicar. Pero algunos no estaban dispuestos a efectuar los cambios necesarios. Así que en 1962 se expulsó a un total de nueve personas, y durante los siguientes cuatro años, a veinticinco personas más, una cifra muy elevada para Tailandia. Todo esto causó desaliento a los más débiles, hasta el punto de que algunos de ellos se hicieron inactivos. Sin embargo, en 1963 ocurrió algo que reanimó a los fieles.

La mayor asamblea jamás celebrada

El anuncio de que se incluiría a Bangkok en la serie de asambleas “Buenas Nuevas Eternas” que iban a celebrarse en 1963 por todo el mundo, causó gran gozo. Los hermanos tailandeses podrían comprobar, en una de sus propias asambleas, la dimensión internacional de la organización de Jehová. Hubo mucho trabajo implicado en organizar la asamblea y en los preparativos para recibir a casi seiscientos delegados extranjeros, ya que la cantidad de visitantes doblaba a la de los publicadores locales. En el discurso público con el tema “Cuando Dios sea Rey sobre toda la Tierra” se alcanzó una asistencia de 961 personas. Fue la asamblea más grande que han celebrado los testigos de Jehová en Tailandia.

En muy raras ocasiones se había visto un grupo tan grande de turistas visitar aquel país. ¡No es de extrañar que el evento recibiera amplia publicidad en los medios de comunicación! La llegada del hermano Knorr fue televisada, seis emisoras de radio transmitieron programas preparados de 15 minutos y por lo menos diez periódicos publicaron reportajes sobre la asamblea y los desplazamientos de los viajeros internacionales. Un titular decía en letras grandes: “El mayor puente aéreo desde que se fueron los soldados americanos”.

Filipinas presta ayuda

En diciembre de 1963, cuando Denton Hopkinson, de la sucursal filipina en Manila, visitó Tailandia como superintendente de zona, vio que había una gran necesidad de trabajadores con experiencia para estimular a los hermanos tailandeses en el servicio del campo. En aquel tiempo, la escuela de Galaad enfatizaba la preparación de superintendentes, y no se había reemplazado a la mayoría de los misioneros que habían salido de Tailandia. Así pues, el hermano Hopkinson recomendó que se enviara a precursores especiales desde Filipinas a Tailandia para ayudar en la obra. “Pero, solo podemos enviarles hermanas —le dijo al superintendente de sucursal⁠—. Necesitamos a todos los hermanos aquí.” Posteriormente, se envió también a algunos hermanos filipinos.

La Sociedad aprobó esta recomendación, y a mediados de 1964 llegaron las dos primeras hermanas, Rosaura (Rose) Cagungao y Clara dela Cruz. Se las asignó como precursoras especiales a trabajar el amplísimo territorio de la provincia de Thon Buri, situada en la ribera del río Chao Phraya opuesta a Bangkok. Un año más tarde recibieron el nombramiento de misioneras, aunque no habían estado en Galaad. Con el tiempo, la hermana Cagungao se casó con el superintendente de sucursal, Paul Engler, y la hermana dela Cruz con Diego Elauria, otro misionero filipino que estaba en Tailandia.

La decisión de enviar misioneros filipinos al territorio del sureste asiático resultó muy acertada, ya que se parecían mucho físicamente a la etnia local y podían trabajar el territorio sin llamar tanto la atención como los misioneros europeos o norteamericanos. Por eso, durante varios años, se siguieron enviando misioneros desde Filipinas, no solo a Tailandia, sino también a Vietnam del Sur, Laos y otros países asiáticos. Actualmente, hay diez filipinos sirviendo de misioneros en Tailandia.

Problemas con el saludo a la bandera

La obra apenas comenzaba a recobrar ímpetu cuando, en octubre de 1966, surgió la cuestión del saludo a la bandera. Un año antes, en noviembre de 1965, el hijo de un publicador aislado había rehusado por razones de conciencia participar en la ceremonia de la bandera. Cuando su padre explicó el asunto de forma bastante brusca, el jefe de distrito y el delegado de educación local hicieron un informe y lo enviaron al Ministerio de Educación, adjuntando una copia del libro “Sea Dios Veraz”. En respuesta a una carta muy urgente dirigida a la sucursal el 31 de octubre de 1966, el superintendente de sucursal, Paul Engler, y su ayudante, Guy Moffatt, se presentaron en el departamento de asuntos religiosos del Ministerio de Educación.

Los hermanos explicaron al director general del departamento que los testigos de Jehová respetan la bandera del país donde residan y demuestran su respeto por medio de obedecer las leyes, pero piden que se les exima de efectuar actos de adoración delante de imágenes pues tal adoración es contraria a la ley de nuestro Dios, Jehová. (Mat. 4:10.) El director, sin embargo, insistió en que la nación era más importante que la religión y mantuvo que el saludo a la bandera no implicaba ningún tipo de adoración religiosa.

Cinco meses después, el hermano Engler fue llamado ante el CID para ser sometido a un interrogatorio. El asunto había pasado a manos del Ministerio del Interior. Durante ocho horas, repartidas en tres días, el hermano Engler explicó detalladamente al capitán de la policía a cargo de la investigación nuestra postura religiosa respecto a saludar la bandera. También comentó que muchos países han respetado la postura de los testigos de Jehová cuando ha surgido el problema.

Después de escuchar atentamente la exposición del hermano Engler, el capitán de policía decidió que los niños de los testigos de Jehová en Tailandia solo estaban obligados a permanecer en pie en señal de respeto mientras los otros estudiantes efectuaban el ritual del saludo a la bandera. Presentó entonces un informe para que las autoridades superiores lo consideraran.

¿Cuál sería la decisión? En el pasado, los funcionarios del gobierno siempre habían sido amables y considerados con los testigos de Jehová. Se hicieron muchas oraciones “respecto a hombres de toda clase, respecto a reyes y a todos los que están en alto puesto”, para que el pueblo de Dios siguiera adelante sin restricciones, “llevando una vida tranquila y quieta”. (1 Tim. 2:1, 2.) Conocimos la decisión un año más tarde y de forma indirecta.

Uno o dos días después de la entrevista del hermano Engler en el CID, llegaron cinco nuevos misioneros de Filipinas. Sus solicitudes de inmigración habían de ser despachadas por el CID, pero pasó un año entero sin respuesta. Entonces, en abril de 1968, se informó a los misioneros que sus solicitudes habían sido aprobadas, lo cual, al mismo tiempo, fue un indicativo de la decisión de las autoridades respecto al incidente del saludo a la bandera. No obstante, hasta la fecha no se ha producido ninguna respuesta oficial.

Se proscriben dos publicaciones

Un publicador de una provincia del interior observó un anuncio fijado en un edificio público. Era una orden de proscripción en todo el reino de Tailandia de las ediciones en tai de las publicaciones “Sea Dios Veraz” y “Estas Buenas Nuevas del Reino”. ¡Fue una sacudida! La orden, decretada por el director general del Departamento de Policía y hecha pública el 29 de marzo de 1968 no había sido notificada a la Sociedad. El libro “Sea Dios Veraz”, del cual se habían colocado más de trece mil ejemplares a lo largo de un período de dieciséis años, estaba entonces agotado. Pero los hermanos seguían utilizando el folleto “Buenas Nuevas” para empezar estudios bíblicos debido a su sencillez y su claridad. ¿Por qué lo habían prohibido? ¿Qué les había parecido ofensivo?

El funcionario con el que hablamos se disculpó y señaló que el pasaje en cuestión era la frase: “No es correcto que el hombre trate de hacer una imagen de Dios para adorarla”. Aclaró que, como a los budistas les gusta hacer imágenes del Buda, algunos podrían sentirse ofendidos por esta afirmación. Cuando el hermano Engler explicó que el folleto no se refería al Buda, sino a Jehová Dios, el Creador, el oficial replicó: “Entonces habrá que aclararlo”. No puso objeciones a que la palabra “Dios” fuera sustituida por “el Creador”. “Pero —añadió⁠—, también tendrán que cambiar el título del folleto porque este título está proscrito.”

Por eso, desde entonces, el título del folleto “Buenas Nuevas” en tai, ha sido Estas buenas nuevas tienen que predicarse.

Territorio fructífero en los campos de refugiados

A consecuencia de los cambios de gobierno en Vietnam del Sur, Camboya y Laos en 1975, se produjo un éxodo masivo de refugiados a Tailandia, entre ellos muchos hermanos laosianos que tuvieron que abandonar sus hogares. En el centro de refugiados laosianos situado cerca de Nong Khai, a orillas del río Mekong, hubo una congregación durante algún tiempo que informaba la actividad de 20 e incluso más refugiados. Los hermanos aprovecharon bien el tiempo testificando a otros refugiados, muchos de los cuales no habían escuchado nunca las buenas nuevas en sus países de origen. Muchas personas interesadas empezaron a predicar a su vez, y varias se bautizaron mientras estaban en el campo.

Un misionero de la cristiandad invitó a una anciana budista de Laos a asistir a la iglesia del campo. La mujer era adicta a la nuez de betel y había intentado por todos los medios, pero sin éxito, dejar el hábito. Cuando mencionó su problema al misionero, este le contestó: “No importa. Puede mascar nuez de betel o fumar y ser cristiana. Eso sí, llévese la escupidera a la iglesia”. Ella creía que mascar nuez de betel era incorrecto, por lo que pensó: “Si me permiten mascar nuez de betel y fumar, probablemente permitirán también mentir y robar”. De modo que no fue a esa iglesia. Poco después de aquello, una de nuestras hermanas contactó con ella mientras predicaba. Casi inmediatamente, la anciana preguntó: “¿Se puede mascar nuez de betel en esta religión?”. Cuando la hermana le respondió que no, se dio cuenta de que los Testigos eran diferentes, y empezó a estudiar la Biblia.

Le contó a una amiga de sesenta y cinco años lo que estaba aprendiendo. La otra señora, también adicta a la nuez de betel, no sabía leer, así que nuestra hermana y la otra anciana le enseñaron a leer y escribir. Ambas mujeres comenzaron a asistir a las reuniones con regularidad. Sin embargo, no conseguían de ningún modo superar el hábito de mascar nuez de betel... hasta que estudiaron el capítulo sobre el consumo de drogas en el libro Verdadera paz y seguridad; solo entonces reunieron fuerzas para vencer el hábito. Cuando el superintendente de circuito visitó la congregación de aquel campo de refugiados, le contaron lo limpias que se sentían ahora y le dedicaron una amplia sonrisa para mostrarle que ya no tenían los dientes negros. Las dos se bautizaron en el campo.

Como el anciano y los dos siervos ministeriales de esta congregación no podían dejar el campo de refugiados para asistir a la Escuela del Ministerio del Reino, la escuela vino al campo. El superintendente de circuito les visitó y repasó con ellos todo el curso. Con el tiempo, todos los hermanos del campo fueron enviados a otros países. En algunos lugares se han desarrollado grupos y congregaciones que hablan laosiano a partir de aquel pequeño grupo fiel de Testigos refugiados.

Pruebas de integridad en el asunto de la sangre

Los testigos de Jehová rehúsan transfusiones sanguíneas por razones religiosas basadas en la Biblia. (Hech. 15:28, 29.) Puesto que el uso de sangre como tratamiento médico es todavía una práctica común, y en Tailandia el paciente suele aceptar la opinión del médico sin rechistar, muchos hermanos han tenido que enfrentarse a serias pruebas de integridad.

Por ejemplo, Araya Tanchakun, una precursora especial que estaba embarazada, tuvo una hemorragia repentina. La llevaron a toda prisa al hospital, donde se le diagnosticó placenta previa (condición que se produce cuando la placenta desciende y bloquea el canal del parto). Se le administró una solución salina, pero los médicos dijeron que en caso de presentarse una nueva hemorragia, tendrían que administrarle sangre.

Explicó su posición a todos los médicos de guardia. Uno de ellos, que había conocido a testigos de Jehová en Estados Unidos, sugirió que se le administrara sangre secretamente, ‘sin que la organización lo supiera’. La hermana Araya enfatizó que su decisión era un asunto entre ella y Jehová, no los hombres. Otro médico citó el caso de los monjes budistas, que normalmente no pueden ser tocados por una mujer. Pero si están enfermos y han de permanecer en el hospital, permiten que les atiendan las enfermeras. Entonces preguntó: “¿No hay excepciones similares en su religión?”. Cuando la hermana respondió que con respecto al asunto de las transfusiones no, el médico lamentó que en Tailandia no se pudiera obtener una orden judicial para administrar sangre. El parto se acercaba, por lo que no le dio muchas esperanzas a la hermana. Cuando esta salió del hospital unos días más tarde, el personal puso en claro que solo la volverían a admitir si consentía en aceptar sangre. La prueba no había terminado todavía.

Phonthipa Teeraphinyo, una hermana de otra congregación, puso a Araya en contacto con un médico de otro hospital que la había ayudado en una ocasión en un asunto relacionado con la sangre. Una semana después, Araya se puso de parto y le sobrevino otra hemorragia. Al darse cuenta de lo débil que estaba, el médico cambió de opinión. Dijo a Araya y a su marido que, en aquellas condiciones, con tan solo administrarle un anestésico, moriría. Sin embargo, permanecieron firmes. El esposo de Araya pidió al médico que operara sin sangre y le dijo que, aun en el caso de que su esposa muriera, le estaría agradecido por sus esfuerzos. Cuando el médico se dio cuenta de que había unos treinta Testigos esperando preocupados en el hospital, se quedó impresionado y convino en hacer una cesárea sin administrar sangre.

La alegría fue general cuando Araya dio a luz una niña sana, su octavo hijo, y además salió bien de la operación. El médico, impresionado por esta demostración de fe, y sabiendo que la pareja habían sido predicadores a tiempo completo durante muchos años, se negó a aceptar pago alguno.

‘Si muero, no lloréis’

Pocas semanas después de que Araya saliera del hospital, Phonthipa, la hermana que le presentó al médico, visitó a este para agradecerle que hubiera respetado nuestra convicción religiosa y hubiera efectuado la operación sin sangre. El médico observó que Seri, el hijo de nueve años de Phonthipa, estaba muy pálido. Un análisis de sangre reveló que tenía leucemia. El único tratamiento conocido para esta enfermedad, afirmó el médico, eran las transfusiones de sangre.

¿Cuál fue la reacción de Seri? “Aunque tenga que morir hoy o mañana, no aceptaré sangre, ni una sola gota”, le dijo al médico. No solo conocía la ley de Dios sobre la sangre, sino que estaba dispuesto a obedecerla sin importar lo que ocurriera. Cuando oyó a varios médicos comentar que la creencia de su madre sobre la sangre era irrazonable, Seri salió en su defensa diciendo: “¡No se metan con mi madre! Si ustedes estudiaran la Palabra de Dios, no la culparían a ella”.

Seis semanas después de recibir el diagnóstico, ingresaron a Seri en el hospital. Este se negó rotundamente a recibir sangre a pesar de que los médicos trataron de persuadirlo. Poco a poco, se fue debilitando y le administraron morfina para calmar el dolor. Pero durante todo este trance, Seri demostró una fe admirable. Habló sin cesar de la esperanza de vivir para siempre en el venidero paraíso terrestre. En un momento determinado le dijo a su madre: “Mamá, si muero, dile a papá que no llore, y tú no llores tampoco. Alégrate porque habremos pasado la prueba de Satanás”. Seri murió fiel y dejó un buen ejemplo de integridad que otros jóvenes pueden imitar al verse bajo pruebas. (Pro. 22:⁠6.)

Los jóvenes se ponen de parte de la verdad

Es digno de mención el agudo contraste que existe en Tailandia entre la presteza con que muchos jóvenes tailandeses aceptan la verdad y se hacen publicadores del Reino y la indiferencia de la mayor parte de los adultos, fieles a sus tradiciones. Al ser de mente más liberal, algunos jóvenes de la nueva generación se han decidido más fácilmente a estudiar la Biblia y hacerse testigos de Jehová. Muchos han tenido que pelear por la verdad, pues en muchos casos sus padres y parientes se han opuesto. Esta perseverancia por lo general les ha ayudado a desarrollar fortaleza espiritual.

Muchos publicadores jóvenes dan buen testimonio en la escuela por su buena conducta y su defensa firme de la adoración pura. Una vez al año, en el día del wai khru, todas las escuelas preparan un programa especial, acompañado de ceremonias religiosas, en el que los estudiantes rinden homenaje a sus maestros. En un colegio, tres Testigos jóvenes explicaron al director por anticipado las razones por las que no podían tomar parte en el programa y pidieron que se les eximiera. Se les contestó que debían estar presentes, pero se les daría una oportunidad de mostrar respeto a sus profesores sin participar en el ritual religioso.

El día del wai khru, llamaron a los tres una vez terminada la ceremonia para comparecer ante un grupo de 70 a 80 profesores sentados en una tarima en frente de más de un millar de alumnos. En una breve exposición, nuestros hermanos explicaron que para los testigos de Jehová la adoración y el dar el debido respeto a los profesores son dos asuntos diferentes. Pueden y deben mostrar respeto en todo momento y lugar, hasta fuera de la escuela. Sin embargo, rinden adoración única y exclusivamente al Creador, Jehová Dios. Los maestros y los demás estudiantes quedaron contentos con la explicación. Cuando los hermanos terminaron, resonó un gran aplauso en la sala.

Se intenta conseguir reconocimiento oficial

Hasta principios de los años setenta se concedieron permisos de residencia a la mayoría de los misioneros asignados a Tailandia. Las autoridades también fueron tolerantes y transigentes en otros aspectos. A pesar de ello, cuando los hermanos intentaron registrar la Sociedad para “establecer legalmente las buenas nuevas”, los funcionarios del gobierno replicaron que no había necesidad. (Fili. 1:⁠7.) El director general del departamento de asuntos religiosos declaró en una carta en 1974: “El principal propósito de esta asociación es predicar y enseñar la religión cristiana, por lo que no es necesario formar una asociación. Pueden continuar con sus actividades de acuerdo con ese propósito; pero no formen ninguna asociación por el momento”.

Un año más tarde, cuando dos misioneros nuevos solicitaron visados de inmigrantes, la división de inmigración solicitó una carta del departamento de asuntos religiosos que certificara que los solicitantes eran misioneros. Sin embargo, el departamento de asuntos religiosos rehusó expedir tal carta con el pretexto de que la Sociedad Watch Tower no estaba registrada en ese departamento. Se hizo una nueva solicitud de registro, que obtuvo una respuesta idéntica a la anterior.

Como no se pudo presentar el certificado del departamento de asuntos religiosos, solo se concedió a los misioneros visados de no inmigrantes, lo que suponía viajar fuera del país cada noventa días. Nos dirigimos al vicesecretario de Educación para exponerle esta difícil situación, y este nos prestó una gran ayuda. En 1980 envió una carta al jefe de inmigración, en la que decía: “El Ministerio de Educación ha considerado el asunto y decidido que, como en Tailandia existe una política de tolerancia religiosa, [...] es apropiado extender la validez de los permisos de estancia de los misioneros por un año”.

Los misioneros recibieron una segunda prórroga de un año gracias a la ayuda del sucesor del vicesecretario, que recomendó que los testigos de Jehová establecieran una fundación de acuerdo con las leyes locales. Por lo tanto, en 1982, se formó y registró la Fundación para el Fomento del Estudio Bíblico, con un comité formado por hermanos tailandeses capacitados.

Esta fundación es una organización cultural que puede poseer títulos de propiedad, lo que incluye Salones del Reino. Sin embargo, el departamento de asuntos religiosos sigue negándose hasta el día de hoy a otorgar a la fundación reconocimiento como organización religiosa. Tal reconocimiento haría posible que nuevos misioneros entraran en el país. ¿A qué se debe tal negativa? El departamento tiene por norma consultar con los dirigentes de organizaciones de la cristiandad ya establecidas en Tailandia los asuntos relacionados con la religión cristiana. Cuando se convocó una reunión para considerar la solicitud de los testigos de Jehová, los representantes de estas organizaciones (entre ellas la Iglesia católica romana, la Iglesia de Cristo en Tailandia, la Alianza Cristiana Misionera, la Iglesia bautista y los Adventistas del Séptimo Día) declararon de forma unánime que ‘no podían aprobar a los testigos cristianos de Jehová’ porque las enseñanzas y actividades de los Testigos no están de acuerdo con las suyas. Este obstáculo todavía persiste.

Una asamblea especial fomenta la actividad

La asamblea “Mantenedores de Integridad” de 1985 celebrada en Bangkok tuvo un carácter especial porque fue la primera asamblea verdaderamente internacional desde la asamblea mundial de 1963. Vinieron a Tailandia unos cuatrocientos delegados extranjeros procedentes de dieciocho países. El representante del Cuerpo Gobernante fue el hermano Lyman A. Swingle.

Una característica singular fue la salida al servicio del campo el viernes por la tarde, cuando prácticamente todos los visitantes, de los cuales un gran porcentaje eran precursores, salieron con sus hermanos tailandeses, a los que casi sobrepasaron en número. Esto, junto con el oportuno programa de asamblea, causó una profunda impresión en los hermanos y sirvió de incentivo para aumentar la actividad por todo el país.

Durante los meses que siguieron a la asamblea, se alcanzaron nuevos máximos de publicadores. En abril de 1986 hubo 157 precursores auxiliares, lo cual representó un incremento del 80% sobre el máximo anterior. Una congregación de 91 publicadores tuvo 48 precursores auxiliares, entre ellos seis de los siete ancianos. Los 43 publicadores restantes informaron un promedio de 20,9 horas ese mismo mes.

“El pequeño” llega a ser mil

La actividad del Reino comenzó su marcha ininterrumpida en Tailandia en 1936 cuando llegó a Bangkok Frank Dewar, el primer precursor. Él y los otros cuatro precursores extranjeros que vinieron poco después, tuvieron que trabajar duro por cuatro años para conseguir que se bautizasen los primeros publicadores del país. El número de publicadores aumentó de forma constante hasta llegar a 382 en 1960, con un índice de crecimiento de más del 10% la mayoría de los años. Durante los años sesenta se produjeron varios descensos, pero, al final de la década, el número de publicadores era el mismo que en 1960. Después vinieron años en los que el índice creció hasta un 20%, para finalmente estabilizarse entre un 3% y un 5% anual.

Año tras año, los hermanos perseguían una misma meta: superar la cifra de 1.000 publicadores. Esto se hizo realidad en abril de 1988, cuando informaron un total de 1.021 publicadores. El año de servicio de 1990 concluyó con un aumento del 6% y un máximo sin precedentes de 1.148 publicadores. Se condujeron más de 1.169 estudios bíblicos cada mes y la asistencia a la Conmemoración fue de 2.692 personas, por lo que se ve que hay buenas perspectivas de más crecimiento. Tal como se prometió, Jehová está ‘acelerándolo’. (Isa. 60:⁠22.)

La obra de circuito ha desempeñado un papel importante en fortalecer a los hermanos de las 34 congregaciones y varios grupos aislados que existen por todo el país. La sucursal ha satisfecho parcialmente la necesidad que hay de superintendentes viajantes capacitados asignando a hermanos preparados en Galaad para la obra de circuito y distrito. Pero también hay jóvenes tailandeses enérgicos, como Phisek Thongsuk, que llevan en ese servicio varios años y son una gran ayuda para los hermanos. Emilio Batul, que fue superintendente de circuito durante unos diez años en las Filipinas antes de ir a Tailandia, ya lleva veintidós años rindiendo ese servicio en el país.

Preparados para la expansión

En 1962, cuando se trasladó la sucursal a la propiedad de la Sociedad en Soi Phasuk, 69/1, carretera de Sukhumwit, las instalaciones eran más que suficientes. Desde entonces, el número de trabajadores de Betel ha aumentado de tres a dieciséis. En 1985 se alquiló una propiedad adyacente con un edificio de viviendas y un jardín exuberante para alojar a los trabajadores, y de esta forma poder ampliar la zona de oficinas del edificio de la sucursal. Pero al poco tiempo este espacio adicional también se quedó pequeño. Después de una búsqueda exhaustiva, los hermanos localizaron y compraron un terreno en una zona nueva de Bangkok. La construcción de las nuevas instalaciones, que serán cinco veces mayores que las actuales, comenzó en febrero de 1990.

En 1976, en Tailandia, como en todos los demás países donde hay una sucursal de la Sociedad, se formó un Comité de Sucursal. Al principio, el comité estaba compuesto de Paul Engler, que era el coordinador, Elon Harteva y Guy Moffatt. Elon Harteva regresó a Finlandia. El hermano Moffatt murió en 1981 después de cuarenta y cinco años en el servicio a tiempo completo, de los cuales había pasado treinta en Tailandia en el servicio misional y de Betel. Fue también superintendente de circuito y de distrito y los hermanos de todo el país le conocían, amaban y respetaban por su interés sincero en ellos y por su celo en la adoración verdadera. Después de graduarse de Galaad en 1980, Asawin Urairat llegó a ser el primer miembro tailandés del Comité de Sucursal. El comité actual incluye además a Ernst Fischer, que se graduó de Galaad en 1972, y a Kaarle Harteva.

Hacia el futuro con confianza

Aunque Tailandia se ha regido por tradiciones durante siglos, la adoración verdadera de Jehová ha librado a mucha gente de la esclavitud a la religión babilónica. Los primeros Testigos del Dios de la verdad en ese país habían sido anteriormente cristianos nominales. Ahora, sin embargo, la mayoría son personas de antecedentes budistas. Por ejemplo, en la asamblea “Esperanza Viva” de 1980, de los treinta y seis nuevos discípulos que se bautizaron, veintiséis habían sido antes budistas. Solamente uno había sido católico y nueve eran hijos de Testigos. Gracias a las buenas nuevas del Reino de Dios, muchas personas, entre ellas anteriores budistas, tienen la perspectiva de adquirir un tipo de libertad que ningún humano ni gobierno, ni siquiera en el “país de los hombres libres”, podría traer jamás: libertad de la imperfección, enfermedad y muerte. (Compárese con Juan 8:⁠32.)

Los testigos de Jehová seguirán predicando estas buenas nuevas por todo el mundo. Es cierto que todavía queda mucho trabajo por hacer en Tailandia. Más de la mitad de las 73 provincias del país son todavía territorio no asignado. Pero confiamos en que la obra se seguirá efectuando hasta que Jehová la considere concluida. Mientras tanto, seguiremos ‘diciendo entre las naciones: “Jehová mismo ha llegado a ser rey”’, e intentando ayudar a cuantas personas podamos a llegar a ser verdaderamente libres. (Sal. 96:⁠10.)

[Nota a pie de página]

^ párr. 34 La costumbre en Tailandia es llamar a la gente por su nombre de pila.

[Fotografías en la página 188]

Frank Dewar navegó por el sur del Pacífico en el “Lightbearer”, un queche de 16 metros de longitud. Llegó a Bangkok en julio de 1936

[Fotografías en la página 191]

Dos vistas representativas del variopinto paisaje tailandés: arriba, la bahía de Phangnga, en el sur del país, rodeada de acantilados con numerosas cuevas naturales y, a la izquierda, las tres cabezas superpuestas de un gigante místico que se halla en el área del templo del Buda Esmeralda

[Fotografías en la página 193]

Willy Unglaube (foto superior) y Kurt Gruber predicaron en la zona septentrional del país a finales de los años treinta

[Fotografía en la página 197]

ChomchaiInthaphan empezó a traducir en 1941 y permaneció en el servicio de Betel desde 1947 hasta su muerte en 1981

[Fotografía en la página 199]

Buakhieo Nantha, una de las primeras Testigos tailandesas, se graduó en la clase número 31 de Galaad

[Fotografía en la página 202]

George Powell, primer superintendente de sucursal, y su esposa, Dona

[Fotografía en la página 207]

Tailandia tuvo sucursal a partir del 1 de septiembre de 1947. Su primera ubicación fue el número 122 de Soi Decho, Bangkok

[Fotografía en la página 209]

Preparados para la testificación con revistas en la primera asamblea de circuito, celebrada en Chiang Mai en abril de 1948. En la fila de atrás, a la derecha, está Hans Thomas, precursor en Tailandia desde 1941 hasta 1954

[Fotografía en la página 210]

Misioneros de la clase duodécima de Galaad: Joseph E. (Bob) Babinski, Gerald (Jerry) Ross, Darrow Stallard, Donald Burkhart

[Fotografía en la página 214]

Karun Chuthiangtrong. ¿Cómo consiguió apagar su sed de la verdad?

[Fotografía en la página 220]

Seng Buawichai tenía dudas sobre la doctrina de la Trinidad

[Fotografía en la página 224]

George y Carolyn Crawford han servido de misioneros desde 1963 en Camboya, Laos y Tailandia

[Fotografía en la página 227]

Suyi Chinesia, una de las primeras publicadoras de Laos; Bunhoeng Lao, hermano de Siphanh; y Siphanh Lao, primera budista laosiana de Vientiane que llegó a ser Testigo

[Fotografía en la página 229]

Los misioneros predican en barca por los muchos klongs (canales) de Bangkok (año 1956)

[Fotografía en la página 230]

Bantoeng Chantraboon, graduado de la clase número 31 de Galaad en 1958, sirvió como superintendente de circuito

[Fotografía en la página 231]

Somsri Darawan, una de las primeras precursoras especiales tailandesas, se graduó de Galaad en 1953

[Fotografía en la página 232]

La sucursal original era un lugar familiar no solo para estos misioneros, sino también para los habitantes de Bangkok

[Fotografía en la página 233]

Sucursal actual, en Soi Phasuk, 69/1, carretera de Sukhumwit, en Bangkok. Se prevé que el nuevo Betel terminará de construirse en 1991

[Fotografía en la página 235]

En la asamblea “Buenas Nuevas Eternas”, celebrada en 1963 en el parque Lumpini de Bangkok, hubo el doble de delegados extranjeros que de hermanos locales

[Fotografías en la página 237]

Rosaura Engler (Cagungao) y Clara Elauria (dela Cruz), las primeras dos filipinas enviadas a Tailandia para servir de misioneras. ¿Por qué se asignó a filipinos a Tailandia?

[Fotografía en la página 238]

Guy Moffatt estuvo treinta años de misionero y en el servicio de Betel en Tailandia

[Fotografía en la página 241]

Testigos laosianos se dirigen a un campo de refugiados. Había 20.000 refugiados a quienes predicar

[Fotografía en la página 249]

Lyman Swingle, del Cuerpo Gobernante, discursa con ayuda de un traductor, Paul Engler, en la asamblea de 1985 en Bangkok

[Fotografía en la página 251]

Los hermanos que forman el Comité de Sucursal han trabajado un total de noventa y nueve años entre todos en el servicio a tiempo completo. De izquierda a derecha: Paul Engler, Asawin Urairat, Ernst Fischer y Kaarle Harteva

[Mapa/Recuadro en la página 186]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

MYANMAR (Birmania)

Mar de Andamán

TAILANDIA

Chiang Rai

Chiang Mai

Nan

Lampang

Nong Khai

Udon Thani

Khon Kaen

Nakhon Ratchasima

Bangkok

Nakhon Si Thammarat

Songkha

Golfo de Siam

MALAYSIA

LAOS

Vientiane

Savannakhet

CAMBOYA (Kampuchea)

Phnom Penh

VIETNAM

[Recuadro]

TAILANDIA

Capital: Bangkok

Idioma oficial: tai

Religión mayoritaria: budismo

Población: 55.888.393

Sucursal: Bangkok

[Tablas en la página 252]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

Tailandia

1.500

1950 89

1960 382

1970 380

1980 735

1990 1.148

Máximo de publicadores

300

1950 14

1960 41

1970 69

1980 114

1990 195

Promedio de precursores