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Haití

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EN SU viaje exploratorio de 1492, la nave capitana de Cristóbal Colón naufragó en un arrecife de la isla caribeña que actualmente comparten Haití y la República Dominicana. No obstante, aquel viaje echó los cimientos para la colonización de un Nuevo Mundo para Europa. La isla estaba poblada por los arawak, pueblo amerindio de talante pacífico. Estos la llamaban Haití, que significa “tierra montañosa”. Desde entonces, esta “tierra montañosa” ha sufrido múltiples cambios.

Colón tomó posesión oficial de la isla en nombre de la reina Isabel de España y la bautizó como La Española. Los conquistadores sometieron a los arawak a un durísimo régimen de esclavitud. La población aborigen menguó rápidamente, lo que motivó el inicio de la importación de esclavos africanos.

Andando el tiempo, el extremo occidental de la isla comenzó a ser ocupado por piratas franceses, hasta que en 1697 Francia reclamó el dominio de aquel sector con el nombre de Santo Domingo. Gracias a la fertilidad de la tierra y a las grandes plantaciones cultivadas con mano de obra esclava, Santo Domingo se desarrolló en un territorio próspero.

Aproximadamente un siglo después, Toussaint-Louverture, esclavo de ascendencia real africana, obtuvo varias victorias militares y diplomáticas en su lucha por abolir la esclavitud. En 1801 asumió el título de gobernador de Santo Domingo. Más tarde, Jean-Jacques Dessalines, otro antiguo esclavo, expulsó a los franceses y restituyó al país el nombre original que le habían dado los arawak. Así nació en 1804 la primera república negra independiente de América: la entonces rica nación de Haití.

A la muerte de Dessalines, en 1806, Henry Christophe tomó el control del norte. Algunos de sus logros situaron temporalmente a la nación entre las más fuertes del Nuevo Mundo. Construyó el imponente palacio de Sans-Souci y la majestuosa ciudadela de Laferrière, fortaleza situada en la cresta de una montaña. Sin embargo, las luchas por el poder, las revoluciones y la malversación del tesoro público con el tiempo llevaron al país a la pobreza.

Con todo, Haití sigue teniendo un carácter singular desde el punto de vista lingüístico, cultural y humano. Si bien muchos hablan el francés, el pueblo en general emplea el criollo, un expresivo dialecto que mezcla palabras francesas con la gramática de los lenguajes de África occidental. La amalgama de rasgos africanos y europeos confiere a la población un hermoso y llamativo toque. El paisaje sigue dominado por pintorescas montañas, aunque muchas de ellas han quedado completamente asoladas y las fértiles llanuras de antaño son ahora desiertos.

Los haitianos se enorgullecen de su pasado, lamentan su presente y confían en un futuro mejor, en un nuevo mundo. ¡Qué apropiado es que las buenas noticias de un mundo verdaderamente nuevo bajo el Reino de Dios lleguen hasta ellos, sin olvidar a los que viven en los remotos poblados detrás de las montañas!

Las buenas nuevas llegan a Aquin

No se tiene una idea muy clara de cómo llegaron las buenas nuevas a Haití por vez primera. Ya en febrero de 1887, la revista Zion’s Watch Tower lo incluía en la lista de los países desde donde se recibían cartas de lectores interesados. Sin embargo, no fue hasta varias décadas después, durante el invierno de 1929 a 1930, que una Testigo precursora, dedicada de lleno a dar testimonio a otros acerca del propósito de Dios, permaneció varios meses en este país. Luego, en 1938, un abogado de nombre Démosthène Lhérisson obtuvo de algún modo en Puerto Príncipe los libros Creación y Profecía y el folleto Causa de la muerte, y los llevó a su hogar en Aquin, situado en la costa sur. ¿Cuál fue el resultado? Su lectura le convenció de que estas publicaciones señalaban la senda del verdadero cristianismo. Por consiguiente, se separó de la Iglesia Católica y empezó a comunicar la verdad a otros, entre ellos a su sobrino.

Tras su muerte, su sobrino invitó a unos amigos a estudiar los libros regularmente con él. Uno de ellos dijo: “Comprendimos que vivíamos en los últimos días de este mundo, que el Reino de Jehová había sido instaurado en los cielos en 1914 y que las religiones serían destruidas por formar parte de este mundo”. Ya empezaban a cifrar su esperanza en un nuevo mundo.

Alrededor del año 1943, un viajero que había vuelto de Cuba y vivía en Les Cayes, ciudad al occidente de Aquin, trajo consigo varias publicaciones de la Watch Tower. Estas fueron a parar en manos de Solomon Sévère, vecino de Vieux-bourg, a unos 10 kilómetros de Aquin.

Con el tiempo las personas interesadas de Aquin y de Vieux-bourg se juntaron. Sin embargo, varias de ellas se adhirieron a las enseñanzas de una minoría religiosa denominada Cristianismo, o Salomonitas, algunas de cuyas costumbres, como la poligamia, de ningún modo eran cristianas. Los que sinceramente buscaban la verdad vieron la necesidad de romper todo vínculo con la cristiandad y abandonar sus prácticas.

Para 1944 ya había siete personas predicando las buenas nuevas en Haití, y aquel año emplearon un total de 1.500 horas en dicha actividad. Al año siguiente se les unieron cinco publicadores más, y el número de horas que dedicaron a propagar el mensaje del Reino se elevó a 6.164. Hacia fines del año de servicio se incorporaron al grupo dos misioneros bien preparados.

Los primeros misioneros de la Watch Tower

Dos jóvenes misioneros norteamericanos de la Watch Tower, Roland Fredette y Harold Wright, arribaron a Puerto Príncipe en agosto de 1945. Aunque habían estudiado francés en la Escuela Bíblica de Galaad, pronto se dieron cuenta que tendrían que aprender criollo. Se hicieron muy conocidos entre la población al ir por todas partes predicando con la ayuda de tarjetas de testimonio y fonógrafos.

Deseosos de organizar convenientemente la predicación de las buenas nuevas en Haití, N. H. Knorr y F. W. Franz, presidente y vicepresidente, respectivamente, de la Sociedad Watch Tower, viajaron a Puerto Príncipe el 19 de marzo de 1946. Aquella noche se celebró en el hogar misional una reunión exclusivamente para los Testigos, a la que asistieron once personas. Después del discurso que pronunció el hermano Franz, el hermano Knorr habló de cómo organizar la obra de predicar en Haití y anunció la creación de la sucursal haitiana y el nombramiento del hermano Fredette como superintendente de sucursal. A las siete de la noche del día siguiente, un auditorio de 74 personas escuchó en el hogar misional el discurso del hermano Knorr titulado “Regocijaos, oh naciones”.

La sucursal inició sus actividades el 1 de abril de 1946 y poco después la Sociedad Watch Tower obtuvo el reconocimiento oficial. Llegaron cinco misioneros más, y la predicación de las buenas nuevas fue extendiéndose desde los pueblos vecinos de Puerto Príncipe hasta alcanzar a Cap Haïtien, en la costa norte.

El grupo de Vieux-bourg se reúne con los misioneros

Durante este período, algunas personas del grupo de Vieux-bourg hablaron en repetidas ocasiones con un hombre llamado Cassindo. Estando de visita en Puerto Príncipe en 1948, Cassindo oyó a uno de los misioneros pronunciar un discurso en la Place Jérémie, y de inmediato le dijo que en su pueblo había personas que hablaban como él. Cuando regresó a Vieux-bourg, dio la noticia: “Genyen moun kom sa yo nan Port-au-Prince” (En Puerto Príncipe también hay personas como ustedes). El grupo se entusiasmó mucho.

Después de comunicarse con los misioneros, recibieron su visita. ¡Qué alegría sintieron! Estaban tan contentos que pasaron todo el primer día con los visitantes en el servicio del campo. Por la noche se dio un discurso bíblico en la plaza pública a la luz de una lámpara de petróleo.

En un viaje que los misioneros realizaron posteriormente, se bautizó a los que reunían los requisitos para ello y se organizó el grupo en una congregación, siendo esta una de las primeras de Haití. No obstante, hubo problemas. Solomon Sévère tendía a dominar a los demás, razón por la cual se nombró a otro hermano más humilde como superintendente de congregación. Al ver aquello, Sévère se rebeló y convenció a otros para que abandonaran con él la congregación. (Hech. 20:29, 30.)

Los doce hermanos que permanecieron fieles reconocieron a Jesucristo como su Líder y siguieron leales en el servicio de Jehová. (Mat. 23:10.) Su acción redundó en abundantes bendiciones. Vieux-bourg, que contaba con una población de aproximadamente cuatrocientos habitantes, informó veintiún publicadores en 1949, más de los que había en Puerto Príncipe.

Un pastor aprende del nuevo mundo

Por aquel entonces, algunos clérigos de la cristiandad ayudaron inconscientemente a llevar la verdad a sus mismos fieles. Dejemos que Diego Scotland, natural de Dominica, nos relate su propia experiencia:

“Mientras servía de pastor de una Iglesia pentecostal, el pastor principal trajo de Estados Unidos varias publicaciones de la Watch Tower para uso personal. Cuando empecé a estudiarlas, me advirtió que no fuera a perder el juicio. Pasé por alto su consejo porque comprendí que contenían la verdad. Mas cuando comencé a negarme a oficiar los cultos, nuestra relación se puso tensa. La ruptura final tuvo lugar tras un debate sobre la doctrina de la inmortalidad del alma.”

Al haber sido derrotado, el pastor principal dijo que no permitiría que los testigos de Jehová echaran raíces en Haití. Diego, un hombre delgado y apacible, le contestó, citando a Gamaliel, que si los Testigos tenían la religión verdadera, nadie podría detenerlos. (Hech. 5:39.) De modo que comenzó a estudiar con ellos, progresó rápidamente y al poco tiempo llegó a ser un publicador bautizado.

Otros aprenden y pronto empiezan a predicar

En 1948 llegaron cuatro graduados más de Galaad: Alexander Brodie y Harvey Drinkle, en abril, y Fred y Peter Lukuc, en el verano, todos ellos de nacionalidad canadiense. Se instalaron en el hogar misional, ubicado en el número 32 de Rue Capois, y desde allí contribuyeron en gran manera a intensificar la predicación de las buenas nuevas en Puerto Príncipe.

En aquel entonces Fred Lukuc tenía 23 años, y llevaba sirviendo de precursor desde 1943. A su llegada dejó el libro “La verdad os hará libres” al propietario de una tienda de artículos de cuero y le prometió regresar el domingo siguiente. Pero en el intervalo sucedieron muchas cosas. El yerno de aquel hombre, Maurice Sanon, vio el libro y se puso a leerlo. Todas las tardes este ex maestro de escuela se sentaba a estudiar la Biblia utilizando el libro de su suegro. A los pocos días empezó a mostrar a sus amigos las doctrinas falsas que la Iglesia Católica les había enseñado. Estaba impaciente por conocer a Fred.

“Maurice hacía muchas preguntas —dijo el hermano Lukuc años más tarde—, así es que principiamos un estudio bíblico. Progresó sin demora y empezó a comunicar a sus parientes y a otras personas la verdad que acababa de encontrar. No obstante, cuando lo invité a ir conmigo a predicar, objetó: ‘Aún no sé lo suficiente’. Entonces le respondí: ‘Tú sabes más de la Biblia que la gente de allá afuera; además, yo seré el que hable’. Él estuvo de acuerdo. Pero desde la primera visita, quien habló casi todo el tiempo fue este hombre enérgico.” Posteriormente, su esposa y sus cuatro hijos se le unieron en el estudio, y la familia entera, junto con algunos sobrinos, se hicieron Testigos dedicados.

Al año siguiente, 1949, Fred conoció a un protestante sincero de 40 años de edad que residía en Carrefour, cerca de Puerto Príncipe. Él también estaba sediento de la verdad. “Dumoine Vallon hizo muchas preguntas sobre doctrina —cuenta Fred—. Volví a la semana siguiente, tal como habíamos acordado, pero no lo encontré. Me sentí decepcionado, pues había hecho un largo viaje en bicicleta para visitarlo.” ¿Qué había ocurrido? Fred continúa: “Dumoine vino a casa enseguida y me explicó que había estado predicando a los vecinos. ‘No saben nada de Dios’, dijo”. Un estudio bíblico le ayudó a adelantar rápidamente y en junio de 1950 se bautizó. Aún sigue siendo un ministro leal de las buenas nuevas.

Nuestra primera asamblea de distrito

Nuestra primera asamblea de distrito se llevó a cabo en 1950, y contó con la presencia del hermano Knorr, quien participó con los publicadores en anunciar el discurso público mediante pancartas. Ante este espectáculo enteramente nuevo, la gente empezó a arremolinarse en torno a ellos, y algunos los ridiculizaron. Pero ¡qué alegría les dio ver que 474 personas asistieron al discurso en un teatro al aire libre que estaba junto al puerto! Ese mismo día se habían bautizado trece personas en la playa del Club Thorland.

El hermano Knorr proveyó pautas para mejorar la organización de las congregaciones, preparar a los publicadores y corregir a aquellos que asistían a las reuniones sin los motivos correctos. La gente había de saber que los testigos de Jehová no eran como los protestantes, que hacían conversos de los católicos ofreciéndoles ventajas materiales.

Al comprobar que tras cinco años de actividad misionera solo informaban 86 publicadores, el hermano Knorr recomendó que se utilizara el criollo en lugar del francés en el ministerio del campo y en las reuniones. El cambio no tardó en dar buenos resultados.

Asimismo, el hermano Knorr anunció la traducción al criollo del folleto ¿Puede usted vivir para siempre en felicidad sobre la Tierra? No obstante, el traductor empleó un sistema fonético ideado por un alemán llamado Laubach que, aunque facilitaba la pronunciación del criollo a las personas de habla inglesa, no era el sistema al que la población católica estaba acostumbrada. Por tal motivo, el folleto tuvo una circulación limitada.

El sur sigue fructificando

La congregación de Vieux-bourg había ido extendiendo la predicación hacia el sur hasta llegar a Saint-Louis du Sud, donde vivía Benoît Sterlin, un conocido empresario que había estado estudiando con los Testigos desde 1946 y que también predicaba. En 1950 se formó la segunda congregación del sur con el grupo de siete publicadores de Saint-Louis du Sud. Benoît se bautizó en marzo del siguiente año, y tanto él como su esposa se hicieron publicadores muy activos.

Hasta ese tiempo solo unos cuantos misioneros estaban facultados para celebrar casamientos. Cuando se empezó a autorizar a los hermanos haitianos también, Benoît fue uno de los que prestó juramento para ello delante de un juez de Puerto Príncipe.

La verdad triunfó

Un día de 1951, Alex Brodie se hallaba predicando en una zona comercial de la capital, en Rue des Miracles, cuando se detuvo en una sastrería llamada El Sastre Elegante. Allí conoció a Rodrigue Médor, de 32 años, a quien dejó el libro “Sea Dios veraz”. Este sastre, de aspecto impecable, aceptó un estudio bíblico, pero Alex casi nunca lo encontraba en casa. El mismo Rodrigue confiesa: “Acepté el libro para librarme de él. Mi esposa y yo éramos católicos fervientes. Cuando Alex me ofreció un estudio, le dije que podía venir; pero luego me escondía”.

Sin embargo, la verdad triunfó. “Traté de vencerlo haciéndole una pregunta sobre la Virgen —recuerda Rodrigue—, pero su respuesta fue satisfactoria; a partir de entonces empecé a estudiar en serio. Mi esposa se opuso y hasta pidió a un sacerdote que rezara una novena para que yo dejara de estudiar. Así que estudiábamos en otro sitio.”

Cuando Rodrigue supo lo que la Biblia dice sobre las imágenes, actuó con resolución: quitó la imagen de la Virgen que había en la sala y la rompió. Su esposa se enfureció. Pero con el tiempo le impresionó ver cómo los intereses de él iban cambiando; por ejemplo, pasaba las noches leyendo las publicaciones bíblicas en vez de irse con sus amigos. En consecuencia, ella también comenzó a estudiar. Rodrigue se bautizó en febrero de 1952, y su esposa, tres años más tarde.

David Homer, otro misionero, visitaba a Albert Jérome en su pequeña tienda de comestibles. Al principio, este dio poca importancia a la verdad. Pero David siguió visitándolo porque percibía “cierta sinceridad” en él. Por fin iniciaron un estudio bíblico, y Albert no tardó en progresar. Después de su bautismo, siguieron estudiando los libros “Equipado para toda buena obra” y Capacitados para ser ministros, lo que contribuyó a que se convirtiera en un ministro valioso de la congregación.

Se propagan las buenas nuevas en criollo

Dar estudios bíblicos planteaba extraordinarios desafíos a los misioneros. Los libros estaban en francés, pero a casi toda la gente había que explicárselos en criollo. En algunas áreas, la única iluminación disponible de noche era la de una lámpara de petróleo hecha de una lata de leche evaporada. “La luz era tenue recuerda Alex Brodie—, pero el deseo de aprender del estudiante superaba el inconveniente.”

Los discursos públicos en criollo que se pronunciaban en un parque en las afueras de Puerto Príncipe, y algunas veces en la playa, siempre contaban con una nutrida asistencia. Los misioneros transportaban en bicicleta el equipo de sonido y colgaban en las palmeras los altoparlantes. La gente llevaba sus propias sillas o se sentaba en la hierba.

Era tal el interés de los habitantes de la zona de Carrefour, que se formó un Estudio de Libro de Congregación en el hogar de Dumoine Vallon. Entretanto, ¿qué estaba pasando en Vieux-bourg? Los publicadores estaban predicando diligentemente y presentando discursos en los campos vecinos. Viajaban a caballo, en burro o en mula y dormían a la intemperie donde la noche los sorprendía. Pero, de pronto, surgieron problemas en el país.

Proscripción repentina

En una carta fechada el 19 de abril de 1951, el Ministerio de Asuntos Religiosos notificó a la sucursal que todas las actividades de los testigos de Jehová de Haití debían suspenderse. La carta acusaba a los Testigos de ser “antinacionales” y de utilizar la revista ¡Despertad! para divulgar ideas comunistas. ¿A qué se debió el cambio?

Era una maniobra del clero, pues por varios meses habían estado instigando a las autoridades para que adoptaran medidas sobre la cuestión del saludo a la bandera. Los católicos acusaban a los hermanos de ser comunistas. ¡Abajo los comunistas!, era la consigna que solían gritar contra los Testigos.

Fue preciso esperar más de tres meses y escribir muchas cartas antes de convencer a las autoridades de que la información que poseían era falsa y que los testigos de Jehová no tenían nexos políticos. Finalmente, se levantó la prohibición en el mes de agosto.

¿Qué efecto tuvo todo esto en la obra? Si bien la policía había clausurado los Salones del Reino, las reuniones se habían seguido efectuando en los hogares donde se realizaba el Estudio de Libro de Congregación. En el mes de julio, estando la proscripción en vigor, los diez publicadores de Carrefour habían sido organizados en una congregación, con Peter Lukuc como superintendente. Además, habían llegado otros cinco graduados de Galaad. Estos recibieron visados de residentes poco después de haberse levantado la prohibición. Cuando los hermanos de un pueblo del sur se dirigieron al cuartel de la policía para solicitar la devolución del equipo del Salón del Reino que había sido confiscado, el capitán lo entregó, diciendo: “Vayan y trabajen para Jehová hasta el fin”.

Encuentro con el vudú

Uno de los misioneros recién llegados era el canadiense Victor Winterburn, de 23 años, que se había bautizado en 1940 a la edad de 12 años y había sido precursor desde 1946. A poco de habérsele nombrado superintendente de sucursal, en septiembre de 1951, la vida de un Testigo llamado Frank Paul se vio amenazada por las supersticiones del culto vudú. Dejemos que Victor Winterburn y Alex Brodie, que acudieron en su auxilio, nos narren lo sucedido:

“En 1952, guiados por los informes de unos hermanos, hallamos a Frank semiconsciente en una camilla de un templo vudú. Tenía las manos atrás, atadas a un poste. Sus pies también estaban atados. Una mordaza le impedía cerrar la boca. Tenía los labios partidos y el rostro demacrado, lleno de ampollas. Tratamos de hablar con la mambo (sacerdotisa), pero no nos hizo caso. No podíamos comunicarnos con Frank; tampoco podíamos sacarlo de allí. La policía nos dijo que ni siquiera ellos podían tocarlo, ya que habían sido sus padres quienes lo habían llevado a aquel lugar.

”Fuimos a ver a sus padres, y por fin logramos enterarnos de lo que realmente había sucedido. Su esposa lo había abandonado y él estaba criando a su hijo solo, haciendo trabajos de sastrería en su casa. Un día enfermó y empezó a delirar, así que lo hospitalizaron. Sus padres lo trasladaron al templo creyendo que estaba poseído por un espíritu malo. Después supimos que a los enfermos los golpean y les ponen pimienta en los ojos para ahuyentar a los malos espíritus.

”Los padres de Frank, atemorizados al ver que su estado seguía agravándose, llamaron a un hermano, y este se encargó de llevarlo de nuevo al hospital. Sin embargo, no quisieron recibirlo porque sabían dónde había estado. Solo lo admitieron cuando una hermana enfermera experimentada se ofreció a comprar las medicinas necesarias y a cuidarlo. La congregación le suministraba los alimentos, aunque es la familia del paciente la que normalmente se encarga de este servicio.

”Los médicos diagnosticaron que Frank tenía fiebre tifoidea y malaria. Nos preguntábamos si se recobraría. Pese a todo, se repuso, reanudó el ministerio y con el tiempo se volvió a casar. Estaba muy agradecido por la ayuda que los hermanos le prestaron y el espíritu amable y colaborador de la congregación.”

Viajes de circuito memorables

El superintendente de sucursal solía visitar las congregaciones en calidad de superintendente de circuito acompañado generalmente de otro misionero, y de paso predicaban en todos los pueblos intermedios.

En uno de tales viajes, realizado en noviembre de 1951, Victor Winterburn y su compañero recorrieron en bicicleta 520 kilómetros hasta llegar a Les Anglais, en el sur. Dedicaron al servicio un promedio de diez horas diarias y colocaron más de quinientos ejemplares de nuestras publicaciones.

Cuando Fred Lukuc se hallaba visitando las congregaciones en la primavera de 1952, enfermó de malaria y tuvo que acortar su itinerario. Más tarde, escribió: “Emprendí el regreso de 174 kilómetros desde Cavaillon, llevando en mi bicicleta efectos personales y publicaciones. Pasé la primera noche en Aquin y me tomé lo que quedaba de la medicina. El trayecto del día siguiente, pedaleando por las colinas hasta llegar a Grand-Goâve, me dejó exhausto. Aquella noche me quedé en casa de un hombre de edad avanzada que tenía interés en la verdad. Dormí poco, pues la fiebre y el sudor me habían debilitado. El humilde anciano se encargó de ponerme en un camión que me llevara a Puerto Príncipe. Cuando llegué a Betel, estaba muy grave, y el médico recomendó que regresara a Canadá para recuperarme”.

Por esta causa, Fred Lukuc dejó Haití en 1952. Sin embargo, poseía un indomable espíritu misionero, y tres años después volvió para reanudar el excelente trabajo que había estado haciendo. También Peter Lukuc se vio obligado a marchar a Canadá para recibir tratamiento contra una grave amebiasis. Pero, debido a que también tenía el mismo espíritu tenaz, regresó para seguir sirviendo en Haití.

Se llega a nuevos territorios

Para aquel entonces ya existían congregaciones en Puerto Príncipe y a lo largo de la ruta sur hasta Les Cayes. También se estaban haciendo intentos por formar grupos en otros territorios. Alex Brodie y Harvey Drinkle realizaban viajes en dirección norte a Saint-Marc, atravesando los pantanos y arrozales del valle del Artibonite, y seguían hasta Gonaïves, una región donde abundan los cactus. Con el tiempo, Harvey, hombre discreto y valeroso, tuvo que volver a Canadá para someterse a una operación en la que le extirparon el ojo derecho, afectado por un cáncer. Sin embargo, retornó a Haití para proseguir con su asignación.

Alex y Harvey viajaban en sus bicicletas cargadas con publicaciones por carreteras sin pavimentar, y visitaban las casas y poblados que encontraban a su paso. Como la gente del campo se levanta temprano, solían hacer su primera visita hacia las seis de la mañana y predicaban hasta el anochecer. Luego pasaban la noche en las pequeñas casas con techo de paja de los hospitalarios campesinos. En Saint-Marc y Gonaïves podían alojarse en hoteles. Posteriormente, Alex escribió entusiasmado: “Fue muy agradable visitar a estas personas tan alegres”.

Otros misioneros dirigieron sus esfuerzos hacia el suroeste. Marigo Lolos, que después se casó con Alex, nos relata su viaje a Jérémie con otras tres misioneras solteras, Naomi Adams, Virnette Curry y Frances Bailey:

“En enero de 1952 viajamos en el Clarion, un velero con motor auxiliar. Como el mar estaba picado y el barco se balanceaba de un lado a otro, nos mareamos por completo. Pero al llegar a Jérémie, sentimos la alegría de predicar allí y dejar muchas publicaciones.

”Luego tomamos un camión de carga (que hacía las veces de autobús) hasta Anse-d’Hainault. Los hombres iban montados sobre la carga de productos agrícolas del vehículo. De regreso, chocamos contra otro camión, y Frances resultó lesionada. Naomi tenía un botiquín de primeros auxilios y pudo vendarle la herida; pero nos quedamos inmovilizados en medio de las montañas. Orando en silencio, nos situamos junto a la carretera y acostamos a Frances en un catre envuelta en una sábana.

”Un muchacho que escuchó la colisión desde el valle subió con una olla de hierro, un poco de mandioca y algunos plátanos. Luego encendió una hoguera y nos preparó una comida; un acto de bondad que nos conmovió mucho.

”Cayó la noche, fría y oscura. A las diez oímos un vehículo que se aproximaba, pero sabíamos que no podría pasar. La carretera era estrecha y un gran precipicio la bordeaba. Por consiguiente, Naomi se dirigió hacia el vehículo con una linterna y le hizo señales al conductor para que se detuviera. Nos sorprendió ver cómo el hombre se las ingenió para dar la vuelta, y para alivio de todos, nos llevó a Jérémie. Regresamos a Puerto Príncipe al día siguiente, felices de haber esparcido las buenas nuevas en aquel territorio lejano.”

Muchas personas todavía recuerdan a aquellas valerosas misioneras y hablan de ellas. Una hermana haitiana, que se bautizó en 1990 a los 72 años, recuerda que su primer contacto con la verdad fue a través de una de ellas hace más de treinta años. Dice: “Quisiera haber estudiado y haberme hecho Testigo entonces; así no hubiera desperdiciado todos esos años en que pude haber servido a Jehová”.

La pobre actuación de un pastor

Nuestros hermanos eran denodados y mostraban confianza en la Palabra de Dios a la hora de dar testimonio al clero. Esto se hizo patente en 1954 en una conversación que sostuvo un publicador con un pastor protestante y tres de los fieles de su Iglesia sobre el tema de la inmortalidad del alma. Cuando el hermano leyó en la propia Biblia del pastor lo que dice Ezequiel 18:4: “L’âme qui pèche est celle qui mourra” (El alma que peque es la que morirá), este respondió categóricamente que no podía aceptarlo. (La Sainte Bible, traducida por L. Segond.) El hermano narra lo que sucedió a continuación:

“Le pregunté cuál sería el destino de los inicuos y cuál el de los justos. Me respondió que los inicuos sufrirían el castigo del fuego eterno, en tanto que las almas de los justos, entre ellas la de Adán, resucitarían para gozar con Dios en su Reino. Dijo que Dios había perdonado el pecado de Adán cuando lo vistió con túnicas de pieles. No pudo explicar cómo un alma que nunca muere puede resucitar. Razonando sobre varios textos de la Biblia, le mostré que Adán había pecado deliberadamente, a sabiendas de lo que hacía, y que si Dios lo hubiera perdonado, entonces sus hijos habrían nacido perfectos, libres de la condena del pecado.

”Varios días después, uno de los miembros de la Iglesia me dijo que el pastor quería saber dónde aprendían los testigos de Jehová a conocer tan bien la Biblia. Este y otros feligreses comenzaron a estudiar con nosotros, y en poco tiempo uno de ellos empezó a predicar.”

Los testigos de Jehová en las noticias

Hasta principios de los años cincuenta era muy poco lo que los diarios publicaban acerca de los testigos de Jehová. Pero la situación cambió con la asamblea Sociedad del Nuevo Mundo que se llevó a cabo en el Estadio Yanqui, de Nueva York, en julio de 1953. Seis periódicos informaron gratis sobre los representantes haitianos. Le National publicó una fotografía del primer día en el estadio y más tarde informó de los planes para realizar una asamblea semejante en Haití.

Asimismo, las estaciones de radio de dos ciudades nos permitieron radiar programas sin costo alguno. El director de una emisora examinó el guión del espacio de servicio público que presentaba la Watch Tower, titulado “Cosas en que piensa la gente”, y lo incorporó en su programación. Otra emisora solicitó que la duración del espacio se extendiera a treinta minutos.

Los hermanos haitianos reciben más tareas

Dos de los directores de la Sociedad Watch Tower viajaron a Haití en 1954. La visita de Milton Henschel para cumplir con una asignación en una asamblea de distrito coincidió con la Conmemoración, el día 17 de abril, y los hermanos disfrutaron mucho de tenerlo como orador en esa ocasión. Durante su visita, el hermano Henschel recomendó que se delegaran más tareas a los hermanos del país. Por lo tanto, se efectuaron algunos cambios, y en poco tiempo los Comités de Servicio de las congregaciones estuvieron compuestos exclusivamente de hermanos haitianos. De esta manera, los misioneros tuvieron más tiempo libre para el ministerio del campo. El hermano Henschel también dejó un juego de cintas de la película La Sociedad del Nuevo Mundo en Acción, que se exhibió a grandes auditorios en todo el país.

En la visita que realizó el hermano Fred Franz en el mes de agosto, aconsejó que tanto la sucursal como los Salones del Reino estuvieran en barrios mejores de la ciudad. El contrato de arrendamiento del edificio que albergaba la sucursal, el hogar misional y un Salón del Reino estaba a punto de vencerse. A fin de estimular a los hermanos a tomar medidas, el superintendente de la congregación, Maurice Sanon, les dijo en reiteradas ocasiones: “Si no encontramos un lugar para nuestro propio salón, tendremos que reunirnos a la intemperie”.

La nueva sucursal, ubicada en Rue Lafleur Duchène número 39, en efecto proveyó temporalmente un salón “a la intemperie” en su amplio patio pavimentado. Allí se efectuaron las reuniones durante algunos meses del año 1955, hasta que los hermanos arrendaron un bungaló en Grande Rue. Entonces, con el permiso del propietario, quitaron las paredes interiores y crearon un espacio dos veces mayor que el del Salón del Reino de la casa de Rue Capois.

Al enterarse de que pronto serían padres, los Brody regresaron a Canadá justo antes de la mudanza a la casa de Lafleur Duchène. En la actualidad viven en Toronto, donde Alex es anciano.

Fred Lukuc regresa

Fred Lukuc, que aún estaba convaleciente, se encontró inesperadamente con Roland Fredette en la asamblea de distrito de Dallas (Texas) en 1955, y este le aconsejó diciendo: “Fred, vuelve a Haití. Servirás mejor allá”. Fred trabajaba entonces en la Hacienda Watchtower de Norval (Canadá), pero su salud no era muy buena, y recaía de vez en cuando. ¿Qué debería hacer?

“En septiembre de ese año, pesando solo 54 kilos, regresé a Cap Haïtien con Roland Fredette —escribió Fred posteriormente—. La Sociedad y todos los hermanos fueron muy bondadosos. A los pocos meses me invitaron a efectuar la obra de circuito en el norte. ¡Qué privilegio! Pero ¿podría hacerlo? No me sentía lo suficientemente fuerte. Después de orar, escribí a la Sociedad diciendo que lo intentaría. Fue así como reanudé la obra de circuito en junio de 1956. Durante los siguientes seis años, Jehová me bendijo sobremanera. Aumenté 18 kilos y me recuperé por completo.”

Los hombres también pueden hacerlo

Los graduados de Galaad recibieron más refuerzos en 1956. Entre los recién llegados estaba Max Danyleyko, que hablaba francés por haber sido misionero en Quebec. Llegó en febrero y fue asignado a trabajar con Grady Rains, que vivía en Haití desde 1952. Refiriéndose a sus primeras experiencias, el hermano Danyleyko dice:

“La casa que alquilamos en Petit-Goâve no tenía agua corriente, de modo que tomamos un balde y fuimos a la fuente pública. Pero unas mujeres vinieron corriendo, agarraron el balde y lo cargaron por nosotros, diciendo: ‘Yon nonm pa kapab fè sa!’. (¡Los hombres no hacen eso!) Aquello se consideraba trabajo de mujeres. Lo mismo sucedió en el mercado. Pasó algún tiempo antes de que les hiciéramos entender que los hombres también pueden hacerlo. Después observamos que otros hombres siguieron nuestro ejemplo.”

Aunque los mercados se hallan en enormes espacios techados, parte de ellos queda al aire libre. Las innumerables mercancías están expuestas en largas mesas bajo techo o afuera en la misma calle, sobre el pavimento. Visitemos uno de estos:

Nos abrimos paso con dificultad entre el gentío, pasando cuidadosamente por el lado de los vendedores o por encima de sus productos. Al ver unas hermosas limas, nos dirigimos a la mujer que está en cuclillas junto a ellas y sostenemos el siguiente diálogo: ‘¿Cuánto valen cuatro montones?’. ‘Ochenta centavos.’ ‘Le doy 50.’ ‘No, 70 es lo mínimo.’ ‘Sesenta’, decimos, mientras nos alejamos. Entonces nos llama con un silbido. Le pagamos 60 centavos, tomamos las limas y le preguntamos: ‘Wa ban m’ degi?’. (¿Y de regalo?) Sonriendo, nos da una lima gratis, y todo el mundo queda contento.

Misioneros en Saint-Marc

En cuanto George y Thelma Corwin llegaron a Haití en abril de 1956, a él lo llevaron al servicio del campo. Nos cuenta: “Llegamos del aeropuerto a Betel, y después de almorzar, Peter Lukuc me invitó a predicar. Tras visitar unos cuantos hogares juntos, me pidió que fuera a una casa mientras él hablaba en otra. ¡Mi primer día en Haití y ya tenía que predicar en un idioma extraño! Pero los haitianos son gente considerada y pude arreglármelas bien”.

Los Corwin y Peter Lukuc fueron asignados a Saint-Marc. Para comenzar les dieron algunas hojas de suscripciones vencidas. Mientras buscaban a una suscriptora, los Corwin conocieron a su hermana, una profesora jubilada llamada Adèle Canel. Estudiaron el libro “Sea Dios veraz”; ella utilizaba un ejemplar en francés, y ellos, uno en inglés. Más adelante, su esposo también se integró al estudio. Al poco tiempo, dividieron la habitación para utilizar una parte como vivienda y la parte mayor como salón de reuniones. Ambos se hicieron Testigos, y fue así como, en 1956, nació la congregación de Saint-Marc.

Entre aquellos a quienes los Corwin dieron estudios bíblicos se encontraba Marc-Aurel Jean, que estudiaba en su sastrería. Su padre, Emmanuel, no sabía leer, pero escuchaba y aprendía. Poco tiempo después ambos empezaron a asistir a las reuniones y a predicar. El padre se aprendía un sermón de memoria y luego lo recitaba. Cuando inició un estudio bíblico con un pescador, primero estudiaba unos cuantos párrafos con su hijo y asimilaba la información; después salía a dar el estudio con la Biblia, un folleto y el libro de cánticos. Tenía por costumbre principiar y acabar el estudio con cántico y oración, como se hace en las reuniones.

En el circuito con la película de la Sociedad

Fred Lukuc visitó muchos lugares del país en la obra de superintendente de circuito. De 1956 en adelante exhibió la película La Sociedad del Nuevo Mundo en Acción en los pueblos adonde iba. En una población del interior llamada Hinche, escogió un parque frente a una iglesia católica. Cuando la misa concluyó, proyectó algunas de las escenas iniciales para atraer la atención de los fieles que iban saliendo de la iglesia. Luego rebobinó la cinta, hizo la introducción y exhibió toda la película. A pesar de que en aquella localidad solo había dos precursores especiales y dos publicadores, el auditorio ascendió a casi mil personas.

El pueblo de Mirebalais, al sur de Hinche, no tenía electricidad. ¿Cómo podrían proyectar la película? Fred dio el testimonio a un sargento y le explicó el inconveniente. Este dispuso lo necesario para que la exhibieran en el cuartel utilizando el generador del ejército. Aunque no se pudo invitar a los habitantes del pueblo, sí se permitió que algunos hermanos asistieran. Entre los 75 espectadores estaban las esposas y los amigos de los soldados.

Muchos años después, en 1988, cuando Fred Lukuc terminó de pronunciar un discurso en la congregación francesa de Delray Beach (Florida), el superintendente presidente, el hermano Fabien, se le presentó y le dijo: “Usted me visitó en 1957, cuando yo era sargento en Mirebalais. Dejé el ejército en 1971, y ahora soy su hermano. Mi hija es precursora regular”. ¡Qué encuentro más grato después de unos treinta años!

El ejemplo de un joven de 20 años fue muy animador para los hermanos de Mirebalais. Como tenía ambas piernas paralizadas, viajó al pueblo en burro para la visita de circuito de Fred. Cuando iba a las reuniones al Salón del Reino, era preciso meterlo y sacarlo a cuestas. También acostumbraba predicar en su aldea, que distaba unos 18 kilómetros del pueblo, montado en su burro. Fue una de las 54 personas que se bautizaron en la asamblea de distrito de Puerto Príncipe en 1957.

Más de treinta años después, Fred aún recordaba muy bien a algunos de los publicadores de la congregación Ouanaminthe, en la frontera dominicana. Tres de estos fieles Testigos caminaban 19 kilómetros hasta el Salón del Reino para participar en el servicio del campo los domingos. Pasaban todo el día predicando, asistían a la reunión por la noche y luego volvían a recorrer la misma distancia de regreso a su hogar a la luz de la luna.

Precursores fructíferos

Mientras viajaba, Fred contempló algunos paisajes muy pintorescos. Pero más hermoso aún era el hecho de que los hermanos estaban hallando a individuos que buscaban la verdad.

Fred visitó a dos precursores especiales en Petite-Rivière-de-l’Artibonite. ¿Qué resultados habían conseguido? Solo llevaban allí catorce meses, y ya los acompañaban varios estudiantes en la predicación. Entre ellos estaban un farmacéutico llamado Gaston Antoine, su esposa, la hermana de él y su cuñado y un ex pastor de la Iglesia de Dios. Once personas participaron en el servicio del campo aquella semana, seis de ellas por primera vez; y muchos más estaban mostrando interés. Cerca de ochocientas personas se congregaron en un parque para ver la película de la Sociedad, y las demás reuniones contaron con una numerosa concurrencia.

Tormentas e inundaciones

Peter Lukuc realizó una gira de circuito por la región del sur en 1957. Viajó en una lancha motora desde Anse-à-Veau hasta Baradères, un pueblo que se inundaba con facilidad. Al terminar de dar un discurso público a un grupo de 30 personas, observó que las nubes se amontonaban amenazadoras. A la mañana siguiente partió en barco, pero en el transcurso del viaje se desató una gran tormenta; la lluvia azotó la embarcación y todos los pasajeros se calaron hasta los huesos. Por tal motivo pararon en Petit-Trou de Nippes.

Las inclemencias del tiempo no detuvieron a Peter. Creyendo que esta era la primera vez que el pueblo recibía testimonio, aquella tarde salió a predicar en medio de la lluvia. Sin embargo, un publicador al que había conocido en Miragoâne se le había adelantado. Este hermano se emocionó mucho al verlo de nuevo. Al día siguiente, de regreso a Anse-à-Veau, estalló otra tormenta. No obstante, se las arreglaron para llegar sanos y salvos al pueblo, que ya estaba inundado.

Para regresar por tierra era preciso cruzar el Grande-Rivière (Río Grande). El fragor de sus aguas bajando por las montañas se oía a tres kilómetros de distancia. Era imposible cruzarlo. La gente esperó en las riberas todo el día y toda la noche. Entretanto, Peter caminaba descalzo por el lodo dando testimonio en algunos hogares y dejándoles las revistas. Para la mañana siguiente, el nivel de las aguas había descendido justo por debajo de los hombros, y Peter pudo vadearlo.

También había hermanos dando testimonio en Miragoâne, un bonito puerto al noreste de Vieux-bourg, y las personas mansas atendían al mensaje. Cierto día, el hijo de un predicador bautista asistió a un estudio bíblico en el que se estaba hablando del venidero nuevo mundo. Le impresionó ver la prueba bíblica de que la Tierra será un paraíso libre del sufrimiento, la muerte y la maldad, y aceptó la conclusión lógica de que no todos los buenos van al cielo. (2 Ped. 3:13; Rev. 7:9; 21:4, 5.) De inmediato regresó a su aldea en las montañas, reunió a los miembros de su Iglesia, entre ellos su padre, y les mostró lo que la Biblia dice sobre el verdadero futuro de la Tierra. Al otro día envió a unas personas a Miragoâne para que pidieran a los Testigos que vinieran a enseñarles de la Biblia. La mayor parte de aquel grupo, entre ellos el predicador, empezó a estudiar, y cerca de treinta se hicieron Testigos.

Eran pilares de la Iglesia

También en la región norte muchas personas que tenían una participación activa dentro de su Iglesia acogieron la verdad bíblica. Por ejemplo, después de haber permanecido siete meses en Port-de-Paix, en la costa norte, a François Doccy y Jean Sénat les alegró mucho encontrar a varias personas que querían servir a Jehová. Nueve participaron en el servicio del campo durante la visita del superintendente de circuito. Una conversación entre Fred Lukuc y una joven católica revela quiénes eran algunas de estas. He aquí lo que él recuerda:

“Ella me preguntó: ‘¿Salió usted solo hoy?’. ‘No —le respondí—, Rock St.-Gérard salió conmigo.’ ‘¿Rock St.-Gérard?’, preguntó asombrada. ‘Él ahora es testigo de Jehová’, le dije. ‘¡Pero si era el presidente de la Asociación de Legionarios! —exclamó—, un pilar de la Iglesia Católica.’ ‘También su esposa es Testigo’, añadí. Ella preguntó: ‘¿Es cierto que Irlande Sarette está estudiando con ustedes?’. ‘Sí —le contesté—, va a las reuniones y sale a predicar con nosotros.’ ‘¡Por Dios! ¡Si era la presidenta de la Cruzada!’, replicó. Entonces le dije: ‘También está Lucianne Lublin...’, pero me interrumpió, diciendo: ‘¡Ya van cuatro pilares de la Iglesia!’. ‘Pues bien, —le dije—, usted también debería estudiar.’ ‘Eso voy a hacer’, me respondió.”

Las personas ya mencionadas, además de otras, se bautizaron en la asamblea de distrito de diciembre de 1957. Don Adams, de la oficina central de Brooklyn, asistió en calidad de superintendente de zona.

La oposición no impide el progreso

El hecho de que las buenas nuevas penetraran en zonas nuevas ocasionó que los líderes de las iglesias levantaran falsas acusaciones. En 1957, cuando Roland Fredette, Fred Lukuc, e Hiram Rupp, misionero de la cuarta clase de Galaad, empezaron a visitar a los habitantes de Mont-Organisé, a 35 kilómetros al sur de Ouanaminthe, el clero respondió con amenazas. “Llegaron los falsos profetas —dijeron—, hay espías norteamericanos en el pueblo. ¡Cuidado con los comunistas!”

Los hermanos refutaron las acusaciones con discreción. Un ciudadano destacado, llamado François Codio, habló con los hermanos durante tres horas. Las explicaciones que le dieron lo impresionaron, por lo que tomó un ejemplar de cada libro que llevaban. Otras personas empezaron a escuchar en vez de criticar, y muchos adquirieron las publicaciones.

La obra también seguía expandiéndose en Puerto Príncipe, lo que propició la necesidad de una sucursal más grande. Además, durante los disturbios políticos de 1957, el vecindario donde estaba localizada la sucursal en Lafleur Duchène se convirtió en un semillero de violencia. Por consiguiente, cuando el contrato de la casa expiró, se mudó el Hogar Betel a Pont-Pradel número 3, en Bois-Verna, una mejor zona de la ciudad. Allí se formó una nueva congregación de habla francesa.

La crisis política, que se manifestó en seis cambios de gobierno en diez meses, continuó hasta 1958. Sin embargo, los hermanos siguieron predicando el Reino de Dios como la verdadera solución a los problemas gubernativos, a la vez que se mantenían neutrales, como siempre lo habían hecho.

Los frutos del trabajo diligente

Para 1958 el pequeño grupo de publicadores de Saint-Marc se había transformado en una congregación madura. Este hecho se pudo apreciar en el mes de agosto, cuando los misioneros los dejaron solos para asistir a la asamblea internacional de Nueva York. El servicio del campo fue mejor que en todo mes anterior y dos personas más empezaron a predicar. En verdad pusieron un excelente ejemplo de estabilidad espiritual e interés por el servicio.

George Corwin y su esposa estaban muy contentos de haber tenido parte en la formación de esta congregación. Pero al saber que iban a ser padres, dejaron Saint-Marc y regresaron a Canadá en mayo de 1960.

Llegan más misioneros para ayudar

En 1958 arribaron cuatro misioneros más: Roland Sicard, Stanley Boggus, Steve Simmons y Maceo Davis. Cuando Daniel Eyssallenne los llevó a casa desde el aeropuerto, encontraron a Peter Lukuc esperándolos en el salón donde les daría las clases de francés. Un mes después empezaron a practicar el nuevo idioma en el vecindario del hogar misional. Stanley Boggus dice: “Nos sorprendió ver que la gente nos daba toda la ayuda posible para que pudiéramos expresarnos”.

Tres meses más tarde, Stanley y Steve fueron asignados a Les Cayes, y pronto se dieron cuenta de que no bastaba con hablar francés. Cierto día, mientras lo acompañaba el superintendente de circuito Max Danyleyko, Stanley habló con una mujer que le repetía: ‘M’pa sou sa’. Creyendo que le decía: ‘No sabía eso’, Stanley le contestó que estaba allí para explicárselo. Max le dijo después que lo que ella le decía era: ‘No me interesa’. Por lo tanto, se puso a aprender criollo.

La actitud de un esposo cambia

Stanley Boggus y la precursora haitiana Bertha Jean se casaron en octubre de 1960 y permanecieron en Les Cayes de precursores especiales. Dos meses después de la boda conocieron a la señora Edèle Antoine, que les dijo: ‘Sé que Dios está con ustedes. ¿Me enseñarían a adorarlo?’. A pesar de que su marido y los vecinos se le opusieron con violencia, Edèle progresó muy bien y se bautizó en la siguiente asamblea de circuito. Al regresar de la asamblea recibió una gran sorpresa: su esposo la besó a ella y a sus tres hijos, y le dijo: ‘Bienvenida a casa. Me enteré de que te bautizaste’. Comenzó a asistir a las reuniones, se hizo Testigo y permaneció fiel hasta su muerte años más tarde.

Unos veinticinco años después de abandonar Haití, Stanley agregó la siguiente nota a su experiencia: “En 1987 me pidieron que colaborara como instructor de la Escuela del Servicio de Precursor en el circuito de habla francesa de Nueva York. Al revisar la lista de estudiantes, vi el nombre de Edèle Antoine. Era, en efecto, la misma persona a quien había ayudado a aprender la verdad hacía veintisiete años. Fue alentador verla en el grupo de los precursores”.

No hay que estar afuera con las religiones falsas

Sénèque Raphaël llegó a Mont-Organisé en mayo de 1960 en calidad de inspector de sanidad, y enseguida aceptó la invitación que le hizo François Codio a asistir a las reuniones que se celebraban en su hogar. Como este joven de 24 años mostró vivo interés en aprender más de la Biblia, François le prestó el libro “Sea Dios veraz”, el cual estudió de principio a fin. En agosto, cuando se fue a Ouanaminthe a visitar a sus padres y a recibir el bautismo de la Iglesia Bautista, François lo animó a ir al Salón del Reino y ponerse en comunicación con un precursor llamado Mercius Vincent.

Mercius le preguntó por sus creencias y se cercioró de que entendiera que las doctrinas de la Iglesia eran muy diferentes de las enseñanzas bíblicas. Luego, mirándolo de cerca, dijo a este joven fornido de piel morena: “Inspector, la Biblia dice en Revelación 22:15 que todo el que ama la mentira y la practica estará afuera. Eso incluye a los que enseñan falsedades. Usted estará ‘afuera’ con ellos si pertenece a esa religión”.

Tras una pausa, Sénèque preguntó: “¿Qué debo hacer?”. Mercius le dio el folleto “Estas buenas nuevas del reino” y prometió estudiarlo con él a la mañana siguiente. Sénèque lo leyó y se aprendió de memoria una gran parte. Después del primer estudio, asistió a la reunión por la noche y salió a predicar con el grupo al día siguiente. Se bautizó en enero de 1961. En cambio François Codio, que fue quien lo condujo a la verdad, nunca se hizo Testigo, aunque su esposa sí.

Preparados para el aumento

Al haber aumentado a 54 el número de publicadores de la congregación Carrefour, se inició la construcción de un salón con capacidad suficiente. Un total de 67 voluntarios estuvieron trabajando vigorosamente todo el día en el vaciado de hormigón de la azotea, en tanto que las hermanas preparaban la comida. El 17 de diciembre de 1960, Fred Lukuc pronunció el discurso de dedicación del nuevo salón ante un auditorio bastante grande que le escuchó con atención. Dumoine Vallon fue el superintendente presidente durante varios años. En 1978 fue nombrado precursor especial, y en 1993, a los 84 años, aún servía como tal en la congregación Thorland-Carrefour.

A mediados del año 1960 había más de 800 publicadores en las 23 congregaciones de Haití, en comparación con los 99 publicadores que informaron en 1950. Max Danyleyko fue llamado a Betel y designado superintendente de sucursal. Victor Winterburn estaba haciendo los preparativos para casarse, y como un año más tarde volvió con su esposa a Canadá para cumplir con sus futuros deberes de padre.

En 1961 se invitó a Fred Lukuc a trabajar parte de la jornada en la sucursal como instructor de la Escuela del Ministerio del Reino durante los meses de mayo a agosto. La preparación que recibieron los 40 superintendentes y precursores especiales durante el curso de dos semanas fue muy oportuna, pues contribuyó a equiparlos y fortalecerlos para las pruebas que en breve afrontarían los hermanos.

Asimismo, la asamblea de distrito de enero de 1962 preparó a los hermanos haitianos para dedicar más tiempo al ministerio del campo. Al tratar el tema del servicio de precursor, el superintendente de la sucursal invitó a ser precursores especiales a todos los hermanos que no tuvieran cargas familiares. Sénèque Raphaël, uno de los solicitantes, comenta:

“Yo era precursor regular en Artibonite con Emile Cinéus, y quería ser precursor especial; por eso renuncié a mi empleo en el Departamento de Salud. Contaba con 40 dólares (E.U.A.) y dos tijeras de peluquero con las que esperaba poder mantenerme, y gracias a Jehová, siempre he tenido lo necesario.” Poco se imaginaba que el gobierno tomaría medidas contra los testigos de Jehová unos días después de que él entregara la solicitud de precursor.

Arrestados

El 23 de enero de 1962 la policía arrestó en la sucursal a Max Danyleyko y a Andrew D’Amico y confiscó las existencias de la revista ¡Despertad! del 8 de enero de 1962 (en francés). Andrew y Helen D’Amico, misioneros canadienses, vivían en Betel. Él la mandó esconderse en el baño para evitar que la arrestaran. De esa manera podría contar a los demás lo que había ocurrido.

Helen relata lo siguiente: “Me encerré y permanecí inmóvil orando”. Oyó el ruido de los hombres inspeccionando la habitación. Luego se acercaron a la puerta del baño. Entonces alguien hizo un comentario sobre otra puerta, y se fueron a registrar el resto de la casa. Cuando se marcharon, un guardia se quedó apostado fuera hasta el anochecer. Se fue justo antes de que Donald Rachwal, otro misionero que vivía allí, regresara de la predicación. Al enterarse de lo sucedido, envió a Helen para que se quedara con las hermanas del otro hogar misional y se puso en contacto con varios hermanos capacitados.

Entretanto, la policía encerró a los detenidos con otros diecisiete hombres en un diminuto calabozo. Durmieron como mejor pudieron, sentados en el piso o de pie, pues no había espacio para tenderse. Se les sometió a interrogatorio todo el miércoles, sin explicarles cuáles eran los cargos. A la mañana siguiente los condujeron ante un oficial de alto rango. Este hizo alusión a una noticia sobre Haití publicada en ¡Despertad! del 8 de enero y les dio un sermón sobre la igualdad de las razas. (La noticia citaba de unos artículos de las revistas Le Monde y Le Soir sobre el vudú.) El policía les ordenó retirarse sin darles tiempo a responder, y fueron puestos en libertad.

Tres semanas después, el 14 de febrero, el secretario de Estado de asuntos exteriores y religiosos dijo: “Tendremos que expulsar de las escuelas públicas a los hijos de los testigos de Jehová”. Dicho incidente ocurrió a propósito de la expulsión de una hermana joven que había escrito a la directora de su escuela explicándole por qué no podía saludar la bandera. Esta, que era una monja católica, remitió la carta a las autoridades. Por la misma época se expulsó a otra hermana. Ambas muchachas cursaban el último año de escuela y eran excelentes publicadoras.

Expulsados del país

Cuatro semanas más tarde, el 17 de marzo, el jefe de la policía notificó personalmente a Max, Donald, Andrew y Helen que disponían de veinticuatro horas para salir del país, sin darles más explicaciones. Luego los llevaron a casa para que recogieran sus pasaportes. Allí se encontraron con Albert Jérome, que por entonces era el siervo de ciudad, y en pocas palabras le informaron lo que estaba sucediendo.

Al volver al cuartel, los retuvieron bajo custodia. No obstante, Rodrigue Médor le daba estudio a un sargento que estaba de servicio, así que Max lo envió con una nota en la que pedía a los hermanos que se comunicaran con la embajada canadiense. Por medio del mismo sargento, Rodrigue pudo visitar a los misioneros por la noche y recibió la llave del apartado postal de la Sociedad. El policía les compró alimento, contactó con los hermanos y fue a la oficina de correos para ver si habían llegado cartas.

El domingo 18 de marzo escoltaron a los tres canadienses hasta el aeropuerto para embarcarlos en un vuelo con destino a Kingston (Jamaica). Sin embargo, la línea aérea rehusó llevarlos porque no tenían pasajes para continuar el viaje a Canadá. Había varios hermanos en el aeropuerto, y Max Danyleyko pudo intercambiar algunas palabras con Albert Jérome y unos cuantos más. Al día siguiente los escoltaron hasta el mismo avión y los mandaron a Kingston, donde se quedaron varias semanas antes de seguir hacia Canadá. Donald Rachwal, oriundo de Estados Unidos, viajó por separado.

Stanley Boggus, que se hallaba en la obra de circuito, fue expulsado del país el 3 de abril junto con los misioneros que quedaban. Posteriormente sirvió en Zaire. En 1971 regresó a Estados Unidos y hasta el presente sirve en las congregaciones francófonas de Nueva York. Tras unos cuantos meses en Canadá, Max Danyleyko sirvió en el Congo-Brazzaville, la República Centroafricana, Chad y Nigeria, y ahora sirve en Côte d’Ivoire (Costa de Marfil). Fred Lukuc trabajó en el Congo-Brazzaville y Côte d’Ivoire. Por razones de salud fue transferido con su esposa al Betel de Canadá en 1985. Peter atiende actualmente a las congregaciones hispanas de Estados Unidos. En cuanto a los demás misioneros, unos han muerto en fidelidad y otros aún sirven a Jehová con lealtad.

El clero saborea la victoria

Los guías religiosos habían estado muy ocupados diciendo a los funcionarios estatales que los testigos de Jehová eran comunistas que no secundaban al gobierno. También habían dicho a los Testigos que solo esperaban una orden oficial para deshacerse de ellos.

Por lo tanto, el clero acogió con gran beneplácito la expulsión de los misioneros. Una emisora de radio evangélica de la costa sur se recreó dando la noticia en los siguientes términos: “Cristo y el Estado han expulsado del país a los falsos profetas”. Esperaban que la obra del Reino finalizara. No obstante, cabe advertir que no se había proscrito a los testigos de Jehová.

Los haitianos siguen adelante

André René, uno de los primeros haitianos que recibió formación en Galaad, fue designado superintendente de sucursal, y los hermanos del país siguieron adelante en la medida de sus posibilidades. Se escogió a Renan Sanon (que había sido superintendente de circuito por corto tiempo), Emile Cinéus y Don Delva para que se encargaran de los tres circuitos. Para mortificación de los opositores, la obra siguió aumentando notablemente.

No obstante, hasta algunos clérigos aceptaron la verdad. Por ejemplo, Sénèque Raphaël sostuvo una larga conversación sobre el nuevo mundo con Augustin Josémond, pastor protestante de Liancourt. Este eclesiástico aceptó un estudio bíblico, renunció a su Iglesia y se bautizó. Él y sus diez hijos son Testigos muy activos.

El número de precursores iba en aumento constante. Entre estos se contaban algunos hermanos que habían aprendido a leer y escribir en las clases de alfabetización que se impartían en las congregaciones. Los hermanos los animaban y ayudaban de varias maneras. Algunos que tenían negocios les ofrecían alimentos y servicios a “precio de precursor”, es decir, rebajado.

Las congregaciones continuaron creciendo a tal ritmo que en 1963 se rebasó la marca de los mil publicadores al informar un total de 1.036. Se creó un nuevo circuito durante ese año y se envió a Sénèque Raphaël, ya un entusiasta orador, como superintendente de circuito de la zona norte. Como el circuito era pequeño y podía abarcarlo en cuatro meses, empleaba los “meses libres” para visitar otros pueblos donde no había Testigos.

Dos jóvenes más que prometen

Entre los que llegaron a ser Testigos durante aquella época figuraban algunos que se convirtieron en fervorosos promotores de la adoración pura.

En 1961, Fulgens Gaspard, de 22 años, observó a un adventista romper la página de su propia Biblia al ser incapaz de refutar los textos que le presentó un Testigo. A pesar de ser un fiel católico, Fulgens admitió que los testigos de Jehová conocían muy bien las Escrituras, y como no podía entender lo que leía en la Biblia que solía pedir prestada, rogó a los Testigos que le ayudaran. Estudiaban todos los domingos. No tardó en asistir a las reuniones, salirse de la Iglesia y participar en el servicio del campo. Se bautizó en marzo de 1965 y se fijó la meta de ser precursor.

En 1962 Wilner Emmanuel, de 15 años, estudiaba las doctrinas marxistas con otros jóvenes. No obstante, creía que Dios existía y que era el origen del orden del universo. Otro estudiante, el hijo de Diego Scotland, le prestaba las revistas La Atalaya y ¡Despertad! y otras publicaciones. Además, Alphonse Hector, un vecino suyo de 35 años que todavía no era Testigo, le dio el libro “Sea Dios veraz” y le aconsejó que estudiara la Biblia.

Wilner nos cuenta: “Después de leer todo el libro en una noche, me consideraba una persona dedicada a Jehová. Unos días más tarde, Alphonse le pidió a la hermana Derenoncourt que estudiara conmigo. Se sorprendió al ver lo bien que entendía las cosas que leía”. Wilner adelantó rápidamente y se bautizó en agosto de 1965. Fue uno de los que trabajó con vigor a favor del Reino de Dios y el nuevo mundo.

Entretanto, en 1966, el superintendente de sucursal resultó infiel a su encomienda cristiana y fue expulsado. En su lugar quedó Prophète Painson, un hombre apacible y prudente de 29 años, que desempeñó dicha función durante los siguientes seis años. Se había bautizado en 1960 y había emprendido el servicio de precursor en 1962. La sucursal se había trasladado a la esquina de la Ruelle Waag con la Avenue Christophe, en Puerto Príncipe.

En 1967 Fulgens Gaspard, que se había bautizado hacía apenas dos años, trabajaba de maestro de escuela. Puesto que deseaba ser precursor, pidió permiso para trabajar de tiempo parcial. Ante el rechazo de su solicitud, renunció al trabajo confiando en que podría mantenerse valiéndose de su afición a la pintura. Sin embargo, antes de que entregara la solicitud de precursor regular fue nombrado precursor especial. Tres meses después le llamaron a Betel y en enero de 1969 inició la obra de superintendente de circuito. Era un hombre de temperamento sosegado, y para entonces ya era un orador elocuente al que daba gusto escuchar.

Firme resistencia ante la oposición

En 1969, el clero volvió a espacir el rumor de que los testigos de Jehová eran comunistas. El gobierno ordenó la búsqueda de las publicaciones subversivas que supuestamente utilizábamos. Tal medida hizo creer que se estaba arrestando a los Testigos de Puerto Príncipe. Muchas personas se apresuraron a destruir las revistas que tenían y los hermanos ya no eran bien recibidos.

En algunos casos aislados los funcionarios adoptaron medidas arbitrarias contra nuestros hermanos, pese a no haber recibido órdenes del gobierno central. Dos precursoras especiales, Furcina Charles y Yolande Fièvre, recibieron una nota del prefecto de Limbé que decía: “El clamor popular las ha denunciado como personas indeseables en Limbé. Me permito informarles que su presencia ya no es grata entre nosotros”. El alcalde les dijo que no podrían predicar ni reunirse si no recibían permiso de las autoridades de Puerto Príncipe, y clausuró el Salón del Reino. Pero estas hermanas y los pocos publicadores que había continuaron predicando y reuniéndose en domicilios particulares, variando el lugar y los días de reunión.

Unos meses más tarde, Furcina se casó con el precursor especial Jacques François. Ella tenía 39 años, se había bautizado en 1959 y era precursora desde 1961. Jacques, por su parte, tenía 29 años. A su llegada a Limbé volvió a celebrar las reuniones en el Salón del Reino. Dijo: “Los testigos de Jehová son una religión con reconocimiento legal y no conozco ningún decreto que los prohíba”.

Jacques y Furcina fueron arrestados y llevados a la prefectura. El prefecto les dijo que no había cargos contra ellos y que el responsable de la detención era el alcalde. Al otro día, el alcalde les dijo que el responsable era el jefe de la milicia. Este, a su vez, les dijo que no tenía nada contra ellos. Así que siguieron reuniéndose sin más problemas. Jacques murió en 1993 mientras servía fielmente de anciano en Puerto Príncipe.

Las hijas del alcalde fueron las ovejas

En 1970, un precursor especial de Bassin-Bleu empezó un estudio bíblico con el sacerdote, quien asistió a la Conmemoración. Sin embargo, el alcalde trató de disuadirlo diciendo: “Padre, usted ya realizó sus estudios. No es correcto que se siente delante de ese insignificante testigo de Jehová para que le enseñe”. Finalmente, el sacerdote dejó de estudiar.

Pese a todo, Josette, la hija mayor del alcalde, empezó a estudiar. Su padre se opuso, mas ella adoptó una postura firme a favor de la verdad y se bautizó. Con el tiempo sus hermanas siguieron su ejemplo. Si bien el alcalde nunca acogió la verdad, se volvió amigable con los Testigos. En cuanto a Josette, ahora es precursora regular y está casada con un anciano de congregación.

Los falsos rumores dificultaron la contratación del alquiler de salones donde los hermanos pudieran llevar a cabo las asambleas. Por eso construyeron un salón sencillo en Mariani (Puerto Príncipe), que comenzaron a usar en 1970 y que iban agrandando según aumentaba la concurrencia todos los años. Hacía mucho calor debajo del techo metálico, pero era preferible a no tener un salón donde acomodar a los 2.049 publicadores que informaban en 1970.

Un haitiano regresa para ayudar

Para esa época seguía aumentando el éxodo de haitianos a Estados Unidos. Lo que en los años sesenta era un goteo para finales de los setenta se convirtió en un torrente de emigrantes que abandonaban el país en embarcaciones endebles. A principios de la década de los sesenta había suficientes haitianos viviendo en Nueva York como para fundar un territorio misionero francés. La primera congregación francófona se estableció en 1969, y de ella provino el hermano Michel Mentor.

Michel era un haitiano que residía en Estados Unidos y había comenzado a estudiar con los Testigos en 1966. Adelantó mucho en poco tiempo y se bautizó al año siguiente. En 1971 pasó por el curso de la Escuela de Galaad y fue asignado a Haití como superintendente de sucursal. Era un soltero de 34 años, robusto, amigable y con dotes de mando. Su llegada fue recibida con mucho agrado, ya que los esfuerzos por introducir misioneros en el país no habían tenido éxito.

Otros Testigos viajaron por su propia cuenta para ser precursores donde había más necesidad. En 1972, la Sociedad decidió volver a probar cómo estaba la situación enviando a cuatro nuevos misioneros de Galaad. No obstante, un funcionario de alto rango, ayudado por el ministro del Interior, les dijo que se procedería contra ellos si permanecían en el país después de que caducara su visado de turistas. Por tal motivo viajaron a Puerto Rico en espera de una nueva asignación. Poco después de su partida, el citado funcionario murió. Y tres meses más tarde, el ministro cayó en desgracia, de modo que fue destituido y desterrado.

Un defensor inesperado

En la mayoría de los casos la oposición provenía de funcionarios a quienes el clero incitaba o implicaba mediante su propaganda. Algunos estaban llenos de prejuicios. Su actuación no reflejaba la postura oficial del gobierno. El presidente de Haití, que había fallecido poco antes, había estudiado con los Testigos de joven. Aunque había escogido un estilo de vida diferente, siempre sintió respeto por los hermanos. Es más, la honradez de los Testigos, su neutralidad en materia política y su acatamiento a la ley les habían ganado la admiración de otras personas que ocupaban una alta posición. Por ejemplo, un precursor relata la siguiente experiencia:

“Mientras ofrecía las revistas a dos hombres en Puerto Príncipe, uno de ellos me dijo: ‘Si tuviera la autoridad para meter en la cárcel a todos los testigos de Jehová, lo haría’. El otro hombre, un ministro del gobierno, intervino antes de que yo pudiera replicar. Dijo que por lo que él había visto en sus viajes y en las ceremonias religiosas, todas las religiones, salvo los testigos de Jehová, mezclaban el espiritismo en el culto. Luego añadió: ‘Los testigos de Jehová practican el verdadero cristianismo’.”

En busca de mejores instalaciones para la sucursal

La obra de los testigos de Jehová en Haití carecía de dignidad e identidad propia a los ojos de algunas personas debido a que la Sociedad no poseía un edificio para la sucursal. En 1971, un abogado le alquiló una casa situada en Rue St.-Gérard, pero cuando se enteró de que era para los testigos de Jehová, se negó a renovar el contrato.

Costó trabajo conseguir otro lugar, pero finalmente la sucursal se mudó a una casa en Rue Chérièz, de Canapé Vert. Allí permaneció durante cuatro años antes de la mudanza a Delmas en 1975, pero era demasiado pequeña para nuestras necesidades. Michel Mentor recuerda: “Tuvimos que almacenar las existencias de publicaciones en los cuartos, la sala y las escaleras. El superintendente de zona nos recomendó que buscáramos otro lugar, y así nació la idea de encontrar un solar donde construir la sucursal”.

Unos clérigos lo aclaman, otros lo condenan

La aparición del libro La verdad que lleva a vida eterna en 1968 despertó un gran entusiasmo entre los hermanos. Esta publicación contribuyó a que los jóvenes se interesaran por la Biblia. Algunos clérigos incluso citaban de él en los sermones, limitándose a omitir el nombre de Jehová.

En 1972 un sacerdote católico lo enseñó en la catedral de Puerto Príncipe y dijo: “Si los testigos de Jehová les ofrecen este librito azul, acéptenlo. Es la verdad”. Una mujer se quedó mirándolo atónita. Había estado oponiéndose a su hijo Testigo. Al volver a casa le preguntó si los testigos de Jehová tenían un librito azul. “Sí”, contestó él. Entonces le contó lo que había dicho el sacerdote y aceptó estudiar con él. Finalmente, se bautizó como Testigo.

Sin embargo, el clero en general se enfureció al ver que los fieles estaban abandonando el rebaño. Se lanzaron a desacreditar el libro La verdad desde el púlpito. Los pastores protestantes Evane Antoine, Louis Désiré y otros más se dedicaron a radiodifundir programas contra los Testigos. Antoine disfrutó maliciosamente criticando el libro frase por frase en un programa que transmitía la emisora MBC de Puerto Príncipe los domingos por la tarde, e hizo comentarios malintencionados sobre las enseñanzas de los testigos de Jehová. Pretendía predisponer a la población contra el libro.

No obstante, contrario a lo esperado, aquella campaña despertó la curiosidad de la gente y el libro tuvo una amplia distribución entre 1972 y 1975. Las personas detenían con frecuencia a los publicadores en la calle para pedirles “ti liv po ble a” (el librito de cubierta azul). Muchas acabaron haciéndose Testigos.

Asimismo, los programas radiofónicos hicieron que los altos funcionarios del gobierno cobraran simpatía a los testigos de Jehová. A este respecto, Rodrigue Médor dice:

“Se nos citó a Michel Mentor y a mí para comparecer ante el ministro de Asuntos Religiosos por la cuestión del saludo a la bandera. El ministro me reconoció enseguida, pues yo era su sastre, y me dijo: ‘¿Usted es quien nos está causando tantos problemas?’. Luego mencionó al pastor que hablaba por la radio. ‘¿Por qué no se defienden?’, preguntó. Le expliqué que no buscábamos entablar debates públicos porque lo único que lograrían sería restar dignidad a nuestro mensaje.”

Los testigos de Jehová salen al aire

Sin embargo, en abril de 1973 la Sociedad inició su propio programa de treinta minutos “Tu Palabra es la verdad”, emitido por Radio Haití todos los miércoles por la tarde. Tenía el propósito de familiarizar al público con los testigos de Jehová y contrarrestar el prejuicio creado con las transmisiones en su contra. En vez de entrar en polémicas con las declaraciones de los pastores, trataba temas como el futuro de la Tierra, los propósitos de Dios y los intereses de la familia. La fuente de información eran las obras de la Sociedad, como el libro ¿Es la Biblia realmente la Palabra de Dios? y la revista ¡Despertad! De esta manera, el programa se elevó por encima de los que presentaban los pastores, ganándose el respeto y la admiración del público.

En vista de que había cumplido sus objetivos, y a fin de eliminar los gastos de transmisión, se suspendió el programa en noviembre de 1974. Para entonces la gente ya había visto que los testigos de Jehová se defendían muy bien. Y el libro La verdad siguió teniendo una distribución fenomenal.

Ahora bien, los caudillos religiosos y aquellos que se hallaban bajo su influjo reanudaron el ataque volviendo a ventilar la cuestión del saludo a la bandera en las escuelas. Algunos periódicos difundieron artículos contra los Testigos. De modo que las autoridades volvieron a inquietarse. Los ministros del gobierno llamaron a Rodrigue Médor y le informaron que, en efecto, dicho problema les estaba creando dificultades. Pero como lo conocían bien y lo respetaban, dejaron el asunto sin más.

El problema de los salones inadecuados

Unos cuantos funcionarios, llevados en ocasiones por su lealtad a la Iglesia, pusieron trabas a los testigos de Jehová. Con ánimo de impedir la concesión de permisos para edificar Salones del Reino, se aprovecharon de que los Testigos no contaban con una sociedad que los representara legalmente en el país. Sin embargo, la raíz del problema de los salones era, en concreto, la falta de recursos económicos. Casi ninguna congregación podía costearse la construcción de un salón, por lo que tenían que alquilar pequeños edificios que en su mayoría carecían de los servicios básicos. Algunas personas no se decidían a ir a las reuniones que se celebraban en estos humildes lugares. Con todo, en ocasiones especiales la concurrencia subía vertiginosamente. Una congregación de 100 publicadores registró una asistencia de 400 personas en la Conmemoración de 1975. Había más gente fuera del salón que dentro. Era imperioso hallar alguna manera de construir Salones del Reino.

Algunas congregaciones obtuvieron buenos resultados utilizando préstamos que hacían los hermanos, y más adelante el Cuerpo Gobernante puso en marcha un sistema que ayudaba a financiar la construcción de Salones del Reino. Se han construido muchos salones de calidad desde que se llevó a la práctica aquel plan en 1978.

El Comité de la Sucursal

La institución del primer Comité de la Sucursal tuvo lugar en 1976. Sus integrantes fueron Michel Mentor, Sénèque Raphaël, y Défense Joseph, que se había bautizado en 1962 y a los once meses ya era precursor especial. Rodrigue Médor se incorporó al comité en 1977. En 1980 Défense Joseph se afincó en Estados Unidos a fin de atender sus obligaciones familiares.

Cuando llegó al país el folleto La sangre, la medicina y la ley de Dios (en francés) en 1978, el Comité de la Sucursal encargó a Wilner Emmanuel que se comunicara con la Facultad de Medicina de la Universidad de Haití. El decano convocó a los alumnos y pidió a Wilner que expusiera el criterio de los testigos de Jehová tocante a la sangre. Acto seguido, el alumnado recibió con agrado ejemplares gratuitos del folleto. Desde entonces, muchos de aquellos estudiantes, ya convertidos en médicos profesionales, han respetado el rechazo a la sangre de los testigos de Jehová.

¡Por fin llegan nuevos misioneros!

Por fin, en mayo de 1981, se consiguió nuevamente que un matrimonio de misioneros, esta vez John e Inez Norman, entrara en el país y obtuviera visado de residentes. Habían realizado la obra de circuito en Canadá con excelentes resultados. En un comentario acerca del modo de predicar de John, cierto superintendente de distrito dijo: “Es interesante salir con él, pues uno nunca sabe lo que hará en la siguiente puerta. Tiene ideas muy originales”.

John nació en Montserrat (Antillas) en 1940 y se crió en Canadá. Sus padres habían servido en Liberia, en los territorios donde había mayor necesidad. John se bautizó en 1954 y empezó de precursor en 1958. Su esposa, de origen canadiense, se inició como precursora en 1968.

Al llegar a Haití se les asignó de precursores por algún tiempo. Luego fueron llamados a Betel en enero de 1983 y se designó a John coordinador del Comité de la Sucursal. Michel Mentor, que había supervisado la sucursal durante once años, ingresó en la obra de superintendente de distrito, labor que complementaba con el servicio de precursor especial durante los meses en que no había asambleas.

Otros misioneros procedentes de Canadá, Estados Unidos, Bélgica, Francia, Nigeria y algunas zonas del Caribe también están contribuyendo a que progrese la obra del Reino en este país. Aman a sus habitantes. Les gusta trabajar tanto entre la población pobre que se hacina a orillas de los barrancos como entre los ricos que viven en mansiones. Personas de ambas clases —jueces, médicos, ingenieros, industriales, artesanos, comerciantes y obreros— se les han unido para predicar el venidero nuevo mundo.

Sirven donde hay gran necesidad

Además de los misioneros, hay muchas personas que se han mudado a Haití por iniciativa propia para trabajar los territorios de más necesidad. Entre ellas se cuentan Maxine Stump y Betty Wooten, que han llevado a cabo una labor fructífera en Pétion-ville y Thomassin. Maxine se instaló en Thomassin, una comunidad que, en opinión de muchos, no produciría ningún Testigo.

A sus 55 años ya empezaba a sentir los rigores de la edad. Su esposo la había abandonado, además de apartarse de la organización de Jehová. Aún así perseveró en aquel territorio montañoso durante veintitrés años ante la oposición de los vecinos. El poco de francés y de criollo que hablaba sonaba a inglés más que a otra cosa. Aunque la gente tenía que escuchar con mucha atención para entenderla, se sentía atraída por su interés, cariño y sinceridad. Muchos estudiaron con ella y se hicieron Testigos. Maxine fue precursora regular en Thomassin hasta 1992, pues a sus 75 años ya no podía andar por los terrenos montañosos. Retornó a Estados Unidos para recibir atención médica y en la actualidad es precursora en Florida.

Betty Wooten es “precursora” desde el día de su bautismo en 1962, aunque en aquel entonces ella no sabía que tenía que presentar una solicitud. Recibió el nombramiento oficial en 1967. Sirve de precursora especial en Pétion-ville desde su llegada a Haití. Es una mujer de piel oscura y espíritu eufórico, que no aparenta tener 57 años de edad. A veces, cuando está concentrada explicando las Escrituras, se pasa sin querer de su chapurreado criollo al inglés. Pero su presentación sincera de la verdad y la contundencia de su razonamiento mueven a la gente a aceptar el mensaje.

En una visita que hicieron John e Inez Norman a la sucursal canadiense en 1982, alguien del Departamento de Suscripciones les preguntó: “¿Quién es Betty Wooten?”. Estaban tramitando decenas de suscripciones a las revistas que ella había obtenido. ¿Cómo se las arregla para conseguir tan buenos resultados? Siempre está predicando. Su servicio del campo formal es una extensión de su predicación informal. Cada vez que entra en una tienda, un restaurante o una gasolinera —sin importar la hora ni el lugar— encuentra la oportunidad de ofrecer revistas, libros, suscripciones y estudios bíblicos. Al repasar sus veintidós años en Haití, se siente satisfecha por haber ayudado a más de setenta personas a emprender el servicio de Jehová.

En la actualidad hay cuatro congregaciones en Pétion-ville, dos en Thomassin y una en Kenscoff. Entre estas siete congregaciones, que en 1993 sumaban unos setecientos publicadores, cubren un territorio que antes atendía una sola congregación.

Un houngan encuentra la verdad

Entre los testigos de Jehová de Haití se halla un ex sacerdote vuduista (houngan) de Labiche llamado Irilien Désir, quien tuvo el deseo de aprender acerca de Dios y abandonar el vudú. Manifestó abiertamente su inquietud al sacerdote católico y le llevó todos los objetos rituales. Como no recibió asistencia espiritual, se volvió al vuduismo.

Posteriormente, los hijos que tenía en Puerto Príncipe y en el extranjero le escribieron contándole que estaban estudiando con los testigos de Jehová, y lo animaron a hacer lo mismo. Por consiguiente, cabalgó 50 kilómetros para llegar hasta L’Azile, donde estaban los Testigos. Hacía este recorrido dos veces por semana para estudiar con ellos y asistir a las reuniones. Los espíritus (loas) a los que servía comenzaron a acosarlo y llegaron al punto de vaticinarle la muerte. Irilien mandó hacer un ataúd y dijo: “Ya no temo a la muerte, pues sé que habrá una resurrección”. En vista de que no murió en aquella ocasión, almacenó en el ataúd los productos de la cosecha.

Empezó a predicar con los precursores asignados a Labiche y se bautizó. Más tarde donó una parcela de su terreno para la edificación de un Salón del Reino. Murió fiel a Jehová en 1989.

La revolución que no trajo un nuevo mundo

Por lo general, las estrechas y congestionadas calles de Puerto Príncipe constituyen un cambiante mosaico de vehículos de colores llamativos atestados de pasajeros. Pero las retenciones del tráfico y la aglomeración en las calles durante los días 5 a 8 de diciembre de 1985 fueron inusitadas. Haití recibió a centenares de Testigos de otros países que asistieron a la asamblea “Mantenedores de integridad”, celebrada en el Centre Sportif de Carrefour. Los 4.048 publicadores autóctonos quedaron asombrados de ver a 16.260 asistentes escuchando el discurso público “Los tiempos y las sazones de Dios, ¿a qué señalan?”.

Dos meses después, el 7 de febrero de 1986, una revolución puso fin al régimen de Duvalier, que había durado veintiocho años. La nación esperaba con euforia que mejorara la situación. Pero la economía arruinada y la calidad de vida siguieron en declive durante los siguientes seis años hasta 1992, período en el que la inestabilidad política conllevó seis cambios de gobierno.

Se construye un nuevo Betel

Entretanto, los testigos de Jehová se hallaban a la espera de un acontecimiento histórico de distinta naturaleza. Desde noviembre de 1984 habían estado llegando voluntarios internacionales cualificados de Norteamérica y otros lugares para ayudar en la construcción de la nueva sucursal, que se erigiría en un terreno de 4,5 hectáreas localizado en Santo, cerca de Puerto Príncipe. Se contrató a Testigos haitianos hábiles en la construcción, y otros centenares de hermanos se ofrecieron voluntariamente a hacer el trabajo. El complejo de Betel en forma de U comprende oficinas, un almacén de publicaciones y un edificio de viviendas de dos pisos. Al mismo tiempo se edificó un Salón de Asambleas.

La dedicación de la sucursal tuvo lugar el 25 de enero de 1987, con el discurso principal a cargo de Charles Molohan, de la sede mundial de Brooklyn. El estímulo y el gozo fueron la nota dominante en esta ocasión. Los hermanos están orgullosos de los edificios de la sucursal. ¿Y qué piensan del Salón de Asambleas? Valga como síntesis de sus sentimientos la opinión de Betty Wooten: “El ajardinamiento del terreno, con árboles y flores, es precioso. El salón —que cuenta con las comodidades modernas— está diseñado para el clima tropical de Haití. Es una honra para el pueblo de Jehová”. Fulgens Gaspard, que se incorporó al Comité de la Sucursal en 1987, agradece que “tenga buena ventilación, pues permite escuchar el programa a gusto”.

Publicaciones muy estimadas

En 1987 se editó en criollo el folleto ¡Disfrute para siempre de la vida en la Tierra! Los hermanos lo recibieron como un magnífico instrumento para ayudar a la gente a formarse una imagen del nuevo mundo, y lo han distribuido en grandes cantidades. También se ha convertido en un valioso texto para las clases de alfabetización que se imparten en las congregaciones, clases que han contribuido a que haya un elevado porcentaje de alfabetizados entre los testigos de Jehová. En el período de 1987 a 1992, se enseñó a leer y escribir a 1.343 personas en estos cursos, a los que también pueden asistir las personas que no son Testigos.

El libro Usted puede vivir para siempre en el paraíso en la Tierra (en francés) ha ayudado a millares a entender la Biblia, y todavía es muy solicitado. En 1989 se publicó el folleto “Estas buenas nuevas del reino” en criollo, lo cual ha sido de particular utilidad en Haití.

A partir de 1989, el libro Lo que los jóvenes preguntan. —Respuestas prácticas ha cautivado la atención de la juventud tanto dentro como fuera de las congregaciones. Los jóvenes detienen a menudo a los Testigos en la calle para pedírselo. Estudiantes y profesores han distribuido muchos ejemplares en las escuelas.

En un solo mes, Nelly Saladin, joven y vivaz maestra de Canapé-Vert, entregó más de cien ejemplares a los estudiantes de su escuela. Un profesor de Jacmel pidió varias cajas de libros para darlos como premio a los alumnos. En varios centros educativos es el libro de texto de las clases de instrucción sociocultural.

En 1990 el propietario y director de una escuela de formación profesional femenina de Puerto Príncipe preguntó a su sobrina si tenía alguna idea en cuanto a qué premio podría dar a las niñas. La muchacha, que entonces estudiaba con los testigos de Jehová, le recomendó los libros Lo que los jóvenes preguntan.—Respuestas prácticas, Cómo lograr felicidad en su vida familiar y Tu juventud... aprovechándola de la mejor manera. Al director le encantó la idea y enseguida encargó 40; luego pidió un total de 301. Algunos estudiantes que recibieron dichas publicaciones son hoy Testigos o publicadores no bautizados.

Reconocimiento oficial y legal

El reconocimiento legal de una asociación que representara a los Testigos se volvió a otorgar en 1989. A pesar de que en 1962 se declaró ilegal a la Sociedad Watch Tower de Haití, los testigos de Jehová siguieron siendo una religión reconocida gracias a que la Constitución garantiza la libertad de culto. A lo largo de los años Rodrigue Médor se había entrevistado en repetidas ocasiones con los ministros del gobierno con objeto de conseguir la legalización de la asociación de los testigos de Jehová. Esta meta, sin embargo, se logró únicamente con el cambio político ocurrido en 1986. El Comité Jurídico de la sucursal solicitó al nuevo gobierno la legalización de la Sociedad. La petición fue aprobada y unos meses más tarde L’Association Chrétienne les Témoins de Jéhovah d’Haiti (la Asociación Cristiana de los Testigos de Jehová de Haití) se convirtió en entidad jurídica.

Con relación a esto, el Diario Oficial de Haití del 20 de febrero de 1989 dijo que “considerando que L’Association Chrétienne ‘LES TÉMOINS DE JÉHOVAH D’HAITI’ había contribuido durante muchos años a la educación del pueblo alfabetizando en las zonas urbanas y rurales”, se la reconoce como una “organización de servicio a la comunidad” con “los derechos y prerrogativas inherentes a un organismo jurídico”.

Este reconocimiento era importante porque permitía que la organización adquiriera propiedades. Anteriormente, los titulares de los terrenos donde se habían edificado los Salones del Reino y la sucursal eran hermanos. Ahora los bienes podían figurar a nombre de la asociación.

Se les reconoce como buenos ciudadanos

Los testigos de Jehová quieren ayudar a la gente a comprender por qué Jesús enseñó a sus discípulos a orar: “Venga tu reino. Efectúese tu voluntad [...] sobre la tierra”. (Mat. 6:10.) Enseñan a los haitianos pacientes y de buen corazón que la voluntad de Dios no es que la gente pase hambre, enferme y sea víctima de la violencia, ni que envejezca y muera. Más bien, su voluntad es que la Tierra constituya el hogar del nuevo mundo, con un paraíso del que formará parte Haití. Enseñan a su prójimo a acatar la ley y llevar vidas buenas y honradas a fin de que reúnan las condiciones necesarias para vivir eternamente en dicho nuevo mundo.

Son muchos los que reconocen los beneficios que la obra de los Testigos aporta a la nación. Cuando en 1984 se cometió un asesinato en Saint-Georges, la gente empezó a esconderse ante los arrestos e interrogatorios de la policía. Sin embargo, los testigos de Jehová siguieron predicando libremente por todas partes con el consentimiento de la fuerza pública. Un agente policial dijo: “Los testigos de Jehová predican el fin de los malvados. No pueden ser los autores del crimen”.

Durante los disturbios y las manifestaciones de protesta que se presentaron en 1991, la gente se lanzó al saqueo en Cité Soleil (Puerto Príncipe), mientras dos hermanas jóvenes daban testimonio en aquella zona. Una pareja de soldados que llegaron se estacionaron uno a cada extremo de un callejón y se pusieron a azotar con un látigo a los saqueadores, que se veían obligados a pasar por su lado. ¿Qué les sucedió a las hermanas? Se dirigieron a uno de los soldados, cada una con una Atalaya en la mano. Al ver que eran Testigos, el soldado les permitió pasar sin hacerles daño, y luego siguió azotando a los demás. Como bien dijo un militar de Thomassique aquel año: ‘Sé que los jóvenes testigos de Jehová no intervendrían en tales disturbios, manifestaciones y saqueos’.

El primer Salón de construcción rápida

Una congregación de catorce publicadores del pueblo sureño de Bidouze goza de la distinción de ser la primera en tener un Salón del Reino de construcción rápida. El salón se alzó en cuatro días. Después de muchos preparativos, la obra se inició en medio de una lluvia torrencial el jueves 1 de noviembre de 1990. Los dieciocho hermanos de Puerto Príncipe y los hermanos del lugar trabajaron vigorosamente todos los días. Algunos se quedaron a trabajar hasta bien entrada la noche, a la luz de la luna y de una lámpara de gas. Puesto que no se trataba de un edificio prefabricado, hubo que unir con argamasa cada uno de los 1.500 bloques de hormigón que se utilizaron. Con todo, a la una de la tarde del domingo el Salón estaba pintado y listo para la primera reunión, que consistió en un estudio abreviado de La Atalaya y el discurso de dedicación. Asistieron 81 personas.

El Comité de Construcción de la sucursal había demostrado que era factible edificar salones modestos para las congregaciones rurales con métodos de construcción rápida y con una inversión inferior a los cinco mil dólares. El aspecto financiero era de suma importancia en vista de los recursos limitados de los hermanos.

La necesidad de salones es cada vez mayor. La cantidad de Testigos aumentó en más de 1.900 entre 1990 y 1993. En junio de 1993 se llegó a un nuevo máximo de 8.392 en 174 congregaciones. La asistencia a las seis asambleas de distrito “Enseñanza Divina” (1993) fue de 19.433. En abril de 1993, se reunieron para la Conmemoración 44.476 personas. Hoy en día, los testigos de Jehová son la mayor confesión religiosa de Carrefour, donde se formó la primera congregación de Puerto Príncipe.

Con la vista fija en el nuevo mundo

Cada día comprenden más personas que el Reino de Dios es la única esperanza para remediar los males de la humanidad y que los intentos por componer este viejo mundo son solo de carácter transitorio. De este modo, reciben gustosos las “buenas nuevas del reino”, las buenas nuevas de un mundo mejor. (Mat. 24:14.)

Los testigos de Jehová de Haití se sienten felices de ayudar a estas personas a vivir mejor en la actualidad, enseñándoles a aplicar la Palabra de Dios e impartiéndoles la esperanza segura de vivir eternamente en el justo nuevo mundo de Jehová.

[Fotografía en la página 120]

Roland Fredette, que llegó a Haití como misionero en 1945, fue el primer superintendente de sucursal de ese país

[Fotografía en la página 122]

Congregación de Vieux-bourg-d’Aquin, a mediados de los años cincuenta

[Fotografías en la página 124]

Varios de los primeros misioneros de Haití: 1) David y Celia Homer, 2) Alex y Marigo Brodie, 3) Victor y Sandra Winterburn, 4) Peter Lukuc y 5) Fred Lukuc

[Fotografías en la página 126]

Algunos de los que ya eran Testigos celosos en Haití al comenzar la década de los cincuenta: 1) Rodrigue Médor, 2) Albert Jérome, 3) Dumoine Vallon, 4) Benoît Sterlin y 5) Diego Scotland

[Fotografía en la página 132]

Gloria Hill, Naomi Adams, Helen D’Amico y Frances Bailey contribuyeron en gran medida a la predicación en Haití

[Fotografía en la página 139]

George y Thelma Corwin trabajaban el territorio en motocicletas, como lo hicieron otros misioneros antes de ellos

[Fotografía en la página 143]

Algunos de los primeros proclamadores del Reino de Port-de-Paix: los precursores especiales François Doccy y Jean Sénat, al fondo; Rock St.-Gérard, su esposa y Lucianne Lublin, al frente

[Fotografías en la página 147]

En 1962 Max Danyleyko (arriba) y Andrew D’Amico (izquierda) fueron arrestados y expulsados del país

[Fotografías en la página 161]

Maxine Stump y Betty Wooten han dedicado individualmente más de veinte años al servicio en los territorios donde hay gran necesidad

[Fotografía en la página 162]

El Salón de Asambleas de Santo cubre las necesidades de la mayoría de los circuitos de Haití

[Fotografía en la página 167]

Misioneros felices que sirven a favor de los intereses del Reino en Haití

[Fotografía en la página 169]

Comité de la Sucursal (de izquierda a derecha): Fulgens Gaspard, John Norman, Rodrigue Médor y Sénèque Raphaël

[Mapa en la página 116]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

Puerto Príncipe

St. Marc

Cavaillon

Cap Haitien

Port-de-Paix

Gonaïves

Vieux-bourg-d’Aquin

Hinche

Les Cayes

[Tablas en la página 168]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

Publicadores

10.000

8.000

6.000

4.000

2.000

0

1950 1960 1970 1980 1993

Asistencia a la Conmemoración

50.000

40.000

30.000

20.000

10.000

0

1950 1960 1970 1980 1993