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Guadalupe

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Guadalupe

IMAGÍNESE que está en una pequeña isla de las Antillas Menores situada al sur de Guadalupe. Se halla en un pueblo que apenas llega a los seis mil habitantes donde rara vez sucede algo emocionante. Este día, sin embargo, del barco que normalmente transporta pasajeros y víveres, se descargan en el muelle toneladas de tubos de hierro y láminas de aluminio. Ese mismo día, los materiales se llevan a las afueras del pueblo y se ensamblan, dando forma a un Salón de Asambleas con aforo de unas mil personas. No se necesitan pancartas para anunciar el evento. Todo el mundo sabe que solo existe un grupo capaz de organizar una asamblea en este lugar.

Una semana después, tres barcos más arriban a la vez. Mientras todo el pueblo observa, un millar de personas —hombres, mujeres y niños— caminan desde el muelle hasta el lugar de asamblea. Llevan maletas, catres y recipientes con agua. Son los testigos de Jehová. No solo han venido al pueblo a celebrar una asamblea, sino a conversar con los isleños acerca de las verdades bíblicas. En el transcurso de los años, todas las personas de Guadalupe y de las islas vecinas han recibido sus frecuentes visitas.

¿Cómo llegó la verdad bíblica a este lugar? ¿Qué clase de personas viven aquí? ¿Cómo son las islas que habitan?

Una mezcla de culturas

Isla de aguas preciosas —Karukera, como la llamaban los indios caribes— fue el nombre de Guadalupe mucho antes del arribo de Cristóbal Colón, en 1493. Sin duda, a los indios les hacía evocar la frescura de sus innumerables cascadas y la belleza del agua circundante. Más adelante le hablaremos de otra clase de aguas que hoy fluyen abundantemente en Guadalupe. El producto de estas aguas es aún más precioso.

En realidad, Guadalupe está formada por dos islas, con numerosas dependencias (María Galante, Las Santas, Deseada, las islas de la Petite-Terre, San Bartolomé y parte de San Martín). Vistas en un mapa, estas dos islas principales semejan una mariposa con las alas desplegadas. El lado occidental corresponde a Basse-Terre, con su cadena de montañas volcánicas; el oriental, Grande-Terre, es una meseta con un mosaico de oteros. Las aguas azul turquesa que bañan sus playas, los verdes paisajes de su campiña y su bosque tropical de innumerables cascadas realzan su belleza.

A las playas de Guadalupe han llegado personas de diversas razas. Los arahuacos fueron sus primeros pobladores. Los caribes, que llegaron posteriormente, precedieron a todos los colonizadores europeos. Estos no se establecieron en Guadalupe sino hasta ciento cuarenta años después del viaje de Colón, patrocinado por España, si bien los colonizadores no fueron españoles, sino franceses. Con el tiempo eliminaron a los caribes, construyeron ingenios azucareros e importaron esclavos como fuerza laboral.

En el aspecto político, Guadalupe es un departamento de Francia, y en las últimas décadas muchos franceses se han mudado a este territorio. No obstante, la mayoría de los habitantes de las islas principales son de raza negra, descendientes de los que la trata de esclavos arrancó por la fuerza de las costas africanas. Por otra parte, un 10% de la población proviene de los trabajadores traídos de la India tras la abolición de la esclavitud en Guadalupe, en 1848. Las islas Las Santas y San Bartolomé, dos de las seis dependencias, están pobladas principalmente por Blancs-pays (blancos criollos), descendientes de los bretones y normandos que estuvieron entre los primeros colonizadores. Además, hay unas cuantas familias libanesas y sirias que administran algunos negocios.

A la mayoría de la población se la considera católica romana. Sin embargo, aunque la comunidad india fue integrada al catolicismo, conserva sus ritos hinduistas. Sus postes sagrados con banderas de colores se ven por todas partes. Las creencias de muchos siguen plagadas de supersticiones ancestrales, promovidas hábilmente por los quimboiseurs (brujos).

Con todo, es común que la gente respete la Biblia, a la que considera la Palabra de Dios. Muchas personas formulan sus oraciones con pasajes de los Salmos. De hecho, es frecuente que dejen la Biblia abierta en un salmo, a veces junto a una vela encendida, con el fin de que bendiga y proteja el hogar.

La amalgama de culturas —africana, europea y asiática— dio origen a un estilo de vida en el que predominan la amabilidad y la bondad. Estas agradables cualidades hacen que muchos sean interlocutores afables y receptivos al mensaje del Reino.

Un comienzo modesto

La historia de los testigos de Jehová en Guadalupe es un ejemplo notorio de lo que el espíritu de Jehová puede hacer con las personas sinceras y humildes que aceptan la invitación divina a ‘tomar gratis el agua de la vida’. (Rev. 22:17.) Aunque los Testigos visitaron Guadalupe en 1936, no se empezó a dar testimonio con cierta regularidad en los muelles del puerto de Pointe-à-Pitre sino hasta 1938.

Apenas se había empezado a electrificar la isla, y en las calles solo se veían unos cuantos automóviles. El puerto era un lugar bullicioso donde anclaban barcos de todo tamaño. Mientras los comerciantes y sus empleados iban y venían, los estibadores cargaban bultos enormes, cajones muy pesados y grandes toneles. A la hora del almuerzo se veía a un hombre que tenía por costumbre sentarse a la sombra, en el peldaño de una casa, rodeado de trabajadores, a los que hablaba de la Biblia. Este hombre, de más de 40 años, casado y oriundo de Dominica, una isla al sur de Guadalupe, se llamaba Cyril Winston. Era alto, de ojos grises y buena presencia, y hablaba con aplomo el idioma criollo. Este predicador de tiempo completo, o precursor, también trabajaba diligentemente para mantener a su familia.

Condé Bonchamp fue uno de los primeros que escucharon atentamente a Cyril Winston. “Trabajábamos juntos de estibadores en el puerto —relata—. Al mediodía, varios trabajadores y yo nos sentábamos alrededor de Cyril para disfrutar de sus explicaciones bíblicas. Poco después reunió un pequeño grupo de personas de Dominica que trabajaban con nosotros y organizó reuniones. Asistíamos cinco personas.”

Para celebrar las reuniones, el hermano Winston arrendó un cuarto de la case de René Sahaï y su esposa. La case antillana es una vivienda hecha con tablas clavadas sobre una estructura de vigas de madera y un techo de láminas metálicas acanaladas. Las divisiones que forman los cuartos tienen un espacio abierto en la parte superior para permitir la circulación del aire. Las voces se escuchan fácilmente a través de las divisiones, de modo que la señora Sahaï escuchaba los discursos los días de reunión. Fue así como ella y su esposo se interesaron en la verdad bíblica.

Noéma Missoudan (ahora, Apourou) recuerda cómo conoció al grupo: “Me preocupaba que mi esposo hubiera comenzado a llegar tarde a casa ciertos días de la semana. Temía que estuviera interesándose en otra mujer. La noche del 25 de diciembre de 1939 lo seguí. Entró a una case de un barrio de Pointe-à-Pitre. Minutos después entré en la casa. ¡Qué sorpresa me llevé al ver a aquel grupo de unas doce personas! Me senté a escuchar”. Fue así como empezó a asistir a las reuniones. Puesto que no había luz eléctrica, cada uno llevaba una vela.

Dificultades durante la guerra

Tras la invasión alemana de Polonia, el 3 de septiembre de 1939 Francia declaró la guerra a Alemania. La situación repercutió en las Antillas Francesas, pues su comercio con los galos pronto quedó prácticamente paralizado. En 1940 Guadalupe pasó a estar bajo el gobierno de la Francia de Vichy, que colaboraba con los nazis. La comunicación con Estados Unidos se interrumpió. Guadalupe ya no podía exportar su producción de ron y plátanos ni importar alimentos u otros productos. Incluso llegó a quemarse en el muelle del puerto de Pointe-à-Pitre un envío de publicaciones bíblicas procedente de Nueva York.

Pese a todo, en 1940 el pequeño grupo que había estado reuniéndose para estudiar la Biblia en el barrio de Pointe-à-Pitre empezó a funcionar como un grupo aislado de los testigos de Jehová, bajo la supervisión de la Sociedad Watch Tower. Fue el primer grupo de Guadalupe.

Celosos y libres del temor al hombre

Algunos de los que asistían a las reuniones pronto abrazaron la verdad. Por eso, en septiembre de 1940 el hermano Winston bautizó a siete personas en el río La Lézarde, cerca de Petit-Bourg. ¿Por qué en un río, habiendo cerca tantas playas? Los hermanos pensaron que era más apropiado. Después de todo, ¿no se había bautizado Jesús en el río Jordán? Pero, en realidad, todo lo que se necesita es suficiente agua que permita la inmersión. *

La sinceridad, el celo y la falta de temor al hombre eran evidentes en aquellos primeros discípulos de Guadalupe. Recordando aquellos días, el hermano Bonchamp contó: “Los domingos salíamos a predicar. Con poco conocimiento y ninguna preparación, cada quien hablaba como mejor le parecía. Cierto día, convencido de que tenía la responsabilidad de convertir a tantas personas como fuese posible, me aposté enfrente de una iglesia católica de Pointe-à-Pitre precisamente al terminar la misa, y grité: ‘Gente de Pointe-à-Pitre, oigan la Palabra de Jehová [...]’. Había leído que así era como los profetas de la antigüedad solían predicar. Después de hablar por un rato, se reunió un grupo grande. Algunos escucharon, pero otros empezaron a armar escándalo. La gendarmería estaba cerca, y mi esposa y yo fuimos detenidos. Pasamos la noche en la comisaría”. Eso, sin embargo, no los disuadió de seguir sirviendo a Jehová.

Olga Laaland, un joven de 20 años, tampoco se arredró cuando aprendió la verdad. El segundo domingo que se reunió con el pequeño grupo de Testigos, participó con ellos en la obra de dar testimonio. Llegó a ser un hermano fervoroso, progresivo, carente de temor al hombre, y estaba dotado de tal voz estentórea que difícilmente pasaba inadvertido.

No obstante, las pruebas de lealtad de aquellos cristianos no solo tuvieron que ver con dar testimonio en público.

El aislamiento pone a prueba la humildad

Los hermanos tenían muy pocas publicaciones para estudiar la Biblia. La mayoría de las 30 personas del grupo aislado de Testigos distaban de tener madurez cristiana. Las restricciones de la guerra imposibilitaban toda comunicación con la central mundial de la Sociedad. Encima, en ese tiempo Cyril Winston enfermó y regresó a Dominica, donde murió tres meses más tarde. Los hermanos lo amaban, pero permitieron que surgieran serias dificultades entre ellos cuando él se fue. Aunque deseaban servir a Jehová, veían a la organización en gran parte desde un punto de vista humano. El hermano Sahaï, en cuyo hogar se celebraban las reuniones, supuso que debía hacerse cargo del grupo. Hubo quienes no estuvieron de acuerdo. El 29 de noviembre de 1942 las disensiones internas llegaron a un punto crítico cuando la gran mayoría, dirigida por el hermano Missoudan, decidió apartarse y reunirse en otro lugar. El hermano Sahaï continuó celebrando las reuniones en su casa. Los desacuerdos que separaban a los dos grupos no eran doctrinales, sino que se debían a problemas de personalidad.

Pese a las desavenencias, todos seguían dando testimonio, y la gente los escuchaba. En ambos grupos había hermanos sinceros. Pero cuando no se siguen los principios bíblicos, se originan situaciones que no deben existir entre los cristianos. “Que no haya divisiones entre ustedes”, aconseja la Biblia. ‘Esfuércense solícitamente por observar la unidad del espíritu en el vínculo unidor de la paz.’ (1 Cor. 1:10; Efe. 4:1-3.)

En aquel período crucial, el hermano Sahaï logró comunicarse de nuevo con las oficinas centrales de la organización. La Sociedad vio con aprecio esta acción y su persistente esfuerzo por conseguir publicaciones bíblicas durante la guerra. En una carta enviada a Guadalupe el 16 de febrero de 1944, se notificó el nombramiento del hermano Sahaï como siervo de compañía (superintendente presidente). En aquel entonces contaba con 30 años de edad. Pese a su origen humilde y su apariencia frágil, era un hombre franco y denodado.

Después de nombrar al hermano Sahaï para servir en la congregación, la Sociedad escribió al otro grupo en estos términos: “Ustedes, hermanos nuestros que se separaron, [...] deben unirse a él y cooperar en promover los intereses del Reino. Tal como el Cristo no está dividido, [...] el cuerpo de Cristo que está en la Tierra debe permanecer unido [...]. Creemos que su devoción al Señor y al Reino los persuadirá a dejar a un lado los sentimientos heridos por la situación, a esperar que el Señor ejecute la sentencia que le parezca conveniente sobre los que obran mal y a seguir adelante sirviendo al Señor”. Sin embargo, la reconciliación no fue sencilla. No todos creían que el hermano Sahaï estuviese capacitado para desempeñar esa asignación. Aunque muchos deseaban la reintegración de los dos grupos, se les hacía difícil librarse del resentimiento. Su falta de madurez espiritual mantuvo la escisión hasta 1948.

En 1944, la congregación reconocida por la Sociedad informó únicamente nueve publicadores.

Reuniones realmente públicas

Con el fin de difundir el mensaje de la verdad bíblica, los Testigos pronunciaban discursos en plena calle durante las agradables noches tropicales. El orador elevaba mucho la voz, no solo para que lo escuchara el auditorio cercano, sino también para llamar la atención de los transeúntes. El hermano Laaland, de potente voz, participó con frecuencia en este privilegio de servicio. La escena que viene a su memoria es la siguiente: “En el crepúsculo de la tarde, formábamos un círculo debajo de un árbol o en una esquina. El orador se situaba en el centro y otros iluminaban el lugar con antorchas. El programa empezaba con un cántico y una oración. El discurso en sí podía durar de treinta minutos a una hora, dependiendo de lo que el discursante hubiese preparado. Los temas casi no variaban, pues el objetivo principal era combatir la religión falsa”.

Aquellas reuniones ayudaron a varias personas a aprender la verdad; pero no a todos agradaban los discursos. En ocasiones, algunos individuos, amparados en la oscuridad, arrojaban piedras al grupo. No obstante, los hermanos no se movían hasta que terminaba la reunión. Razonaban: “Si en la guerra los soldados se exponen a las balas, ¿por qué no habríamos de exponernos a unas cuantas pedradas por causa de las buenas nuevas?”. (2 Tim. 2:3.) A algunos publicadores incluso les dieron pedradas en la cabeza. Cierta noche, mientras una hermana sostenía una lámpara grande de petróleo para alumbrar al discursante, alguien lanzó una piedra contra la lámpara, pero erró el blanco y golpeó en la cabeza a un hombre que escuchaba el discurso. Cuando este murió en el hospital al día siguiente, el agraviante fue llevado ante un tribunal y castigado con severidad.

Un hermano recibe un poco de preparación

En 1945 el hermano Laaland fue a la Guayana Francesa, donde vivía su madre. Se estableció cerca de Saint-Laurent du Maroni, y aunque no había ninguna congregación, no dejó de dar testimonio.

La edición en inglés del Anuario informó más tarde: “Dos hermanos fueron en enero a la Guayana Francesa. Mientras hablaban a la gente de St. Laurent, alguien les dijo: ‘Río arriba hay un hombre que habla como ustedes’. Alquilaron un auto para buscarlo y, efectivamente, hallaron al hombre que había venido de Guadalupe dando discursos públicos. No tenía ninguna publicación, pero no por ello dejó de hablar del Reino. Su principal opositor, el sacerdote, estaba muy atareado desanimando a las personas de escuchar lo que este ‘loco’ pudiera decirles”.

Cuando los hermanos regresaron a Paramaribo (Surinam), donde había una sucursal de la Sociedad, el hermano Laaland los acompañó. Allí conoció a unos precursores, que lo animaron a emprender el servicio de tiempo completo. Aprendió a cultivar el interés y a dirigir estudios bíblicos. Mientras estuvo en Paramaribo, se le instruyó también en el funcionamiento de la organización teocrática; se dio cuenta de que tenía mucho que aprender. Pasados tres meses, se le nombró precursor especial y se le envió de nuevo a Saint-Laurent.

Se fomenta la unidad de espíritu

Entretanto, la Sociedad se daba cuenta de la delicada situación en que se hallaban los dos grupos de Guadalupe. Ambos se esforzaban por servir a Jehová, pero no estaban unidos. En 1947 se envió desde una isla cercana a Joshua Steelman, un superintendente de circuito de habla inglesa, a visitar la Congregación Pointe-à-Pitre. Se le recibió con mucho entusiasmo, y veintiséis publicadores —evidentemente de ambos grupos— salieron con él al servicio del campo durante la semana de su visita. Pero él no hablaba francés y, como explicó en su informe, los hermanos no sabían leer ni traducir las instrucciones que les dio en inglés. Era urgente organizar la obra. Los hermanos estudiaban un libro de la Sociedad tres veces por semana, pero no tenían ejemplares de La Atalaya. Sin embargo, según el hermano Steelman, tenían un ferviente deseo de participar en el servicio del campo. Con todo, la exhortación para unificar los dos grupos no produjo resultados inmediatos.

Poco después, en 1948, la Sociedad pidió al hermano Laaland que regresara a Guadalupe. En cuanto llegó, se ocupó en trabajar con miras a la reconciliación de los dos grupos. Algunos hermanos deseaban tanto la reunificación, que se levantaban a las cuatro de la mañana para ir a una colina a pedir en oración a Jehová que bendijera el esfuerzo que se hacía por conseguir la unidad. Más o menos en marzo de aquel año se restableció la unidad, después de más de cinco años de separación. El promedio de publicadores aumentó rápidamente de 13 en 1947 a 28 en 1948, con un máximo de 46. Como dice el Salmo 133:1: “¡Miren! ¡Qué bueno y qué agradable es que los hermanos moren juntos en unidad!”.

No obstante, tal reunificación no fue del agrado de todos. Unos pocos dejaron ver claramente que no la deseaban. Formaron una secta, a la que llamaron “Le Messager de Sion” (El mensajero de Sión), y distribuían impresos frente al lugar donde se reunían los que habían sido sus hermanos cristianos. Uno de sus dirigentes compró una motocicleta para seguir a los Testigos y derrumbar lo que edificaban en el servicio del campo. Pero en uno de sus viajes chocó contra una carreta de bueyes que transportaba caña, y murió en el hospital. Después de este incidente, no se supo más del grupo.

Cultivar la unidad del espíritu, sin embargo, exigía más que celebrar juntos las reuniones y participar en el servicio del campo. (Efe. 4:1-3.) En aquel entonces, las hermanas de este lugar tenían prohibido llevar alhajas, cortarse el cabello o asistir a las reuniones en el Salón del Reino sin cubrirse la cabeza con una mantilla. Tales prohibiciones eran consecuencia de la interpretación errónea de consejos bíblicos. Necesitaban más ayuda para actuar en plena armonía con la asociación mundial del pueblo de Jehová. Parte de esa ayuda llegó en 1948, cuando la Sociedad envió a Guadalupe a dos misioneros graduados de la Escuela de Galaad.

Los dos primeros misioneros

Las autoridades francesas concedieron permiso para residir por un año en Guadalupe a Kenneth Chant y a Walter Evans, ambos canadienses. Mientras estuvieron allí, aumentó la actividad de la congregación; pero también se suscitó la oposición, obviamente instigada por el clero. A principios de 1949 se exigió oficialmente a los dos misioneros que abandonaran la isla de inmediato.

No obstante, su corta estancia había fortalecido espiritualmente a los hermanos nativos. Estos comprendieron con mayor claridad los principios bíblicos, y empezaron a hacer progresos en seguir las mismas instrucciones de organización que guiaban a los testigos de Jehová de todo el mundo.

Una congregación en Desbonnes

Poco a poco las semillas de la verdad empezaron a germinar fuera de Pointe-à-Pitre, el pueblo más grande de Guadalupe. Los cimientos para la segunda congregación se colocaron en 1941, cuando Duverval Nestor fue hospitalizado en Pointe-à-Pitre. Allí escuchó la verdad por primera vez, y la aceptó. Después de haber regresado a su casa, los hermanos siguieron visitándolo y fortaleciéndolo. Un predicador adventista, procurando disuadirlo, le dijo: “Creo que tu casa podría ser un hermoso templo para el Señor”. En cierto modo tuvo razón, ya que cuando se organizó la segunda congregación, en 1948, se utilizó la casa del hermano Nestor como Salón del Reino. Él vivía en Desbonnes, un pueblecito situado en la falda de una montaña, a unos 26 kilómetros de Pointe-à-Pitre.

Actualmente hay una congregación próspera en Desbonnes con más de cien publicadores, que se reúnen en un bello Salón del Reino construido en 1989.

Se predica con empeño al mediodía

En 1943, Georges Moustache escuchó las buenas nuevas en Port-Louis, a unos 20 kilómetros al norte de Pointe-à-Pitre, y después tuvo el privilegio de sembrar más semillas de la verdad del Reino en ese lugar. Él contó, recordando aquellos primeros días: “Todos los días, durante el descanso del mediodía improvisaba un discurso en la carpintería del ingenio azucarero de Beauport, donde trabajaba. Cierto día, un hombre mayor que era seminarista y solía molestarme me retó: ‘Mira, allí está la fragua del herrero; si adoras al Dios verdadero, camina sobre las brasas’. Mi voz resonó en el taller cuando le respondí: ‘Vete, Satanás, porque está escrito: “No debes poner a prueba al Señor, tu Dios”’”. (Véase Mateo 4:5-7.)

Los domingos, el hermano Moustache caminaba varios kilómetros para dar testimonio a los compañeros de trabajo que deseaban aprender más. Con frecuencia se quedaba en el servicio del campo desde las ocho de la mañana hasta las siete de la noche, a veces sin probar alimento. Uno de los que recibían sus visitas semanales era el guía del pequeño grupo de adventistas de Port-Louis, quien en breve se hizo Testigo. Algunos otros también aceptaron la verdad, como Daniel Boncœur, que hasta la fecha sirve fielmente, y Alfred Cléon, quien sirvió lealmente de anciano hasta su muerte, en agosto de 1993.

Las aguas de la verdad fluyen en Basse-Terre

En la década de los cuarenta, las aguas de la verdad comenzaron a fluir en Basse-Terre, la capital administrativa de Guadalupe; escasas al principio, se hicieron caudalosas más tarde. Mientras estaba en Pointe-à-Pitre, Eugène Alexer, carpintero de profesión, oyó a Cyril Winston explicar las verdades bíblicas. En 1948 la familia Alexer se puso de parte de la adoración verdadera. Se celebraban las reuniones con regularidad en su casa de Basse-Terre. Un año después, un joven llamado Verneil Andrémont se sumó a ellos. Todos los domingos, el hermano Missoudan o el hermano Moustache, y posteriormente el hermano Laaland, viajaban en autobús los 60 kilómetros que separan Pointe-à-Pitre de Basse-Terre, para ayudar a los interesados. Su empeño fue galardonado. Hoy, unos cuarenta y cinco años después, hay ocho congregaciones prósperas en esa zona: tres en Basse-Terre, una en Gourbeyre, dos en Baillif y dos en Saint-Claude.

En ese entonces, un hermano de Pointe-à-Pitre dio testimonio en Moule, un pueblo de la costa oriental de Grande-Terre, y se organizó allí un pequeño grupo. La familia Ruscade fue de las primeras que se pusieron de parte de la verdad en ese lugar, y las reuniones se celebraban en su casa. Anasthase Touchard, el primer Testigo de ese grupo, llegó a ser un anciano muy devoto, y continuó su servicio como tal hasta su muerte, en 1986. En la actualidad hay allí cinco congregaciones de más de cien publicadores cada una.

Un sacerdote atrae a algunos oyentes

Un domingo de 1953, un grupo de publicadores que habían pasado la mañana dando testimonio en el pueblecito de Lamentin, al nordeste de Basse-Terre, se prepararon para presentar un discurso en la plaza del pueblo, que, por supuesto, quedaba frente a la iglesia católica. Después del cántico inicial, empezó el discurso bíblico. El sacerdote, enfurecido, comenzó a golpear los portones de la iglesia tratando de impedir que se oyera la voz del orador. Sin embargo, los violentos golpes causaron que se desprendiera una estatua de la pared y se hiciera añicos enfrente de la iglesia. Más airado todavía empezó a tocar todas las campanas. Muchas personas se apresuraron a ir al lugar. A algunas les molestó mucho la conducta del sacerdote. Fue imposible continuar el discurso allí, pero un tendero propuso al orador pronunciarlo frente a su casa. Se aceptó la invitación, y la asistencia fue muy buena.

Hoy hay tres congregaciones con más de cien publicadores cada una en ese municipio. También fue allí donde construimos nuestro espacioso Salón de Asambleas.

Algunos jóvenes, siguiendo el ejemplo del clero, también procuraron interrumpir los discursos públicos. Mientras estaba pronunciándose un discurso en una zona rural cercana al pueblo de Sainte-Rose, un grupo de boy scouts católicos rodeó al orador y a los pocos Testigos presentes. Unos se pusieron a tocar sus cornetas y otros a golpear el fondo de enormes cacerolas de hierro para impedir que se escuchara la voz del orador. Léonard Clément no intentó elevar la voz; en vez de eso, siguió discursando con ademanes y movimientos de los labios. Después de un rato los muchachos se rindieron y se fueron, y el hermano prosiguió con su discurso. En esta zona también se cultivó progresivamente el interés, y ahora hay tres congregaciones.

Termina una época

Aquellas reuniones al aire libre en Guadalupe son hoy recuerdos del pasado. En 1953, los disturbios ocasionados por manifestaciones políticas hicieron que las autoridades prohibieran las reuniones públicas al aire libre y el uso de altavoces en espacios abiertos. A partir de entonces, los hermanos tuvieron que buscar locales para celebrar las reuniones.

Lo cierto es que de 1938 a 1953, ese tipo de discursos contribuyeron a dar un magnífico testimonio público. Los publicadores apoyaron aquella actividad con fervor y denuedo. La mayoría llegaba a pie al lugar de reunión; otros iban en bicicleta y llevaban un pasajero. Cuando tenían dinero, alquilaban un autobús por un día. En aquel entonces, solo uno de los cien publicadores que había tenía automóvil, un viejo Ford.

1954, un año memorable

A principios de 1954, cuando el hermano Knorr, en aquel entonces presidente de la Sociedad, y su secretario, Milton Henschel, regresaban de un viaje por Sudamérica, su avión hizo escala en el aeropuerto de Pointe-à-Pitre. Aunque llegaron en la madrugada, los hermanos los estaban esperando. El hermano Knorr les aseguró que, tan pronto como fuera posible, se enviarían más misioneros para ayudarlos.

Su promesa se cumplió poco después. El 17 de marzo de 1954, dos pasajeros descendieron de un avión en el aeropuerto de Pointe-à-Pitre; pero debido a que el vuelo se había demorado muchísimo, ya nadie los estaba esperando. No obstante, unos gendarmes los llevaron amablemente hasta la tintorería del hermano Laaland. Estos pasajeros, dos franceses recién graduados de la Escuela de Galaad, eran Pierre Jahnke, un hermano muy alto, y Paul Touveron.

Días después llegó el hermano Henschel. Entretanto había arribado al puerto el Faith (Fe), un barco de la Sociedad utilizado en la obra misional, y la tripulación estaba haciendo los preparativos para celebrar en una escuela del lugar una asamblea que empezaría el 26 de marzo.

El programa comenzó en un ambiente de alegría, pese a que los hermanos estaban un poco tensos por el afán de que todo saliera bien. Luego de unos cuantos discursos y algunas demostraciones, se colgó una pantalla improvisada que les permitió ver por primera vez la película La Sociedad del Nuevo Mundo en acción. Lo que vieron confirmó su convicción de que esta es la organización de Dios. A todos les conmovió profundamente contemplar el funcionamiento pacífico y unido de la organización. Las hermanas se dieron cuenta de que en otros países las cristianas llevaban alhajas, aunque no  ostentosas. Además, cuando se explicó a los asistentes que la organización había enviado a dos misioneros para fortalecerlos mediante su ejemplo en el servicio a Jehová, se sintieron muy animados. La emoción de aquella noche fue inmensa; demasiada para Clotaire Missoudan, superintendente presidente de la Congregación Pointe-à-Pitre. Cuando llegó a su casa se acostó, y falleció mientras dormía, sin que su esposa se percatara de ello hasta la mañana siguiente.

El segundo día de la asamblea, el hermano Henschel anunció la apertura de una sucursal de la Sociedad Watch Tower en Guadalupe. Su misión sería dirigir la predicación de las buenas nuevas en Guadalupe y Martinica. Pierre Jahnke fue nombrado siervo de sucursal. Estaba suministrándose la dirección administrativa que tanto se necesitaba en estas islas.

Apenas terminó la asamblea, los dos misioneros se pusieron a trabajar. Alquilaron una pequeña casa de madera para albergar la sucursal. Posteriormente, la Sociedad compró una modesta casa de verano en el parque Raizet, donde estuvieron las oficinas hasta diciembre de 1966. Además de atender la obra desde la sucursal, el hermano Jahnke dedicaba todo el tiempo disponible a participar en el servicio del campo con los hermanos de Pointe-à-Pitre. Mientras tanto, el hermano Touveron visitaba las congregaciones y los publicadores aislados en calidad de superintendente de circuito, hasta que se vio obligado a volver a Francia, más o menos al cabo de un año.

Ayuda procedente de un hogar misional flotante

Las visitas periódicas de los misioneros que iban de una isla a otra en sus embarcaciones, promovieron el aprecio por la organización de Jehová. Durante unos diez años, la Sociedad utilizó en las Antillas embarcaciones que servían de hogares misionales flotantes. La primera fue una goleta de 18 metros llamada Sibia, sustituida más tarde por una embarcación mayor de nombre Light (Luz). También se usó el barco de 22 metros de doble hélice llamado Faith. Aunque los misioneros que iban a bordo de las embarcaciones hablaban inglés (la mayoría de los publicadores de Guadalupe no lo hablaban), se apreciaron mucho sus visitas. Los publicadores de esos lugares todavía recuerdan el celo de los misioneros que trabajaron con ellos, dedicando días enteros al servicio del campo.

En 1956, durante su última visita a bordo del Light, los misioneros predicaron del 26 de julio al 7 de agosto en las islas María Galante y Deseada. En María Galante proyectaron la película La Sociedad del Nuevo Mundo en acción. Un hombre del auditorio expresó: “Si me hubieran regalado 10.000 francos, mi corazón no estaría tan alegre como lo está esta noche”.

Llegan precursores de Francia

El progreso en Guadalupe y sus dependencias era muy bueno. La Sociedad envió a una pareja de precursores de Francia para contribuir al adelanto de la obra. Nicolas y Liliane Brisart llegaron en diciembre de 1955. El hermano Brisart tiene un carácter dinámico y jovial. Enseguida se les asignó a los barrios más poblados de Pointe-à-Pitre.

Muchas personas de ese territorio viven en casas de madera que descansan sobre cuatro piedras a unos 50 centímetros del suelo. Las casas están muy juntas. Cierto día, mientras predicaba en ese lugar, el hermano Brisart tuvo un accidente que hasta hoy es para él motivo de risa. Recuerda: “Acompañé a mi esposa a dirigir un estudio con una señora mayor, pero parece que la casa tenía más años que la señora. Cuando nos invitó a pasar y caminé hacia el centro del pequeño cuarto, el piso cedió de repente bajo mi peso y caí a través de él. Me disculpé repetidas veces, aunque la pobre mujer estaba más apenada que yo”.

Después de trabajar por unos ocho meses en ese territorio, al hermano Brisart y su esposa se les asignó a la obra de circuito. En 1958 se les invitó a la clase 32 de la Escuela de Galaad, y fueron reasignados a Guadalupe. En 1960, después de que el hermano Jahnke se casó y tuvo familia, se nombró al hermano Brisart siervo de sucursal. Aún sirve de coordinador del Comité de Sucursal, y el hermano Jahnke, que permaneció en Guadalupe, sirve con él como parte del comité.

La oposición supone una prueba para la fe

La oposición religiosa, realmente virulenta en ocasiones, ha obligado a muchas personas que aceptan la verdad bíblica a tomar decisiones en circunstancias sumamente adversas. Flora Pemba fue una de ellas. Su esposo, que empezó a estudiar la Biblia junto con ella, administraba una tiendita; pero cuando algunos vecinos empezaron a presionarlos, él desistió de estudiar por temor a perder la clientela. No obstante, ella perseveró y progresó en sentido espiritual. Las relaciones familiares se hicieron tirantes. Su esposo incluso la amenazó de muerte. Cuando ella descubrió un enorme cuchillo que él guardaba bajo la almohada, huyó. Caminó unos 16 kilómetros a través de la selva tropical y los platanares, y se refugió con una familia de Testigos. Mientras permanecía escondida de su esposo, decidió bautizarse, razonando: “Si he de morir por mi fe, quiero que se me cuente entre los siervos de Jehová”. Así que en la alborada de una mañana de 1957, fue bautizada en el mar.

Pese a sus intentos por reconciliarse, perdió a su familia carnal; no obstante en conformidad con la promesa de Jesús de Mateo 19:29, ganó una gran familia espiritual. Después de treinta años, esta fiel hermana, que emprendió el servicio de tiempo completo, sigue sirviendo de precursora en Lamentin.

Una asamblea inolvidable

Cuando en 1958 se celebró la Asamblea Internacional Voluntad Divina en Nueva York, asistieron delegaciones de 123 países y grupos insulares, entre ellas una compuesta de diecinueve Testigos de Guadalupe. Lo que vieron y oyeron aumentó su aprecio por la organización teocrática. Uno de ellos, Verneil Andrémont, comentó: “Aquella asamblea fue una revelación para mí. Comprendí cómo debían hacerse las cosas”. El superintendente de sucursal, portavoz del sentir general de todo el grupo, escribió: “Teníamos los ojos y los oídos muy abiertos para captar todo lo que veíamos y oíamos. No nos fijamos solo en la inmensidad del país, impresionante para los que procedemos de las pequeñas islas del Caribe, y en los descomunales edificios, que parecen tocar el cielo, y en el pasmoso tránsito de sus calles, sino también en la extraordinaria vista que teníamos ante nuestros ojos: las enormes muchedumbres, sí, todos ellos hermanos y hermanas de los cuatro extremos de la Tierra que adoraban en paz y unidad al único Dios verdadero. ¡Llenaban dos estadios inmensos!”.

La asamblea influyó positivamente en la vida de nuestros hermanos incluso en aspectos que pudieran parecer irrelevantes. Por ejemplo, Léonel Nestor, un hermano de 78 años cuya casa se usaba como Salón del Reino, se sintió impulsado a pintarla para que representara mejor a la organización de Jehová. Aquel salón fue la primera casa que se pintó en el pequeño pueblo donde vivía.

Un comienzo modesto en Anse-Bertrand

Hasta 1958 eran muy pocas las personas del municipio de Anse-Bertrand, en el extremo norte de Grande-Terre, que habían tenido la oportunidad de oír el mensaje del Reino. Pero ese año, Marc Edroux le mostró una Biblia a Donat Tacita, un amigo suyo que era panadero, y le dijo: “Este libro es la Palabra de Dios”. Ambos eran católicos practicantes. Más tarde, cuando un vendedor a domicilio le ofreció a Donat una Biblia, la compró y empezó a leerla. Aunque no leía bien el francés, se ayudaba con un diccionario. También invitó a su amigo Marc a su casa, y los dos, junto con la esposa de Donat, leían la Biblia y procuraban estudiarla los miércoles y sábados.

Deseoso de aprender más, Donat buscó al hombre que le había vendido la Biblia, pero fue en vano. No obstante, uno de sus vecinos le dijo que su primo, Georges Moustache, era testigo de Jehová y le ayudaría con mucho gusto. Lo poco que le dijo este vecino sobre los Testigos fue suficiente para que Donat visitara a algunas personas y les diera testimonio, pues no quería tener una fe muerta. (Sant. 2:26.)

Unos seis meses más tarde, Donat se enteró por su vecino de que los testigos de Jehová iban a celebrar una asamblea en Pointe-à-Pitre, así que él, su esposa y Marc Edroux decidieron asistir para bautizarse. Nunca antes habían hablado con un testigo de Jehová. Cuando llegaron, los Testigos les dieron la bienvenida. Los tres expresaron su deseo de servir a Jehová y bautizarse. Los hermanos les hicieron unas cuantas preguntas y les explicaron bondadosamente que antes de bautizarse necesitaban un estudio bíblico. El ambiente de amor fraternal de la asamblea les llegó al corazón. Regresaron a Anse-Bertrand llenos de fortaleza y resolución. Progresaron rápidamente en su estudio bíblico y unos seis meses después se bautizaron.

Los tres pusieron mucho empeño en hablar sobre la verdad bíblica a otros del pueblo, pero tuvieron una fuerte oposición. Cuando el hermano Brisart los visitó como superintendente de circuito, el cura hizo cuanto pudo por impedir que se alojara en el pueblo. Donat había alquilado un cuarto para alojar al superintendente y a su esposa, pero después del primer día de servicio del campo, el sacerdote exigió que le entregaran la llave del cuarto. Como no se la dieron, fue a ver al dueño de la casa, y lo amenazó con excomulgar a su madre si no le daban la llave. Cuando escuchó aquello, la pobre señora se desmayó. Al día siguiente el cura intentó intimidarlos de nuevo, esta vez mediante un abogado, pero fue inútil, pues estaba procediendo fuera de la ley. En aquella visita del superintendente de circuito se encontraron algunas ovejas y se empezaron estudios bíblicos. Meses más tarde, a principios de 1960, se celebró una asamblea de circuito en ese pueblo con el fin de aumentar el testimonio. Más de quinientas personas acudieron a la playa a contemplar el bautismo. Ese día no se predicó de casa en casa. Todos los Testigos estaban en la playa, rodeados de gente ansiosa por saber más sobre los testigos de Jehová y el mensaje que predicaban.

De entonces a la fecha se han formado dos congregaciones en Anse-Bertrand. Donat Tacita sirve de anciano en una de ellas y ha sido precursor especial por veintidós años.

Él busca un ladrón; ellos encuentran una oveja

Cierto día, a comienzos de los años sesenta, un gendarme visitó el hogar misional de Le Raizet, e hizo algunas preguntas relacionadas con un robo ocurrido en el vecindario. El hermano Brisart y su esposa estaban en casa, y aprovecharon la oportunidad para predicar al policía. Después de escucharlos, el hombre les preguntó: ‘¿Cómo puedo obtener una Biblia? ¿Existe alguna dirección a la que pueda escribir? Las cosas que me están explicando son muy importantes y me han dado en que pensar’. De inmediato recibió una Biblia y otras publicaciones. Una semana después escribió una carta, en la que planteaba varias preguntas. Poco después empezó a recibir estudio bíblico dos veces por semana.

Contando el final de esa anécdota, el hermano Brisart dijo: “Aquel gendarme no encontró al ladrón que buscaba, pero nosotros, gracias a la bondad inmerecida de Jehová, hallamos una oveja”. El ex gendarme es hoy anciano de una de las congregaciones de Pointe-à-Pitre.

Se encuentra un lugar para las asambleas

Con el crecimiento de la organización en Guadalupe, se presentó una dificultad que debía superarse. ¿Dónde podríamos hallar lugares adecuados para celebrar las asambleas? Durante más de diez años habíamos usado una escuela particular de Pointe-à-Pitre y los auditorios de Abymes y Capesterre, pero eran ya demasiado pequeños para nosotros. Teníamos que buscar una mejor solución.

Junto a la tintorería del hermano Laaland había un solar vacío. El dueño permitió amablemente que lo utilizáramos sin costo alguno para celebrar nuestra asamblea de circuito a fines de diciembre de 1964. En pocos días levantamos una estructura de madera que consistía en postes hincados en la tierra unidos con travesaños por la parte superior. Sobre los travesaños colocamos una lona a modo de techo. Los lados quedaban abiertos, facilitando el acceso a los asientos. La alegría y diligencia con que trabajaron los hermanos locales infundió entusiasmo a los Testigos que llegaron de otras partes a ayudar. Y qué bendición fue tener una asistencia de casi setecientas personas, un nuevo máximo. Era evidente que necesitábamos nuestras propias instalaciones para celebrar futuras asambleas.

Los hermanos diseñaron una estructura singular, que consistía en una armazón de tubos de hierro y láminas de aluminio que servían de techo. Tenía espacio para 700 asientos. Además, todo el “Salón de Asambleas” era portátil. En aquel entonces había unos cuatrocientos cincuenta publicadores en Guadalupe, así que pensamos que habría espacio suficiente.

La estructura se utilizó por vez primera en enero de 1966 para celebrar una asamblea cerca de Basse-Terre. A la hora del discurso público, una entusiasta multitud de 907 personas se apiñaron dentro y en torno del Salón de Asambleas para escuchar. ¡Ya era demasiado pequeño! En los años siguientes fue necesario agrandarlo vez tras vez.

Las asambleas de circuito se celebraban a menudo en noviembre, un mes de lluvias. El mal tiempo producía mucho lodo, y nos dimos cuenta de que era práctico usar botas altas. Por lo general se escogía el fin de semana de luna llena para que los hermanos pudieran regresar a sus hogares con la iluminación natural de la noche. La luz de la luna también permitía desmantelar parte de la estructura en cuanto terminaba la asamblea.

El que pudiéramos transportar el salón y celebrar asambleas en cualquier municipio del territorio contribuyó notablemente a la predicación de las buenas nuevas en Guadalupe. Además, el montaje y desmantelamiento del salón tres veces al año brindó a nuestros hermanos la oportunidad de aprender a trabajar juntos y cultivar la abnegación. Sin duda alguna, Jehová estaba bendiciendo este procedimiento.

Un estilo de vida diferente

En 1963 Armand y Marguerite Faustini se mudaron de Francia a Guadalupe para ayudar en el ministerio, y se encontraron con que aquí el estilo de vida era un poco diferente. Lo primero que les sorprendió fue que los amos de casa, sin asomarse a la puerta, sencillamente gritaran: “Pase, por favor”. Las personas eran humildes y no contaban con muchos recursos, pero con gusto cambiaban sus frutas y verduras por publicaciones bíblicas. Por ello, en ocasiones se veía a los Faustini en el ministerio del campo llevando, además de las publicaciones, plátanos, mangos, batatas (camotes) y huevos.

Más tarde fueron asignados a la obra de circuito. El hermano Faustini recuerda: “Los hermanos nos recibían con mucho cariño, aunque tenían que mejorar mucho en el aspecto de la puntualidad. En las zonas rurales, la mayoría de ellos no tenían reloj, sino que calculaban la hora por la posición del Sol. Como consecuencia, las reuniones a veces empezaban incluso una hora más tarde. El cambio de las estaciones empeoraba la situación”.

María Galante recibe ayuda

El mismo año que los Faustini llegaron a Guadalupe, se dio un testimonio especial en María Galante, una isla situada a unos 40 kilómetros al sur de Pointe-à-Pitre. El hermano Faustini y un grupo de dieciséis precursores auxiliares dedicaron un mes a dar testimonio a sus 14.000 habitantes. Ese mes se proyectó varias veces la película La Sociedad del Nuevo Mundo en acción. Unos años después se asignó a precursores especiales para que predicaran en esta isla. Dos de ellos, Frédéric Ferdinand y Léo Jacquelin, criaron sus familias allí.

Con objeto de apoyar a los precursores de María Galante, decidimos llevar el Salón de Asambleas a la isla en abril de 1969 para celebrar una asamblea. El superintendente de circuito, el hermano Faustini, informó: “Fue una asamblea muy peculiar. Imagínese el asombro de la gente de Grand-Bourg, un pequeño pueblo de 6.000 habitantes, cuando se vieron ‘invadidos’ por unos mil Testigos que bajaron de tres embarcaciones, cada uno con un bidón de 20 litros de agua. Como era la temporada de sequía y el agua escaseaba, los habitantes agradecieron que los visitantes llevaran su propia agua y no consumieran la de la cisterna local. Era la primera vez que veían semejante cuadro, una fila casi interminable de personas que partía del muelle, atravesaba el pueblo y se dirigía al lugar de asamblea. Todos los isleños recibieron la visita de los Testigos, en algunos casos varias veces la misma mañana. En unos cuantos días pudieron conocer y apreciar la organización de Dios”. Actualmente hay tres congregaciones en María Galante.

Al cabo de unos diez años, los Faustini tuvieron que regresar a Francia. Posteriormente volvieron al Caribe, y en la actualidad el hermano Faustini es miembro del Comité de Sucursal de Martinica.

Las aguas de la verdad fluyen en Deseada y Las Santas

Desde 1956, cuando la embarcación de la Sociedad, Light, visitó por última vez la isla Deseada, se había predicado muy poco en esa dependencia de Guadalupe. Pero en 1967 la Sociedad asignó a Médard y Turenna Jean-Louis a servir allí de precursores especiales. La isla, de 11 kilómetros de largo y 2,4 kilómetros de ancho, árida en su mayor parte, carecía de un suministro de agua, pero sus 1.560 habitantes necesitaban escuchar el mensaje del Reino. Otros dos precursores especiales sirvieron allí de 1969 a 1972. Uno más, Jacques Mérinon, sirvió de 1975 a 1988, soportando las difíciles condiciones del lugar.

Después de muchos años se formó una pequeña congregación. El médico Henri Tallet y su familia servían allí en 1987. Él organizó la construcción de un Salón del Reino, en el que trabajaron varios hermanos, sobre todo los de Moule y Saint-François.

Dos años después el huracán Hugo devastó la isla Deseada. Un hermano comentó: “El Salón del Reino sufrió muchos daños. Pero el amor de los hermanos vino al rescate, y pronto recibimos lo necesario para arreglarlo y reparar las casas de los publicadores. Fuimos los primeros de la isla en comenzar las reparaciones y no detuvimos la predicación. La gente observaba esto admirada. Desde entonces nos dispensan una mejor acogida cuando participamos en la obra de predicar”.

A 13 kilómetros de Basse-Terre se encuentran las islas Las Santas, con una población de 3.000 habitantes. En septiembre de 1970 se asignó allí a dos precursores especiales: Amick Angerville y Jean Jabés. Se requirió mucha paciencia, pero finalmente en 1980 se formó una pequeña congregación, que actualmente cuenta con dieciocho publicadores.

San Martín oye las buenas nuevas

La parte septentrional de San Martín, situada a unos 250 kilómetros al noroeste de Pointe-à-Pitre, también es una dependencia de Guadalupe. La mitad de la isla es holandesa, y la otra mitad, francesa, pero comúnmente se habla inglés. Claro está que, prescindiendo del idioma que hablen, las personas necesitan oír las buenas nuevas.

A principios de los años cuarenta, Georges Manuel, oriundo de San Martín, aprendió la verdad mientras se hallaba en Guadalupe. En 1949 el barco de la Sociedad llamado Sibia arribó a San Martín por primera vez, y su tripulación desembarcó para hablar con las personas acerca de la Biblia. Más tarde, Georges Dormoy y el capitán de puerto, Léonce Boirard, se bautizaron. Para 1953 ya había seis publicadores en la isla.

Charles Gumbs fue uno de los que aceptaron publicaciones, aunque no era una persona religiosa; mas cuando leyó La Atalaya, se convenció de haber hallado la religión verdadera. Compartió lo que había aprendido con sus hermanos, Jean y Carmen. Después de estudiar por un tiempo, Carmen Gumbs y su hija, Léone Hodge, fueron al hogar misional a eso de las siete de la mañana y pidieron que las bautizaran. Convencido de que sabían lo que estaban haciendo, el hermano que las atendió llamó a otro hermano y efectuaron el bautismo antes del desayuno.

Realmente comprendían el significado de la dedicación a Jehová. Al año siguiente, 1959, Léone emprendió el servicio de tiempo completo, y poco después su madre hizo lo mismo. Treinta y cinco años más tarde, estas dos fieles cristianas siguen siendo precursoras especiales.

Una congregación en San Martín

Con el tiempo, una gran cantidad de haitianos llegó a San Martín para trabajar. Algunos de ellos aceptaron la verdad, y en 1973 se formó una congregación de habla francesa. Dos precursores especiales, Jonadab y Jacqueline Laaland, contribuyeron a edificar la congregación hasta que partieron para la Escuela de Galaad.

Después, en 1975, tuvo lugar un acontecimiento que marcó el comienzo de una nueva etapa en la obra del Reino en San Martín. Los días 13 y 14 de febrero se celebró una asamblea en el estadio de fútbol de Marigot. Se transportaron en barco algunas partes del Salón de Asambleas desmontable con el objetivo de instalar un techo para sombra. La asamblea dejó una impresión muy favorable en muchos de los isleños. Los ayudó a comprender que el puñado de Testigos de su isla formaba parte de una gran organización.

La población de San Martín ha aumentado de 8.000 a 28.000 habitantes en unos cuantos años en virtud del crecimiento turístico. En la zona residencial de Marigot se construyó un hermoso Salón del Reino con capacidad para 250 personas, y ahora hay dos congregaciones de habla francesa en la isla.

Oposición en San Bartolomé

San Bartolomé es otra dependencia de Guadalupe, situada a 210 kilómetros al noroeste de ella. En el pasado debió su prosperidad a que los piratas la usaron como base de operaciones. Hoy es un lujoso centro vacacional. Sus habitantes, unos cinco mil, descienden de marineros bretones y normandos y de colonizadores suecos; son personas de buenas costumbres que trabajan diligentemente y católicos devotos. ¿Aceptarían algunos de ellos el mensaje del Reino?

Para brindar esa oportunidad a los habitantes de la isla, en septiembre de 1975 llegaron Jean y Françoise Cambou, una joven pareja francesa de precursores especiales. Pese a la fuerte oposición del clero, sembraron abundantemente las semillas de la verdad durante los tres años que permanecieron allí. Años más tarde, Pierre, el hermano de Jean, y su esposa, Michèle, sirvieron de precursores especiales por dos años en San Bartolomé. Su labor fue fructífera. Se formó un pequeño grupo de estudio y servicio, que después progresó con el apoyo de cuatro precursoras especiales dinámicas: Patricia Barbillon (ahora, Modetin; sirve de precursora especial con su esposo en República Dominicana), Jéranie Bénin (ahora, Lima; sirve con su esposo en la familia de Betel de Guadalupe), Angeline García (ahora, Coucy; trabaja en el territorio hispanohablante de Guadalupe) y Josy Lincertin. Actualmente dieciocho publicadores informan actividad en esta congregación.

Mantienen neutralidad cristiana

En todas las naciones, los testigos de Jehová se mantienen al margen de los conflictos del mundo. Puesto que no participan en sus disputas, tampoco se preparan para ello. Ningún hombre les dice lo que han de hacer; obedecen la Palabra de Dios. (Isa. 2:2-4; Mat. 26:52; Juan 17:16.) Por atenerse fielmente a esa Palabra, algunos Testigos se enfrentan a pruebas de lealtad.

A mediados de los años sesenta se bautizó un joven de Guadalupe, consciente de que pronto tendría que afrontar pruebas. Para robustecer su fe, emprendió de inmediato el servicio de precursor auxiliar. Cuando lo llamaron al servicio militar, explicó su postura cristiana a las autoridades. ¿Con qué resultado? Fue encarcelado solo en una celda. Lo amenazaron: “O cambias de parecer, o pasarás por lo menos dos años en prisión. Es más, estarás solo en la celda, así que piénsalo bien: ¡dos años solo!”. Sin embargo, el hermano les contestó: “Bueno, eso es lo que ustedes creen, pero no estaré solo, no, de ninguna manera. Jehová Dios estará conmigo y me fortalecerá con su espíritu”. Asombrados por la respuesta, lo dejaron en paz. Su firmeza, serenidad y buena conducta causaron una buena impresión y le granjearon el respeto de las autoridades. Comprendieron que nada podría cambiar su decisión de mantenerse fiel a “su Jehová”, como decían ellos.

Pasaron los meses, y llegó el momento de celebrar la asamblea de distrito de 1966, titulada “Hijos de Libertad de Dios”. ¡Qué agradable sorpresa fue que dejasen en libertad a este hermano, y asistiera desde el primer día de asamblea! En una de las sesiones relató su experiencia. No sabía que un oficial del ejército estaba presente vestido de civil. Terminada la sesión, el oficial lo felicitó por haberse adherido con firmeza a su convicción. Después, volviéndose a otro Testigo presente, dijo: “Lo que les contó su hermano es cierto; me consta que todo sucedió como él lo relató. Yo tuve que ver con su caso. Es un hombre valioso, digno de respeto, fiel a su Dios y firme en sus decisiones. Está seguro de lo que quiere. Cuando dice ‘no’ es ‘no’, y no se desdice por nada”. Luego añadió: “¿Saben lo que me dijo mi esposa? Dijo: ‘No crean que lo dejaron libre porque ustedes quisieron. No, fue su Dios, Jehová, quien consiguió eso para que pudiera asistir a su asamblea. Jehová, su Dios, es más fuerte que nuestro dios’”. El oficial, notablemente conmovido, concluyó con las palabras: “Los admiro, y si en el pasado hubiese tenido la oportunidad de aprender lo que ustedes saben acerca de Dios, de ningún modo sería lo que soy ahora”.

Nuevos retos

El incremento del turismo y el comercio desde 1970 ha traído prosperidad a Guadalupe. Se han producido muchos cambios en el territorio. Personas de otras islas, sobre todo Dominica y Haití, han venido a vivir aquí. En enero de 1987 se hizo necesario formar una congregación de habla inglesa en Pointe-à-Pitre. Por otra parte, la gente vive cada día más de prisa, por lo cual se ha hecho necesario utilizar introducciones directas y eficaces en el ministerio de casa en casa para conseguir que las personas escuchen.

También ha habido grandes cambios en la organización teocrática. En 1972, en conformidad con lo que sucedía entre los testigos de Jehová por todo el mundo, las congregaciones empezaron a ser dirigidas por un cuerpo de ancianos en vez de por un solo superintendente. Antes solíamos hablar de “la congregación del hermano Fulano”. Los superintendentes de congregación gozaban del respeto de todos y tenían mucha autoridad. Con todo, estos hermanos recibieron de buen grado las nuevas disposiciones, que acercaron más la organización al modelo de las Escrituras. Aquella reacción impulsó al hermano Brisart a expresar: “Nos conmovió la excelente actitud que manifestaron nuestros hermanos. Sin duda, supuso una prueba de humildad para cada uno de ellos. Nos enorgullece ver que pasaron muy bien esa prueba”.

La Escuela del Ministerio del Reino también contribuyó a la superación espiritual de las congregaciones. La primera clase de Guadalupe se celebró en 1961, con una asistencia de diecinueve ancianos. Pero treinta años después, cuando se reunieron todos los ancianos del archipiélago para recibir instrucción, asistieron 300. Hoy, en las congregaciones hay como promedio cinco ancianos atendiendo sus necesidades espirituales.

Tales pastores espirituales han demostrado su interés amoroso, no solo en situaciones de aparente normalidad, sino también en los momentos críticos.

Respeto a la ley de Dios tocante a la sangre

El insuficiente respeto que ha mostrado una parte del personal médico a los derechos de los pacientes, ha hecho que los testigos de Jehová, que se empeñan en atenerse al requisito divino de abstenerse de sangre, se enfrenten a situaciones difíciles. (Hech. 15:28, 29.) Los ancianos querían ayudar más a los Testigos que afrontaran una situación médica de emergencia. Por eso, a principios de 1987 el Comité de Sucursal se reunió con dos médicos Testigos. Se vio con claridad que debía mejorarse la comunicación con el personal médico. Se asignó a un comité para que atendiera esta situación. Este se reunió con los anestesiólogos de un hospital, con resultados muy provechosos.

Al igual que los Testigos de muchas otras partes del mundo, los hermanos de Guadalupe cuentan ahora con Comités de Enlace con los Hospitales. En seminarios dirigidos por la Sociedad se preparó a diecisiete hermanos para que realizaran este servicio.

Un volcán amenazante

Otras dificultades han tenido que ver con desastres naturales. En 1976 se volvió a registrar actividad en el Soufrière, un volcán que había estado apagado por muchos años. Los temblores, que habían comenzado a principios de año, se hicieron cada vez más frecuentes. A eso de las nueve de la mañana del 8 de julio, se abrió una grieta en un lado de la montaña, liberando una nube inmensa de gas y vapor. Comenzaron a llover cenizas volcánicas en Basse-Terre y los pueblos aledaños. El manto de cenizas cayó sobre el suelo y la gente. El 15 de agosto la intensidad de la actividad volcánica y sísmica obligó a las autoridades a ordenar la evacuación inmediata de la zona. Setenta y dos mil personas tuvieron que salir de allí. No se les permitió regresar a sus hogares sino hasta cinco meses después.

Siete congregaciones fueron evacuadas. De inmediato se ayudó a los hermanos, suministrándoles hospedaje en esos momentos angustiosos. Los publicadores, acostumbrados a reunirse y a trabajar juntos, ahora estaban esparcidos. A fin de darles la ayuda espiritual necesaria, se celebró una reunión con los ancianos y siervos ministeriales. Se les animó a localizar a los publicadores de sus respectivas congregaciones y a mantenerse en contacto con ellos. Se tomaron las medidas necesarias para impedir que el rebaño se dispersara. Los hermanos asistirían a las reuniones de la congregación donde estaban hospedados, pero se organizaron Estudios de Libro de Congregación especialmente para ellos, dirigidos por un anciano o un siervo ministerial de su congregación original. Esta medida fue una bendición. No se perdió ni una sola oveja.

Una noche de pesadilla

Trece años después ocurrió otra calamidad. El sábado 16 de septiembre de 1989, el huracán Hugo azotó Guadalupe sin misericordia. No era la primera vez que un huracán causaba estragos en la isla. En 1966 el huracán Inés arrancó los techos de la mayoría de las casas de madera y provocó una interrupción de la luz eléctrica que duró un mes. Pero lo que sucedió en 1989 fue mucho más devastador. Las ráfagas de viento, en algunos casos superiores a los 260 kilómetros por hora, azotaron la isla durante horas. La noche pareció interminable. Cuando por fin clareó el alba, la vista era espantosa. Las calles, llenas de escombros, parecían los restos de un campo de batalla. Unas treinta mil personas perdieron su hogar. Ciento diecisiete casas de Testigos quedaron destruidas y otras trescientas sufrieron daños muy grandes. Ocho Salones del Reino resultaron parcialmente derruidos y otros catorce sufrieron desperfectos.

En 1966, cuando azotó el huracán Inés, los Testigos de Puerto Rico, Martinica, Guayana Francesa y Santa Cruz llevaron suministros. Pero cuando en 1989 el huracán Hugo devastó Guadalupe, el Cuerpo Gobernante envió de inmediato un fondo de ayuda económica. Luego, los hermanos de Martinica, Francia y muchos otros países enviaron con prontitud alimentos, ropa y materiales de construcción. Algunos acudieron personalmente para ayudar. Esas manifestaciones de amor conmovieron profundamente a los hermanos de Guadalupe. No olvidan todo lo que se hizo por ellos.

Otros acontecimientos han contribuido a fortalecer los vínculos de hermandad internacional.

La primera asamblea internacional

En 1978 los publicadores de Guadalupe tuvieron el privilegio de ser anfitriones de una asamblea internacional. La asistencia máxima fue de 6.274, en un tiempo en que solo teníamos 2.600 publicadores. ¡Qué alegría nos dio recibir a hermanos de Bélgica, Canadá, Estados Unidos, Suiza y otros lugares! Cuando el gerente de un hotel sugirió a los hermanos encargados del alojamiento que aumentaran las tarifas en un 10% y lo tomaran como una comisión, ellos rechazaron su oferta y le explicaron que no sería honrado. Avergonzado, el gerente dijo: “Ustedes, los testigos de Jehová, de verdad son diferentes. Les sugerí esto porque antes otros grupos religiosos habían aceptado. [...] Pero ustedes son realmente distintos”.

El éxito de la asamblea mostró con mayor claridad la urgente necesidad de tener un lugar permanente donde celebrar las asambleas.

Un nuevo Salón de Asambleas

Nuestro Salón de Asambleas desmontable había sido ampliado en diversas ocasiones hasta convertirse en varias estructuras, de unas 30 toneladas de peso, con un aforo de unas cinco mil personas. Transportarlo, armarlo y desmantelarlo en cada asamblea suponía una enorme tarea. Pero, evidentemente, Jehová estaba al tanto de nuestra necesidad.

Con las generosas ofrendas de todas las congregaciones del archipiélago, se compró un terreno de 5 hectáreas en una ubicación estratégica. Al año siguiente, 1980, lo usamos por primera vez, si bien todavía con nuestro Salón de Asambleas desmontable. En esa ocasión, en la Asamblea de Distrito “Amor Divino”, se alcanzó una asistencia máxima de 7.040. Pero esta vez no fue necesario desarmar todo después de la última sesión. ¡Qué alivio!

Así nos reunimos en las asambleas por varios años. Después comprendimos que había llegado el momento de construir algo más permanente. Unos hermanos cualificados comenzaron a trabajar en el proyecto de un amplio salón con laterales descubiertos para permitir la ventilación. El nuevo Salón de Asambleas tendría forma semicircular y cabida para 4.000 personas. Se consiguió el permiso de obras, y en 1987 se comenzó el trabajo. Para julio de ese año, seis meses después de iniciada la obra, se habían terminado dos terceras partes del salón, y pudimos celebrar allí nuestras dos asambleas de distrito. Se acabaron el lodo y las botas altas.

Cambios en la sucursal

Mientras ocurría todo esto, hubo cambios en la sucursal. En febrero de 1976 se cambió la superintendencia de las sucursales de la Sociedad en todo el mundo. En lugar de tener un superintendente principal en cada sucursal, se dispuso que un comité de tres o más miembros se encargara de dicha responsabilidad, bajo la supervisión del Cuerpo Gobernante. En Guadalupe se confió la superintendencia a Nicolas Brisart, Pierre Jahnke y Jean-Pierre Wiecek. Cuando el hermano Wiecek, quien servía de misionero, se vio obligado a regresar a Francia, fue reemplazado por Flavien Bénin. Posteriormente se invitó a servir en el Comité de Sucursal a Paul Angerville y, después, a Jean Cambou, un superintendente de circuito.

Los avances técnicos en la central mundial y en otras sucursales también han beneficiado a Guadalupe. Comenzamos a recibir la revista La Atalaya al mismo tiempo que los hermanos de otros países. Nuestro Ministerio del Reino en francés empezó a imprimirse a la vez que la versión en inglés. Por ende, llegamos a sentirnos más unidos en diferentes aspectos al resto de la organización. Aunque estamos en un pequeño archipiélago en medio del mar, no nos sentimos aislados. Servimos “al unísono” con nuestros hermanos cristianos. (Isa. 52:8.)

Instalaciones propias de una sucursal en expansión

En 1966 la Sociedad compró una casa en el número 46 de Morne Udol, cerca de Pointe-à-Pitre, para que sirviera de sucursal. Después se amplió con la construcción de un edificio anexo que tenía oficinas, un almacén de publicaciones y un Salón del Reino. Pero en vista del aumento en la cantidad de alabadores de Jehová en Guadalupe, se necesitaba algo mayor. Por consiguiente, a finales de 1988 el Cuerpo Gobernante aprobó la construcción de un Hogar Betel completamente nuevo, una nueva sucursal.

Hallar un lugar apropiado en una isla pequeña como Guadalupe constituía un reto. Pero Jehová, el Dueño de toda la Tierra, puede suministrar lo que se necesita, y así lo hizo. Conseguimos un terreno de aproximadamente una hectárea en una colina de Sainte-Anne con vistas al mar. El Departamento de Construcción de la Sociedad, en Nueva York, hizo los primeros planos y las copias heliográficas, o cianotipos. La ayuda de Michel Conuau, un arquitecto francés, fue muy valiosa. Obtuvimos el permiso de construcción prontamente gracias a las gestiones del alcalde de Sainte-Anne, el Ayuntamiento y las oficinas de planificación de la ciudad.

La construcción empezó en septiembre de 1990. Voluntarios de catorce países colaboraron en la obra, compartiendo sus conocimientos y su experiencia. Dos años después, no solo se había terminado la construcción, sino que se habían forjado fuertes lazos de amistad entre los Testigos de Guadalupe y los voluntarios de esos países, que habían sido sus compañeros de trabajo. En 1954, cuando Milton Henschel anunció la creación de la sucursal de Guadalupe, había aquí 128 publicadores. Él también estuvo presente los días 29 y 30 de agosto de 1992 —mes en el que informamos 6.839 publicadores— para dedicar a Jehová Dios las nuevas y bellas instalaciones. En tono amistoso nuestros vecinos llaman a la sucursal “la pequeña villa de los testigos de Jehová”.

Los retos de nuestro territorio

En Guadalupe, la cantidad limitada de territorio presenta un reto que todos los publicadores deben aceptar. Tenemos un promedio de solo doce casas por publicador. ¿Cómo nos las arreglamos? La clave está en la preparación. Una precursora explica: “Aunque las personas están acostumbradas a verme, trabajando con mayor diligencia puedo encontrar estudios. Pienso que mi territorio lo componen las personas”. El superintendente de servicio de una congregación de Pointe-à-Pitre que tiene la proporción de un publicador por cada veintiocho habitantes, observó: “La gente está dispuesta a escuchar cuando lo que se le dice es interesante”. Aunque de vez en cuando algún publicador pregunta: “¿Adónde vamos a predicar?”, la cantidad cada vez mayor de estudios (ahora más de ocho mil quinientos) nos anima a seguir predicando las buenas nuevas.

Uno de los factores más importantes en la eficacia del ministerio es la utilización directa de la Biblia. Por lo general, las personas de Guadalupe respetan la Biblia, a la que ven como la Palabra de Dios, y les impresiona que les mostremos cómo explica los sucesos actuales. Las ilustraciones eficaces también les sirven de ayuda para sacar conclusiones. A los hermanos mayores, sobre todo, les fascina usar su imaginación en ese aspecto. La forma de vida que había aquí cuando eran jóvenes alentaba la contemplación de la naturaleza. De ahí que puedan ilustrar el mensaje del Reino valiéndose, como hizo Jesús, de las cosas comunes que hay a su alrededor. (Mat. 6:25-32.)

Más preciosas que nunca

Jehová ha hecho maravillas en Guadalupe mediante su espíritu. Ha encontrado a personas humildes que, como el barro maleable del alfarero, no rehúsan conformarse a Su voluntad. Hoy, cuando Jehová está ‘meciendo’ a todas las naciones con sus mensajes de juicio, también está reuniendo a “las cosas deseables” e introduciéndolas en el patio terrestre de su gran templo espiritual. (Ageo 2:7.) En 1968, treinta años después de la llegada de Cyril Winston a Guadalupe, informamos por primera vez 1.000 publicadores. Para 1974 la cantidad se había duplicado. La meta de 3.000 se alcanzó en 1982. Siete años después, ya no eran 3.000, sino 6.000. Hoy hay más de 7.250 publicadores en 86 congregaciones. Aunque la proporción es de un publicador por cada 53 habitantes, estamos resueltos a seguir activos en la predicación y la enseñanza, buscando la bendición de Jehová. La “Isla de aguas preciosas” es hoy, en sentido espiritual, de aguas más preciosas que nunca. Sin duda, habrá más personas que respondan a la invitación “¡Ven!” y recibirán “gratis el agua de la vida”. (Rev. 22:17.)

[Nota a pie de página]

^ párr. 23 Compárese con Hechos 2:41, donde se relata el bautismo de unas tres mil personas. Obviamente no fue en el río Jordán —para llegar a este habrían tenido que caminar unos 30 kilómetros—, sino en estanques de Jerusalén o cercanos a ella.

[Fotografía en la página 120]

Condé Bonchamp, uno de los primeros habitantes de Guadalupe que escucharon con aprecio las buenas nuevas

[Fotografía en la página 123]

El esposo de Noéma Missoudan (ahora, Apourou) llegaba tarde a casa; ella lo siguió y entró en una reunión de los Estudiantes de la Biblia

[Fotografía en la página 124]

René Sahaï bautizando nuevos Testigos en 1945

[Fotografía en la página 125]

Olga Laaland informa sobre la obra en Guadalupe en una asamblea de distrito celebrada en Francia

[Fotografía en la página 130]

Duverval Nestor oyó la verdad por primera vez en un hospital y la aceptó

[Fotografía en la página 131]

Georges Moustache daba el testimonio diariamente al mediodía en su trabajo

[Fotografía en la página 133]

La Congregación Basse-Terre a finales de los años cincuenta

[Fotografía en la página 136]

Autobús lleno de publicadores que se dirigen a una zona rural para salir al servicio del campo

[Fotografía en la página 138]

Los misioneros de la embarcación “Light” (Luz) participaron con fervor en dar testimonio

[Fotografía en la página 139]

A Nicolas y Liliane Brisart los enviaron de Francia a Guadalupe en 1955

[Fotografía en la página 141]

Aunque experimentó fuerte tribulación, Flora Pemba se puso de parte de Jehová

[Fotografía en la página 142]

De izquierda a derecha: Mickaëlla y Donat Tacita acompañados de Marc Edroux en 1994

[Fotografía en la página 143]

Verneil Andrémont, uno de los diecinueve representantes de Guadalupe en la asamblea internacional de 1958

[Fotografía en las páginas 146, 147]

Salón de Asambleas desmontable de Guadalupe

[Fotografía en la página 150]

Armand y Marguerite Faustini sirvieron durante diez años en Guadalupe y hoy sirven en Martinica

[Fotografías en la página 158]

Mayores de 100 años; cada una ha servido a Jehová por más de treinta años

Laurentia Jean-Louis

Catherine Gumbs

[Fotografías en la página 161]

Salón de Asambleas de Lamentin

[Fotografías en la página 162]

Sucursal y familia de Betel de Guadalupe

[Fotografía en la página 167]

Comité de Sucursal (de izquierda a derecha): Paul Angerville, Nicolas Brisart, Pierre Jahnke, Jean Cambou

[Mapa en la página 151]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

GUADALUPE

San Martín

San Bartolomé

Deseada

Islas de la Petite-Terre

Las Santas

María Galante

[Mapa/Fotografías en la página 116]

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GUADALUPE

Pointe-à-Pitre

GRANDE- TERRE

BASSE-TERRE