Ir al contenido

Ir al índice

Polonia

Polonia

Polonia

UNA tierra de llanuras bien regadas y ciudades en rápido crecimiento; un país que limita al este con la Comunidad de Estados Independientes, al sur con la República Checa y Eslovaquia, al oeste con Alemania y al noroeste con el mar Báltico; hogar de más de treinta y ocho millones de personas: esa es Polonia.

Pero para los amantes de la música, Polonia es, además, la cuna de compositores como Federico Chopin y pianistas como Ignacy Jan Paderewski y Arthur Rubinstein. Para los científicos, es el país de origen de Nicolás Copérnico, quien expuso la teoría de que la Tierra se mueve alrededor del Sol, mientras gira sobre su eje dando una vuelta cada día. Madame Curie (María Skłodowska de Curie), codescubridora del elemento radio, también nació en Polonia, en la ciudad de Varsovia.

Por otro lado, la historia de Polonia ha estado enmarcada por el sufrimiento. Lo que antaño fue un imperio europeo que se extendía desde el Báltico hasta el mar Negro, prácticamente desapareció del mapa por un siglo. Tras una efímera existencia como república después de la I Guerra Mundial, de nuevo fue desmembrada y sometida al dominio extranjero durante la II Guerra Mundial. Cuando los polacos —así como los ciudadanos de otros países de Europa central y oriental— apenas estaban limpiando los escombros de la guerra, la “cortina de hierro” separó su país del resto del mundo. Sin embargo, en años recientes dicha barrera se desplomó.

En 1985, los testigos de Jehová de todo el mundo comenzaron a oír de informes sobre las grandes asambleas internacionales de sus hermanos cristianos de Polonia. Después, en 1991, les alegró mucho enterarse de que allí había más de cien mil Testigos, y que el doble de esa cantidad había asistido a la Conmemoración de la Cena del Señor. Pero ¿cómo pudo lograrse esto, sobre todo teniendo en cuenta que en 1950, cuando solo había 18.116 Testigos, se proscribieron sus actividades en el país?

La respuesta a esta pregunta nos hace recordar las palabras del profeta Isaías: “Sea cual sea el arma que se forme contra ti, no tendrá éxito [...]. Esta es la posesión hereditaria de los siervos de Jehová”. (Isa. 54:17.)

La Biblia se abre paso en Polonia

Se ha considerado a Polonia una nación “cristiana” desde que el Duque Mieszko I se bautizó conforme al rito de la Iglesia Católica en el año 966 E.C. Por supuesto, no debe suponerse que los bautismos en masa hicieron de sus súbditos buenos cristianos de la noche a la mañana. En realidad, el pueblo continuó observando por siglos las tradiciones y supersticiones paganas eslavas, y todavía algunos las conservan en nuestro tiempo.

Aun siglos después de haberse convertido en nación católica, los polacos no tenían a su alcance la Biblia, ni siquiera el clero. Las traducciones más antiguas en polaco son el Psałterz floriański (Salterio de la Abadía de San Florián), del siglo XIV, y la Biblia królowej Zofii (Biblia de la Reina Sofía), de fines del siglo XV. Únicamente existía un manuscrito de cada una de estas obras, y solo un grupo selecto de personas podía leerlos. No obstante, los movimientos religiosos del siglo XVI provocaron cambios drásticos en muchos países europeos, entre ellos Polonia. Se cuestionaron los dogmas católicos, y el concepto de las Santas Escrituras como único criterio fue ganando terreno. Como resultado, cada vez más traductores vertían la Biblia a lenguas vernáculas para que el pueblo pudiera leerla.

En 1574 salió a la luz un “Nuevo Testamento” que utilizaba el nombre del Creador, Jehowa (Jehová), en varios textos. Fue publicado por Szymon Budny, miembro de un pequeño grupo que anhelaba guiarse por la Palabra de Dios y que se autodenominaban sencillamente cristianos o hermanos. Más tarde adoptaron el nombre de Hermanos Polacos. Lo que aprendieron les llevó a rechazar el dogma de la Trinidad.

Sin embargo, en 1658 el Sejm (Parlamento) de Polonia decretó la pena capital para los partidarios del grupo, con un período de gracia de tres años para que abandonaran el país o se convirtieran al catolicismo. Poco después se redujo el plazo a dos años. ¿Cómo se llegó a esta situación?

Se había producido un cambio notable en el país. Por años, la tolerancia que había caracterizado a Polonia hizo que las víctimas de la persecución religiosa de otros países se refugiaran en ella. La jura de los monarcas polacos incluía, desde 1573, garantías como la siguiente: “Yo, [...] prometo y juro solemnemente por el Dios Omnipotente que [...] preservaré y mantendré la paz y el sosiego entre los que difieren de religión, y por ningún motivo [...] permitiré que persona alguna sea presionada u oprimida por causa de sus creencias”. El mismo Juan II Casimiro Vasa, bajo cuyo reinado se desterró a los Hermanos Polacos, había prestado dicho juramento. No cabe duda, entonces, de que su formación en el sacerdocio jesuita, anterior a su ascención al trono, influyó en su actitud tocante a la libertad religiosa.

Los jesuitas iniciaron sus actividades en Polonia en 1564, unos ochenta y cuatro años antes de que Juan Casimiro ocupara el trono. Con astucia influyeron en la realeza, a la vez que conseguían el control de las escuelas para moldear el pensamiento de los plebeyos. Poco a poco se fue minando la garantía de libertad religiosa. Las personas educadas en las escuelas jesuitas, enardecidas por la intolerancia religiosa, volcaron su odio en ataques violentos contra los que profesaban otras fes, sus hogares y sus lugares de culto. La Biblia pasó a ser un libro prohibido. Durante aquel período Polonia perdió gran parte de su superficie. Las naciones vecinas le arrebataron un territorio tras otro hasta que, en 1795, prácticamente desapareció del mapa de Europa como nación independiente.

Sin embargo, se ha instaurado de nuevo la libertad religiosa. La ley ya no prohíbe a los católicos cambiar de religión, como lo hacía la Constitución de 1791. A partir de 1993, la Constitución declara: “La República de Polonia garantiza la libertad de conciencia y de religión a sus ciudadanos”. Cada vez más polacos aprovechan esa libertad para buscar la guía de la Biblia. La Iglesia Católica ha tenido que abandonar su estrategia de mantener en veda la Palabra escrita de Dios. Desde el fin de la II Guerra Mundial se han imprimido varias traducciones de calidad en polaco, y los testigos de Jehová las utilizan muy bien. Cuando los Testigos comunican las buenas nuevas a su prójimo, muchas personas nobles, como las que se mencionan en Hechos 17:11, ansían examinar ‘si estas cosas son así’.

La luz de la verdad llega a los emigrantes

Cuando Polonia estuvo bajo dominio extranjero, el pueblo experimentó a veces condiciones muy precarias. Muchos polacos voluntaria o involuntariamente abandonaron el país; algunos emigraron a Estados Unidos, llevando consigo la religión que sus padres y la Iglesia les habían inculcado: el catolicismo romano. La gran mayoría procuró conservar su identidad nacional practicando su fe, lo que originó el dicho: “Ser polaco es ser católico”.

Sin embargo, al dejar atrás su ambiente tradicional, algunos empezaron a cambiar su modo de pensar. Por ejemplo, en una carta de 1891, dirigida a la Sociedad Watch Tower, C. Antoszewski (que en aquel entonces vivía en Chicago, E.U.A.) explicó que aunque había crecido en el sector ruso de Polonia y lo habían criado padres católicos, había estado buscando la verdad. Cuando obtuvo algunas publicaciones de la Watch Tower, se convenció de haberla hallado. Casi todas las noches traducía información de los libros para otro polaco que también tenía hambre de la verdad. Siguió el mandato de Jesús de no ‘esconder su luz espiritual debajo de la cesta de medir’. Unieron sus esfuerzos para comunicar a otras familias polacas las buenas nuevas. (Mat. 5:3, 14-16.)

Hubo inmigrantes polacos que no solo aceptaron las preciosas verdades bíblicas, sino que las dieron a conocer a sus familiares y amigos del Viejo Continente. Algunos regresaron a su país para publicar las nuevas de la presencia de Cristo. En el encabezamiento “Progreso de la obra en el extranjero”, la revista Zion’s Watch Tower del 15 de junio de 1895 informó: “El hermano Oleszynski, un polaco que hace tres años aceptó la verdad con un corazón bueno y honrado, ha vuelto a su tierra natal para buscar a las personas consagradas y predicarles el gran evangelio de la redención, la restitución y el llamamiento de lo alto”.

Al principio tuvieron que valerse de las publicaciones en inglés y alemán que podían conseguir. No obstante, en 1909 la Sociedad Watch Tower publicó algunos tratados en polaco para distribución gratuita, facilitándoles la tarea de diseminar la verdad bíblica a sus coterráneos. En ese año también se presentó una edición condensada de Estudios de las Escrituras, y en 1915 se comenzó a publicar regularmente una edición mensual de La Atalaya.

Germinan las semillas de la verdad

En el otoño de 1905, la gerencia de una fábrica de encaje de Varsovia tuvo un director nuevo de Suiza, un Estudiante de la Biblia a quien llamaban Sr. Bente. Pese a que necesitaba un intérprete para comunicarse con los obreros, se ganó la confianza de estos, y su hogar se convirtió en un lugar de reuniones para los que querían llegar a conocer la verdadera hermandad cristiana. Pronto se hallaron celebrando reuniones regulares en las que estudiaban los sucesos del momento a la luz de la Palabra de Dios y con la ayuda de las publicaciones bíblicas.

Aquella fue una época de protestas y desórdenes en Rusia, que también afectaron al territorio polaco bajo su dominación. No obstante, en 1906 un edicto del zar otorgó a todas las confesiones religiosas el derecho a llevar a cabo sus actividades de manera pacífica.

Sin embargo, la luz de la verdad bíblica escasamente penetró la densa oscuridad y pasó desapercibida, excepto para algunos familiares y conocidos de personas que antes habían mostrado interés en la Biblia. Aun así, la luz se filtró más allá de Varsovia, y se formaron pequeños grupos en otros pueblos. La oficina de la Sociedad en Barmen-Elberfeld (Alemania) les suministraba las publicaciones, y desde allí el hermano H. Herkendell los visitó varias veces.

Nuevo estímulo

En mayo de 1910 Charles Taze Russell, primer presidente de la Sociedad Watch Tower, realizó una breve visita a Varsovia. ¡Qué alegría para el grupo de unas veinte personas que fueron a escucharlo! Tres de ellas se entusiasmaron tanto que pidieron ser repartidores, como se llamaba en aquel tiempo a los precursores. Lograron distribuir muchas publicaciones y hallaron a varias personas interesadas en informarse sobre el venidero fin de “los tiempos de los gentiles”. (Luc. 21:24, Reina-Valera, 1960.) En 1913, algunos de los que mostraron interés en la Palabra de Dios formaron un grupo en Lódź y otros más en diferentes lugares.

No obstante, en Varsovia comenzaron a surgir dificultades relacionadas con celebrar reuniones públicas. La policía rusa sospechaba de todo lo que pudiera parecerse a los preparativos de una sublevación. Sin embargo, un oficial del ejército recién interesado en la verdad intervino a favor de los Estudiantes de la Biblia y consiguió que se expidiera un edicto que les otorgaba reconocimiento legal. Cuando Polonia se independizó nuevamente, tras la I Guerra Mundial, el edicto emitido en 1913 por el general del ejército que gobernaba Varsovia sentó la base legal para las actividades de los hermanos.

Por un tiempo los Estudiantes de la Biblia trabajaron en condiciones normales. Algunos defensores de la verdad de hace muchos años todavía recuerdan que sus padres les hablaban de los hermanos que estaban activos en las congregaciones de Varsovia antes de 1914. Entre estos, los hermanos Kącki, Kokosiński, Barcikowski, Rudaś y Kremer. El hermano Dojczman y la hermana Maron predicaban en otros lugares.

Al desencadenarse la guerra en 1914, la situación precaria —especialmente de las ciudades— obligó a las familias de los grupos de Varsovia y Lódź a separarse. Aun así, la labor de los Estudiantes de la Biblia no se detuvo. Un pequeño grupo siguió celebrando las reuniones en un apartamento de Varsovia. Con el tiempo, este grupito halló a más personas que buscaban la explicación bíblica de los sucesos mundiales. Uno de ellos fue Bolesław Uchman, que se bautizó en 1916 y llegó a ser una columna de la congregación de Varsovia por más de medio siglo. Para 1918 ya había 50 personas que asistían a los discursos públicos. Al terminar la guerra, y con la ayuda de hermanos polaco-estadounidenses, la obra cobró gran ímpetu.

Las congregaciones polacas prosperan en Estados Unidos

En aquel tiempo, entre los grupos extranjeros más grandes y activos de los Estudiantes de la Biblia de Estados Unidos figuraba el de origen polaco.

Aunque en este país los Estudiantes de la Biblia sufrieron intensa persecución, sobre todo en 1918 y 1919, el grupo polaco tomó la iniciativa en servir a Jehová de manera organizada. A comienzos de 1919 formaron una corporación legal para atender especialmente las necesidades de las congregaciones de habla polaca, registrada en Detroit (Michigan) con el nombre de Strażnica—Towarzystwo Biblijne i Broszur, que significa “Sociedad Watchtower de Biblias y folletos”. No se la constituyó con el fin de competir con la central, la Watch Tower Bible and Tract Society. La oficina de Detroit se consideraba sencillamente como la sucursal polaca. Tenía la función de suministrar a las congregaciones el alimento espiritual de la organización, infundirles ánimo en tiempos de dificultad y coadyuvar a la diseminación de la verdad bíblica en Polonia.

Desde 1920 esta sociedad hizo preparativos para que diez representantes viajantes —llamados peregrinos— visitaran las congregaciones polacas. Estos pronunciaron 622 conferencias públicas, que contaron con una asistencia total de 211.692 personas. Había 36 repartidores polacos. La Atalaya se editaba con regularidad dos veces al mes. Las congregaciones podían abastecerse de folletos y de los tomos de Estudios de las Escrituras en polaco. En 1921 se presentó un nuevo libro de cánticos llamado Himnos de la Aurora Milenial. La traducción del folleto Millones que ahora viven no morirán jamás se recibió con mucha alegría, y en menos de un año se distribuyeron 45.545 ejemplares. Incluso se publicó el séptimo tomo de Estudios de las Escrituras, y poco después el libro El Arpa de Dios.

Los hermanos polacos no tenían la menor intención de independizarse de los hermanos de habla inglesa. Por lo tanto, en enero de 1921 los directores de la corporación de Detroit escogieron como presidente al hermano J. F. Rutherford, quien a la sazón era presidente de la sociedad matriz. Posteriormente, en julio de ese año, en la reunión general de esta asociación se decidió fusionarla con la de Pennsilvania. A partir de entonces se vio con mayor claridad que la oficina de Detroit servía de sucursal de la Sociedad Watch Tower. En mayo de 1922 esta sucursal fue transferida a Brooklyn, que desde octubre de 1919 había vuelto a ser la sede de la Sociedad, y allí se empezaron a imprimir La Atalaya, libros y folletos en polaco.

Jehová bendijo la labor de los hermanos polacos por el empeño que mostraron y porque respetaron la organización que él estaba utilizando. Como prueba de ello, en 1921 la Conmemoración de la muerte de Cristo se celebró en polaco en 65 lugares, con una asistencia total de 2.942 personas. Un año después, 73 congregaciones y grupos polacos informaron haber celebrado la Conmemoración. Además, en 1923 la congregación polaca de Chicago contaba con una asistencia de 675 personas, la cuarta cifra más grande del mundo, inferior solo a Nueva York (906), Londres (1.029) y Los Ángeles (850).

Los efectos de tal actividad también se dejaron sentir en Polonia. Como nunca antes, los hermanos polacos comenzaron a visitar a sus parientes del Viejo Continente para transmitirles las verdades bíblicas, quedándose incluso para formar congregaciones. Su labor se hizo más fácil en 1921, cuando Polonia adoptó una constitución democrática. Aunque se otorgó una posición privilegiada a la Iglesia Católica, se garantizó que todos tendrían libertad de conciencia y de culto.

Se enviaban a Polonia cantidades cada vez mayores de publicaciones de la Watch Tower. En 1919 se anunciaron los planes de establecer una sucursal en Varsovia a fin de agilizar la obra en el país. La sucursal comenzó a funcionar en 1921.

Falsos hermanos intentan subvertir la fe

Durante la I Guerra Mundial, los hermanos del sector ruso de Polonia quedaron desvinculados del mundo exterior. Por ejemplo, no fue sino hasta dos años después del deceso del hermano Russell que los hermanos se enteraron de su muerte, y eso a través de un conducto privado. También les llegaron rumores perturbadores sobre la división de la hermandad en Estados Unidos que provocaron dificultades, especialmente cuando el representante de un grupo opositor viajó de Estados Unidos a Varsovia para influir en ellos. Al ganarse la simpatía de la mayoría, los opositores consiguieron el control de la sociedad legal que usaban los hermanos de Polonia en aquel tiempo. Aquello resultó, entre otras cosas, en que la congregación de Varsovia perdiera su lugar de reuniones.

Felizmente, los hermanos polacos leales de Estados Unidos también enviaron una delegación a Polonia formada por los hermanos C. Kasprzykowski, y W. Kołomyjski, un peregrino u orador viajante que presidía la corporación legal de Michigan. Cuando llegaron a Polonia en 1920, los hermanos de Varsovia los recibieron con mucho gusto.

Al haber perdido su lugar de reuniones, los hermanos que quedaron alquilaron salas de cine para llevar a cabo los estudios de congregación y los discursos públicos. En los periódicos y por medio de volantes que se repartían en las calles, se anunciaron los discursos públicos dominicales. Pese a los problemas que los hermanos habían afrontado, las perspectivas parecían brillantes.

Ese mismo año, Satanás asestó otro golpe. La Rusia soviética y Polonia trabaron una guerra que provocó una inflación de proporciones nunca antes vistas. Aquello fue un gran escollo para la obra. Encima de eso, en aquellos momentos críticos el hermano Kołomyjski cayó enfermo de tifoidea. Después de recuperarse, regresó a Estados Unidos, donde continuó sirviendo de peregrino.

Atendiendo a la petición de los hermanos de Varsovia, la Sociedad dejó como su representante en Polonia al hermano Kasprzykowski, quien mostró gran iniciativa al conseguir, por ejemplo, que se registrara la Asociación de Estudiantes de la Biblia Grupo II. Este grupo, formado por hermanos leales a la Sociedad, reemplazó a la corporación anterior que había caído en manos de los opositores. El reconocimiento legal permitió que los Estudiantes de la Biblia organizaran de nuevo discursos públicos a una escala mayor. Durante 1921, estos discursos tuvieron asistencias de hasta 700 personas. Además, los hermanos consiguieron un edificio y lo renovaron para usarlo como nuevo salón con cabida para más de cuatrocientos asistentes.

A la primera asamblea general (del 30 de octubre al 2 de noviembre de 1921) acudieron 500 concurrentes de diversas partes de Polonia y se bautizaron catorce. Al año siguiente, 657 personas celebraron la Conmemoración en 32 lugares. Ese mismo año se efectuaron varias asambleas, y 108 Estudiantes se presentaron para ser sumergidos en agua. La obra progresaba a buen paso.

¿Estaba difamando al papa?

En 1920 Jan Kusina regresó de Estados Unidos a Cracovia, una ciudad grande del anterior territorio austro-húngaro. Aunque era nuevo en la verdad, pronto se las arregló para despertar el interés de un pequeño grupo de personas sinceras, pero fue arrestado bajo el cargo de difamar al papa. En realidad, lo único que hizo fue divulgar las verdades bíblicas. Ante el tribunal basó su defensa en la Biblia. El juez, un hombre imparcial, lo exoneró.

Más o menos para ese tiempo, Józef Krett, un hermano peregrino estadounidense que estaba de visita en Varsovia y Cracovia, informó que se estaba enseñando a los niños de edad escolar a concluir su oración del catecismo de este modo: “De la muerte súbita, el hambre, el fuego, la guerra y la pestilente herejía estadounidense, líbranos Señor”.

Teólogos intentan desacreditar a Los Estudiantes de la Biblia

El hermano Winiarz, hombre acaudalado pero humilde que también había vuelto a su país, compró una casa en Cracovia para que se utilizara como lugar de reuniones. En 1922 aquel lugar sirvió de palestra para un debate que sostuvieron tres hermanos y tres teólogos católicos.

Un año antes, Franciszek Puchała había vuelto de Estados Unidos y había publicado por cuenta propia un volante con una lista de trece doctrinas —la inmortalidad del alma, el infierno, el purgatorio, el sacrificio de la misa, el celibato sacerdotal, la confesión auricular, el rezo del rosario y otras más—, y ofreció 10.000 marcos polacos por cada una de estas, a la persona que pudiera probar que se fundamentan en las Santas Escrituras. Tiempo después escribió: “Aquello fue como alborotar un hormiguero”.

Por medio de los periódicos católicos, el clero le exigió que se retractara públicamente. De lo contrario —dijeron—, lo demandarían por difamar a la Iglesia. Sin dejarse intimidar, él solicitó un debate público.

Tras consultar con la curia romana, el clero aceptó el debate pero a puerta cerrada, ‘dada la naturaleza sagrada de los temas a tratar’, según dijeron. El hermano Puchała accedió. El clero se sentía tan seguro de la victoria, que dispuso que estuviese presente un abogado para que procesara a los hermanos en cuanto estos fueran derrotados. El periódico de la Iglesia dijo con arrogancia: “Veremos quién tiene razón, si la Iglesia Católica Romana con siglos de antigüedad, o este pobre puñado de gente extraviada que ni siquiera puede leer la Biblia correctamente”.

El conocido teólogo jesuita Jan Rostworowski dirigió la delegación católica, que incluía a otros dos sacerdotes. Los Estudiantes de la Biblia fueron representados por Franciszek Puchała y otros dos hermanos. También estuvieron presentes las estenógrafas y varias personas que sirvieron de testigos. Los jesuitas llegaron con dos maletines grandes repletos de libros. Los hermanos solo llevaban sus Biblias y diccionarios de griego y hebreo.

Los clérigos solicitaron que el punto número 13 del volante (la inmortalidad del alma) fuera el primero en el orden del día. Tras unas dos horas de debate, los teólogos pidieron permiso para marcharse, arguyendo que no disponían de más tiempo. Aunque nunca reconocieron la derrota en público, más tarde confesaron en un artículo periodístico: “Debemos admitir que los Estudiantes de la Biblia [...] no son unos ignorantes”.

El debate completo se publicó en un folleto titulado Bitwa na niebie (Lucha en los cielos), con una circulación inicial de 10.000 ejemplares y varias reimpresiones. La gente de hondas raíces religiosas de Cracovia y sus zonas aledañas se vio obligada a prestar atención a este asunto. ¿Con qué resultado? Para 1923 asistieron a la Conmemoración 69 personas.

El clero, por supuesto, nunca perdonó al hermano Puchała por haber erosionado públicamente la autoridad de la Iglesia Católica. Intentaron por todos los medios hacerle la vida imposible. Se asignó a un policía a tomar notas en las reuniones que se celebraban en su casa, y tuvo que comparecer ante el tribunal en diversas ocasiones. Su vida se vio amenazada más de una vez por asesinos a sueldo, pero Jehová lo protegió.

Consciente de que el hermano Puchała iría a Wawrzeńczyce a pronunciar un discurso, el cura del pueblo soliviantó a la gente durante su sermón para que lo atacaran con garrotes cuando llegara. Un grupo de mujeres enardecidas, ansiosas por darle gusto al sacerdote, lo esperaron desde el amanecer hasta bien entrada la tarde. Cuando el hermano llegó, les dijo con voz calmada: “La que de ustedes esté sin pecado sea la primera en golpearme con su garrote”. Poco a poco las mujeres se retiraron. Sin embargo, cuando volvieron a casa, sus esposos les pegaron a ellas con los mismos palos con que pensaban golpear al hermano Puchała, pues estaban furiosos porque habían estado todo el día esperando la comida.

La dueña de una tienda comunica la verdad a un maestro

En 1919, la dueña de una gran tienda de calzado del centro textil de Lódź fue a Gdańsk a recibir tratamiento médico. Allí, esta comerciante, la señora Mandowa, escuchó por primera vez la verdad de las Santas Escrituras, y la aceptó con un corazón sincero. Regresó a su casa con una pila de libros de la Sociedad y comenzó a hablar a sus amigos y conocidos de las cosas que aprendía en su lectura. A un joven maestro le impresionaron mucho sus razonamientos, y una amiga insistió en que la acompañara a las reuniones.

En 1920 este maestro, de nombre Wilhelm Scheider, pidió su traslado de la zona rural a Lódź, para poder estar más cerca del pequeño grupo de personas interesadas de ese lugar. Más tarde, la señora Mandowa se hizo Estudiante de la Biblia. El grupo al que ella asistía recibía el apoyo esporádico de hermanos que viajaban en tren 390 kilómetros desde Gdańsk. El estudio de las publicaciones de la Sociedad junto con la Biblia convenció también al señor Scheider de que había hallado la verdad. A pesar de las pruebas y tribulaciones, vivió en conformidad con ella hasta el fin de su vida terrenal en 1971.

Se da testimonio audaz en Lódź

Al principio la actividad del grupo de Lódź no incluía la predicación pública; pero cuando murió la hermana Mandowa, en 1922, los problemas que surgieron con relación a su funeral marcaron un cambio decisivo en la obra. El clero no permitió que la enterraran en el cementerio, lo que provocó un escándalo en los medios de comunicación. Después de tres días de lucha, en los que incluso la policía tuvo que intervenir, se consiguió un lote en un pequeño cementerio musulmán. La curiosidad atrajo al funeral a unas mil personas interesadas en conocer las enseñanzas de los Estudiantes de la Biblia. El discurso que pronunció un hermano de Gdańsk era el primer testimonio público que se daba en Lódź.

Desde entonces se programaron discursos públicos con mayor frecuencia y se anunciaron en los periódicos. Se alquilaban salas de cine para celebrar estas reuniones. Al principio el aforo de estos lugares era suficiente, pero al poco tiempo incluso la sala más grande de esta ciudad de 500.000 habitantes fue insuficiente. Mientras tanto, los grupitos se reunían en hogares particulares para estudiar la Biblia y las publicaciones de la Sociedad. Puesto que muchas personas de Lódź eran de origen alemán o judío, los discursos públicos y las reuniones más pequeñas se celebraban en polaco y en alemán.

Centenares, o quizás miles, de los asistentes a los discursos públicos eran —como expresó el discípulo Santiago— “solamente oidores”, y no “hacedores de la palabra”. (Sant. 1:22.) No obstante, la asistencia a la Conmemoración había ascendido de 25 en 1922 a 92 en 1924. Además, en ese año los hermanos de Lódź renovaron una fábrica desocupada en el centro de la ciudad y la convirtieron en un hermoso salón donde celebraron su primera asamblea, con una concurrencia de unas doscientas personas.

En ese tiempo los hermanos se ocupaban principalmente en invitar a las personas a presenciar el “Foto-Drama de la Creación”, una producción que apenas había llegado a Polonia a principios de los años veinte. El programa completo consistía en cuatro sesiones de dos horas cada una. Eran tantas las personas que querían verlo que, pese a que se alquilaron los locales más grandes, los hermanos tuvieron que repetir la proyección varias veces.

Las reuniones públicas producen aumento en Poznań

En 1910, a la edad de 18 años, Teofil Szmidt dejó su hogar cerca de Radomsko para buscar empleo en Alemania. En 1914 oyó hablar de los Estudiantes de la Biblia y fue a ver el “Foto-Drama de la Creación”. Le gustó lo que aprendió sobre dos temas que le habían intrigado por mucho tiempo: la vuelta de Cristo y el fin del mundo.

Posteriormente regresó a Polonia, a la parte controlada por Prusia, y estableció contacto con un grupo de Poznań que leía los libros de C. T. Russell. Aunque no estaba bautizado, se encargó de dirigir las sesiones de estudio y siguió adelantando. En 1918, cuando los visitó el hermano Kujat, de Berlín, se bautizó y llegó a ser siervo de la primera congregación de Poznań. En los años siguientes organizó con mucho entusiasmo las reuniones públicas. Para cuando dejó Poznań en 1922, la congregación había crecido hasta tener una concurrencia regular de veinte personas.

Después, el hermano Kącki se mudó de Varsovia para atender la congregación de Poznań. Había conocido la verdad antes de 1914, cuando sus dotes de escultor le habían abierto las puertas de una universidad parisina en la que habría de estudiar. Prefirió dedicarse al servicio de Jehová. A expensas propias se dedicó con entusiasmo a alquilar salones en Poznań para dar discursos bíblicos animadores. En consecuencia, en 1924 la asistencia a la Conmemoración en esta ciudad aumentó a 91 personas. En aquel mismo año asistieron 281 personas en Varsovia y 625 más en otras trece ciudades y pueblos de Polonia, tomando en cuenta solamente los grupos en los que hubo más de veinte asistentes. El crecimiento parecía seguro. Sin embargo, en el futuro su fe sería sometida a pruebas severas.

El cisma de 1925

Aunque después de la I Guerra Mundial el hermano Kasprzykowski había realizado servicios valiosos en favor de los hermanos, posteriormente su orgullo se convirtió en un obstáculo que no pudo superar. Su resentimiento ante el consejo fue indicio temprano de una soberbia que lo transformó después en franco opositor de los hermanos. Cuando La Atalaya empezó a hacer hincapié en la responsabilidad individual de predicar las buenas nuevas, los que querían ser únicamente oidores le prestaron atención.

Por un tiempo la congregación de Varsovia se reunió aparentando estar unida, pero la fractura era patente. La escisión se produjo en la Conmemoración de 1925. De unos trescientos hermanos, solo treinta se mantuvieron leales a la Sociedad.

La división se propagó enseguida a las demás congregaciones. De ciento cincuenta hermanos que había en Lódź, nada más tres varones y seis mujeres continuaron reuniéndose fielmente para estudiar la Palabra de Dios con la ayuda de las publicaciones de la Watch Tower. Además, participaban en el servicio del campo dando buen uso a la revista The Golden Age (hoy ¡Despertad!), que empezó a imprimirse en polaco ese mismo año.

Al ver la espiritualidad y el fervor del pequeño grupo de Lódź, muchos que habían estado indecisos y desconcertados volvieron a la organización. Esta congregación fue la primera que aquel verano siguió las instrucciones de la Sociedad de formar grupos “misioneros” para dar el testimonio en territorios distantes. Se pronunciaron discursos públicos en lugares que estaban incluso a 150 kilómetros de distancia.

Pero los problemas no terminaron allí. En todo el país había hermanos cuyos motivos para servir a Dios habían sido influidos en gran manera por la idea de que recibirían la herencia celestial a más tardar en 1925. Pasado ese año, muchos se debilitaron espiritualmente y otros se apartaron. En ese período hubo varios grupos empeñados en conseguir el control de las congregaciones, o al menos debilitarlas. Tres de estos grupos opositores subsisten hasta el día de hoy. No obstante, con el transcurso de los años se vio con claridad quiénes tenían la bendición de Dios y ‘predicaban las buenas nuevas de su Reino’ como ordenan las Escrituras. (Mat. 24:14.)

Pasada la crisis, fue como si la obra dirigida por el “esclavo fiel y discreto” comenzara de nuevo. Aunque se topó con más escollos, también se obtuvieron logros. (Mat. 24:45-47.)

La obra adquiere mayor estabilidad

No parecía que la situación en Varsovia fuera a mejorar pronto. Se envió al hermano Wnorowski a Polonia, pero después de un año, cansado de la situación, regresó a Estados Unidos. Luego, el hermano Szwed quedó a cargo de la oficina de Varsovia; sin embargo, un año más tarde fue reemplazado por Wacław Narodowicz, quien al cabo de un año prefirió regresar al campo, pues, aunque era un buen orador, no le gustaba el trabajo de oficina.

En ese período difícil, los hermanos leales a la Sociedad no contaban con una agencia legal que les permitiera programar conferencias públicas, ni mucho menos asambleas. Los opositores controlaban la asociación original, e incluso la Asociación de Estudiantes de la Biblia Grupo II cayó en manos de Kasprzykowski y sus adeptos apóstatas. Las autoridades se negaron a reconocer un tercer grupo, tornándose la situación en lo que parecía un callejón sin salida.

No obstante, Jehová escuchó las oraciones de sus siervos leales y proveyó la solución. Całka, un hombre modesto que había conocido la verdad antes de la I Guerra Mundial, figuraba como miembro de la sociedad original de Estudiantes de la Biblia. Aunque en el pasado había tropezado en sentido espiritual, en aquel momento crítico restableció sus vínculos con la congregación y aceptó ceder su plenipotencia a Wilhelm Scheider. Este recurso ayudó mucho a los hermanos a “defender y establecer legalmente las buenas nuevas”. (Fili. 1:7.)

En 1927, la Sociedad envió a Polonia a Ludwik Kuźma, un hermano afable y competente que había visitado como peregrino algunas congregaciones de Estados Unidos y Francia. Él animó a muchos hermanos a servir con fervor. Pero cuando regresó a Estados Unidos comprendió que se necesitaba un contacto más estrecho con la central mundial de la Sociedad. Por lo tanto, el hermano Rutherford decidió hacer algunos cambios organizativos.

Puesto que el hermano Narodowicz había dejado la oficina de Varsovia, se despachó a Paul Balzereit, de Alemania, para que buscase a alguien dispuesto a atender a los siervos de Jehová en Polonia bajo la dirección de la sucursal alemana. En aquel entonces, la congregación de Lódź era punta de lanza en el ministerio del campo. Por lo tanto, el hermano Balzereit se dirigió a esa ciudad y le ofreció a Wilhelm Scheider dicha asignación. Sin embargo, el hermano Scheider sugirió de manera humilde que se la otorgaran a Edward Rüdiger, que en ese tiempo traducía la revista The Golden Age, y fue este quien sirvió en tal capacidad por casi un año.

Cuando las dificultades para viajar impidieron la ayuda de los hermanos alemanes, se asignó la supervisión teocrática de Polonia a la oficina central europea de Berna (Suiza). Desde este país viajó Martin Harbeck en 1928 para buscar de nuevo a alguien que tuviera las cualidades para supervisar el campo polaco. Nuevamente se le pidió al hermano Scheider que aceptara la asignación, y esta vez accedió.

Comenzó a verse un aumento continuo. En 1927 asistieron 1.101 personas a la Conmemoración, pero solo 76 informaron haber participado en la predicación de las buenas nuevas. Hacia fines de 1928 ya se habían organizado 24 congregaciones, que sumaban 256 publicadores regulares. En 1929, el número de congregaciones organizadas para predicar el mensaje del Reino aumentó a 40, y en 1930 llegó a 55.

Las congregaciones programaban de cuando en cuando semanas de mayor actividad, siguiendo las instrucciones de la Sociedad. Por primera vez, en 1929, se transfirieron algunos repartidores a los territorios sureños para llevar las verdades del Reino a los ucranianos que vivían en aquellas regiones. El 1930 Yearbook mencionó: “Cada vez más hermanos se dan cuenta de que no se les llamó a la viña del Señor para estar sentados, sino para trabajar con él”.

Tiempo de cernidura

Entretanto, el espacio que se había alquilado para la oficina de Varsovia llegó a ser insuficiente. Se buscó un lugar más amplio en la ciudad, pero no se consiguió debido a la carestía. Por consiguiente, se decidió mudar la sucursal a Lódź.

Se instaló una oficina temporal donde se celebraban las reuniones de la congregación. Finalmente, en 1932, se obtuvo un edificio en el número 24 de la calle Rzgowska. Se notificó a las congregaciones el precio del inmueble, pero los hermanos, que anteriormente habían estado dispuestos a sacrificarse, no respondieron como se esperaba. El dueño aceptó posponer la fecha de pago, aunque tenía otros compradores. Una vez más se informó a los hermanos sobre la situación, pero no hubo respuesta. ¿Qué sucedía?

Antes de que se viera con claridad el problema, Jehová proveyó ayuda de otra fuente. Tres días antes de que expirara el plazo para pagar, la hermana Scheider consiguió que su media hermana, que era relativamente acaudalada, le prestara la suma necesaria, aun cuando no simpatizaba con la verdad.

Sin embargo, pronto quedó claro por qué los hermanos no deseaban contribuir para comprar el edificio de Lódź. Wacław Narodowicz, que servía de peregrino, había recorrido el país sosteniendo que debía dejarse la sucursal en Varsovia y que él debía supervisarla. Solicitó dinero para comprar una propiedad en dicha ciudad y pidió que se le entregara a él. Aunque fracasó en su intento, hizo que muchos hermanos se sintieran perturbados. Posteriormente, se convirtió en apóstata.

Fue un tiempo en el que se depuró a las “almas inconstantes”, que seguían a hombres en lugar de seguir la guía de Jehová y su organización. (2 Ped. 2:14, 15.) La actividad relacionada con la adopción del nombre testigos de Jehová tuvo mucho que ver con esto. No todos estaban dispuestos a dar testimonio, pero los que permanecieron fieles a la organización dieron prueba de verdadero amor a Jehová. Aquella etapa fue muy importante, ya que en los años treinta, y en los que vendrían después, los testigos de Jehová tendrían que luchar para sobrevivir. En ese tiempo se demostró vez tras vez la veracidad de lo que dice Isaías 54:17. Aunque ‘se formaron muchas armas’ contra los siervos de Jehová, ninguna pudo acabar con la adoración verdadera.

Ataques y contraataques

El clero católico recurrió con más frecuencia a las difamaciones contra los siervos de Jehová, sobre todo por medio de la prensa. Además, demandaron de la gente las publicaciones que los Estudiantes de la Biblia les habían dejado para quemarlas públicamente. Un caso concreto que recibió amplia publicidad tuvo lugar en Chojnice. La fiscalía acusó al hermano Śmieszko, un precursor del lugar, de blasfemar mediante la página impresa. El juicio, que se celebró en 1933, tuvo una enorme concurrencia. Se llamó a declarar a un sacerdote católico de nombre Janke, que ostentaba un doctorado y era maestro de religión de la escuela preparatoria. El hermano Scheider representó a la Sociedad. Se discutieron, entre otros, los temas de la inmortalidad del alma, el tormento eterno y el purgatorio. Al finalizar, el señor Janke, admitiendo la derrota, se acercó al hermano Scheider, le estrechó la mano y le dijo que nunca volvería a meterse en una situación semejante.

El periódico cracoviano Ilustrowany Kurier Codzienny (El Mensajero Ilustrado) también atacó a los Testigos, acusándolos falsamente de ser comunistas encubiertos que entonaban canciones bolcheviques y habían sido adiestrados en la Unión Soviética, de donde —según él— recibían su paga. En este caso, los hermanos demandaron a los responsables del periódico, y el redactor recibió su castigo.

También se entabló acción legal contra el jesuita Mieczysław Skrudlik, que había publicado libelos infamatorios contra los Testigos. No obstante, cuando el tribunal lo emplazó, él pretextó que estaba enfermo y el caso se pospuso en tres ocasiones. Entretanto, se mudó varias veces y no se volvió a saber de él.

Sin embargo, el clero no se limitó a atacar verbalmente a los Testigos, sino que, con sus secuaces, recurrió en reiteradas ocasiones a la violencia. Los enemigos golpearon, patearon, varearon y apedrearon a los Testigos en el ministerio de casa en casa, hasta dejarlos inconscientes y sangrando en el suelo. Cuando iban a predicar a sitios lejanos, los interceptaban para golpearlos y zambullirlos en el agua, mientras otros destrozaban sus bicicletas y despedazaban las publicaciones.

Bolesław Zawadzki, precursor por muchos años, escribió en sus memorias que cierto día en Kielce, mientras se celebraba una reunión en casa de sus padres, una turba de unas dos mil personas enardecidas que gritaban improperios rodeó la casa y comenzó a lanzar piedras que les iban trayendo en carretillas. Pasada la medianoche, terminó el “juego”. Las piedras que entraron por el techo llenaron seis carretones. Los hermanos intentaron detener la oleada de persecución y en algunos casos lograron que se castigara a los culpables, pero pocas veces consiguieron que la justicia alcanzara a los verdaderos instigadores: el clero.

Bendiciones de la buena organización

Las congregaciones recibieron más ayuda relacionada con la obra de predicar, especialmente desde fines de los años veinte. Se les asignaron territorios específicos para el servicio del campo. Se enviaron directores regionales del servicio a las congregaciones, no solo para pronunciar discursos, sino también para preparar a los hermanos en el ministerio del campo. Esta medida los ayudó y alentó mucho. Varios hermanos de aquel tiempo todavía recuerdan a Ludwik Kinicki, uno de aquellos diligentes y abnegados directores.

Los precursores —cuya cantidad oscilaba entre treinta y cincuenta— también mostraron gran abnegación. Predicaron de buena gana donde no había congregaciones y caminaron muchos kilómetros, pues solo unos cuantos tenían bicicleta. Se les permitía quedarse con una parte de las contribuciones que recibían por las publicaciones, y algunos de ellos casi no tenían más ingresos. En el invierno era común que pasaran la noche en algún almiar o sobre la paja de un granero, cobijados con su abrigo.

En muchos casos hablaban con personas que, pese a su buen corazón, conocían muy poco de la Biblia y la historia. Stefan Milewski recuerda que al hablar con un grupo de campesinos dijo que Jesús era judío de nacimiento. Las personas indignadas por poco lo linchan. Comenzaron a gritar enojadas: “El Señor Jesús era polaco y católico”.

Con todo, los Testigos siguieron buscando con esmero a las personas de cualidad de oveja. En 1932 dedicaron 103.323 horas al ministerio y distribuyeron 177.505 libros y folletos, 2.101 Biblias y 87.455 ejemplares de la revista The Golden Age. Tal actividad propició el siguiente comentario de un periódico: “Los Estudiantes de la Biblia en Polonia difícilmente rebasan los seiscientos mil, pero a pesar de ser tan pocos, provocan mucha más inquietud que cualquier otra religión”. En realidad, en aquel entonces solo había unos seiscientos Testigos, pero para algunos observadores, el pequeño ya había llegado a ser mil. (Compárese con Isaías 60:22.)

Se agudiza la lucha

El clero católico siguió presionando a las autoridades para que detuvieran a los Testigos. Sus acusaciones eran siempre las mismas: distribuir propaganda comunista, solicitar contribuciones sin autorización, quebrantar el descanso dominical y blasfemar contra la Iglesia y sus enseñanzas. En 1933 se informó que la policía detuvo en unas cien ocasiones a los publicadores. También se registraron 41 casos de golpizas a manos de turbas fanáticas. Dos años después, el clero hizo 3.000 denuncias contra los Testigos. Cuando una acusación no les daba resultados, la cambiaban por otra, y después por otra. Pero la mayoría de los casos ni siquiera se llevaban a juicio por considerarse insustanciales, mientras que otros terminaban en exoneración.

Los hermanos no podían pagar los servicios de un abogado cada vez que los arrestaban. Por lo tanto, la Sociedad les dio asesoramiento legal. Les envió centenares de documentos relacionados con apelaciones, fallos favorables y casos que sentaron valiosos precedentes. Siguiendo dichas instrucciones, los hermanos que comparecían ante los tribunales ponían de relieve la predicación de las buenas nuevas del Reino de Dios, en lugar de subrayar los tecnicismos legales. No obstante, algunos casos difíciles fueron atendidos por abogados que se ofrecieron a defenderlos.

Para evitar que se acusara a los Testigos de ser vendedores ambulantes, la Sociedad expidió unas tarjetas que explicaban el derecho del portador a predicar apoyado en la libertad de conciencia y religión. A los niños Testigos que iban a escuelas públicas y que no eran aprobados para pasar al siguiente grado por negarse a asistir a las clases obligatorias de religión, se les expidieron certificados donde constaba que habían tomado un curso de religión en su propia comunidad religiosa y habían recibido tal o cual calificación. Por consiguiente, muchas congregaciones celebraron “escuelas dominicales” por varios años. Tras la persistencia de los hermanos, el Ministerio de Educación y Confesiones Religiosas emitió un decreto que obligaba a las autoridades escolares a aceptar dichos certificados. Una vez anotadas las calificaciones en los registros escolares, los niños podían pasar al siguiente grado.

Algunos funcionarios públicos percibieron con claridad las raíces de intolerancia religiosa detrás de las acusaciones contra los testigos de Jehová. En Toruń, por ejemplo, el procurador estatal del Tribunal de Apelaciones rechazó la acusación de blasfemia contra un Testigo y exigió su absolución, declarando que los testigos de Jehová adoptaban la misma postura que los primeros cristianos. En otro caso, el procurador estatal del Tribunal de Apelaciones de Poznań rehusó procesar a un Testigo acusado de haberse referido al clero como parte de “la organización de Satanás”. (Compárese con Juan 8:44.) Él mismo hizo mención de la corte papal de Alejandro VI, conocida como foco de grosera inmoralidad, y señaló a los testigos de Jehová como la antítesis de esta por su excelente conducta y el ahínco con que sirven a Jehová.

Se intenta obstruir el flujo de publicaciones

Repetidas veces el clero procuró cortar el flujo de publicaciones que los testigos de Jehová utilizaban en su obra. Por todos los medios intentaron manipular a funcionarios del gobierno para que las prohibieran. En 1930 persuadieron al ministro del Interior para que cancelara nuestros derechos postales sobre la revista The Golden Age, que exponía abiertamente la hipocresía religiosa. No obstante, pocas semanas después fue obligado a renunciar, y su sucesor otorgó un nuevo permiso para importar la revista y distribuirla por correo.

Los enemigos finalmente lograron obstruir las importaciones de The Golden Age desde Suiza, por lo que, en 1933, los hermanos acometieron la tarea de imprimirla en Lódź. Cada vez que el clero presionaba a una imprenta para que rehusara hacer el trabajo de los hermanos, estos hallaban otra que lo aceptaba con gusto. Esta historia se repitió hasta que, tras varias confiscaciones por orden de la oficina de censura, se proscribió la revista misma. Después de apelar de la decisión, los hermanos siguieron publicándola hasta que se confirmó la proscripción y se sentenció al editor a un año de prisión.

A los opositores quizá les pareció que habían conseguido su objetivo. Sin embargo, los hermanos no se dieron por vencidos. El último número de The Golden Age fue el del 1 de septiembre de 1936. El 1 de octubre de ese mismo año la reemplazó una nueva revista impresa en Varsovia llamada Nowy Dzień (El Nuevo Día), cuyos artículos exponían la corrupción y la hipocresía religiosa y defendía la verdad bíblica. Se imprimió en esa ciudad hasta que se desencadenó la II Guerra Mundial.

Entretanto, en 1937, el ministro del Interior proscribió la revista La Atalaya que los testigos de Jehová utilizaban junto con la Biblia en sus reuniones. No había nada subversivo en ella, pero el clero no quería que circulara en lo que consideraba sus dominios. No obstante, los hermanos, resueltos a “obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres”, comenzaron a mimeografiarla. (Hech. 5:29.)

En ese tiempo, el obispo Jasiński, de Lódź, apoyado por la Acción Católica * instauró el “Oficio contra las Minorías Religiosas”. Esta agencia colocó a sus miembros de modo sistemático en los principales puestos de gobierno. Uno de sus objetivos era confiscar todas las publicaciones de la Watch Tower. Los Testigos siguieron adelante y, a pesar del peligro, publicaron dos nuevos folletos. Las autoridades los sancionaron. Sin embargo, ¿quiénes se hallaban detrás de esas acciones? Con frecuencia se utilizaron leyes del derecho canónico de la Iglesia Católica en lugar de leyes seculares para presentar los cargos. Nada podría probar con mayor claridad que aquella campaña estaba siendo dirigida por la jerarquía católica.

Durante 1937, la Acción Católica fue responsable de 75 casos de agresión contra los Testigos; en dos de ellos asesinaron a hermanos. De 263 procesos, 99 terminaron en absolución y 71 recibieron sentencias. Los restantes fueron pospuestos. En 129 ocasiones se confiscaron las publicaciones, pero los hermanos las reclamaron y las recuperaron en 99 casos. El 1938 Yearbook informó: “Todo el pueblo del Señor en este país se ha resuelto a llevar a cabo la obra de dar testimonio prescindiendo de que sea o no del agrado de los hombres, recordando [...] que ‘debemos obedecer a Dios más bien que al hombre’”.

Esas palabras describían muy bien el sentir de las 121 congregaciones orientadas hacia el servicio. Informaban, como promedio, unos ochocientos publicadores, y durante la Conmemoración hubo 1.040 asistentes. Sin embargo, los enemigos se propusieron asestar un golpe mortal. Sin duda llegaron a esa conclusión cuando, el 22 de marzo de 1938, las autoridades precintaron las puertas de nuestra oficina en Lódź. Ya no podían enviarse las publicaciones ni por correo ni por tren; tanto los remitentes como los destinatarios estaban sujetos a sanciones. Los Testigos quisieron apelar a un tribunal superior, pero un funcionario destacado que simpatizaba con ellos les dijo en confianza que sería inútil. “El espíritu de los tiempos” ha cambiado, les dijo, y aunque los Testigos ganaran el caso, el ministro del Interior se encargaría de que se impusieran fuertes restricciones a sus actividades en todo el país. Por consiguiente, se decidió no proseguir con el litigio en los tribunales, sino confiar en Jehová y seguir adelante utilizando otros medios.

Ahora bien, cuando la policía selló la oficina, pasó por alto la puerta de salida de emergencia del almacén de publicaciones. De modo que, poco a poco y día tras día, los trabajadores de Betel fueron sacando las publicaciones, que a la larga fueron toneladas, y las distribuyeron a las congregaciones. Además de publicaciones en polaco, las había en ucraniano, ruso, alemán y yíddish (judeoalemán).

En el campo, los hermanos cooperaron de corazón almacenando grandes cantidades de publicaciones para utilizarlas en los aprietos de los tiempos futuros. Por ejemplo, Józef Włodarczyk, de Lublín, escondió cuidadosamente 12.000 folletos, 500 Biblias, 500 “Nuevos Testamentos”, 500 libros de cánticos, 250 discos fonográficos y muchos libros. Otros hermanos hicieron lo mismo, y aquello fue muy útil durante la guerra, cuando se suspendieron los nuevos envíos.

La prohibición de 1938 concedió a los hermanos más de un año de preparación para llevar a cabo la obra en la clandestinidad de los difíciles años de la II Guerra Mundial. Dividieron el país en zonas, cada una con un determinado número de congregaciones. Las zonas se hallaban bajo la supervisión de los hermanos más diligentes, quienes eran responsables de que se mimeografiaran las publicaciones para sus congregaciones, especialmente La Atalaya. Era el único “alimento fresco” que recibían. Este sistema organizado satisfizo muy bien las necesidades creadas por el caos de la guerra.

Desdichas de la guerra

El 1 de septiembre de 1939 se desató la II Guerra Mundial. El último informe de Polonia indicó que había 1.039 publicadores. ¿Cómo les iría?

Durante la ocupación se dividió a Polonia en tres sectores. El Reich alemán se anexionó el sector occidental. La parte intermedia, que incluía las ciudades de Varsovia, Cracovia, Lublín, y posteriormente Lvov, se llamó Gobierno General de Polonia, y quedó bajo la administración alemana. La Unión Soviética se anexionó la región oriental. La situación fue diferente para cada una de ellas.

En el sector occidental, la Gestapo arrestó a todos los testigos de Jehová. El sistema totalitario nazi trató despiadadamente a cualquiera que no mostrara sumisión absoluta. Por ser partidarios del Reino de Dios, los Testigos fueron vistos como enemigos. El poseer una sola revista La Atalaya, o el solo hecho de aparecer en una fotografía con un Testigo, era prueba suficiente para que se le considerara un criminal. Se emplearon métodos brutales para obligar a los Testigos a delatar los nombres y direcciones de sus hermanos espirituales. A los que rehusaron traicionar a sus hermanos o firmar una renuncia de su fe, se les envió a campos de concentración. Muy pocos transigieron. Hasta los enemigos se maravillaban de la lealtad de estos siervos de Jehová.

En Lódź, la Gestapo arrestó al hermano Scheider y a muchos otros, y los puso en campos de concentración. Desde Poznań se envió a 69 hermanos a campos de concentración alemanes; se dio muerte a 22 de ellos. A pesar de todo, fueron tantas las personas que aprendieron la verdad en Poznań durante la guerra, que después surgió una congregación fuerte. El fervor de esta congregación se transmitió a los territorios vecinos y contribuyó a la reconstrucción de la organización en Polonia occidental.

Los hermanos, por supuesto, también sufrieron en muchas otras ciudades y pueblos pequeños. Por ejemplo, 51 hermanos de Vistula, un poblado montañoso que en aquel entonces tendría unos seis mil habitantes, fueron llevados a campos de concentración. Solo trece regresaron.

Jehová no olvidó a su pueblo

Está claro que el Creador protegió a su pueblo en ese tiempo de severa persecución. Para ellos, la victoria no estribaba en sobrevivir, sino en mantenerse leales hasta la muerte de ser necesario. (Rev. 2:10.) Un hermano relata que lo golpearon despiadadamente por varias horas, sobretodo en la espalda y los riñones. Sin embargo, soportó los intentos de obligarlo a denunciar a sus hermanos y a traicionar a la organización en otros asuntos. El trato brutal se repitió al día siguiente, pero esta vez con mayor salvajismo. Al tercer día, el dolor de los golpes sobre su cuerpo hinchado y magullado era agudísimo. Le pidió a Jehová que le ayudara o le permitiese morir. De repente, el agente de la Gestapo que lo estaba azotando profirió una sarta de maldiciones, tiró su azote y salió del lugar. ¿Qué había sucedido?

Días después, el hermano lo vio en un pasillo con la mano vendada. Los presos le dijeron que se había fracturado el dedo índice mientras lo golpeaba.

Los Testigos que se las arreglaron para eludir el arresto no se dispersaron. Se reunían en grupos pequeños para estudiar la Biblia y La Atalaya. Por lo general, recibían las revistas de Alemania, después las mimeografiaban o las copiaban a mano. Fritz Otto participó activamente en la obra clandestina en Lódź durante el período de ocupación, manteniendo contactos en Poznań, Bydgoszcz y Gdańsk. Aunque de vez en cuando los enemigos cortaban la comunicación, esta nunca se perdió por mucho tiempo.

En el Gobierno General

La situación en el centro y sur de Polonia fue muy distinta. Allí, los agentes no se dieron a la cacería de los testigos de Jehová, ni los persiguieron tan ferozmente. Por tanto, aunque tomaron medidas precautorias, los hermanos trabajaron con empeño. Preparaban los clisés de La Atalaya en Varsovia; luego, los responsables de cada zona los mimeografiaban con los rudimentarios aparatos de copiado de aquel entonces. Se utilizaron varios métodos para pasar de contrabando los originales de las publicaciones. En ocasiones, hasta soldados alemanes que tenían familiares en la verdad servían de correos sin saberlo cuando regresaban al frente oriental después de pasar sus días libres en casa.

También hubo muchas experiencias desgarradoras. En diciembre de 1942 la policía alemana aprehendió a Stefan Milewski y a Jan Gontkiewicz, mientras usaban un mimeógrafo en Varsovia. De inmediato fueron enviados al campo de concentración de Majdanek, y de ahí al de Buchenwald. Ante esto, Ludwik Kinicki, que supervisaba la obra de los testigos de Jehová en toda la región llamada Gobierno General, asumió sus responsabilidades. No obstante, dos años más tarde, en 1944, fue arrestado, y al finalizar aquel año falleció en el campo de concentración de Gusen (Austria). ¿Había triunfado el enemigo? ¡De ninguna manera! Todos estos hermanos mostraron lealtad inquebrantable a Jehová, y sus enemigos se vieron obligados a demostrar ante el Juez celestial cuál era su postura respecto al gobierno de Dios. (Job 31:14; Rom. 14:12.)

Durante ese tiempo de terror, la gente se atemorizaba con facilidad y se sospechaba de todo el mundo. Para evitar problemas, los hermanos actuaban con gran cautela al invitar a alguien a las reuniones o al presentarlo a otras personas interesadas. El empeño de los Testigos tuvo la bendición de Jehová y nuevos grupos comenzaron a brotar como hongos.

Las oportunidades de dar testimonio se presentaban inesperadamente. A fines del otoño de 1940, en Wojkowice Komorne, en el distrito de Katowice, falleció una persona interesada que con anticipación había expresado el deseo de que los testigos de Jehová la sepultaran. Por consiguiente, un hermano se preparó para pronunciar unas breves palabras de consuelo en el hogar del difunto. Sin embargo, al ver a tantas personas reunidas en el cementerio, sencillamente no pudo contenerse y habló por más de una hora de la esperanza bíblica para los muertos. Desde entonces, los Testigos efectuaron sus funerales los domingos para que tantas personas como fuese posible escucharan el mensaje bíblico.

En las ciudades por lo general se predicaba de manera informal, pero en las zonas rurales, sobre todo en los alrededores de Lublín, los publicadores empezaron a ir de casa en casa, aun antes de que terminara la guerra. Para no llamar indebidamente la atención, iniciaban la conversación preguntando a la persona si deseaba comprar algo, lo que con frecuencia preparaba el terreno para hablar de asuntos espirituales.

Algunas congregaciones organizaban excursiones de predicación a pueblos distantes, donde las experiencias de la guerra habían cambiado las actitudes del pasado. Muchas personas, incluso jóvenes, escuchaban con atención. Se dio el mejor uso a las publicaciones que aún poseían los hermanos y se formaron varias congregaciones.

Desde luego, Satanás hizo cuanto pudo por detener el aumento de la adoración pura. Una de sus artimañas fue valerse de las guerrillas. Algunos de estos grupos, instigados por los sacerdotes católicos, comenzaron a luchar no solo contra las fuerzas de ocupación nazi, sino también contra los Testigos, lo que supuso una nueva prueba para la fe de estos. Se allanaban sus casas durante la noche. Hombres, mujeres y niños eran golpeados y obligados a persignarse, besar la cruz y colgar “santos” en sus paredes. Los intrusos saqueaban y destruían. Algunas familias fueron atacadas repetidas veces, y varios hermanos tuvieron que huir por su vida.

Se adopta un nuevo enfoque en el sector soviético

En septiembre de 1939 la Unión Soviética se anexionó gran parte del territorio de Polonia oriental, razón por la cual la mitad de los publicadores —polacos, ucranianos, y unos cuantos rusos y judíos— quedaron aislados de la organización. A pesar de su fervor, la falta de alimento espiritual fresco puso su espiritualidad en la balanza. Trataron de mantenerse en contacto con la organización a través de Eslovaquia, pero les fue prácticamente imposible.

Como consecuencia, algunas congregaciones fueron adoptando un movimiento nuevo enfoque cuyo objetivo inicial era el de ayudar a los hermanos a adaptarse a su nueva situación. Se hizo hincapié en el deber de mantenerse separados del mundo y llevar una vida ejemplar, “en los esplendores de la santidad”. (Sal. 110:3.) El nuevo enfoque se propagó desde Lvov, a través de Lublín, hasta Varsovia. Sin embargo, en vez de sencillamente promover la aplicación cuidadosa de lo que dice la Palabra de Dios, se animó a los hermanos a involucrarse en actividades que se basaban en las meras conjeturas de un individuo.

Llevados por esta influencia, por ejemplo, un grupo de publicadores confundidos atacó el cuartel general del ejército alemán que ocupaba Bialystok, quitaron la bandera de la swástica que ondeaba sobre el techo y la cambiaron por una bandera blanca. Ese mismo día fueron arrestados y ejecutados. Aquellos acontecimientos fueron un recordatorio doloroso de lo que puede suceder cuando un individuo soberbio va más allá de lo que está escrito en la Biblia y del ejemplo de Jesús y los apóstoles, y no busca la dirección del “esclavo fiel y discreto”. (Mat. 24:45.)

Prueba final antes de la posguerra

Poco antes de terminar la guerra, los hermanos tuvieron que afrontar otra prueba. Cuando el frente oriental se acercaba, se ordenó a la gente cavar trincheras antitanques. Por ser cristianos neutrales y en obediencia a su propia conciencia, los testigos de Jehová se negaron a participar, incluso ante la amenaza de muerte. Decenas de ellos —hasta algunos nuevos en la verdad— fueron fusilados públicamente. No obstante, su muerte sirvió de testimonio, porque la gente comprendió que la fe de los testigos de Jehová era tan grande que preferían morir antes que renunciar a su Dios.

Finalmente los años de la ocupación terminaron. Los testigos de Jehová de Polonia habían salido airosos de las severas pruebas. Ahora acometerían las tareas venideras con un número mayor al que tenían antes de la guerra.

Adelante con la obra del Señor

Los testigos de Jehová que sobrevivieron a los campos de concentración, volvieron a sus hogares en la primavera de 1945 con el anhelo de proclamar públicamente el Reino de Dios. Uno de ellos fue Wilhelm Scheider.

Con el tiempo, el hermano Scheider logró que se usara de nuevo la propiedad situada en el número 24 de la calle Rzgowska, en Lódź. Por desgracia, la única manera de conseguir nuevas publicaciones era trayéndolas personalmente del exterior, pues aún no había servicio de correos. No obstante, en cuanto se recibía una nueva publicación, se traducía tan pronto como era posible, y se enviaban los clisés a cada zona. Pronto se ofrecieron más voluntarios para ayudar en la obra, y Jehová motivó los corazones de otros para que la apoyaran con sus contribuciones materiales.

Había un marcado contraste entre el pueblo de Jehová y el resto de la gente. (Juan 13:35.) La mayoría de los ucranianos —entre los que había cientos de hermanos— fueron trasladados a la parte oriental, dentro de los nuevos límites soviéticos. Sin embargo, antes de que esto ocurriera, hubo muchos estallidos de odio entre los polacos y los ucranianos que residían en las regiones oriental y meridional del territorio del Gobierno General. Por su parte, los Testigos de estas nacionalidades convivían en paz. En cierta ocasión, cuando un hermano polaco volvía de la reunión en compañía de tres hermanas ucranianas, las guerrillas les cerraron el paso y trataron de apoderarse del hermano con la intención de matarlo, pero las hermanas se interpusieron y pelearon para defenderlo durante dos horas. Los guerrilleros finalmente se compadecieron del hermano, pero antes de dejarlo ir, le quitaron la ropa y la quemaron. En ropa interior y descalzo corrió dos kilómetros sobre la nieve hasta la casa de un hermano ucraniano.

Al levantarse las restricciones de la guerra, los Testigos emprendieron el servicio del campo con entusiasmo. El primer informe de la posguerra indicó que había unos dos mil quinientos publicadores. En 1939 solo había 1.039. Sin embargo, la mitad de estos quedó en las regiones que se anexionó la Unión Soviética. Por lo tanto, durante los seis años de guerra y ocupación en realidad hubo un aumento de 400% en el resto del país. Qué ciertas resultaron las palabras inspiradas del profeta Daniel: “En lo que respecta al pueblo que conoce a su Dios, ellos prevalecerán y actuarán eficazmente. Y tocante a los que tienen perspicacia entre el pueblo, impartirán entendimiento a los muchos”. (Dan. 11:32, 33.)

En algunos lugares, el interés en el mensaje del Reino era muy patente. Jan Wąsikowski informó desde Poznań: “Qué alegría le dio a los hermanos que volvieron de los campos de concentración en 1945 ver que el pequeño grupo de Testigos había aumentado hasta alcanzar la animadora cifra de unos seiscientos publicadores del Reino. De la congregación activa que había en esta ciudad, se formaron tres congregaciones”.

Sin embargo, los aumentos más sorprendentes se presentaron en la parte oriental del país. La vida se tornó muy difícil. Un superintendente de circuito relata que cuando llegó al país en 1947, no solo vio casas consumidas por las llamas, sino caseríos enteros totalmente destruidos. Los hermanos vivían en sótanos y refugios subterráneos. Con todo, las congregaciones seguían creciendo a un ritmo asombroso. Durante 1945 y 1946, la congregación de Teresin tuvo un aumento de quince a veinte publicadores nuevos cada mes, y en un mes llegó a tener 42. Para 1947 ya había 240 publicadores. La congregación de Alojzów contaba con 190 publicadores.

Se satisface el hambre espiritual

A pesar de que los hermanos tenían pocas posesiones, consideraban que su necesidad prioritaria era conseguir Biblias y ayudas para estudiarla. Los que tenían su propio ejemplar de las Escrituras Griegas Cristianas se sentían afortunados, pues algunos publicadores solo disponían de un Evangelio para utilizarlo en el servicio del campo. No obstante, la ayuda llegó pronto.

En 1946, la Sociedad Watch Tower animó a los Testigos de Estados Unidos, Canadá, Suiza y Suecia a donar ropa para los hermanos de los países destrozados por la guerra, y estos aprovecharon la oportunidad para enviar, además, cajas de Biblias. Poco después recibieron miles de libros “La verdad os hará libres” y 250.000 folletos La religión siega el torbellino. Imagínese la gratitud de los hermanos.

El hambre que tenían los polacos de la Palabra de Dios después de la guerra era grande. Para 1946, más de seis mil publicadores estaban preparados para satisfacerla. La sucursal hizo cuanto pudo por suministrar las publicaciones. Sin embargo, al no disponer de una imprenta central, tanto La Atalaya como los folletos y otros impresos se siguieron imprimiendo en las zonas en que se había dividido el país. Aunque los recursos eran limitados, los hermanos pronto tuvieron el alimento espiritual básico.

Nuevos campos de actividad

Algunos Testigos —individualmente o como familia— decidieron mudarse a una zona en la que por varios años vivieron alemanes, pero que después de la guerra llegó a formar parte de Polonia occidental. También se mudaron muchos polacos que habían vivido en lo que había sido la parte oriental de Polonia antes de la guerra, y que la Unión Soviética se había anexionado. Las personas de estos nuevos asentamientos respondieron muy bien a la verdad.

Stanisław Kocieniewski, que más tarde llegó a ser superintendente viajante, fue uno de los voluntarios que sirvieron con empeño en esta región. Habiendo estado preso por un tiempo en un campamento de trabajo alemán, volvió completamente agotado. Sin embargo, tras un período de recuperación, sintió de nuevo el anhelo de predicar. Su familia y él se mudaron a Jelenia Góra, y fueron los primeros Testigos que se establecieron allí. Poco después se les unieron otros, y pronto se formó una congregación. Actualmente, hay nueve congregaciones en esa ciudad.

Del mismo modo, Jan Pieniewski y su esposa se trasladaron a Gorzów Wielkopolski para servir allí. Él recuerda: “En febrero de 1946 comenzamos el ministerio de casa en casa, predicando primero a nuestros vecinos. Hablamos juntos en las primeras tres casas, pero después predicamos por separado. Mi esposa preguntó: ‘¿Cuándo vamos a abarcar toda la ciudad?’. [...] Hallamos a un hombre que estaba dispuesto a darnos una vaca a cambio de una sola Biblia. Le dimos la Biblia, pero, por supuesto, no aceptamos la vaca”.

No todos los Testigos de origen alemán que vivían en Polonia decidieron volver a Alemania después de la guerra. Puesto que para algunos era difícil aprender polaco, la Sociedad preparó unos impresos que presentaban el mensaje del Reino en polaco y alemán con el fin de ayudarles en el ministerio del campo. Cuando una hermana polaca y su familia regresaron de Francia y se establecieron cerca de Walbrzych, se sintieron como extranjeros debido a la gran cantidad de personas que hablaban alemán; no obstante, su iniciativa en dar el testimonio pronto la puso en contacto con los hermanos alemanes. “Qué alegría nos dio —dice—. Los acompañábamos en el servicio de casa en casa, visitábamos a los interesados y dirigíamos estudios bíblicos.”

Al darse cuenta de la necesidad de publicadores de las buenas nuevas en su zona, muchos empezaron a servir de precursores. Zofia Kuśmierz relata: “No había Testigos en el área, así que empecé el servicio de tiempo completo. Pasaba cinco días a la semana en el territorio [...]. Las personas mostraban mucho interés. Hubo años en que pude ayudar a veinte personas a aprender la verdad”.

El territorio era extenso y no había transporte. Sin embargo, Jan Skiba recuerda: “Solíamos caminar de 30 a 40 kilómetros para llegar a algunos pueblos. Salíamos a las cinco de la mañana, trabajábamos hasta la puesta del Sol, y con frecuencia regresábamos a casa bien entrada la noche. A veces dormíamos sobre la paja en algún sitio”. Los hermanos buscaban lugares donde nunca se habían predicado las buenas nuevas. En el transcurso del primer año de la posguerra, los Testigos ya estaban predicando en todo rincón del país. En marzo de 1946, Polonia informó 6.783 publicadores del Reino.

Provisiones que promovieron el aumento

Durante la II Guerra Mundial, los hermanos polacos no tuvieron comunicación directa con la central mundial de los testigos de Jehová. Hasta la sucursal suiza, que tenía superintendencia sobre varios países europeos, recibió escasa información concerniente a los Testigos que vivían en los territorios de ocupación alemana. Se comprende, entonces, que los Testigos polacos supieran muy poco acerca de los cambios en el sistema de organización que se habían implantado en otros lugares del mundo.

No obstante, y pese a los escollos de la posguerra, en cuanto la sucursal de Lódź se enteró de las nuevas disposiciones, estas se llevaron a la práctica. Tiempo atrás, se había dado énfasis a la distribución de publicaciones; sin embargo, El Informador (llamado hoy Nuestro Ministerio del Reino) de mayo de 1946 explicó la manera eficaz de hacer revisitas, cómo estudiar las publicaciones bíblicas con las personas y cómo hacer un informe correcto. También hubo cambios en las reuniones. Se inició un Curso en el Ministerio Teocrático, conocido actualmente como la Escuela del Ministerio Teocrático. Se organizaron visitas de siervos viajantes (conocidos hoy como superintendentes de circuito).

Estos cambios en la organización resultaron en mayor actividad. Y, como sucedió en el siglo I, al seguir las directrices del Cuerpo Gobernante, “las congregaciones continuaron haciéndose firmes en la fe y aumentando en número de día en día”. (Hech. 16:5.)

Los primeros Salones del Reino

Poco después del fin de la guerra, los hermanos empezaron a buscar edificios que pudieran renovarse para utilizarlos como Salones del Reino. Desde finales de 1945 se usaba en Poznań un Salón del Reino con aforo para 60 personas. Los materiales de construcción escaseaban, pero los hermanos eran ingeniosos y utilizaban hasta la madera de los cajones de embalaje en que recibían los envíos de la Sociedad.

Alquilaban salones de clubes, cines u otro tipo de locales públicos disponibles. Cuando no podían conseguirlos, se reunían en hogares o apartamentos particulares.

Como eran amantes de la música, hicieron sus delicias utilizando este don para alabar a Jehová. En los años de la posguerra, algunos formaron coros y orquestas que, aunque no eran profesionales, atraían a veces a todo el pueblo con sus presentaciones previas a los discursos públicos.

Asambleas oficiales y extraoficiales

Las dos primeras asambleas de Polonia, celebradas después de la guerra, fueron inolvidables. Una se llevó a cabo en junio de 1946 en el pueblo de Borówek, cerca de Lublín. Asistieron a ella unas mil quinientas personas. Aquella asamblea de dos días, que los hermanos organizaron como mejor les pareció, fue extraoficial. Como en años anteriores, algunos dieron discursos sobre temas que ellos mismos habían escogido. Otros relataron experiencias. ¡Qué alegría les dio ver que 260 personas simbolizaron su dedicación a hacer la voluntad de Jehová!

En septiembre del mismo año se realizó una asamblea nacional organizada por la Sociedad en Katowice, a la que asistieron 5.300 personas. Fue un programa preparado especialmente para animar a los hermanos a mostrar más diligencia y unidad, para que su servicio resultara grato a los ojos de Jehová.

Llegan misioneros preparados en Galaad

El 19 de marzo de 1947, el barco Jutlandia llegó a la costa de Gdynia con dos graduados de la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower, Stefan Behunick y Paweł Muhaluk. Ambos hablaban relativamente bien el polaco, y emprendieron sin demora la obra especial que se les había encomendado.

Una de sus más importantes tareas fue organizar la obra de circuito y distrito. Tuvieron que preparar a superintendentes viajantes: hermanos que visitaran las congregaciones con regularidad, participaran en la predicación con los Testigos locales y dieran discursos útiles y animadores. Se dio inicio a la obra de distrito con un programa de asambleas regulares para cada circuito. En unos cuantos años se celebraron decenas de asambleas por todo el país. A veces se conseguían locales públicos, pero, en su defecto, las asambleas se efectuaban en propiedades de los Testigos.

El primer distrito comprendía todo el país, y lo atendía Edward Kwiatosz, quien sirvió fielmente a Jehová en la sucursal polaca hasta el fin de su trayectoria terrestre en 1992.

Como parte del programa de preparación de hermanos que atendieran varias necesidades, se invitó a los precursores a cursos especiales en Lódź en 1947. Uno de ellos escribió más tarde: “Las dos semanas en la sucursal fueron inolvidables. Cada día recibí lo que más necesitaba”. Cuatro hermanos de aquel grupo fueron invitados a servir a las congregaciones como superintendentes viajantes.

Los misioneros no se limitaron a dar consejos relativos a la organización, sino que también participaron activamente en el campo con los hermanos. Siempre que les era posible, visitaban los circuitos y brindaban ayuda práctica. Superintendentes y publicadores por igual apreciaron mucho su ayuda, y muchos lo recuerdan hasta el día de hoy.

Invaden la sucursal de Lódź

A la vez que crecía la organización, los Testigos procuraban ayudar a la gente a beneficiarse de la Biblia. No obstante, el cambio a un régimen socialista no disminuyó la oposición.

En febrero de 1946, la sucursal de Lódź fue allanada y todos los trabajadores fueron arrestados. Solo se dejó en libertad a unas cuantas hermanas. Los guardias del UB, siglas de Urząd Bezpieczeństwa (Departamento de Seguridad), mantuvieron vigilado el edificio las veinticuatro horas del día. Sin embargo, una hermana se las arregló para enviar un telegrama a la sucursal de Suiza, y por este conducto se apeló a la embajada polaca de Berna. En aquel entonces, las autoridades deseaban promover una buena imagen en el extranjero, así que pusieron en libertad a los hermanos en el transcurso de una semana.

Mientras tanto, el UB trató de convencer a los hermanos de que colaboraran con él en vigilar al clero católico, como si se tratase de “un enemigo común”. ¡Qué poco comprendían el principio de la neutralidad cristiana!

Un rasgo interesante de la asamblea nacional que los Testigos celebraron en Cracovia el año siguiente, fue que 7.000 asambleístas portaron en la solapa un triángulo púrpura similar al que identificó a los testigos de Jehová en los campos de concentración. No habían olvidado, ni permitirían que los demás olvidaran, el trato cruel que recibieron bajo el régimen nazi.

“El mundo no era digno de ellos”

En 1946 se comenzaron a recibir informes en la sucursal sobre los actos brutales perpetrados contra los testigos de Jehová en varias partes del país. Los escuadrones guerrilleros de las Narodowe Siły Zbrojne (Fuerzas Armadas Nacionales) se opusieron a ellos despiadadamente. No dirigieron sus actividades únicamente contra el gobierno comunista, sino —por arte y gracia del clero católico— también contra los testigos de Jehová. Sus exigencias eran muy similares a lo que Satanás pidió a Jesucristo cuando dijo: “Todas estas cosas te las daré si caes y me rindes un acto de adoración”. (Mat. 4:9, 10.) Los escuadrones de guerrilleros católicos decían: ‘Solo hagan un acto de adoración que demuestre que son católicos’.

El 1 de marzo, por ejemplo, Henryka Żur, una joven de 15 años que vivía en Chelm, acompañó a un hermano de su congregación a visitar a las personas interesadas de una población cercana. Aquellas serían sus últimas revisitas. Ambos cayeron en manos de elementos de las Narodowe Siły Zbrojne que habían pernoctado en aquel pueblo. El hermano fue golpeado de manera salvaje, pero sobrevivió. La hermana fue horriblemente torturada por varias horas. “Tu puedes pensar lo que quieras —dijo uno de sus verdugos—, pero si no te persignas te meteremos una bala.” Finalmente, la joven hermana, de lealtad inquebrantable, fue llevada a rastras hasta un bosque cercano donde le dispararon.

Casi tres semanas después, la noche del 18 de marzo, una turba de treinta personas allanó el hogar de Jan Ziemcow, en Polonia oriental. Al principio trataron de obligar a la familia a confesarse con el sacerdote de aquel lugar para que este les expidiera un certificado en el que constara que se habían confesado. Cuando ellos les hablaron de las verdades bíblicas, la horda se puso fuera de sí. Apalearon sin misericordia al hermano Ziemcow, mientras le ordenaban repetidas veces que besara la cruz. En su afán por obligarlo a rechazar la Biblia y volver al catolicismo, lo golpearon hasta que perdió el sentido. Entonces lo reanimaron con agua fría y literalmente lo mataron a palos. Después de asesinarlo, se sentaron a cenar como si nada hubiera sucedido, y al terminar golpearon al resto de la familia hasta dejarlos inconscientes.

El 12 de junio ocurrió otro asesinato. Aleksander Kulesza, de la zona de Podlasie, acudió en ayuda de la familia Kadziela, que había sido atacada la noche anterior. Le aguardaba una escena espantosa. Con dificultad pudo identificar a los maltratados. Después de ayudarlos, el hermano Kulesza y su familia regresaron a casa sin sospechar que ellos serían las próximas víctimas.

Aquella noche, una turba soliviantada por el cura del pueblo rodeó la casa y maltrató a la familia por seis horas. Tan enardecidos estaban que, en su empeño por forzar al hermano Kulesza a regresar al catolicismo, lo golpearon hasta darle muerte. Aunque su hijo Jerzy fue golpeado salvajemente en esa ocasión, dos años después emprendió el servicio de tiempo completo, y continúa en él hasta el día de hoy.

Una evaluación hecha en 1947 sobre los actos violentos perpetrados contra los testigos de Jehová de Polonia para hacerlos volver al catolicismo, reveló que 4.000 personas habían sido maltratadas, y 60 de ellas, asesinadas. Las Narodowe Siły Zbrojne habían cometido 800 agresiones contra los Testigos en sus propios hogares. De estos testigos de Jehová de tiempos modernos podría decirse lo mismo que se dijo de los siervos de Jehová del pasado: “El mundo no era digno de ellos”. (Heb. 11:38.)

“Septiembre sangriento al estilo de la Edad Media”

Los clérigos católicos habían inculcado en su rebaño la intolerancia religiosa contra todo lo que discordara del catolicismo. Como figuras de la religión dominante de Polonia, con frecuencia se valieron injustamente de jóvenes escolares y adultos para cometer actos violentos propios de pandillas.

Mientras los testigos de Jehová celebraban su asamblea de distrito en Lublín en 1948, el clero agitó a su rebaño afirmando que los Testigos habían llegado de todas partes de Polonia para destruir los santuarios católicos. Se llamó a los fieles a defender sus iglesias y su ciudad. Una multitud de fanáticos se lanzó al ataque. En esa ocasión, la policía encargada de mantener el orden en la asamblea se llevó en autos a los cabecillas más agresivos y los soltó a 30 kilómetros de la ciudad, lejos de las rutas de transporte.

La situación fue un poco diferente en Piotrków Trybunalski, a unos 120 kilómetros de Varsovia, donde los Testigos celebraron una asamblea de circuito el 5 de septiembre de 1948. Los misioneros Behunick y Muhaluk se hallaban allí. Alrededor de las cinco de la tarde, un grupo enardecido estaba esperando que terminara la asamblea para ponerles las manos encima a “los obispos”, como llamaban a los misioneros. Cuando los Testigos salieron del local, la turba de cientos de fanáticos golpeó a varios asambleístas —entre ellos a los misioneros— hasta dejarlos inconscientes. Los heridos fueron llevados al Hospital de la Santísima Trinidad para que les vendaran las heridas, pero el personal del hospital, influido por las monjas que había allí, no permitió que se quedaran mucho tiempo.

En un principio la prensa no mencionó el incidente. Sin embargo, poco después, la embajada estadounidense de Varsovia recibió un informe detallado de lo sucedido y los medios de comunicación de la nación americana informaron del atropello.

No habían pasado tres semanas desde este último incidente —llamado por una revista un “septiembre sangriento al estilo de la Edad Media”—, cuando sucedió algo que estremeció a la opinión pública. En respuesta a la petición del Ministerio de Cultura y Artes, un grupo de estudiantes universitarios se ofreció para catalogar las reliquias arquitectónicas, esculturas y pinturas de la región de Piotrków Trybunalski. El ministerio consiguió el permiso de las autoridades eclesiásticas, y los estudiantes empezaron su labor en una iglesia local.

Sin embargo, en Kamiensk, un pueblo cercano, la ferviente ama de llaves del párroco entró en la iglesia vociferando contra los estudiantes, pues, según ella, eran testigos de Jehová que habían ido a romper cruces, profanar tumbas y cometer sacrilegios en la iglesia. Aunque ninguno de los estudiantes era Testigo, el párroco les ordenó que se fueran de inmediato. El embuste corrió como un reguero de pólvora a los pueblos vecinos, y de nada valieron las explicaciones. Una multitud frenética armada con palos, horcas y piedras, golpeó brutalmente a los jóvenes, seis de los cuales necesitaron ser hospitalizados.

Esta vez las autoridades actuaron con presteza. Los instigadores, incluso el párroco y su ama de llaves, recibieron largas sentencias de prisión. Al menos este suceso enfrió los ánimos del clero con relación a manipular a chusmas violentas como arma contra los Testigos.

Acoso oficial

Sin embargo, se gestó otro cambio en el panorama político de Polonia, y los que ascendieron al poder procuraron subordinar la religión al Estado.

Como mencionamos antes, en febrero de 1946 un funcionario del Departamento de Seguridad del distrito de Lódź había intentado reclutar a los Testigos para espiar a la Iglesia Católica, pero estos se negaron. Cuando un agente de la policía secreta visitó la sucursal cuatro meses después, insistió nuevamente en que los hermanos aceptaran la oferta de la policía. Les prometió que, a cambio de su cooperación, los testigos de Jehová tendrían los mejores salones para celebrar sus reuniones, pero que si se negaban, sufrirían las peores consecuencias. “Nadie puede detenernos”, dijo en tono amenazante antes de salir.

Tiempo después se denegó el permiso para celebrar ciertas asambleas; en otros casos la policía trató de dispersar a los asistentes. En mayo de 1949, a mitad de una asamblea de circuito, la policía ordenó que se detuviera el programa. Cuando los hermanos prosiguieron, fueron arrestados. Los Testigos volvieron a congregarse el último día, y un hermano pronunció el discurso de bautismo en sustitución de otro que había sido arrestado. Esa tarde se presentaron unas mil personas a escuchar el discurso público. La policía arrestó a un orador tras otro, pero tan pronto como uno salía, otro lo reemplazaba. Ese día participaron veintisiete hermanos.

Se expulsa a los misioneros

El 24 de julio de 1949, dos años y cuatro meses después de su llegada a Polonia, Stefan Behunick y Paweł Muhaluk fueron expulsados del país. Las notas privadas del hermano Behunick dicen: “Ahora, en 1949, la obra de la sucursal está mejor organizada. La cooperación de las congregaciones ha mejorado. Ya hay tres distritos, y en junio tuvimos 13.699 publicadores, el doble de los que había en 1947, cuando [los misioneros] llegamos. Hay 710 congregaciones, y 45 personas trabajan en la sucursal. Se tolera nuestra actividad y continuamos efectuando la obra de casa en casa”.

En realidad, para 1949 la obra de los Testigos se había tolerado por más tiempo del que se esperaba. Un año antes, el ministro de Justicia había hablado del tema “La libertad de cultos en la Unión Soviética”. En su alocución en la sala del tribunal del distrito de Lódź, declaró que las religiones minoritarias de la Unión Soviética se habían disuelto voluntaria y unilateralmente para unirse a la Iglesia reconocida por el Estado. Los testigos de Jehová comprendieron que la ‘disolución voluntaria’ de las religiones minoritarias de la Unión Soviética pronto generaría un proceso equivalente en Polonia, así que comenzaron a prepararse para la clandestinidad.

Al mismo tiempo, y en obediencia a la nueva ley de asociaciones, los Testigos presentaron a las autoridades la carta constitucional que explicaba las actividades de la Sociedad Watch Tower, y solicitaron su registro de acuerdo a la nueva situación legal.

Entretanto, muchas personas seguían entrando a la organización. Se alcanzaron diez máximos consecutivos, y en marzo de 1950, las 864 congregaciones informaron un total de 18.116 publicadores. Ese año asistieron 28.918 personas a la Conmemoración de la muerte de Cristo. Aquello probaba, sin lugar a dudas, que aún habría muchos adoradores de Jehová en Polonia.

No piensan dejarse intimidar

La noche del 21 de abril de 1950, un grupo grande de agentes del UB penetraron por una ventana y allanaron la sucursal, pretextando que los trabajadores de Betel eran espías de Estados Unidos y “trataban de derrocar por la fuerza el gobierno de la República Popular de Polonia”. Los agentes registraron exhaustivamente la propiedad a fin de encontrar pruebas. Por supuesto, no hallaron nada, pero confiscaron documentos relacionados con la obra religiosa de los Testigos. Al día siguiente los directores de la Sociedad fueron arrestados.

Los que quedaron en la sucursal decidieron imprimir tantas revistas como fuese posible y distribuirlas a las congregaciones. Agotaron las existencias de papel —unas veinte toneladas— y enviaron las publicaciones. Luego escondieron el mimeógrafo, las demás máquinas y los archivos. Bajo tales circunstancias, se necesitó mucho valor para seguir trabajando en la sucursal. Durante todo ese tiempo se recibieron cartas en las que personas con supuesto interés pedían entrevistarse con los hermanos en algún sitio. Sin embargo, la verdadera intención era hacer que los hermanos salieran a la calle, donde algunos betelitas fueron secuestrados. Luego de aquel suceso, los hermanos solo salían del edificio en grupos grandes.

La tarde del 21 de junio se hizo otra redada en la sucursal. Esta vez casi todos los hermanos fueron arrestados. Después de subirlos a un camión para llevarlos a Lódź, los guardias comenzaron a burlarse diciendo que era como ir de día de campo. “Bueno —dijo un hermano—, entonces cantemos.” Y de inmediato, haciendo caso omiso de los reparos de los guardias, estos valerosos siervos de Jehová empezaron a cantar: “El que es fiel, el que es leal, nunca temor sentirá”.

Aquella misma noche se registraron los hogares de centenares de Testigos, y muchos hermanos fueron arrestados. Los enemigos del Reino de Dios querían desarticular la organización y silenciar por la fuerza a los testigos de Jehová.

No fue sino hasta después de estas vejaciones, el 2 de julio de 1950, que la Secretaría de Asuntos Religiosos reveló a los medios de comunicación su negativa a registrar la Asociación de los Testigos de Jehová de Polonia. El anuncio arbitrario declaraba que dicha organización había sido disuelta y el Estado había confiscado su propiedad.

Las cámaras de tortura del UB

Para muchos Testigos, esta ola de arrestos e indagaciones fue el principio de un largo período de torturas y sufrimientos. Sus inquisidores trataron de obligarlos a confesar crímenes que no habían cometido, sobre todo de colaborar con servicios extranjeros de inteligencia. También quisieron persuadirlos a convertirse en informantes del UB. Según las estadísticas de esta dependencia, al 90% de los “elementos de la secta” se le administró tratamiento represivo. Como consecuencia, la cantidad de los que informaron servicio del campo disminuyó temporalmente a la mitad.

Wilhelm Scheider fue interrogado por ocho días y noches consecutivos. Mediante golpizas terribles intentaron obligarlo a declararse culpable de los cargos que habían fabricado. Cuando perdía el sentido, le arrojaban agua fría para que volviera en sí. No le permitieron probar alimento ni tomar nada, y en una ocasión lo obligaron a permanecer arrodillado durante setenta y dos horas. Luego lo transfirieron de Lódź a Varsovia, donde durante veinticuatro horas lo tuvieron desnudo en una mazmorra estrecha en la que no podía estar ni sentado ni erguido ni acostado. En su porfía por hacerlo transigir, el UB arrestó y maltrató a su esposa y a su hija; pero nada pudo quebrantar su integridad.

Harald Abt, secretario de la sucursal, recibió el mismo trato. Durante seis días consecutivos lo interrogaron, mientras le pegaban en la cabeza y le daban puñetazos en el estómago. “Aunque hayas pasado cinco años en un campo de concentración por oponerte al régimen nazi, podemos demostrar que fuiste agente de la Gestapo”, le dijeron.

A Edward Kwiatosz lo golpearon brutalmente y no le permitieron probar bocado por tres días. Sus inhumanos inquisidores lo amenazaron con colgarlo y le impidieron dormir por dos semanas. Lo golpeaban en los talones con garrotes de goma, le rompieron las costillas y la nariz, y le ocasionaron una fractura en el cráneo y el rompimiento del tímpano. Pasó treinta y dos días de tortura, pero no se dejó intimidar ni buscó alivio a costa de traicionar a los hermanos. (Compárese con Job 2:4.)

Otros hermanos padecieron maltratos semejantes. A algunos los sometieron a lo que llamaban “el tratamiento romano”: mientras duraba el interrogatorio, los forzaban a sentarse en un taburete de cuyo centro salía un clavo puntiagudo. Sufrieron todas estas vejaciones por el solo hecho de ser testigos de Jehová y por negarse a firmar declaraciones llenas de mentiras y calumnias sobre sus hermanos cristianos.

Algunos hermanos fueron llevados a la prisión de Zawiercie en 1950 por haberse negado a firmar la Petición de Estocolmo (para proscribir la bomba atómica). El primero que llegó a ese sitio fue Władysław Drabek, de Poręba. Lo encerraron en una mazmorra donde el agua le llegaba a las rodillas, y solo podía descansar un poco cuando se acuclillaba sobre un montón de madera que había en un rincón. Dos días después, la celda estaba llena de hermanos. Todos ellos habían rehusado firmar la petición. De vez en cuando, los guardias daban a los hermanos baldes para que hicieran del cuerpo. Si no los usaban cuando se los proveían, no se les daba otra oportunidad. Como es de suponer, después de unos cuantos días el agua apestaba de modo insoportable.

Toda una vida no bastaría para relatar todos los casos de martirio que sufrieron los testigos de Jehová tras aquel arresto masivo en 1950. La integridad de los siervos de Dios se vio sometida a pruebas severas, y no sorprende que algunos murieran como consecuencia de aquel trato inhumano.

Fieles hasta la muerte

El hermano J. Szlauer apenas contaba 20 años cuando, en agosto de 1950, fue llamado al cuartel del UB en Cieszyn para ser interrogado. Con valor se negó a denunciar a sus compañeros cristianos. Lleno de ira, su interrogador le disparó dos veces y, una hora más tarde, este joven siervo de Jehová murió. Sin embargo, antes de morir le dijo al médico: “El agente del UB me disparó porque me mantuve fiel a Jehová”.

Otros Testigos sufrieron durante años antes de que por fin la muerte llegara como una liberación. Alojzy Prostak, superintendente viajante de Cracovia, fue arrestado en Szczecin en mayo de 1952. Luego de permanecer dos años bajo custodia en Varsovia y Lódź, estaba tan extenuado por las palizas, que tuvo que ser hospitalizado. Su esposa siguió el consejo de un abogado y consiguió que lo pusieran en libertad en 1954, pero una semana después murió. Unas dos mil personas asistieron al sepelio. El hermano que valerosamente pronunció el discurso de funeral en el cementerio se valió de la ocasión para protestar por los métodos sádicos que el UB usaba para interrogar a los Testigos. Más tarde, él mismo tuvo que ocultarse para evadir el arresto.

Para 1956, los informes mostraban que dieciséis hermanos de todas partes del país habían muerto como consecuencia de las torturas del UB o por habérseles negado atención médica (más tarde se supo de otros casos). Enviaban los cadáveres a los familiares dolientes en ataúdes cerrados que tenían prohibido abrir. En otros casos solo se enteraban de la muerte de su ser querido varios meses después.

Juicio a puerta cerrada

Los sobrevivientes de ese trato inhumano describieron los métodos con que intentaron forzarlos a declarar contra los directores de la Sociedad. Dos hermanos no soportaron la tortura y permitieron que los obligaran a dar falso testimonio. El UB, por su parte, fabricó su propia “evidencia”.

Con ese pretexto, del 16 al 22 de marzo de 1951 representaron la farsa de un juicio a puerta cerrada. Muchos testigos de Jehová, a pesar del peligro que significaba, se dieron cita ante la puerta del tribunal con la esperanza de que su presencia fortaleciera la lealtad de sus hermanos.

Los oficiales llegaron hasta el patio en camionetas paramédicas, tratando de introducir subrepticiamente a los acusados en la sala del tribunal. No obstante, cuando los prisioneros salieron de las camionetas, los hijos de los hermanos que se habían acercado al patio los aclamaron con palabras de estímulo recordándoles que no estaban solos.

Siete hermanos fueron sentados en el banquillo de los acusados: cuatro miembros del cuerpo de directores de la Sociedad de Polonia y tres hermanos que por diversas razones eran considerados importantes en la organización. El fiscal pidió la pena capital para el hermano Wilhelm Scheider. El tribunal lo condenó a cadena perpetua. Los otros tres directores fueron sentenciados a quince años cada uno, y el resto recibió sentencias más cortas. Todos fueron recluidos en prisiones de máxima seguridad.

Y ahora, ¿qué?

Dos siervos de distrito que habían evadido los arrestos, movidos por su interés en las congregaciones, comenzaron a hacer planes junto con otros hermanos de experiencia para suministrar el alimento espiritual a la hermandad. Idearon un sistema de comunicación que resultó eficaz por casi cuarenta años. Se asignó a los superintendentes de circuito a proseguir la obra de los que habían ido a la cárcel, y para fines de 1952, a pesar del continuo hostigamiento, la cantidad de predicadores del Reino de Dios había aumentado a 19.991.

Las fuerzas de seguridad no se lo esperaban, pues habían pensado acabar con los testigos de Jehová en un lapso de dos años. Encolerizados por el fracaso, tramaron lo que a su parecer sería un golpe mortal: una nueva oleada de arrestos. Los cuatro miembros del Comité del País y otros hermanos diligentes fueron apresados, y se hicieron planes para hacer la farsa de un juicio en Lódź.

En los meses que precedieron al juicio, uno de los hermanos falleció, varios padecieron crisis nerviosas y otro, Zygfryd Adacha, fue dejado en libertad por haber enfermado gravemente en la prisión. El juicio, que duró cinco días, comenzó el 10 de marzo de 1955, después de más de dos años de preparativos. Las sentencias que se dictaron fueron las más severas desde el juicio de Varsovia. Tres miembros del Comité del País, Jan Lorek, Tadeusz Chodara y Władysław Szklarzewicz, fueron sentenciados a doce años de prisión cada uno.

¿Hicieron aquellos veredictos que los hermanos enmudecieran de temor?

Los jóvenes demuestran fe y valentía

Hasta los jóvenes que iban a la escuela demostraron una fe inamovible. Es cierto que en la escuela recibían una andanada de ideas sobre el ateísmo, y que los que se oponían a estas eran objeto de burla. Con frecuencia se incluían temas de política en las clases y el apoyo a las marchas y manifestaciones era obligatorio. Algunas escuelas adoptaron clases militares y expulsaron a los objetores de conciencia.

Sin embargo, muchos Testigos jóvenes en lugar de desanimarse emprendieron el servicio de precursor, y de este modo diseminaron más el mensaje del Reino. En 1954 se celebraron, con la debida precaución, algunas reuniones especiales de varios días con los precursores. Se les dio información de algunos de los discursos presentados en la asamblea internacional Sociedad del Nuevo Mundo, celebrada en Nueva York en 1953. ¡Qué banquete de reconfortante alimento espiritual! ¡Cómo les fortaleció recordar de este modo que formaban parte de la hermandad mundial del pueblo de Jehová!

¿Y qué hacían los hermanos que se encontraban en la prisión?

Las prisiones: un campo para la evangelización

Władysław Przybysz, que fue a prisión por vez primera de 1952 a 1956, y fue liberado por cuarta vez en 1969, recuerda: “Veíamos una sentencia como una asignación a un territorio inaccesible para los demás”. La predicación tras las rejas ayudó a muchos prisioneros a conocer a Jehová y sus maravillosas promesas. Los hermanos también organizaron reuniones diarias en grupos pequeños. De este modo, incluso en la prisión, “el número de los discípulos siguió multiplicándose”. (Hech. 6:7.)

El buen comportamiento de los Testigos hizo que algunos de los encargados de la prisión cambiaran su actitud poco a poco. Romuald Stawski recuerda que en una prisión se dejó de preparar la comida con morcilla para no someterlos más a prueba. Cierto día llevaron a la celda dos grandes ollas, una llena de morcilla y otra de sopa de verduras. “La sopa es solo para los Testigos”, dijo el guardia.

Se abren las puertas de la prisión

Para 1956, la actitud de las autoridades hacia los testigos de Jehová empezó a cambiar. En la primavera de ese año se dejó libre a un superintendente de distrito de Cracovia y se le dijo que las autoridades estaban dispuestas a hacer un trato con los Testigos. Se consideró el asunto y una delegación de tres hermanos se presentó a la Secretaría de Asuntos Religiosos.

Los tres hermanos puntualizaron que ellos solo querían conocer la propuesta, y que los únicos que podrían pactar un acuerdo eran los directores de la Sociedad que estaban en prisión. Sin embargo, la Secretaría de Asuntos Religiosos no quiso tratar con convictos. En una segunda reunión, al parecer sin resultados, estos hermanos expresaron que para los Testigos los directores de la Sociedad eran inocentes.

Al poco tiempo, se empezó a dejar en libertad a muchos hermanos, algunos de ellos presos desde 1950. Entre estos se hallaban tres miembros de la junta de directores y los miembros del Comité del País que habían sido sentenciados después. Por último, Wilhelm Scheider fue puesto en libertad en agosto de 1956. ¿Qué había sucedido?

Su liberación se debió, más que a cambios políticos, al hecho de que los dos hermanos que habían dado falso testimonio se retractaron, por lo que los cargos contra los directores quedaban anulados oficialmente. Pero había otra razón. Las autoridades se daban cuenta de que los testigos de Jehová seguían aumentado con rapidez. En el lapso de tres años los publicadores del Reino habían alcanzado la cifra de 37.411; un aumento del 87%. Más tarde, en 1972, un agente bien informado del Departamento de Seguridad reconoció: “Nos dimos cuenta de que hacer públicos los juicios de los testigos de Jehová y hablar contra su propaganda no contribuía a debilitar su organización, sino que tenía el efecto contrario”. La lealtad a Jehová había triunfado.

Aumenta la actividad a pesar de los obstáculos legales

Puestos en libertad, los hermanos se dedicaron enseguida a atender las necesidades espirituales de las congregaciones y la obra de predicar las buenas nuevas. Se proveyó el Ministerio del Reino, con instrucciones para predicar y hacer discípulos. Pese a las continuas dificultades, las congregaciones recibían visitas regulares de superintendentes viajantes y eran diligentes en la actividad teocrática.

La Constitución polaca garantizaba la libertad de cultos, y los testigos de Jehová aceptaron dicha garantía. Emprendieron la obra de predicar de casa en casa por cuanto constituía parte de su adoración. Con todo, la policía siguió arrestando a los hermanos que participaban en el servicio del campo “por formar parte de una organización cuya existencia, integración y propósitos se mantienen ocultos al Estado bajo un velo de misterio”. Estaba por comenzar una nueva fase en la lucha legal por la libertad religiosa.

Con exceso de paciencia, los hermanos repitieron a los tribunales su postura mediante cartas que ellos mismos o sus representantes legales presentaron a las autoridades. Finalmente, en mayo de 1963, siete jueces del Tribunal Supremo decidieron: “Declarar disuelta la sociedad religiosa significa, lógicamente, que se prohíbe toda forma de actividad organizada, pero no influye en el culto individual, el cual no puede ser punible”. Los hermanos concluyeron que la predicación individual de casa en casa no se consideraba ilegal.

Los Testigos se dieron con mayor ahínco a la obra de la siega espiritual. (Mat. 9:37.) La cantidad de publicadores aumentó rápidamente, sobre todo en las grandes ciudades. Sin embargo, la situación en las zonas de población dispersa no fue tan positiva. Por consiguiente, los hermanos del sur del país comenzaron a organizar grupos de precursores auxiliares para enviarlos a las zonas de mayor necesidad. Estos se conocieron después como centros de precursores. Cada grupo estaba formado por unas doce personas que se quedaban por lo general en alguna granja de los hermanos o en tiendas de campaña.

Esta labor cobró gran ímpetu, ya que muchos publicadores servían de precursores por lo menos una vez al año desde estos centros de precursores. Los estudios que se iniciaban se encargaban a la congregación más cercana. Hoy se sigue empleando este método en algunas ocasiones. Es obvio que ha contado con la bendición de Jehová.

Progreso en el suministro de alimento espiritual

Como Padre amoroso, Jehová provee alimento a su pueblo incluso cuando azota la adversidad. A pesar de la persecución, se suministraron las publicaciones con regularidad a las congregaciones.

Al principio solo se contaba con mimeógrafos manuales muy rudimentarios para reproducir las publicaciones bíblicas. Un hermano recuerda: “La impresión era de mala calidad y únicamente se podían hacer unas cuantas copias. Este tipo de impresión requería mucho papel, que tenía que llevarse hasta el sitio de producción. Una vez terminadas las revistas, tenían que distribuirse y, por supuesto, todo esto debía hacerse a escondidas. El que la policía descubriera un sitio de impresión, significaba varios años de prisión para el dueño de la propiedad y para los trabajadores”.

Sin embargo, se necesitaba algo más que mera habilidad para hacer copias. Era importante aumentar la calidad de la impresión y la cantidad de ejemplares. Por lo tanto, a finales de los años cincuenta se consiguió una pequeña prensa offset Rotaprint y después otras más. El bondadoso gerente de una pequeña imprenta de Cracovia enseñó a los hermanos a utilizar la máquina y a preparar los clisés de aluminio. Estos clisés eran mucho más durables y permitían hacer más copias en menos tiempo.

Posteriormente, un hermano aprendió el método fotoquímico de preparar planchas para la reproducción offset en la Academia de Ciencias de Polonia. Luego los hermanos mismos manufacturaron el equipo necesario. Fue todo un éxito. Ahora podía reducirse fotográficamente el tamaño de los caracteres para incluir más texto en la misma cantidad del escaso papel. Además de revistas, se imprimieron libros; el primero que se imprimió en Polonia fue De paraíso perdido a paraíso recobrado, en 1960.

No obstante, se suscitaron varios problemas. Por ejemplo, necesitaban más energía eléctrica; así que, para evitar sospechas, tomaban la corriente sin que pasara por el medidor. Sin embargo, para tener una conciencia tranquila, hacían contribuciones anónimas a la compañía de electricidad. Cuando las fuerzas de seguridad descubrieron una de las “panaderías” de los Testigos —como llamaban a sus imprentas— cerca de Gdańsk, los trabajadores fueron acusados, entre otras cosas, de robar energía eléctrica; pero cuando se comprobó que los hermanos hacían pagos anónimos por la energía que utilizaban, se retiró este cargo. Fue un gran testimonio.

Según las estadísticas de las fuerzas de seguridad, entre 1956 y 1969 se descubrieron y desarticularon 34 centros de producción y distribución de los Testigos. Un oficial de Bydgoszcz se jactó: “Nuestro servicio de inteligencia está tan bien organizado que puede localizar una imprenta clandestina de los testigos de Jehová en menos de seis meses”.

Aunque fue un comentario exagerado, cada prensa Rotaprint que se confiscaba representaba una gran pérdida. Estas complejas rotativas no se fabricaban en ningún lugar de Polonia, y el control estatal dificultaba mucho su compra. Por lo mismo, muchas de las que se estaban usando —unas cincuenta— habían sido fabricadas por los propios hermanos, con la ayuda de Jehová.

¿Podrían debilitar internamente la organización?

La ineficacia de los ataques externos hicieron que las autoridades buscaran destruir la unidad de los Testigos desde adentro. Los enemigos imprimieron una falsa revista La Atalaya con información que calumniaba a los siervos leales de Jehová. Un misterioso “comité de doce” hizo circular cartas que contenían acusaciones nefandas contra hermanos muy conocidos y las enviaron a direcciones tomadas de los archivos del Departamento de Seguridad. Sin embargo, las ovejas reconocieron la voz de su Pastor y pudieron discernir la verdad de la mentira. (Juan 10:27.)

A finales de los años cincuenta se comprendió claramente que la distensión de 1956 sería pasajera. Se consideró conveniente proclamar las buenas nuevas a una escala sin precedente, mientras las circunstancias lo permitiesen. Hubo aumentos continuos, pero algunos desarrollaron un espíritu competitivo. Como resultado, hubo muchos publicadores nuevos que no satisfacían los requisitos elevados de la Biblia. Se llegó a considerar publicadores a las personas que sencillamente asentían con la cabeza cuando se les preguntaba si habían hablado con alguien de la esperanza del Reino como lo hacían los testigos de Jehová, y se inventó el eslogan: “Interesado hoy, publicador mañana”. Muchos de estos ni siquiera asistían a las reuniones. Por ejemplo, en marzo de 1959 informaron 84.061 publicadores, pero ni en la Conmemoración hubo semejante asistencia. Tal anomalía podía debilitar fácilmente la organización. (1 Cor. 3:5-7.)

Se tomaron medidas para corregir la situación, y poco a poco fue disminuyendo la cantidad de publicadores hasta quedar finalmente en unos cincuenta mil. Se necesitaron unos veintinueve años —hasta enero de 1988— para alcanzar un nuevo máximo, pero esta vez de 84.559 verdaderos publicadores.

Actuación judicial coordinada

La gran cantidad de casos judiciales que afrontaban los Testigos hizo que los hermanos coordinaran el manejo de su defensa legal. Unos cuantos abogados capacitados y valientes se ofrecieron a representarlos. Esgrimieron argumentos legales sólidos, pero recalcaron las creencias y enseñanzas de los Testigos fundamentadas en la Palabra de Dios. En consecuencia, todos los casos contribuyeron a dar testimonio tanto a los jueces como al público. Romuald Stawski, que se ha encargado de los asuntos legales de los testigos de Jehová, recuerda que en un mes hubo treinta casos, sin contar los que se debían a la neutralidad cristiana. Los juicios de los Testigos fueron presenciados hasta por unas treinta mil personas al año. (Mat. 10:18.)

Hubo ocasiones en que los funcionarios del gobierno expresaron abiertamente el odio que sentían hacia los Testigos. Por ejemplo, cuando seis superintendentes viajantes estaban siendo juzgados en Poznań, una hermana testificó que el fiscal le había dicho que si Hitler aún viviera, ‘habría zanjado rápidamente la situación de los testigos de Jehová’. El fiscal añadió más tarde que él mismo estaría dispuesto a fusilar a miles de Testigos.

Pero ¿tenía algún motivo? El hecho de que las actividades religiosas de los testigos de Jehová no representaban absolutamente ninguna amenaza para las autoridades quedó demostrado en otro juicio celebrado en Poznań. Un abogado defensor recordó a los presentes que en 1956 una multitud de personas se agolpó en la penitenciaría y liberó a todos los presos, incluyendo a tres Testigos que cumplían largas condenas. Sin embargo —como constaba en el acta de la guarnición del tribunal militar—, los tres Testigos “se rindieron voluntaria e inmediatamente al Ejército del pueblo”.

Más “armas” sin éxito permanente

Las autoridades no cejaron en su empeño por conseguir un “arma” que les permitiera controlar la organización de los siervos de Jehová. Es posible que en 1961 hayan creído que lo habían logrado. Con la promesa de conceder más libertades, indujeron a un grupo de quince hermanos, débiles en sentido espiritual, a solicitar que se registrara una confesión independiente de la comunidad internacional de los testigos de Jehová. Sin embargo, los hermanos en general no apoyaron tal proyecto. Dos años más tarde, la solicitud fue rechazada.

Los opositores hicieron otros intentos. Buscaron personas “influyentes” a las que pudieran sobornar. Otra vez pareció que lo habían conseguido. Dieron con un hermano que ejercía un puesto de autoridad, pero que estaba transgrediendo las normas cristianas de moralidad. Los ancianos asignados a revisar las acusaciones que pesaban en su contra fueron arrestados de inmediato. El individuo destruyó los documentos que lo incriminaban. Otros hermanos empezaron a recibir cartas de supuestos amigos en las que se desacreditaba a hermanos respetables o se defendía al infractor. Es comprensible que la situación confundiera a los hermanos, justamente como deseaban las autoridades.

Pero Jehová estaba al tanto de la situación. (Heb. 4:13.) Con el tiempo, se demostró más allá de toda duda lo que en realidad había sucedido, y el hombre inmoral que se había prestado a servir de instrumento del enemigo fue expulsado. La trampa había fracasado. Aquella arma contra los siervos de Jehová no tuvo éxito duradero. (Sal. 124:7.)

En 1972, los adversarios creyeron haber hallado una nueva arma. Un oficial del Departamento de Seguridad había recopilado información difamatoria contra los Testigos durante muchos años, y la utilizó para preparar la tesis con que se graduaría de doctor en letras. Se titulaba “Contenido y forma de la propaganda utilizada por la secta de los testigos de Jehová en la República Popular de Polonia”, y se había concebido como un manual que pudieran usar los oficiales en su lucha contra los Testigos.

No obstante, antes de concedérsele el título, debía discutir la tesis públicamente. Por lo general, era solo una formalidad; pero en cuanto los hermanos se enteraron de la fecha y el lugar, oraron a Jehová al respecto. Pese al poco tiempo que tuvieron para prepararse, decidieron valerse de la oportunidad para hacer una defensa del nombre de Jehová y de su pueblo.

Por consiguiente, los testigos de Jehová estuvieron presentes el 31 de mayo de 1972 en el momento en que Henryk Skibiński presentó su venenosa tesis en la Universidad de Toruń. Skibiński aseveró que los testigos de Jehová eran enemigos del Estado y sus aliados, espías de una superpotencia hostil y detractores, entre otras cosas, de la ciencia, las transfusiones de sangre y la evolución. Sin embargo, se vio obligado a reconocer que eran ciudadanos concienzudos y honrados. Después que hablaron los críticos y el profesor que entregaría el título, se permitió que el auditorio se expresara.

El hermano Jan Waldemar Rynkiewicz, de Bydgoszcz, aprovechó la oportunidad para hablar ampliamente y refutar por completo la acusación de que los testigos de Jehová eran espías y enemigos del Estado. Señaló varias incongruencias de la tesis del señor Skibiński y la parcialidad de sus argumentos (por ejemplo, omitió por completo el hecho de que los tribunales habían descartado las acusaciones de espionaje y exonerado a muchos Testigos). Además, subrayó con marcado énfasis la contribución que los Testigos habían hecho a la cirugía sin sangre, otro aspecto omitido por el señor Skibiński. El comité de críticos aceptó los documentos que presentó el hermano Rynkiewicz. A continuación, los hermanos Zygmunt Sawicki y Józef Rajchel presentaron valerosamente el punto de vista bíblico sobre la injerencia en la política y los conflictos del mundo. Todos escucharon absortos. Cuando intentó refutarlos, el señor Skibiński se salió de sus casillas y el presidente tuvo que mandarle callar. Para gran disgusto de los familiares y amigos del señor Skibiński, que tuvieron que guardarse sus felicitaciones y ramos de flores, no se le otorgó el título.

De este modo, exactamente cincuenta años después que los Testigos habían sostenido aquella famosa discusión con los jesuitas en Cracovia, otro grupo de Testigos había conseguido una nueva victoria, pero esta vez contra un adversario ateo tan acérrimo como aquellos. Desde entonces, las autoridades fueron más cautelosas al tratar de justificar la persecución de los testigos de Jehová, y cambiaron la manera de tratarlos.

Asambleas del bosque

A finales de la década de los sesenta, además de las reuniones regulares en casas particulares, los Testigos de la zona de Śląsk Cieszyński empezaron a reunirse en grupos más grandes en el bosque durante el verano. Poco después se preparó el programa básico de una asamblea y se presentó por todo el país en reuniones denominadas asambleas del bosque.

Al principio, las autoridades procesaron a los organizadores y a los que asistían. ¿Pero representaban algún peligro estas reuniones de los Testigos? Todo lo que hacían era estudiar la Palabra de Dios. Con el paso del tiempo, los funcionarios se acostumbraron a las asambleas del pueblo de Jehová, que cada vez eran más grandes. A las primeras solo concurrieron unas cuantas decenas de hermanos, pero para los años setenta, la asistencia era normalmente de centenares.

A finales de esa década, se incluyó un drama bíblico en el programa y, a menudo, se hacían preparativos para el bautismo. Se utilizaron micrófonos, altavoces y grabadoras. En algunos sitios, estas asambleas fueron más normales, pues se celebraban en lugares preparados de antemano.

Reciben la visita de miembros del Cuerpo Gobernante

Al concluir noviembre de 1977, Frederick Franz, Theodore Jaracz y Daniel Sydlik, de la central mundial de los testigos de Jehová, obtuvieron permiso para visitar Polonia. Fue la primera visita oficial de miembros del Cuerpo Gobernante. Hablaron con superintendentes, precursores y Testigos de experiencia de varias ciudades sobre el progreso de la obra teocrática en otros países y contestaron numerosas preguntas. Como consecuencia de la visita, las congregaciones redoblaron la actividad del Reino.

Un año después, Milton Henschel y Theodore Jaracz visitaron el país. En esa ocasión, hicieron una visita de cumplido a la Secretaría de Asuntos Religiosos. En los años subsiguientes, el Cuerpo Gobernante pudo atender mejor la obra en Polonia y establecer vínculos más estrechos con los superintendentes de todo el país. El hecho de que los hermanos que llevaban la delantera estuvieran más expuestos a la dirección e influencia teocráticas, que recibieron con gratitud, les permitió implantar en la organización local medidas y disposiciones como las que benefician al pueblo de Dios en muchos otros países. Al mismo tiempo, se observó un cambio significativo cuando los funcionarios del gobierno empezaron a mostrar una actitud más tolerante hacia nosotros y nuestras actividades.

Disfrutan de la hospitalidad austriaca

A finales de los años setenta, algunos hermanos pudieron asistir a asambleas de distrito fuera de Polonia: primero en Lille (Francia), y después en Dinamarca. Posteriormente, en el verano de 1980, ocurrió algo inesperado.

Aunque la organización de los testigos de Jehová seguía estando prohibida, se concedió permiso a unos dos mil Testigos para que asistieran a la asamblea de distrito “Amor Divino” que se celebraría en Viena (Austria). Los hermanos austriacos atendieron a sus huéspedes con hospitalidad. En la enorme carpa instalada para las sesiones en polaco, todo el mundo siguió el programa con mucho interés.

Como conclusión de la asamblea, los diferentes grupos lingüísticos se reunieron en un estadio cercano. Todos los grupos cantaron al unísono, cada cual en su propio idioma, el cántico “Gracias Jehová”. Incluso después de la oración de conclusión, nadie quería marcharse. Los amorosos anfitriones austriacos no solo habían recibido hospitalariamente a huéspedes de Polonia, sino también de Hungría, Yugoslavia y de otros países. Luego, en medio de un prolongado aplauso, asomaron a los ojos las lágrimas de gozo. Eran cristianos verdaderos disfrutando de la unidad que había superado las difíciles barreras tan características del agonizante viejo mundo.

Más de cinco mil polacos asistieron a la asamblea “Lealtad al Reino” que se celebró en Austria al año siguiente. En esa ocasión, los hermanos austriacos se reunieron en una carpa y dejaron que sus invitados usaran las instalaciones del estadio. Es más, permitieron que sus huéspedes participaran en los preparativos de la asamblea y así adquirieran una valiosa experiencia que les sería útil para organizar grandes asambleas en Polonia.

Una década de asambleas históricas en su propio país

El mismo año en que los cinco mil Testigos polacos asistieron a las sesiones en Austria, las autoridades de Gdańsk concedieron el permiso para celebrar una asamblea en el auditorio Olivia. El 5 de julio de 1981 asistieron 5.751 personas. También se permitió que los Testigos de la zona de Cracovia utilizaran un pequeño local deportivo en Skawina ese año, y se celebraron allí dos asambleas “Lealtad al Reino”.

Parecía que todo marchaba bien, pero, desafortunadamente, el 13 de diciembre de 1981 se implantó la ley marcial. Las patrullas policíacas y militares formaron retenes por todo el país. Se registraban todos los autos, y se prohibieron las reuniones públicas. ¿Cómo nos afectarían esas medidas?

Las primeras semanas se pensó que los Testigos, bien conocidos por su neutralidad cristiana, no tendrían ninguna dificultad para reunirse en hogares particulares. A pesar de las restricciones para viajar, los superintendentes de circuito podían visitar las congregaciones. Las publicaciones, aunque subrepticiamente, podían llegar a los publicadores.

Pero pronto llegaría el verano de 1982. ¿Dónde se realizarían las asambleas de distrito? Las fronteras estaban cerradas y nadie podía salir del país. La dureza de la ley castrense hacía imposible llevar a cabo asambleas en el bosque. ¿Qué podría hacerse? Los hermanos preguntaron a los dueños de los locales deportivos si estaban dispuestos a alquilarlos para celebrar asambleas, y estos aceptaron. La noticia se recibió con regocijo y se prepararon más de ochenta banquetes espirituales por todo el país.

En 1983 se celebraron menos asambleas, pero más grandes; la mayoría de ellas en locales alquilados. Por vez primera se permitió que asistieran Testigos de Europa occidental. Un total de 114.166 personas estuvieron presentes y 2.388 se bautizaron.

¿Sería posible que los testigos de Jehová celebraran en Polonia asambleas internacionales de gran tamaño? En el verano de 1984, los hermanos solicitaron permiso a las autoridades para alquilar estadios grandes a fin de celebrar tales asambleas en 1985. Pasaron los meses y no se recibía ninguna respuesta. Hasta mediados de febrero de 1985 no se sabía con certeza si darían el permiso, pero por fin lo concedieron. Por la premura del tiempo se trabajó intensamente en todos los aspectos necesarios para tener cuatro asambleas de tres días en Chorzów, Varsovia, Wroclaw y Poznań. Asistieron más de noventa y cuatro mil personas, entre las que había centenares de invitados de otros países. Cuánto se alegraron de ver el bautismo de 3.140 nuevos siervos de Jehová. Escucharon absortos y con mucho aprecio todo el programa, que incluyó discursos pronunciados por cuatro miembros del Cuerpo Gobernante.

La televisión polaca preparó posteriormente dos documentales sobre la vida y las actividades de los testigos de Jehová de Polonia que presentaban escenas de las asambleas. Con los títulos “Buenas nuevas sobre el Reino” y “Mantenedores de Integridad”, ambos programas se presentaron en la cadena nacional de televisión.

Se atienen al orden teocrático

Sin embargo, no debemos llegar a la conclusión de que todas las presiones por parte de las autoridades habían terminado. Aunque no se obstaculizaba la actividad de los Testigos a nivel de congregación, es decir, la obra de casa en casa, los hermanos que daban dirección llevaban una carga pesada. Recuerde que la organización de los testigos de Jehová no gozaba de reconocimiento legal; la proscripción no se había abolido oficialmente. Los preparativos de la asamblea estuvieron a cargo de hermanos escogidos que habían conseguido permisos individuales para ello. Se les pidió que suprimieran algunas partes del programa, pero ellos no quisieron hacer nada sin la debida autorización del Cuerpo Gobernante.

En 1984 se presentó una situación que tenía que ver con los superintendentes viajantes. Un estatuto vigente de la ley marcial exigía que todos los hombres de 20 a 45 años de edad efectuaran trabajo secular. Con dicha ley como base, se requirió la presencia de estos hermanos en los departamentos de asuntos religiosos de cada provincia. Los hermanos se presentaron con certificados debidamente llenados en los que se especificaba cuál era su territorio. Visto someramente, parecía que era la legalización de su obra, pero estos documentos debían ser renovados periódicamente y todo cambio de asignación debía ser notificado. Los hermanos se opusieron tajantemente, pues sus asignaciones como pastores del rebaño eran teocráticas y no estaban sujetas a aprobación o regularización por parte de las autoridades civiles.

Abundante alimento espiritual

Hoy día, los testigos de Jehová de Polonia disfrutan de magníficas publicaciones para su estudio personal y el ministerio cristiano. Sin embargo, conseguirlo no fue nada fácil. A través de los años les confiscaron cuanto equipo de impresión pudieron hallar. Más adelante, las autoridades intentaron controlar por lo menos de manera semioficial lo que los hermanos imprimían en sus “panaderías”, es decir, sus imprentas.

Por lo tanto, los hermanos solicitaron permiso para importar libros, folletos y revistas, los cuales, según disponía la ley para las demás publicaciones religiosas, no pasarían por ninguna censura. Aunque al principio parecía un sueño imposible, los hermanos pusieron particular énfasis en las ventajas sociales y educativas que proporcionarían sus publicaciones bíblicas. Su empeño finalmente se vio recompensado.

En 1984 se otorgó permiso para importar de Estados Unidos 60.000 ejemplares de Mi libro de historias bíblicas, y después se recibió autorización para importar cantidades aún mayores de los folletos “¡Mira! Estoy haciendo nuevas todas las cosas” y El nombre divino que durará para siempre. Se necesitó algún tiempo para que les permitieran importar el libro Usted puede vivir para siempre en el paraíso en la Tierra, pero, ¡imagínese la alegría de recibir un cuarto de millón de ejemplares! De ahí en adelante, y con cada vez menos dificultad, se recibieron los libros y folletos, la mayoría de las veces de la sucursal alemana de Selters/Taunus. En 1989 se recibió el libro La vida... ¿cómo se presentó aquí? ¿Por evolución, o por creación?, un tema que, aunque apropiado, no dejaba de ser espinoso en los países ateos.

Cuando promediaba el año 1988 —casi un año antes de que se aceptara a la Sociedad Watch Tower como organización de los testigos de Jehová de Polonia— empezaron a recibirse con regularidad las revistas quincenales La Atalaya y ¡Despertad! a cuatro colores. En la actualidad se reciben centenares de miles de ejemplares en aumento constante. La gente de todo el país se ha acostumbrado a ver a los testigos de Jehová ofreciendo las revistas en polaco por las calles, las estaciones ferroviarias y de casa en casa. Desde el número del 1 de noviembre de 1989, La Atalaya se publica en simultaneidad con la edición inglesa, tal como sucede con decenas de otros idiomas.

Esta enorme cantidad de publicaciones de calidad, tanto en forma como en contenido, ha contribuido a diseminar las buenas nuevas como nunca antes. La cantidad de estudios bíblicos que se imparten a las personas de corazón sincero ha aumentado a más de ochenta mil, y se sigue ayudando a muchas más personas a encontrar el camino que lleva a vida eterna. Jesucristo ha abierto de par en par la puerta de la oportunidad en este país. (Compárese con Revelación 3:7, 8.)

Reaparecen los Salones del Reino

Durante los años de la proscripción, obviamente, no se tenían Salones del Reino, pero a principios de los ochenta comenzaron a reaparecer. No eran de carácter oficial y se edificaban en casas de Testigos. En 1986 se celebró un seminario con representantes de las congregaciones que habían construido o estaban construyendo un salón, para estudiar detalladamente los procedimientos técnicos y legales.

Para mayo de 1993, los hermanos ya contaban con 644 Salones del Reino propios, alquilaban 257 y 130 más estaban en proceso de construcción.

Por fin se obtiene el reconocimiento legal

La solicitud de reconocimiento legal que los testigos de Jehová presentaron en 1949 fue rechazada por las autoridades de aquel entonces. Durante los años subsiguientes, los hermanos procuraron conseguir el reconocimiento legal que les permitiera representar a los testigos de Jehová y promover sus intereses en Polonia. En muchas ocasiones, sencillamente no recibieron respuesta.

Finalmente, para facilitar la importación de publicaciones, en 1985 se constituyó con aprobación judicial la compañía Strażnica—Wydawnictwo Wyznania Świadków Jehowy w Polsce (Watchtower, Casa Editorial de la Religión de los Testigos de Jehová de Polonia). Aquel fue un paso importante que llevó a la legalización de la obra.

En 1987 se sometió a la Secretaría de Asuntos Religiosos una nueva carta constitucional, preparada minuciosamente bajo la dirección del Cuerpo Gobernante. A este nuevo paso siguieron dos años de conversaciones y correspondencia. En la delegación que habló con los funcionarios se encontraban dos de los hermanos que firmaron la primera solicitud de registro en 1949. Trate de imaginar la alegría que sintieron cuando, cuarenta años después, el 12 de mayo de 1989, el director de la Secretaría de Asuntos Religiosos aprobó la carta de la Strażnica—Towarzystwo Biblijne i Traktatowe, Zarejestrowany Związek Wyznania Świadków Jehowy w Polsce (Sociedad Watchtower de Biblias y Tratados, Asociación Religiosa Registrada de los Testigos de Jehová de Polonia). Todos los medios informativos dieron el anuncio para júbilo de la hermandad mundial.

La junta de directores de la asociación original estaba formada por Harald Abt, Zygfryd Adach, Stanisław Kardyga, Edward Kwiatosz, Franciszek Mielczarek, Antoni Tomaszewski y Adam Wojtyniak. Sin embargo, desde que la carta fue aprobada, han fallecido dos de ellos, Harald Abt * y Edward Kwiatosz, que sirvieron fielmente a Jehová hasta la muerte. Los reemplazaron Wiesław Jaśko y Jan Klaudiusz Skowron.

El reconocimiento de las autoridades seculares de Polonia era importante, pero, por supuesto, de menor importancia que el reconocimiento y la aprobación de Jehová Dios, cuya voluntad soberana pronto será vindicada ante toda la creación. (Rev. 4:11.)

A una escala sin precedentes

En el verano de 1989, poco después de obtenerse el registro legal, se llevó a cabo la asamblea internacional “Devoción Piadosa” en Varsovia, Chorzów y Poznań. Los asambleístas que llegaron de casi todos los continentes, entre ellos miles que vinieron de otros países europeos y cinco miembros del Cuerpo Gobernante, se sentían felices de estar allí. En las tres ciudades se presentó simultáneamente la información en muchos de los idiomas de los visitantes extranjeros con la ayuda de intérpretes. La asistencia total fue de 166.000 personas, y el que se bautizaran 6.093 fue motivo de mucha alegría.

Posteriormente, del 9 al 12 de agosto de 1990, tuvo lugar otro suceso histórico en el Estadio Dziesięciolecia, de Varsovia. Este estadio, el más grande de la capital polaca, se llenó totalmente. Los hermanos rusos se sentaron en un lado y los polacos en el otro. La experiencia de ver a los dos grupos escuchando el programa en su propio idioma fue inolvidable.

Unos cuantos días antes, se puso en peligro la celebración de la asamblea. Portavoces soviéticos anunciaron que impondrían restricciones a los ciudadanos que quisieran viajar a Polonia. Los agentes de viajes soviéticos advirtieron a los Testigos que no podrían cruzar la frontera, pero ellos confiaron en Jehová y continuaron haciendo sus preparativos. Muy oportunamente, las medidas restrictivas fueron aplazadas para una fecha posterior a la asamblea. Sin perder el tiempo, un torrente de más de diecisiete mil Testigos rusos atravesó la frontera. El opulento programa espiritual que hizo las delicias de todos ellos fue más que abundante recompensa por los sacrificios que hicieron para estar presentes.

Esta asamblea no fue, de modo alguno, el colofón. Al año siguiente, 1991, se celebraron más asambleas y en más ciudades. De nuevo pudo percibirse la bendición de Jehová. Seis días antes de comenzar la asamblea de Chorzów, los trabajadores de un famoso grupo de rock que posteriormente daría un concierto, colocó en la torre del estadio una enorme pancarta con imágenes y símbolos satánicos. Como la petición del comité de asamblea de que fuera quitada cayó en oídos sordos, pidieron con sinceridad la ayuda de Jehová. Esa noche, un repentino ventarrón rompió en pedazos la pancarta y acabó con el problema.

Ese año, más de veintidós mil asambleístas polacos asistieron a las asambleas de Budapest (Hungría), Lvov (Ucrania) y Praga (República Checa). ¡Cómo disfrutaron de esos días de compañerismo espiritual con otros miembros de la hermandad mundial!

¿Qué se necesitaba para tener en Polonia un centro desde el cual supervisar las congregaciones y la predicación de las buenas nuevas?

Una sucursal para Polonia

Desde que se perdió la sucursal de Lódź en 1950, y durante casi cuarenta años, los departamentos que componen una sucursal no estuvieron en un solo lugar, sino en diferentes sitios. Una vez legalizada la Asociación Religiosa de los Testigos de Jehová, podían tomarse otras medidas. En Marki, cerca de Varsovia, se escogió la casa del número 17 de la calle Prosta como sucursal temporal para dirigir la obra, y se comenzó la búsqueda de un lugar en el que construir una sucursal permanente.

En octubre de 1989 se compró un terreno conveniente en Nadarzyn, un pueblecito que está a unos 20 kilómetros al suroeste de Varsovia. La propiedad incluía un motel abandonado. La Oficina Regional de Ingeniería de la Sociedad que atiende los proyectos de Europa hizo los planos, y al poco tiempo se comenzó la construcción. Hubo ocasiones en que hasta 600 voluntarios participaron en la obra de construcción. Por consiguiente, el complejo de edificios en el que la familia de Betel podría vivir y trabajar, quedó terminado en el sorprendente período de un año y ocho meses. El 28 de noviembre de 1992 se dedicó la nueva sucursal.

Los que vieron la eficacia y la manera de trabajar de los hermanos se quedaron maravillados. El periódico Gazeta Stołeczna (Gaceta metropolitana) presentó el artículo “A la manera de Dios”, en el que comentó: “La obra está en pleno apogeo; no se ve a nadie deambulando sin hacer nada. Todos llevan puesto su casco protector. Un día antes de vaciar el hormigón de los pisos, los carpinteros trabajan cuanto es necesario para terminar el encofrado. Es inconcebible que al día siguiente lleguen los voluntarios y encuentren dilaciones. [...] El objetivo primordial de los Testigos es llevar las buenas nuevas a todo el que quiera oírlas, y los que construyen el Hogar Betel nunca olvidan su cometido. Después del trabajo, algunos de ellos toman su Biblia y algunas revistas La Atalaya y salen a predicar de casa en casa. Estudian la Biblia con regularidad con muchas personas de Nadarzyn y los alrededores”.

Los hermanos polacos agradecen a Jehová que hayan podido llevar a feliz término la construcción. Saben con seguridad que la nueva sucursal les ayudará a efectuar la obra en Polonia. También desean expresar su agradecimiento a la hermandad mundial, cuyas oraciones y ayudas prácticas contribuyeron, de diferentes maneras, a que ellos perseveraran hasta el día de hoy.

Resueltos a perseverar

Los esfuerzos de enemigos religiosos y seculares por aniquilar a los testigos de Jehová fracasaron. En la actualidad, los Testigos constituyen el tercer grupo religioso más grande de Polonia. Una gran proporción de la población que no es testigo de Jehová tiene parientes o conocidos que lo son. En los últimos años, los medios de comunicación han hablado mucho de los Testigos objetivamente, y a veces hasta los han elogiado, sobre todo por causa de las grandes asambleas. Además, los hermanos han sido más eficientes al proveerles información valiosa.

Por otra parte, a principios de 1991 se formaron los Comités de Enlace con los Hospitales. Integrantes de dichos comités han sostenido conversaciones muy provechosas con el personal médico de varias ciudades de Polonia, lo que ha contribuido a que en muchos círculos médicos mejore la actitud hacia los testigos de Jehová y su postura tocante a las transfusiones de sangre. Refiriéndose al hospital de Skwierzyna, el periódico Ziemia Gorzowska informó: “El personal médico se ha acostumbrado a los principios de los Testigos; ya nadie recibe una transfusión de sangre por la fuerza”.

Años atrás, los testigos de Jehová que estaban presos por su postura firme de neutralidad cristiana se contaban por centenares. Hoy, sin embargo, los predicadores bautizados de los testigos de Jehová, por ser ministros ordenados, están exentos del servicio militar en Polonia. Las autoridades los eximen cuando la Sociedad les expide un certificado indicando que satisfacen los requisitos para ello. Aunque en la actualidad no hay ningún Testigo preso por razón de su neutralidad, no han olvidado a los prisioneros que conocieron en el pasado y que mostraron verdadero interés en la Palabra de Dios. Los siguen visitando y ayudando a conformar sus vidas a la voluntad de Jehová.

Fue alentador ver que en 1993 el máximo de publicadores fue de 113.551. ¡Cuántas razones tienen estos miles de Testigos para estar agradecidos a Jehová! Han visto cómo se transmite la verdad en sucesivas generaciones, y algunas familias polacas se enorgullecen de saber que la quinta generación está tomando la insignia de la verdad. Han experimentado personalmente la bondad amorosa de una hermandad internacional de cristianos estrechamente unidos. Fueron testigos del amparo de Jehová en tiempos sumamente difíciles y de la fortaleza que les dio para que se pusieran de parte del Reino celestial bajo la dirección de Jesucristo. Han visto fortalecidas su fe y confianza en el Creador, refinadas por un sinnúmero de pruebas y persecuciones. (Sant. 1:2-4.)

Por lo tanto, pueden confirmar, no con orgullo jactancioso, sino con humildad y gratitud por el cuidado amoroso de Jehová, la veracidad de la promesa divina: “Sea cual sea el arma que se forme contra ti, no tendrá éxito”. (Isa. 54:17.)

[Notas a pie de página]

^ párr. 112 La Acción Católica son grupos del laicado católico bajo la supervisión de un obispo, organizados para promover los objetivos religiosos, sociales y políticos de la Iglesia Católica Romana.

^ párr. 314 La biografía del hermano Abt y su esposa apareció en La Atalaya del 15 de mayo de 1980.

[Fotografías en la página 183]

En Cracovia, Franciszek Puchała ofreció una suma considerable a quien pudiera probar que ciertas enseñanzas fundamentales de la Iglesia se basan en la Biblia

[Fotografías en la página 191]

Wilhelm y Amelia Scheider poco después de comenzar su servicio de Betel en Polonia

[Fotografías en la página 193]

Jan Śmieszko, fue juzgado por blasfemia en este tribunal de Chojnice; el cura que atestiguó en su contra reconoció su derrota

[Fotografía en la página 197]

Grupo de Testigos polacos preparados para el servicio en 1933

[Fotografía en la página 199]

Cuando se proscribió “Złoty Wiek” (The Golden Age), los hermanos le cambiaron el nombre a “Nowy Dzień” (El Nuevo Día)

[Fotografías en la página 202]

Unos cuantos de los que probaron su fidelidad en prisiones y campos de concentración: 1) Paulina Woelfle, cinco años. 2) Jan Otrebski, cuatro años. 3) Harald y Elsa Abt; él, catorce años; ella, siete. 4) Franz Schipp, tres años

[Fotografías en la página 207]

En 1940, Jan Sadowski (en aquel entonces y ahora) aprovechó la oportunidad para dar un extenso testimonio a una multitud en este cementerio

[Fotografía en la página 215]

En 1946, 5.300 Testigos polacos llenos de entusiasmo se reunieron después de la guerra en esta asamblea de Katowice

[Fotografías en la página 216]

La sucursal de Lódź y la familia de Betel en 1948

[Fotografía en la página 217]

Tres años después de que le fue tomada esta foto, Henryka Żur murió como mártir por rehusar persignarse

[Fotografía en la página 223]

Paweł Muhaluk (izquierda) y Stefan Behunick, misioneros expulsados de Polonia

[Fotografías en la página 227]

En 1951 se dictaron severas sentencias contra los testigos de Jehová en este tribunal de Varsovia. De derecha a izquierda y en primer plano: Wilhelm Scheider, Edward Kwiatosz, Harald Abt, Wladyslaw Sukiennik y un guardia

[Fotografías en la página 235]

Prensas que fabricaron los Testigos para imprimir publicaciones bíblicas durante la proscripción y grupo de hermanas que por varios años arriesgó su vida y su libertad por imprimir y distribuir tales publicaciones

[Fotografías en la página 238]

En esta universidad de Toruń, Jan W. Rynkiewicz y otros dos hermanos refutaron en público acusaciones que difamaban a los Testigos

[Fotografía en la página 240]

“Asamblea del bosque” celebrada en 1981

[Fotografía en la página 251]

Comité de la Sucursal de Polonia en 1992

[Mapa en la página 170]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

Gdańsk

Chojnice

Gorzów Wielkopolski

Bydgoszcz

Białystok

Nadarzyn

Poznań

Varsovia

Łódź

Wrocław

Lublín

Kielce

Katowice

Cracovia

[Tablas en la página 252]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

Publicadores

125.000

100.000

75.000

50.000

25.000

0

1981 1983 1985 1987 1989 1993

Horas (millones)

20

16

12

8

4

0

1981 1983 1985 1987 1989 1993