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Benín

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Corría el mes de abril de 1976. Un grupo de soldados con armas de fuego automáticas golpeaba la puerta del Hogar Betel. “¡Salgan y acompáñennos en la ceremonia de izar la bandera!”, ordenó el comandante. Una chusma airada gritaba lemas políticos.

En el interior, los misioneros analizaban el texto del día como de costumbre. “Los poderes de los cielos serán sacudidos”, era el pasaje bíblico que examinaban. (Mat. 24:29.) ¡Qué fortalecedoras resultaron ser esas palabras aquella mañana! Afuera, los soldados izaron la bandera en el terreno de la sucursal. Se habían apoderado de la propiedad.

Enseguida los soldados ordenaron que los misioneros salieran del edificio. Solo les permitieron llevar las pertenencias que cupieran en sus maletas. Los metieron inmediatamente en la furgoneta de la Sociedad para escoltarlos hasta la frontera del país.

Mientras la furgoneta salía de la propiedad de Betel, un hermano joven montado en bicicleta se acercó al vehículo y preguntó: “¿Qué pasa aquí? ¿Adónde los llevan?”. Los misioneros le hicieron señas para que se alejara porque temían que lo arrestaran también.

¿Por qué se proscribió a los testigos de Jehová de Benín? ¿Cómo se mantuvieron firmes espiritualmente los Testigos locales durante aquellos difíciles catorce años? ¿Volvieron los misioneros? ¿Cómo utilizaron su nueva libertad los testigos de Jehová de Benín cuando por fin se levantaron las restricciones?

Conozcamos Benín

Benín es un país con forma de ojo de cerradura que se encuentra encajonado entre Togo y Nigeria, en la costa de África occidental. Tal vez lo conozca por su nombre antiguo: Dahomey. Los habitantes son cariñosos y amigables, y el clima es agradable. Aunque hay unos sesenta grupos étnicos que hablan más de cincuenta idiomas locales, el francés es el idioma nacional.

Benín es una tierra de castillos en miniatura y de antiguas monarquías africanas. Sobre una laguna azul se encuentra Ganvié, una ciudad flotante que algunos denominan la Venecia de África. Las calles son ríos, y los taxis, vistosas piraguas. En el norte del país hay dos parques nacionales, el Penyari y el de “W”, que albergan leones, elefantes, monos, hipopótamos y otros animales que deambulan en libertad por la sabana. En el sur hay palmeras que se mecen al compás de la música de los vientos oceánicos.

No obstante, ha habido ocasiones en que la vida ha sido muy amarga para los benineses. A principios del siglo XVII, Kpassè, gobernante del reino de Houéda, entabló relaciones comerciales con traficantes de esclavos: franceses, ingleses y portugueses. Este rey despiadado vendió a sus propios hermanos a cambio de chucherías y armas. Los embarcaron en Gléhoué, llamada hoy Ouidah, y los llevaron a Haití, las Antillas holandesas y América. La trata de esclavos se extendió desde el siglo XVII hasta principios del XIX. Por fin, se abolió en muchos países.

Ahora bien, desde principios del siglo XX, los habitantes de Benín han tenido la oportunidad de librarse de una esclavitud mucho más diabólica: la esclavitud a la religión falsa en todas sus horrorosas formas. En Benín, eso incluye el vudú.

La cuna del vudú

El animismo es la religión tradicional, y para los animistas de Benín, el dios supremo es Mahu. A este dios lo representan múltiples dioses secundarios, o vudús, a los que se ofrecen sacrificios en ciertos días festivos. Por ejemplo, Hevieso es el dios del trueno, y se dice que el dios Zangbeto protege las tierras de los agricultores por la noche. Hay otras divinidades inferiores a estos vudús: los subdioses y aquellos a los que la gente considera los espíritus de los difuntos. Por consiguiente, se practica el culto a los antepasados. En muchos hogares es común ver un asen, un objeto de hierro forjado parecido a un paraguas pequeño, adornado con símbolos en memoria de un ser querido que ha fallecido.

Para establecer relaciones con tales dioses es necesario un intermediario, es decir, un sacerdote o sacerdotisa fetichista. Al cabo de tres años en un convento fetichista, se considera que el sacerdote satisface los requisitos para comunicarse con los dioses y demás espíritus. Esta poderosa jerarquía influye profundamente en la vida de los benineses que se aferran a ella.

Quienes practican esta adoración creen que la persona que muere puede volver en forma espiritual y matar a los demás familiares. Muchos venden sus posesiones o contraen cuantiosas deudas, a fin de pagar por sacrificios de animales y ceremonias extravagantes para apaciguar a sus parientes difuntos. Como consecuencia, la familia tal vez se suma en la pobreza. El temor supersticioso que engendran dichas creencias mantiene esclavizada a la gente.

Las llamadas religiones cristianas también están representadas en Benín, y en muchos casos se practican junto con el animismo. Por lo general, a la gente no le parece mal que se mezclen ambas formas de adoración, pero el dejar de participar en las tradiciones del animismo se considera un pecado grave. No obstante, muchos han abandonado dichas tradiciones.

Los primeros años

La verdad bíblica, que puede realmente librar a la gente del temor supersticioso, llegó a Dahomey en 1929. El hermano Yanada, de la tribu gun, aprendió dicha verdad de los Estudiantes de la Biblia (como se llamaba entonces a los testigos de Jehová) en Ibadan (Nigeria), y regresó para enseñársela a los miembros de su tribu. En su ciudad natal, Porto-Novo, la capital, reunió a un grupo de seis personas, que empezó a estudiar la Biblia con él. Un miembro de este grupo, Daniel Afeniyi, oriundo de Nigeria, aceptó firmemente la verdad y se bautizó en 1935. Sin embargo, la persecución de los clérigos locales obligó al hermano Yanada a regresar a Nigeria, y el recién bautizado, Daniel Afeniyi, tuvo que volver a su pueblo, Daagbe. Cuatro Testigos nigerianos empezaron a predicar en Porto-Novo, pero inmediatamente los arrestaron y expulsaron del país.

En 1938 se asignó a doce hermanos de la tribu ibo de Nigeria a servir en Porto-Novo. Los clérigos protestantes se disgustaron cuando vieron que muchas personas apreciaban las enseñanzas bíblicas de los Testigos. Entre ellas estaba un comerciante de la tribu yoruba llamado Moïse Akinocho. Había sido metodista y practicante del culto a los antepasados. En vista de la presión que ejercía el clero sobre las autoridades locales, los testigos de Jehová volvieron a verse obligados a abandonar Porto-Novo. Pero cuando se intensificaron las llamas de la persecución que afligía a los hermanos de la tribu ibo, el hermano Akinocho permaneció al lado de ellos y dijo: “Si la administración va a matar a todos los testigos de Jehová, estoy listo para morir”. Se mantuvo fiel hasta la muerte, en 1950.

Durante la segunda guerra mundial, los Testigos nigerianos no tuvieron acceso a Benín. Sin embargo, ya se habían sembrado las semillas de la verdad, y más tarde, con un poco de riego y cultivo, germinaron rápidamente. Esa oportunidad se presentó poco después de la guerra. Nouru Akintoundé, nativo de Benín, se había hecho testigo de Jehová en Nigeria. En 1948 regresó a su tierra natal como precursor, dedicando gran parte de su tiempo a dar testimonio acerca de Jehová Dios y sus propósitos, según se revelan en la Biblia. El resultado superó todas las expectativas.

El informe de servicio de mayo de 1948 decía: “Nos llena de emoción enviar por primera vez el informe de este país. El evangelio se ha esparcido a Dahomey Francesa [Benín], y las personas de buena voluntad acuden a la ‘señal enhiesta para las naciones’”. (Isa. 11:12.)

Ese mes se solicitó al gobernador de Dahomey que otorgara el reconocimiento oficial a la Sociedad. Dicha solicitud se remitió al alto comisionado de Dakar (Senegal). Tras una demora de más de un año, se denegó la autorización. A pesar de eso, la obra siguió expandiéndose. Wilfred Gooch, entonces superintendente de la sucursal de Nigeria, escribió: “Había tanto interés latente, que en seis semanas 105 personas se unieron al precursor [el hermano Akintoundé] en el servicio del campo. Durante los siguientes meses, este precursor difundió las buenas nuevas en los pueblos cercanos, y hubo un buen aumento: un máximo de 301 publicadores del Reino en julio de 1948”.

Se extiende la predicación de las buenas nuevas

La predicación de las buenas nuevas se extendió de Porto-Novo a algunos pueblos y aldeas lejanos. El hermano Akintoundé llevaba a algunos recién interesados a predicar con él en lugares como Lokogbo y Cotonou. Permanecían en un pueblo varios días con las personas interesadas que los recibían y los atendían. En aquel tiempo, los que mostraban interés empezaban a predicar con los hermanos visitantes poco después de haber oído la verdad por primera vez.

Menos de cuatro meses después que el hermano Akintoundé regresó a Benín, se celebró una asamblea de distrito de tres días en Porto-Novo. Estuvieron presentes W. R. Brown (Brown el de la Biblia), Anthony Attwood y Ernest Moreton, de la sucursal de Nigeria. Se bautizaron treinta personas en dicha asamblea, lo que molestó mucho a los misioneros protestantes. Por tanto, hicieron cuanto pudieron para disuadir a los recién interesados, pero estos permanecieron firmes. Uno de los que se bautizó dijo: “Si ustedes han examinado con cuidado esta religión y han encontrado que algo no es bueno, tienen que tomar su propia decisión. Pero en cuanto a mí, he hallado que todo lo que enseña es muy bueno”. Muchas personas más examinaron lo que enseñaban los testigos de Jehová y también encontraron que era “muy bueno”. En enero de 1949 ya había tres congregaciones en Benín: Porto-Novo, Lokogbo y Cotonou.

Un polígamo aprende la verdad

A pesar de que la obra de los testigos de Jehová no gozaba de reconocimiento legal en el país, en enero de 1949 se les otorgó permiso para celebrar una asamblea en Cotonou. Se utilizaron automóviles con altavoces para anunciar el programa, y más de mil personas asistieron al discurso público: “Gobierno de paz”.

Uno de los concurrentes a la asamblea fue Sourou Houénou, notario público, juez y líder de “Los Aparecidos”, un grupo que adoraba a los antepasados. Tenía cuatro esposas. ¿Podría hacer los cambios necesarios para seguir los pasos de Jesucristo? Abandonó el culto a los antepasados y todas sus conexiones con el espiritismo. Lo hizo en conformidad con las palabras de Jesús: “Es a Jehová tu Dios a quien tienes que adorar, y es solo a él a quien tienes que rendir servicio sagrado”. (Luc. 4:8.) También enderezó su situación matrimonial a fin de que armonizara con las normas cristianas. Aunque tenía una carrera muy valorada en este sistema, como fue el caso de Saulo de Tarso antes de ser el apóstol Pablo, lo consideró todo “como un montón de basura” y la abandonó. (Fili. 3:8.) A fin de estar libre para concentrarse en los intereses del Reino, dejó su puesto de notario público y juez, y emprendió el ministerio de tiempo completo.

La congregación de Cotonou se reunía regularmente en casa del hermano Houénou, en una zona llamada Missebo. En cierta ocasión, los dirigentes católicos incitaron a una chusma de niños a perturbar la reunión. Mientras se presentaba el discurso público en el patio cercado por paredes de la casa del hermano Houénou, un joven se subió a un árbol y empezó a insultar y lanzar piedras al orador. Parece que tenía mala puntería, pues ninguna piedra causó daño al hermano. Sin embargo, una de ellas le dio tan fuerte a uno de los alborotadores, que tuvieron que hospitalizarlo. Los niños corrieron asustados pensando que era un castigo divino. La reunión continuó sin más contratiempos.

El vudú contra Jehová

Dogbo-Tindé Ogoudina observó de lejos lo que ocurrió. Era vendedora de telas, y tenía un negocio frente al hogar del hermano Houénou. También era la secretaria del convento fetichista de Porto-Novo. Quedó tan impresionada por la conducta de los Testigos ante la oposición, que se interesó en el mensaje del Reino. Pronto se convirtió en el blanco de la acalorada oposición de los sacerdotes fetichistas. El principal sacerdote fetichista proclamó que ella moriría en siete días por haberse puesto de parte de los Testigos. Recurrió a la brujería con el fin de que se cumpliera su predicción.

Aunque los espíritus inicuos han asesinado a algunas personas, la hermana Ogoudina no se dejó intimidar. Dijo: “Si es el fetiche quien ha hecho a Jehová, moriré; pero si Jehová es el Dios Supremo, entonces él vencerá al fetiche”. Durante la noche del sexto día, los sacerdotes fetichistas sacrificaron cabras y recitaron ensalmos a su fetiche: Gbeloko. Cortaron una planta de banano, la vistieron de blanco y la arrastraron por el piso para simbolizar la muerte de la hermana. Después de tales ritos, estaban tan seguros del resultado, que declararon en público que la hermana Ogoudina ya estaba muerta. ¿Qué sucedió por la mañana?

La hermana Ogoudina estaba exactamente donde solía estar casi todas las mañanas: vendiendo telas en el mercado. No había muerto; estaba llena de vida. Se envió inmediatamente a un grupo de representantes al principal sacerdote fetichista de Porto-Novo para decirle lo que había ocurrido, o, mejor dicho, lo que no había ocurrido. Este se enfureció porque su hechizo no había surtido efecto. Como sabía que el incidente socavaría su influencia sobre la gente, partió de Porto-Novo hacia Cotonou con un objetivo: encontrar a la hermana Ogoudina y matarla. Los hermanos sabían que se iba a armar un lío, de modo que la ayudaron a cerrar su pequeño negocio y la llevaron a un lugar seguro.

Después de ocultarla por una semana, el hermano Houénou alquiló un automóvil y la paseó por toda la ciudad de Porto-Novo para que todos vieran que estaba viva. Como los automóviles aún eran raros en África en 1949, no pasaban inadvertidos. El hermano Houénou se aseguró de que el mayor número posible de personas la viera; luego, terminaron su recorrido en la puerta del convento fetichista al que ella asistía antes. La hermana salió del vehículo y proclamó a oídos de todos los presentes que, pese a que el principal sacerdote fetichista le había lanzado un maleficio para que muriera, Jehová, el Dios de ella, había salido victorioso. Había demostrado ser “una torre fuerte” para ella. (Pro. 18:10.) A pesar de su mala salud, continuó sirviendo fielmente a Jehová hasta el final de sus días. Su postura valerosa ayudó a otros fetichistas a liberarse de la esclavitud al espiritismo.

Se intensifica la oposición

Al acercarse la época de la Conmemoración de 1949, se programó un discurso especial en Porto-Novo, al que asistieron más de mil quinientas personas interesadas. No obstante, la noticia desagradó al clero, y este volvió a predisponer a las autoridades en contra de los hermanos; como consecuencia, hubo diez arrestados.

Más tarde, un hermano informó: “Los hermanos estuvieron bajo custodia varios días, y cuando se les puso en libertad, recibieron una firme advertencia de ‘no enseñar ni predicar en ese nombre’. Esa oposición permitió que los hermanos dieran testimonio ante ‘reyes y gobernantes’ y hablaran de la esperanza que abrigan”. (Compárese con Hechos 4:17.)

La Conmemoración se celebró en secreto ese año; hubo 134 presentes, y cinco de ellos tomaron de los emblemas. Los bautismos se efectuaban de noche en la laguna de Porto-Novo. Los lugares de reunión cambiaban constantemente y siempre había un vigilante. Se preparaba una mesa con comida antes de empezar las reuniones; si alguien llegaba, los hermanos se sentaban inmediatamente a la mesa y fingían estar comiendo. Y, en realidad, estaban disfrutando de una comida: ¡una excelente comida espiritual!

Los hermanos tenían que obrar con cautela en todo momento, como dijo Jesús: “Cautelosos como serpientes, y, sin embargo, inocentes como palomas”. (Mat. 10:16.) Las autoridades estaban empeñadas en encontrar al hermano Akintoundé, pues pensaban que era el cabecilla de los Testigos. Un día enviaron a un policía a buscarlo. Como no sabía dónde vivía el hermano, el agente le pidió a un caballero que le indicara cómo llegar a la casa del señor Akintoundé. Siguiendo la costumbre de los hospitalarios benineses, el señor lo acompañó. ¡Pero este no era otro que el propio hermano Akintoundé! El policía no lo reconoció. Cuando llegaron a la casa, el hermano Akintoundé no se sorprendió de que él no estuviera allí. Finalmente, en junio de 1949, la obra de los testigos de Jehová se proscribió oficialmente y el hermano Akintoundé regresó a Nigeria.

En agosto de 1949, el gobierno publicó una advertencia sobre el uso de las publicaciones de la Sociedad Watch Tower, en la que estipulaba que a todo el que las distribuyera en cualquier idioma se le impondrían dos años de cárcel y una multa de 500.000 F CFA (unos 1.000 dólares, E.U.A.). La revista La Atalaya y el libro “Sea Dios veraz” eran los blancos principales. Estos sucesos no desanimaron a los hermanos. Sabían que Jesucristo había dicho: “El esclavo no es mayor que su amo. Si ellos me han perseguido a mí, a ustedes también los perseguirán”. (Juan 15:20.)

Durante ese tiempo, Kpoyè Alandinkpovi, uno de los primeros benineses que aceptaron la verdad, se valió del traje típico de los varones de Benín para participar en el ministerio. La túnica de mangas largas, conocida como bubu, tiene dentro un bolsillo bastante grande. Cuando el hermano Alandinkpovi estaba seguro de que su interlocutor tenía interés sincero, metía la mano en la túnica y sacaba un libro o un folleto que llevaba escondido en el bolsillo. Hacía como si fuera el último que llevaba encima, pero siempre aparecía alguno más si encontraba a otra persona sedienta de la verdad.

Dispersos, pero siguieron dando testimonio

“Predica la palabra, ocúpate en ello urgentemente en tiempo favorable, en tiempo dificultoso.” (2 Tim. 4:2.) Los testigos de Jehová de Benín tomaron a pecho este consejo del apóstol Pablo, y la obra de dar testimonio prosperó, incluso en “tiempo dificultoso”. Hacia fines de 1949, uno de los precursores benineses recién nombrados, Albert Yédénou Ligan, se mudó a Zinvié, un pequeño pueblo al norte de Cotonou. El día que llegó conoció a Josué y Marie Mahoulikponto, quienes no tardaron en percibir que las enseñanzas bíblicas que oían eran la verdad. Aunque Josué era protestante, practicaba la adoración de antepasados, tenía dos esposas y era el principal sacerdote fetichista del dios Zangbeto. El mismo mes que conocieron la verdad, abandonaron todas esas prácticas. A sus parientes no les agradó su nueva fe; se opusieron con obstinación y hasta los echaron del hogar de la familia y destruyeron sus campos.

Los Mahoulikponto huyeron del pueblo para escapar con vida y se establecieron en Dekin, una de las aldeas lacustres. Ese traslado sirvió para difundir la verdad en esa zona. El primero que aceptó la verdad en Dekin fue el jefe de la aldea. Al cabo de dos años, dieciséis personas habían abrazado la adoración verdadera, pese a que las autoridades las habían arrestado y golpeado, y habían destruido todas sus publicaciones, incluso las Biblias.

En 1950, mientras un precursor predicaba en un pueblo, un señor le dijo que conocía a un anciano que enseñaba las mismas cosas de la Biblia. Se trataba del hermano Afeniyi, del grupo original que había aprendido la verdad en este país y se había bautizado en 1935. Aunque el hermano Afeniyi había estado aislado, ni Jehová lo había olvidado a él ni él había olvidado el gozo que sintió cuando se liberó de las enseñanzas antibíblicas de su anterior religión protestante. A pesar de que su esposa nunca aceptó la verdad y de que el vudú estaba muy arraigado en el pueblo donde predicaba, el hermano Afeniyi no se dio por vencido. Enseñó fielmente acerca de la Biblia durante años. Falleció a la edad de 80 años, tras haber servido a Jehová con fidelidad por más de cuarenta y dos años.

A comienzos de 1950, las olas de la persecución continuaron embistiendo contra los Testigos. En la zona de Kouti, un policía encontró a un grupo de hermanos estudiando el texto diario. Algunos fueron detenidos, atados con sogas y llevados ante el comandante u oficial del distrito. Cuando se les puso en libertad, recibieron la firme advertencia de no predicar ni volver a congregarse. No obstante, el pueblo de Jehová comprendía la importancia de seguir reuniéndose regularmente para estudiar la Palabra de Dios, de modo que lo hacía en secreto cuando era necesario. Un anciano local escribió: “El único momento en el que los hermanos pueden reunirse y estudiar juntos es muy temprano por la mañana. Los que tienen bicicletas dan testimonio en territorios lejanos [...]. Hasta llevar la Biblia supone un peligro para ellos. Pese a estas dificultades, seguiremos predicando la palabra hasta el fin”. En marzo de 1950 se congregaron fielmente para celebrar la Conmemoración de la muerte de Cristo. No se ‘retrajeron’ debido al temor. (Heb. 10:38.) A principios de 1951, siete congregaciones informaron su actividad en la predicación, y 36 de los 247 publicadores que informaron eran precursores.

Devolvió sus artículos religiosos

A principios de los años cincuenta, muchos hermanos no sabían leer bien; pero hacían lo que podían para dar testimonio, y Jehová bendijo sus esfuerzos. Cierto día, mientras dos hermanos trataban de explicar la verdad bíblica a una persona, se presentó Samuel Ogungbe. Más tarde, él contó: “En ese momento no sabía que esos señores que se contradecían el uno al otro porque no sabían leer sus propias Biblias en el idioma gun, eran testigos de Jehová. Intervine y los ayudé, dado que había aprendido a leer la Biblia en gun”. Samuel Ogungbe era tesorero y miembro de la junta directiva de la Iglesia de Querubines y Serafines. Es fácil identificar a los miembros de esta religión; llevan largas túnicas y gorras blancas porque creen que son la novia de Cristo. A pesar de sus conexiones religiosas, a Samuel Ogungbe le pareció interesante la conversación con los testigos de Jehová. Concordaron en seguir dialogando el sábado, es decir, cuatro días más tarde. Pero antes de reunirse con ellos, ocurrió algo que lo atemorizó.

“La Iglesia a la que pertenecía practica la adivinación y otras artes mágicas —explicó él—. El día después de haber hablado con los testigos de Jehová por primera vez, fui a la iglesia como de costumbre. Mis compañeros feligreses, que habían consultado a los espíritus, me advirtieron inmediatamente que me cuidara mucho por dos razones: primero, porque a pesar de que ocupaba una posición encumbrada en la Iglesia, estaba en peligro de ‘apartarme’; y, segundo, porque pronto sufriría serios problemas estomacales que resultarían mortales a menos que siguiera el consejo de los espíritus. Me dijeron que comprara siete velas junto con olíbano y mirra, para una ceremonia especial en la que debía orar en voz alta y ayunar por siete días. Desobedecer dichas instrucciones significaría mi muerte.”

Posteriormente admitió con sinceridad: “Cuando llegué a casa el jueves por la noche, estaba asustado. Empecé a orar y ayunar el viernes por la mañana, consciente de que pronto tendría que decidir si continuaría hablando con los Testigos o no. Por poco no me reúno con ellos, pero a última hora decidí hacerlo. Hablamos de muchos temas, y me invitaron a su reunión del domingo”. Samuel empezó a hacer cambios de inmediato. Los feligreses de la iglesia a la que asistía trataron de desanimarlo, pero él estaba convencido de que había hallado la verdad. Devolvió todos sus artículos religiosos, y ese mismo mes empezó a participar en el servicio del campo. Menos de seis meses después se bautizó en símbolo de su dedicación a Jehová. A propósito, el hermano Ogungbe no murió debido a su nueva fe. Sirvió fielmente a Jehová durante más de cuarenta años hasta su muerte, en 1996.

Se impulsan las clases de alfabetización

Aunque podemos dar testimonio sin saber leer ni escribir, la lectura de la Palabra de Dios nos da fortaleza para aguantar situaciones difíciles. Saber leer es asimismo un factor importante para enseñar con eficiencia. Sin embargo, años atrás, muchos benineses, entre ellos hermanos nuestros, no sabían leer; de modo que la Sociedad animó a los hermanos a organizar clases de alfabetización. Al principio, dichas lecciones se daban a nivel personal. Pero en los años sesenta se establecieron clases en las congregaciones.

Dichas clases aún se celebran en muchas congregaciones de Benín. Además, se ayuda a otras personas individualmente. Pero al abrirse mejores escuelas públicas, la necesidad de dar esta ayuda disminuye. Una vez que las personas aprenden a captar el significado de la información impresa, pueden regirse por ella y utilizar con más eficiencia la Palabra de Dios para ayudar al prójimo. (Efe. 6:14-17.)

Sacerdotes católicos y fetichistas se unen

Como el clero no podía refutar las verdades bíblicas que enseñaban los Testigos, a menudo recurría a las autoridades para detener la obra del pueblo de Jehová. En cierta ocasión, un sacerdote católico y uno fetichista se unieron para echar a los Testigos de la zona de Dekin. Presentaron ante las autoridades sus acusaciones, que consistían en una mezcla de verdades a medias con falsedades descaradas, y afirmaron que los Testigos inducían a la gente a rebelarse contra el gobierno, que predecían una guerra mundial, que predicaban el fin del mundo y que rehusaban pagar impuestos. El sacerdote fetichista dijo al comandante del distrito que los espíritus no habían enviado lluvia por culpa de los Testigos y que por eso el hambre amenazaba al país. El sacerdote católico aseguró que los Testigos eran responsables de que Dios no escuchara ni sus oraciones ni sus misas.

Las personas sinceras sabían la verdadera razón de las acusaciones: los jefes religiosos tenían miedo. Temían que la obra de los testigos de Jehová ejerciera una influencia poderosa en la gente. Dichos ataques fortalecieron la confianza de los hermanos en Jehová. Un informe redactado en aquel tiempo decía: “Los hermanos están ‘firmes en un mismo espíritu, esforzándose lado a lado con una misma alma por la fe de las buenas nuevas’, y Jehová bendice sus esfuerzos con aumento. (Fili. 1:27.) Confiamos en que seguirá haciéndolo”.

¿Continuó bendiciendo Jehová el empeño de los hermanos? ¡Claro que sí! A pesar de la cruel oposición y la persecución, la cantidad de publicadores que participaron en dar testimonio de Su nombre y Reino aumentó de 301 en 1948 a 1.426 en 1958. En ocasiones se daba ese testimonio en prisión.

Se da testimonio en prisión

Cuando arrestaron a David Denon, de Porto-Novo, por no dejar de servir a Jehová, él convirtió la prisión en su territorio. Y allí había un auditorio que no tenía más remedio que oír. Pero al director de la prisión le desagradaba la predicación, así que se las arregló para trasladarlo a otra prisión. En esta, en cambio, recibió mejor trato y pudo predicar sin obstáculos. El director de la cárcel se interesó en el mensaje, y dos reclusos aceptaron la verdad y participaron junto con el hermano Denon en predicar en su territorio: tras los muros de la prisión.

Durante el día, dejaban que el hermano Denon, en quien confiaban mucho, saliera de la cárcel para que realizara trabajos de carpintería en casa del jefe de policía. Este señor también se interesó en el mensaje bíblico y permitía que el hermano fuera a casa para conseguirle publicaciones, las mismas por las que se le había encarcelado.

Pronto llegó más ayuda para abarcar este territorio insólito. En 1955, 50 publicadores nigerianos pasaron a Benín para ayudar a difundir las buenas nuevas en las regiones aisladas. Se arrestó y encarceló al grupo entero. Pero como la cárcel era muy pequeña para acomodar a todos, se envió a casa a todas las hermanas y a algunos hermanos. A veintisiete hermanos acusados de distribuir “publicaciones prohibidas” se les llevó a una prisión del interior del país a la espera de juicio. Pero los hermanos no perdieron el tiempo en la cárcel. Aunque no era el territorio en el que pensaban predicar al venir de Nigeria, allí había personas que necesitaban oír las buenas nuevas. Gracias a su labor, al menos dieciocho personas mostraron interés, entre ellas algunos guardias y el médico de la prisión.

Se juzgó a estos Testigos a fines de agosto. Dicha noticia se difundió por todas partes, y más de mil seiscientas personas asistieron a la audiencia. Llegaron sacerdotes católicos de una extensa zona del país y proclamaron que cada uno de los hermanos sería sentenciado a doce años de cárcel, ¡y lo dijeron antes de que empezara la audiencia!

Sin embargo, el juez trató a los hermanos con respeto y permitió que dieran un buen testimonio en el tribunal. Asemejó a los Testigos a Jesucristo, a quien se juzgó a pesar de que nunca había cometido ninguna ofensa. El juez expresó su pesar por tener que sentenciar a la mayoría de los hermanos a tres meses de cárcel. Pero las condenas empezaron a contarse desde el momento en que se les había arrestado, hacía casi tres meses. Los hermanos aprovecharon bien el resto del tiempo de reclusión. En agosto cada uno de ellos informó más de cien horas en la predicación del mensaje del Reino tras los muros de la prisión. Su experiencia hizo que la obra de los testigos de Jehová captara la atención del público de manera sobresaliente.

Publicaciones bíblicas en el idioma gun

Tener las publicaciones en la lengua de la gente común es una gran ayuda para enseñarle la verdad bíblica. El idioma gun se habla por todo el país. Los hermanos se alegraron mucho cuando en 1955 recibieron el tratado ¿Qué creen los Testigos de Jehová? en ese idioma. En 1957 recibieron el Ministerio del Reino, que los ayudó a organizar mejor las Reuniones de Servicio y el servicio del campo. Además, una sociedad bíblica empezó a reimprimir la Biblia completa en gun.

Luego recibieron el folleto “Estas buenas nuevas del reino”. Cuando llegaron los primeros ejemplares, se hicieron planes para analizarlo en el Estudio de Libro de Congregación. A principios del año siguiente se distribuyó al público. El efecto fue maravilloso. La gente humilde del país aceptó con gusto la explicación clara de la verdad bíblica que contenía. En abril de 1958 se alcanzó un nuevo máximo de 1.426 publicadores, lo que equivalía a un 84% más que el promedio del año anterior.

Fue tan animador ver la amplia aceptación de estas publicaciones en gun, que poco después comenzó a traducirse el libro “Sea Dios veraz”. También empezaron a hacerse copias mimeografiadas de La Atalaya en ese idioma a partir del número del 1 de diciembre de 1960. Estas publicaciones contribuyeron a que los hermanos tuvieran más aprecio por la verdad y a que ayudaran a otros a librarse de la religión falsa.

Algunos “no eran de nuestra clase”

Cuando alguien se entera de que le han enseñado mentiras, quizás abandone de inmediato su religión y empiece a adorar a Jehová. Sin embargo, persistir en la adoración pura requiere que la persona sea humilde, ame sinceramente a Jehová, esté dispuesta a progresar hacia la madurez cristiana y aplique la Palabra de Dios en todo aspecto de la vida. No todos los que comenzaron a predicar con entusiasmo en Benín siguieron dicho proceder. Algunos demostraron que “no eran de nuestra clase”. (1 Juan 2:19.)

Cuando un superintendente de la Congregación Gbougbouta se apartó de la verdad, trató de persuadir a Kouadinou Tovihoudji a hacer lo mismo. El hermano Tovihoudji recordó con prudencia al ex superintendente que cuando este servía a Jehová, había dicho a otras personas que se enfriaría el amor que algunos tenían a la verdad. (Mat. 24:12.) El hermano añadió que, como el amor del ex superintendente mismo se había enfriado, ahora veía que lo que dice la Biblia es cierto. El hermano Tovihoudji fue sabio y no siguió a este hombre, sino que se mantuvo fiel a Jehová.

Ahora bien, no todos los hermanos entendían claramente cómo debían tratar con los que ya no querían regirse por los principios justos de Dios. Necesitaban ayuda. En 1959 se asignó a Theophilus Idowu, un superintendente de circuito nigeriano, a servir en la ciudad de Porto-Novo para edificar a los hermanos. Estos se alegraron de verlo, pero se desanimaron un poco cuando se dieron cuenta de que no hablaba su idioma. Tenían que interpretarse sus discursos y sus conversaciones con los ancianos. El hermano Idowu era consciente de que había que resolver algunos problemas en las congregaciones, pero como no hablaba la misma lengua que los hermanos, estaba limitada su labor. Esta circunstancia le molestaba, de modo que se propuso aprender el idioma gun. Progresó rápidamente, y pronto ayudó a los hermanos a superar incluso situaciones difíciles. Poco a poco se resolvieron los problemas; y los que optaron por llevar un modo de vivir inmoral y no quisieron cambiar, fueron echados de la congregación.

Una de las principales debilidades continuaba siendo la falta de entendimiento de algunos nuevos, que no sabían leer ni escribir. Sin embargo, los que sí comprendieron la verdad claramente y la grabaron en el corazón hicieron cambios profundos en su vida. Germain Adomahou fue uno de ellos.

Un polígamo encuentra un modo de vivir mejor

El padre de Germain Adomahou tenía doce esposas. Aun antes de hacerse Testigo, Germain decidió tener una sola. Aunque tener muchas esposas era una señal de riqueza e influencia, se daba cuenta de que había disputas acaloradas y celos entre las esposas de su padre. Ahora bien, después que Germain se casó, su mujer no tuvo hijos, lo cual es una deshonra para algunos africanos. A pesar de sus buenas intenciones al principio, tomó dos esposas más. Luego tomó otras dos, de modo que ya tenía cinco. No pasó mucho tiempo antes de que surgieran amargas rivalidades y celos en su hogar. Para intentar olvidar los problemas, se iba con mujeres con las que no estaba casado. Su hogar había llegado a ser como el de su padre, que tanto le había desagradado.

Aunque era fetichista, pidió consuelo y consejo a un cura, quien le dijo que tenía que bautizarse para ir al cielo. No le comentó nada respecto a su religión fetichista, sus cinco esposas ni lo que la Biblia enseña acerca de las relaciones extramatrimoniales. Germain se bautizó en la iglesia y siguió practicando la religión fetichista y la poligamia. En realidad, nada había cambiado. En 1947 obtuvo el libro “La Verdad Os Hará Libres”. Cuando lo leyó, abandonó la Iglesia Católica y la religión fetichista. Sin embargo, seguía esclavizado a la poligamia y a la inmoralidad. Sabía que tenía que abandonar estas prácticas para formar parte del pueblo de Jehová. Un día las cosas cambiaron.

Algunos testigos de Jehová de la Congregación Abomey fueron arrestados y encarcelados. La noticia se difundió por todo el pueblo. Germain nunca había visto que se tratara de tal manera a los miembros de otras religiones. Le impresionó mucho el que los Testigos estuvieran dispuestos a aguantar persecución a fin de predicar el mensaje bíblico. Quedó convencido de que eran los cristianos verdaderos. (2 Tim. 3:12.) Germain se decidió. Abandonó su vida polígama, se conformó a las enseñanzas de la Biblia y dedicó su vida a Jehová Dios.

Sin embargo, su nueva fe no le permitía simplemente abandonar a sus ex esposas. Aunque ya no vivía con ellas, se encargó de sus necesidades materiales y espirituales hasta que se casaron de nuevo. Dos de ellas llegaron a ser con el tiempo siervas dedicadas de Jehová; la más joven se casó con un ministro de tiempo completo y posteriormente sirvió con él en la obra del circuito. Muchos de los hijos de sus matrimonios polígamos también aprendieron la verdad.

El deseo de un moribundo

Otras personas también estaban sedientas de la verdad. Amos Djagun era el pastor de la Iglesia metodista de Kilibo, en el norte de Benín, y Silas Fagbohoun era uno de los feligreses destacados. Cuando un testigo de Jehová visitó a Silas Fagbohoun, este confesó francamente que él y muchos otros feligreses estaban descontentos con la confusión que reinaba en su Iglesia y que sabían que se permitían prácticas incorrectas entre sus miembros. Él mismo tenía dos esposas y varias concubinas, entre ellas la esposa de uno de los principales predicadores laicos de la Iglesia.

Después que los Testigos visitaron a Amos Djagun, este reunió a muchos de los feligreses que estaban sedientos de la verdad. El superintendente de circuito, que visitaba la congregación en ese entonces, les mostró cómo estudiar la Biblia con la ayuda del libro “Sea Dios veraz” y del folleto “Estas buenas nuevas del reino”. También les enseñó a sacar provecho del texto diario. Muchos de ellos, incluidos Amos Djagun y Silas Fagbohoun, aceptaron con gusto lo que se les enseñó.

Como es natural, Silas Fagbohoun anhelaba que su esposa e hijos aceptaran su nueva fe, pero ellos no eran muy receptivos. La noche antes de morir, en junio de 1963, Silas pidió a su hijo mayor, Joseph, que se acercara a la cama, y le dijo: “Lamento que aún no hayas adoptado una postura firme a favor de la religión verdadera. Quiero que sepas que estás rechazando la verdad que lleva a vida eterna. Oro a Jehová para que te ayude a cumplir con la difícil tarea que te encomiendo; de ahora en adelante tú eres responsable de todos tus hermanos. Cuídalos en sentido material y, sobre todo, espiritual”. ¿Se cumpliría el último deseo del hermano Fagbohoun?

Joseph parecía inflexible en sus opiniones. Con el tiempo se matriculó en una escuela secundaria protestante de Cotonou. Un día tuvo una conversación bíblica con el capellán frente a una clase de 80 estudiantes. La respuesta del capellán a la mayoría de las preguntas era: “Eso continúa siendo un misterio divino”. Con la ayuda del libro “Sea Dios veraz”, Joseph dio respuestas satisfactorias a muchas preguntas bíblicas. Recordando la última petición de su padre, solicitó ante toda la clase y el capellán que borraran su nombre de la lista de miembros protestantes. ¡Se había liberado! Se bautizó en julio de 1964 y emprendió el servicio de precursor regular en 1969.

Aunque la esposa del hermano Fagbohoun, Lydie, era una mujer muy bondadosa y de buen corazón, no veía necesario cambiar de religión. Creía que podía recibir la vida eterna siendo protestante. Sin embargo, cuando enviudó se le abrieron los ojos, pues un anciano pastor de su iglesia le pidió que tuviera relaciones sexuales con él para “consolarla”. Jamás volvió a entrar en esa iglesia. Con el ánimo de su hijo y la ayuda de una precursora especial, empezó a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová. Con el tiempo se bautizó, y casi todos los hijos aceptaron la verdad.

Llegan misioneros preparados en Galaad

¡Cuánto se alegraron los hermanos cuando llegaron los primeros misioneros de la Escuela de Galaad el 3 de febrero de 1963! Keith y Carroll Robbins eran graduados de la clase 37. Establecieron un hogar y empezaron a aprender el idioma gun. Los hermanos se sentían muy animados con la presencia de estos compañeros Testigos de raza blanca, pues eran un testimonio de nuestra unida hermandad mundial. Los misioneros viajaban en bicicleta para visitar las congregaciones de las zonas rurales y enseñaban a otros a quienes se asignaba a realizar la misma labor. Cuando regresaron a Canadá, su país natal, a fin de encargarse de sus responsabilidades familiares, los hermanos de Benín sintieron un gran vacío.

En los meses siguientes se asignó a otros dos misioneros canadienses a Benín: Louis y Eleanor Carbonneau. Hablaban francés, de modo que se formó una congregación de habla francesa en Cotonou poco después de su llegada. El hecho de que había muchas publicaciones disponibles en francés contribuyó al rápido aumento espiritual de ese grupo.

El hermano Carbonneau fue el presidente de la Asamblea de Distrito “Fruto del Espíritu” celebrada en Abomey en noviembre de 1964. Hubo policías presentes, como era costumbre en las reuniones grandes. Pero no surgió ningún problema; de hecho, fueron muy amigables con los hermanos y disfrutaron de los discursos bíblicos. También les asombró ver a 1.442 concurrentes, tanto del norte de Benín como del sur, reunidos como hermanos. Era una escena llamativa, porque en ese tiempo había enfrentamientos entre los benineses del norte y los del sur.

Hubo otros misioneros que sirvieron en Benín. Algunos permanecieron por un corto período; pero otros fueron con el deseo de convertirlo en su hogar. Después de posponer su viaje debido a las agitaciones políticas en Benín, a principios de 1966 llegaron Don y Virginia Ward, y Carlos y Mary Prosser. Poco después, en marzo de 1966, se estableció una sucursal en Cotonou para supervisar la predicación de las buenas nuevas en el país.

Los testigos de Jehová llevaban solicitando el reconocimiento oficial de su obra de educación bíblica en Benín desde 1948, pero no se lo habían otorgado. Por eso, qué regocijo sintieron al ver el nombre Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania en la revista oficial de Benín, en la que se indicaba que los testigos de Jehová podían enseñar la Biblia de casa en casa en todo el país y que los misioneros podían realizar su labor sin estorbos.

Tiempo de casarse

Antes de 1966, el gobierno no llevaba un registro civil de los matrimonios. Aunque todas las bodas se celebraban a la manera tradicional, los hermanos también enviaban un documento firmado a la sucursal. En 1966 el gobierno instituyó la inscripción en el registro civil, aunque no era obligatoria. Los misioneros explicaron a los Testigos locales que era importante registrar su matrimonio en conformidad con esta disposición.

Este cambio creó varios problemas para los hermanos. Primero, se requería dinero para registrar un matrimonio, y era muy difícil conseguir dinero. Segundo, había que indicar la fecha de nacimiento de los recién casados. Tales datos no siempre estaban disponibles, pues no se acostumbraba mantener registros exactos. Pese a los obstáculos, los siervos de Jehová estaban resueltos a tener matrimonios ‘honorables’ a la vista de Dios. (Heb. 13:4.)

Los Testigos de Hetin, un pueblo compuesto mayormente de casas construidas sobre pilotes, decidieron que sería más económico que el secretario del registro de matrimonios fuera a ellos en vez de que veinticinco parejas tuvieran que ir a él. Como eran tantos, el oficial accedió. Cuando por fin llegó, encontró a 60 parejas esperándolo para legalizar sus matrimonios. ¿Qué había sucedido? Mientras se organizaba esta masiva ceremonia de bodas, otros habitantes del pueblo se enteraron. Ya que sus guías eclesiásticos no los ayudaban a este respecto, preguntaron a los Testigos si podían aprovechar los servicios del funcionario del gobierno cuando llegara. En unos cuatro meses la cantidad de publicadores de la congregación aumentó rápidamente de 69 a 90.

Se construye una sucursal adecuada

Para que la sucursal funcionara como era debido, se necesitaba conseguir instalaciones adecuadas. Don Ward había sido contratista antes de emprender el servicio de tiempo completo. En 1968 aprovechó su experiencia para la construcción en Cotonou de una sucursal que incluía un hogar misional. Gracias a la ayuda de dieciséis precursores y muchos Testigos locales, la sucursal se terminó en ocho meses. En la primera planta había un hermoso Salón del Reino, espacio para oficinas, un lugar para el comedor y otro para el Departamento de Envíos. En la planta de arriba había seis dormitorios con vistas a un jardín grande lleno de palmeras. Por encima del muro del jardín se veía una laguna cristalina salpicada de canoas de pescadores.

El 12 de enero de 1969 será recordado como un día especial en la historia teocrática de Benín. Ese día se dedicaron a Jehová la sucursal y el hogar misional. Para los hermanos, esos hermosos edificios eran prueba de que Jehová bendecía su obra. Pero de mucho más valor que los edificios eran las personalidades cristianas que se desarrollaban con cualidades piadosas.

La honradez es el proceder correcto

Un día se sometió a prueba la calidad de la personalidad cristiana de Daniel Aïnadou, que trabajaba en un hotel de categoría. Cuando llevó los pantalones de un huésped a la tintorería, encontró el equivalente de 1.600 dólares (E.U.A.) en uno de los bolsillos. Esta suma representaba más de dos años de salario para él. ¿Qué haría? Imagínese, tenía una fortuna en la mano y nadie lo observaba.

El hermano llevaba poco tiempo bautizado, pero recientemente había estudiado en La Atalaya un artículo sobre la honradez. Estaba resuelto a no desagradar a Dios obteniendo dinero por medios ilícitos. Entregó el dinero al recepcionista. Cuando este lo vio, llevó al hermano aparte y le dijo: “Vamos a quedarnos con él, y será nuestro pequeño secreto”. El hermano respondió: “No puedo. Soy cristiano, testigo de Jehová”. “Yo también soy cristiano —protestó el recepcionista—. Asisto regularmente a la iglesia católica. No veo nada malo en que nos quedemos con este dinero. Al fin y al cabo, el señor lo perdió, ¿no es cierto?” Intrépidamente, el hermano entregó el dinero al dueño del hotel, quien lo guardó en la caja fuerte.

Más tarde, el huésped regresó a su habitación y buscó desesperadamente su dinero debajo de la cama, en el ropero y detrás de los sillones, pero no lo encontró. El señor, muy angustiado, habló con el dueño del hotel, quien lo tranquilizó diciéndole que su dinero no se había perdido, pues estaba en la caja fuerte del hotel. Cuando se enteró de que lo había entregado uno de los trabajadores, indicó que quería conocer a esa persona honrada. Muy impresionado, el huésped dijo: “Sé que los testigos de Jehová son buenas personas. Cuando regrese a Francia, voy a buscarlos porque quiero conocerlos mejor”. Incluso el gerente del hotel, que antes había tenido en poca estima a los testigos de Jehová, comentó que se alegraba de tenerlos como empleados.

Dicho incidente no se olvidó pronto. Más tarde, otro huésped dijo que había perdido una pequeña cantidad de dinero y acusó al hermano Aïnadou de ser el ladrón. Cuando el dueño del hotel se enteró del asunto, defendió inmediatamente a nuestro hermano y relató la experiencia anterior.

Durante los siguientes años, Benín informó aumentos constantes en la cantidad de Testigos activos. En 1971, veintidós misioneros servían en el campo y en la sucursal. En 1975 había 2.381 publicadores activos en el ministerio del campo, lo que representaba un gran aumento en comparación con el máximo de solo 290 publicadores en 1950. No cabe duda de que Jehová bendecía a las personas sinceras que estaban liberándose de los grilletes de la religión falsa. Sin embargo, dicho incremento no agradó a todas las personas. Asomaban en el horizonte más nubarrones de persecución.

Cambios en el gobierno

“Pour la révolution?” (¿Listo para la revolución?) “Prêt!” (¡Listo!). Este era un saludo típico en las calles de Benín cuando el régimen marxista leninista se apoderó del país, a principios de 1975. Las cartas de las oficinas gubernamentales terminaban con la frase: “¡Listos para la revolución; la lucha continúa!”.

A los siervos de Jehová se les conoce en todo el mundo por su neutralidad en los asuntos políticos, y su conciencia educada por la Biblia no les permitía repetir tales lemas. (Juan 15:19; 18:36.) Dicha postura les acarreó gran hostilidad.

Noviembre de 1975: se produce un arresto

Pierre Worou se hallaba predicando en noviembre de 1975 cuando un hombre lo saludó con un lema político. Como el hermano Worou no contestó afirmativamente, lo llevaron de inmediato a la comisaría. La policía intentó obligarlo a repetir los lemas, pero él se negó. Y aunque hicieron que se arrastrara sobre las rodillas y los codos por varias horas, el hermano Worou permaneció firme.

Finalmente, algunos hermanos hablaron con los policías encargados, y como era domingo, concordaron en ponerlo en libertad al terminar el día. El incidente alertó a los hermanos de lo que se avecinaba.

Diciembre de 1975: advertencias por la radio y la prensa

Durante diciembre la radio estatal, “La voz de la revolución”, criticó a la religión organizada en conjunto. Según se informa, algunos grupos de jóvenes saquearon varias iglesias. Muchos revolucionarios advirtieron a los Testigos que dejaran de predicar. Para el 14 de enero de 1976, las autoridades habían obstaculizado la predicación pública en varios lugares. Se habían clausurado seis Salones del Reino y se habían suspendido las reuniones en tres hogares particulares. Se confiscó el Salón del Reino de Hetin y se le utilizó para celebrar reuniones políticas. No obstante, en algunas de las poblaciones más grandes, los precursores y misioneros continuaban con su ministerio sin muchos obstáculos.

Marzo de 1976: más restricciones

El 24 de marzo de 1976, la sucursal de Benín envió este informe al Cuerpo Gobernante de los Testigos de Jehová: “Las autoridades de diferentes zonas del país siguen restringiendo las actividades religiosas de diversas formas. En muchos lugares se han prohibido un buen número de ceremonias fetichistas y otras ceremonias religiosas. También se ha prohibido la predicación de casa en casa o en diferentes barrios de los pueblos y las aldeas”.

Dos semanas más tarde, la sucursal informó al Cuerpo Gobernante: “En una zona del norte (Gouka), todos los varones de la congregación fueron arrestados por setenta y dos horas. El objetivo era advertirles que no predicaran y tratar de obligarlos a repetir consignas políticas, pero ellos se negaron. [...] Les dijeron que podían reunirse en el Salón del Reino con tal de que colocaran una bandera frente al salón, y que antes y después de cada reunión apartaran tiempo para cantar canciones y gritar lemas políticos. Como los hermanos sabían que no podían hacer eso, tuvieron que seguir reuniéndose en hogares particulares”.

Abril de 1976: se arresta a los hermanos de Cotonou

La tensión política siguió aumentando por todo el país. A principios de abril, casi en todos los lugares de empleo se apartaba tiempo semanalmente para gritar lemas políticos, izar la bandera, cantar el himno nacional e impartir cursos de “ideología”. Debía denunciarse a las autoridades a cualquiera que no participara en dichas reuniones. Una de estas reuniones se celebró en una zona de Cotonou donde trabajaban tres hermanos y una hermana. Los hermanos rehusaron asistir; la hermana estuvo presente, pero no participó. Cuando regresaron al trabajo el lunes, se obligó, primeramente a la hermana y luego a los hermanos, a correr por las calles delante de un vehículo de la policía hasta la comisaría, una distancia de unos cinco kilómetros [3 millas]. Por aquel entonces, la hermana estaba embarazada de cuatro meses. Cuando llegaron, su postura no había cambiado: rehusaron repetir las consignas políticas. Aunque se les golpeó severamente, permanecieron firmes. Los golpes físicos no quebrantaron su fe.

Carlos Prosser, en representación del Comité de la Sucursal, escribió lo siguiente al Cuerpo Gobernante el 7 de abril de 1976: “Mientras redactaba esta carta vino a visitarme el jefe del distrito con su guardia y su secretaria. Me preguntó sobre los lemas, el saludo a la bandera, etc., y tuve la oportunidad de explicarle algunos de estos asuntos. También dijo que a varios de nuestros hermanos los habían arrestado por no querer participar en dichas actividades y que había mandado preparar una lista de nombres. La visita fue bastante amigable, pero él fue firme en algunos puntos; dijo, por ejemplo, que ya no podíamos predicar en los hogares de la gente, sino que debíamos permanecer en nuestro ‘templo’. No sabemos qué planean hacer las autoridades, pero una cosa es segura: ahora más que nunca la gente conoce a los testigos de Jehová y oramos a Dios para que esto resulte en un testimonio. Los misioneros ya hemos comenzado a preguntarnos cuánto tiempo más nos permitirán quedarnos aquí”.

Se intensifica la persecución

El 16 de abril de 1976, el ministro del Interior criticó enérgicamente a los testigos de Jehová por la radio. Entre otras cosas, dijo que rehusaban recibir cursos de ideología y que se les enseñaba a no repetir los lemas políticos. Aseguró categóricamente que si los testigos de Jehová no cambiaban de parecer para el fin del mes, todos sus representantes, que son ‘agentes autorizados de la C.I.A.’ —una falsa representación del papel de los misioneros—, serían expulsados del país.

Tales comentarios se transmitieron por radio a todo Benín durante dos semanas aproximadamente. Mucha gente que nunca antes había oído de los testigos de Jehová empezó a preguntarse: ‘¿Quiénes son estas personas de las que se habla tanto?’. Dichas transmisiones radiales despertaron la curiosidad de muchos, y el nombre de Jehová se oyó por todo el país a un grado que ni los mismos Testigos hubieran alcanzado a causa de las restricciones impuestas a su obra pública.

Otro representante del jefe del Estado fue a la sucursal para conseguir los nombres del personal y otros detalles. Él y sus compañeros querían los nombres de todos los hermanos responsables de la obra en el país. Se les dieron los nombres de los misioneros que vivían en la sucursal y hogar misional. Cuando estos hombres se marcharon, los hermanos sacaron de la sucursal los registros y archivos de la Sociedad y los escondieron en un lugar seguro.

Al día siguiente, el 17 de abril, regresaron dos funcionarios que querían hablar con el encargado. El hermano Prosser les dijo que tenían que apagar los cigarrillos antes de entrar. Accedieron, y se les invitó a entrar en la oficina. Aún querían saber los nombres de todos los hermanos responsables de la obra en el país. Pero los archivos importantes de la sucursal ya no estaban allí, de modo que de nada les hubiera servido registrar el lugar.

Últimas horas de los misioneros

El 26 de abril de 1976 algunos hermanos pensaron que sería prudente hablar con el jefe del distrito de Akpakpa (Cotonou) para explicarle los asuntos con más claridad. Si la sucursal se hubiera enterado de sus intenciones, los habría desanimado. A pesar de que algunos ancianos locales intentaron disuadir a estos hermanos bienintencionados, ellos insistieron en ir. El resultado fue desastroso. Después de dialogar con ellos, el jefe del distrito gritó varios lemas políticos, y como no respondieron, hizo que los arrestaran.

De los trece misioneros que había en el país, aún quedaban diez. Los hermanos Mahon habían estado preparándose para regresar a Inglaterra en unas semanas, dado que esperaban un bebé. En vista de la situación amenazadora, la sucursal les había recomendado salir del país lo antes posible y no esperar hasta última hora. Siguieron la recomendación. Maryann Davies, del hogar misional de Porto-Novo, se encontraba en Canadá porque su madre estaba enferma.

La noche del 26 de abril, los misioneros restantes quedaron “prisioneros” en el Hogar Betel: nadie podía salir ni entrar. No había teléfono. Así que empezaron a hacer las maletas en caso de que los expulsaran del país.

27 de abril de 1976: arrestan al coordinador del Comité de Sucursal

A la mañana siguiente llegó un policía armado buscando al hermano Prosser. Le ordenó que se subiera a la furgoneta de la Sociedad y la condujera; por todo el camino el policía estuvo apuntándole con un arma de fuego. Cuando el hermano Prosser llegó a la comisaría de Akpakpa, lo interrogaron. No lo maltrataron físicamente, pero trataron de intimidarlo con insultos.

“¡Díganos los nombres de su gente clave!”, le gritó el policía. El hermano Prosser respondió: “No puedo darles los nombres de mis hermanos. Si los quieren, vayan al Salón del Reino y escríbanlos ustedes mismos”. La respuesta les satisfizo. El hermano sabía que no había peligro porque las reuniones no se habían celebrado en el Salón del Reino por algún tiempo. Ahora se celebraban en hogares particulares donde se reunían los grupos del Estudio de Libro de Congregación.

“¿Y Samuel Hans-Moévi? ¿Lo conoce? Es uno de los suyos, ¿no es cierto?” Esa pregunta sorprendió mucho al hermano Prosser, porque era en la casa de este hermano donde habían escondido los archivos de la Sociedad en dos maletas viejas y gastadas. Contenían los nombres de muchos hermanos. ¿Los había confiscado la policía? El hermano Prosser aparentó estar sereno, pero en lo más profundo de su corazón pidió la guía de Jehová.

Por fin terminó el interrogatorio. El hermano Prosser no dio ningún nombre ni sufrió daño físico. Entonces lo pusieron en libertad, sin escolta. Años después, al reflexionar en ese incidente, el hermano Prosser dijo: “Lo primero que pensé fue: ‘¿Qué puedo hacer para ayudar a los hermanos?’. Luego pensé: ‘¡Cuidado! Pudiera ser una trampa. Tal vez quieran seguirme para ver si los conduzco a los hermanos’”.

“En vez de ir directamente a casa —recuerda el hermano Prosser—, crucé el puente y fui a la ciudad para ver si había correspondencia en la oficina de correos. No quería hacer nada que causara dificultades a los hermanos. Pero anhelaba verlos para asegurarles que estábamos bien y darles orientación en cuanto a qué hacer en los días venideros.

”Me dirigí a casa, pensando por el camino en cómo comunicarme con los hermanos. De repente sopló un viento muy fuerte y empezó a caer una lluvia torrencial. Sin previo aviso, una motocicleta con dos personas me pasó al lado a toda velocidad. Me pregunté quiénes serían, pues era peligroso pasar a otro vehículo en el puente angosto, sobre todo cuando llovía. Entonces el hombre que iba de pasajero miró hacia atrás y se levantó el casco para que lo reconociera. Para mi sorpresa, ¡era un miembro del Comité de la Sucursal! ¡Y el conductor era otro de los miembros! Hacía días que no los veía porque se nos había mantenido en arresto domiciliario en la sucursal y hogar misional.

”Continuó lloviendo a cántaros y la mayoría de la gente corrió para protegerse. Crucé el puente, pasé el camino que conducía a casa y me estacioné al lado de la carretera... orando... esperando... deseando ver a mis hermanos, tal vez por última vez.

”La espera pareció una eternidad; por fin se estacionó a mi lado la motocicleta con los dos hermanos. Fue un momento oportuno para conversar ya que no había nadie a nuestro alrededor por la fuerte lluvia. Les dije que era necesario trasladar los archivos de la Sociedad a otro lugar, en vista de lo que había dicho la policía cuando me interrogaron. También hablamos de asuntos relacionados con los precursores especiales, las visitas que los superintendentes de circuito harían inmediatamente a todas las congregaciones para informarles sobre lo que estaba ocurriendo y los planes para seguir reuniéndonos en grupos pequeños en hogares particulares. Por lo visto, la proscripción era inminente.”

Se registra la sucursal y hogar misional

En la tarde del martes 27 de abril los militares rodearon el Hogar Betel-misional. Portaban armas de fuego automáticas. Un soldado se apostó en la entrada, otro en la puerta trasera y otros en el jardín. Se ordenó a los misioneros que bajaran al comedor, donde se les mantuvo en custodia a punta de pistola. Los soldados llevaron a un misionero tras otro a su habitación y la registraron con la esperanza de encontrar información que probara que eran espías estadounidenses o revolucionarios extranjeros. Entraron en el cuarto de Margarita Königer y empezaron a registrarlo. ¡Ajá! Ya tenían en su poder documentos comprometedores, o por lo menos eso creían. Confiscaron una copia en alemán del testamento del padre de la hermana Königer. Estaban convencidos de que era un mensaje codificado. En la habitación de Peter Pompl, descubrieron lo que pensaban que era una fórmula secreta, pero que en realidad era una receta médica para el hongo de las uñas de los pies.

La última habitación que registraron fue la de Carlos y Mary Prosser. Los soldados encontraron en una maleta una gran suma de dinero. Los misioneros lo habían sacado de la cuenta bancaria de la Sociedad dos días antes temiendo que tal vez la congelaran, pero no habían podido llevar el dinero a un lugar seguro porque habían estado bajo arresto domiciliario. Por alguna razón, parece que a los soldados les dio miedo tocar el dinero e inmediatamente lo pusieron de nuevo en la maleta. Más tarde, la suma completa se entregó intacta a la sucursal de Lagos (Nigeria).

La hermana Prosser relata lo que sucedió: “Uno de los soldados me dijo: ‘Usted lleva mucho tiempo aquí, de modo que debe saber los nombres de algunos de los encargados de su congregación’. Contesté: ‘Pues bien, ya sabe cómo son las cosas aquí, a nadie se le conoce por el nombre completo. Todos nuestros conocidos se llaman Papá Emmanuel o Mamá Eugenie, y así por el estilo. Realmente no sé cómo firman su nombre’. El soldado se rió y dijo: ‘Usted de veras que lleva mucho tiempo aquí’”.

La hermana Prosser agrega: “Observamos que uno de los hombres dejó de registrar el cuarto y se sentó. El comandante le ordenó que continuara trabajando. Su respuesta fue conmovedora, pues alzó la vista y dijo: ‘Conozco a los señores Prosser desde hace muchos años, y a menudo hemos hablado de la Biblia en mi casa. ¿Cómo puedo entrar aquí y registrar su habitación?’”.

Los soldados terminaron de registrar el cuarto de los Prosser y se dirigieron al piso de abajo. No encontraron nada comprometedor. La mayoría de los misioneros habían pasado gran parte de la noche cortando los nombres de los archivos que aún quedaban en la sucursal. Los recortes los echaron por el inodoro o los quemaron. Mientras registraban la sucursal, uno de los guardias observó algo que humeaba en el jardín y preguntó qué era. “Oh, sí, allí es donde quemamos la basura”, contestó el hermano Prosser. Tanto el guardia como el hermano Prosser sabían que lo que se había quemado eran documentos importantes.

“¡Eh!, miren esto”, exclamó un soldado que registraba la sección de envíos. Los soldados encontraron las cintas de carrete y el guión de un drama bíblico que se había presentado en una asamblea de distrito. Estaban seguros de que los nombres de los que componían el reparto eran los de los hombres principales de la organización. Recogieron alegremente las cintas y los guiones para presentarlos como prueba contra los Testigos.

En camino a la “Sûreté Nationale”

Los soldados ordenaron a los misioneros que sacaran sus pasaportes y luego los llevaron a la Sûreté Nationale, una agencia del Ministerio del Interior. Les leyeron los documentos de expulsión del país, después tenían que llevarlos a la frontera y expulsarlos inmediatamente, sin siquiera darles la oportunidad de regresar a casa para recoger sus pertenencias. Menos mal que ya era tarde y casi todos los policías se habían ido a casa. Dado que no había nadie que los escoltara hasta la frontera, les ordenaron a los misioneros que regresaran a casa y se prepararan para salir a las siete de la mañana.

“Cuando llegamos a casa, ya eran después de las ocho de la noche —relata el hermano Prosser—. Sabíamos que nos esperaba una noche difícil. Miles de revolucionarios rodearon nuestro hogar, gritaron lemas políticos, orinaron contra la pared y nos insultaron. Esto continuó durante toda la noche. Nadie pudo dormir mucho, si es que alguien pudo dormir, porque no sabíamos lo que la turba enfurecida haría. Algunos se preguntaban si los golpearían esa noche o si sobrevivirían hasta el día siguiente. Lejos de perder la calma o echarse a llorar, las hermanas se mantuvieron ocupadas haciendo las maletas y animándose mutuamente. Gracias a Jehová, los revolucionarios no entraron en el hogar y nadie sufrió daño físico. Pero la tensión emocional y el acoso psicológico fueron una prueba que los misioneros pudieron aguantar únicamente con el apoyo de Jehová mediante la oración y el estímulo de los demás.” Esta ayuda mutua y esta confianza en Jehová resultarían ser muy importantes en las siguientes horas.

El último día en Benín

Los primeros rayos del sol se filtraron por las nubes como a las seis de la mañana, anunciando el comienzo de un nuevo día. Era el 28 de abril, un día difícil de olvidar. Como de costumbre, los misioneros se reunieron a la mesa a las siete de la mañana para analizar el texto bíblico diario. Obviamente, no era un día para descuidar el estudio de la Palabra de Dios. Todos los misioneros sabían que necesitarían fuerza de más para superar las pruebas que afrontarían ese día.

Theophilus Idowu era un nigeriano que había aprendido el idioma gun años atrás y ahora servía de traductor en la sucursal, aunque no vivía allí. Había estado observando atentamente desde afuera lo que ocurría. Como nadie podía entrar ni salir, los misioneros no tenían pan para el desayuno. Sabiendo eso, el hermano Idowu compró pan en la panadería y se presentó como el repartidor del pan ante el soldado en el portón de Betel. Llevaba ropa andrajosa y un sombrero que le cubría el rostro para que no lo reconocieran las personas que aún estaban allí. El guardia lo dejó entrar. ¡Cuánto se alegraron los misioneros de ver de nuevo el rostro sonriente del querido hermano Idowu! Aquel gesto sencillo dio nuevo significado a la oración: “Danos hoy nuestro pan para este día”. (Mat. 6:11.) Los misioneros percibieron la mano de Jehová y se sintieron fortalecidos.

“¡Pum! ¡pum! ¡pum!” Alguien golpeaba a la puerta principal. Cuando empezaron a examinar el texto diario, se oía mucho alboroto afuera. El jefe del distrito y otros revolucionarios colocaron el asta de la bandera en la propiedad de la sucursal en señal de que el edificio pertenecía ahora “al pueblo”. Se ordenó a los misioneros que salieran y participaran en la ceremonia de izar la bandera. No sabían si los obligarían a salir, pero todos estaban decididos a no tener nada que ver con dicha ceremonia. Uno de los misioneros, Paul Byron, dijo: “Tendrán que arrastrarme”. Sus palabras fortalecieron la determinación de los demás misioneros. Por alguna razón, tal vez intervención divina, los soldados no hicieron que los misioneros salieran. Esto les dio unos minutos más para terminar de examinar el texto del día.

Cuando terminó la ceremonia de izar la bandera, los oficiales del ejército ordenaron a los misioneros que llevaran sus pertenencias al piso de abajo, donde las registraron cuidadosamente. Podrían llevarse solo lo que tenían en las maletas y tendrían que dejar las demás posesiones. Los soldados llevaron al hermano Prosser a cada una de las habitaciones para que las cerrara con llave y exigieron que les entregara las llaves. Habían confiscado la sucursal. Algunos hermanos locales observaban de lejos lo que ocurría, y les partió el corazón cuando vieron que a sus queridos misioneros los echaban de su hogar y que guardias armados los escoltaban como criminales.

¡Expulsados del país!

Se llevó de nuevo a los misioneros a la Sûreté Nationale, donde se les entregaron los documentos de expulsión. A todos, con excepción de Margarita Königer y Gisela Hoffmann, los volvieron a apiñar en la furgoneta de la Sociedad y los llevaron a la frontera de Nigeria. Posteriormente, llevaron a las hermanas Königer y Hoffmann a la frontera de Togo.

El guardia armado que viajaba en el vehículo con la mayoría de los misioneros estaba muy tenso. Tenía la seguridad de que llevaba a criminales peligrosos a la frontera. Permitió que el vehículo se detuviera para abastecerse de gasolina. El joven empleado de la gasolinera reconoció la furgoneta de la Sociedad y preguntó por qué había tanta conmoción. “Somos misioneros y nos están expulsando del país por predicar acerca de la Biblia”, contestó con tristeza un misionero. “No se preocupen; volverán algún día”, respondió el joven. Esas palabras se cumplieron, aunque no inmediatamente.

Bajo proscripción

El periódico beninés Ehuzu del 30 de abril de 1976 publicó el titular “LA SECTA DE ‘LOS TESTIGOS DE JEHOVÁ’ HA SIDO PROSCRITA EN LA REPÚBLICA POPULAR DE BENÍN”. Sufrir persecución no era nada nuevo para el pueblo de Jehová en este país. Desde el principio Satanás estuvo empeñado en impedir que las aguas de la verdad fluyeran en este baluarte de la religión falsa.

Poco después de expulsar del país a los misioneros, más de seiscientos hermanos huyeron de allí con muy pocos bienes materiales, pero ricos en sentido espiritual. A gran parte de los que se quedaron, tanto jóvenes como mayores, se les golpeó sin piedad. Otros perdieron todas sus posesiones y su empleo.

Los hermanos que ocupaban puestos importantes en las empresas fueron los más afectados porque se esperaba que concluyeran las cartas, contestaran el teléfono y saludaran con lemas políticos como “¿Listo para la revolución?” y “¡La lucha continúa!”. Apollinaire Amoussou-Guenou era el encargado de una clínica en la zona de Cotonou. Rehusó participar en tales actividades porque apoyaba exclusivamente el Reino de Dios. Sus familiares le suplicaban que repitiera los lemas aunque solo fuese de dientes para afuera. “Piensa en tus hijos”, le recordaba un sobrino suyo joven. Como la persecución contra el pueblo de Jehová se intensificaba en Benín, Apollinaire decidió trasladarse a Nigeria.

Desde Nigeria escribió: “En un período relativamente corto, he perdido todo en sentido material: casa, automóvil y empleo. Ahora vivo en una casa que aún no ha terminado de construirse. No tiene ventanas ni puertas, ni cemento en el suelo. Mis nueve hijos viven conmigo, y menos mal que los dos mayores consiguieron trabajo. Tenemos que luchar contra los gusanos, los mosquitos, la lluvia y el frío. Un hermano nos dio una cama pequeña, que utilizamos de cuna para nuestro hijo de tres meses. Nos contentamos con lo que tenemos y seguimos cifrando nuestra esperanza en nuestro amoroso Dios, Jehová, quien pronto limpiará toda lágrima de nuestros ojos”. Cuando se impuso la proscripción, muchos hermanos afrontaron dificultades parecidas.

“Cautelosos como serpientes”

Tales condiciones no pudieron acabar con la religión verdadera. Aún había personas que valoraban muchísimo la liberación del yugo religioso. Los superintendentes de circuito siguieron visitando las congregaciones, aunque solo durante dos o tres días. Los hermanos tenían que actuar con cautela y previsión para no ser arrestados. Casi todos los superintendentes de circuito se ponían ropa vieja y sucia cuando llegaban al pueblo, por lo general antes del amanecer o después de la puesta del Sol, para no llamar la atención de nadie. En caso de que alguien sospechara quiénes eran, estaban preparados para cambiarse de ropa inmediatamente. Zacharie Elegbe, ahora miembro del Comité de Sucursal de Benín, recuerda cuando visitaba las congregaciones en calidad de superintendente de circuito en aquel tiempo. “Nunca olvidaré la ocasión en que pasé un día entero en un silo para almacenar maíz, hecho de lodo, mientras la policía me buscaba —dice él—. Oía sus voces, pero no se les ocurrió buscarme en el silo. Al final del día pude salir y continuar mi viaje.”

Era necesario conseguir un permiso del ayuntamiento para celebrar reuniones grandes en aquellos días. Pero los siervos de Jehová demostraron ser “cautelosos como serpientes, y, sin embargo, inocentes como palomas”. (Mat. 10:16.) Cuando se sabía de una pareja que deseaba casarse, se solicitaba un permiso de las autoridades para celebrar la recepción. Por lo general, este se otorgaba sin ningún problema. El presidente empezaba el programa explicando cómo se llevaría a cabo la “recepción de dos días”. ¿Recepción de dos días? Sí. En realidad, la recepción era una asamblea de distrito en miniatura. Los recién casados se sentaban en la primera fila, enfrente de los oradores, y se presentaban discursos bíblicos para el beneficio de ellos y del feliz auditorio. En una de esas asambleas, celebrada en el pueblo de Hetin, más de seiscientas personas asistieron a la “recepción”, y trece se bautizaron. Muchos de los vecinos decían que los testigos de Jehová organizaban recepciones de boda muy extrañas, sobre todo cuando se enteraban de los bautismos. Los funerales también suministraban oportunidades para celebrar asambleas.

Para introducir publicaciones bíblicas en el país, se utilizaban diversos medios: canoas, bicicletas, mochilas, se llevaban por senderos a través de la espesura del bosque y de cualquier otro modo que pareciera apropiado. No todos los funcionarios se oponían violentamente a la obra. En 1984, dos hermanos jóvenes que cruzaban un río en canoa con un cargamento de publicaciones de Nigeria fueron sorprendidos por dos aduaneros en el lado de Benín. ¿Confiscarían las publicaciones, o golpearían y encarcelarían a los hermanos? “¿Qué llevan en las bolsas?”, preguntó uno de ellos. “Publicaciones bíblicas”, respondieron. “Déjennos verlas.” Los jóvenes ofrecieron un folleto ¡Disfrute para siempre de la vida en la Tierra! a cada uno, y ellos los aceptaron con gusto. “¿Siguen trayendo publicaciones para los testigos de Jehová?” Los hermanos se quedaron helados, sin saber qué decir. “Pueden irse”, dijo uno de los aduaneros. Ambos jóvenes dieron gracias a Jehová en silencio. Experiencias como esta fortalecieron la confianza de los Testigos en que Jehová estaba bendiciendo los esfuerzos que se hacían por suministrar a los hermanos el alimento espiritual “al tiempo apropiado”. (Mat. 24:45.)

“La palabra de Dios no está encadenada”

Los Testigos que permanecieron en Benín no podían retraerse de hablar de las valiosas verdades que tenían en el corazón. Gracias a eso, la vida de Maurice Kodo cambió. Era maestro en el pueblo de Calavi, a unos 20 kilómetros [12 millas] de Cotonou. Creía que si era bueno, iría al cielo. Sin embargo, cuando habló con los testigos de Jehová aprendió que la Biblia enseña que se requiere más que eso para conseguir la aprobación divina. Su primo se lo presentó a un vecino que era Testigo, y cuando este percibió el interés de Maurice, le ofreció enseguida un estudio bíblico gratuito. Maurice y su esposa empezaron a estudiar la Biblia y progresaron rápidamente. Al poco tiempo él ya quería participar en la predicación, pues estaba convencido de que había hallado la verdad. Claro, los hermanos tenían que estar seguros de su sinceridad. Otras personas habían fingido interés solo para traicionarlos. Sin embargo, no fue así en el caso de Maurice Kodo. Aprovechaba toda oportunidad para hablar de la verdad a sus parientes, amigos y compañeros de trabajo.

Los hermanos Kodo fueron arrestados el 11 de febrero de 1982. Se les encarceló junto con el hermano que había estudiado la Biblia con ellos al principio y una persona recién interesada que estudiaba con el hermano Kodo. ¿Por qué se les arrestó? Porque o eran testigos de Jehová y hablaban con sus vecinos acerca del Reino de Dios, o manifestaban interés en lo que enseñaban los Testigos. El informe oficial decía que el pueblo de Calavi estaba convirtiéndose en una “colmena de actividad” de los testigos de Jehová. Esto desagradaba mucho a las autoridades.

A los cuatro arrestados, entre ellos la esposa del hermano Kodo, se les puso en la misma celda con criminales de la peor clase y en condiciones infrahumanas. Se les dijo que serían puestos en libertad si hacían una cosa: firmar una carta declarando que ya no eran testigos de Jehová. Nuestros hermanos rehusaron de plano firmar tal documento. No podían repudiar a su Dios, Jehová. Su dedicación a él era incondicional e innegociable. Dicha postura enfureció a las autoridades y confiscaron todas las publicaciones bíblicas que los hermanos tenían en su celda.

Los dos hijos de los hermanos Kodo, Nadine y Jimmy (de seis y tres años respectivamente), enfermaron. La hermana Kodo pidió permiso para regresar a casa a fin de cuidarlos. Aunque no se lo concedieron, sí dejaron que los cuidara en la cárcel. Ahora había seis en prisión, incluidos los niños.

¿Cómo celebrarían la Conmemoración que se aproximaba? Los hermanos locales se las arreglaron para hacerles llegar a escondidas pan sin levadura y vino para dicha reunión. El hermano Kodo recuerda: “Fue extraño. Mientras celebrábamos la Conmemoración, reinaba cierta calma en la cárcel, y nuestra reunión no se interrumpió”.

Al funcionario municipal responsable del encarcelamiento de los hermanos lo asignaron posteriormente a otra zona del país. El que tomó su lugar los veía con mejores ojos; de modo que el 26 de mayo, tres meses y medio después de su encarcelamiento, se les puso en libertad.

Al cabo de cuatro años, el hermano Kodo fue encarcelado de nuevo, esta vez por no repetir las consignas políticas. Más tarde relató cómo aprovechó el tiempo allí: “Era precursor auxiliar mientras estuve en prisión. Esta vez, pude conservar un buen suministro de publicaciones para predicar en ‘mi territorio personal’. Predicaba a los demás prisioneros, a los guardias y a la policía, y conducía muchos estudios bíblicos”. Aunque estaba preso, ‘la palabra de Dios no estaba encadenada’. (2 Tim. 2:9.)

Al reflexionar en el pasado, los hermanos concuerdan en que el pueblo de Calavi efectivamente se convirtió en una “colmena de actividad” del pueblo de Jehová. El número de publicadores ha ascendido, pues de cuatro que había en 1982 han pasado a más de ciento sesenta actualmente, que componen dos prósperas congregaciones. Desde que se bautizó, el hermano Kodo ha tenido el privilegio de ayudar a más de treinta personas a liberarse, no de las cadenas de prisión, sino de Babilonia la Grande, el imperio mundial de la religión falsa.

A finales de los años ochenta empezaron a producirse cambios en el gobierno. Nadie sabía en qué resultarían. Pero la intensa persecución contra el pueblo de Jehová comenzó a ceder. En algunos lugares incluso fue posible celebrar reuniones abiertamente.

“Soy simplemente el precursor”

Durante ese tiempo sucedió algo que indicó que aún había muchas personas de Benín que aceptarían con gusto las verdades libertadoras de la Palabra de Dios. Pierre Awhanto se sentía descorazonado por la hipocresía religiosa, el amor al dinero y la inmoralidad que veía en la Eglise du Christianisme Céleste (Iglesia del cristianismo celestial), a la cual pertenecía. Aunque la Iglesia practicaba la curación por fe, no pudo salvar a su pequeño hijo de la muerte. ‘Dios llamó a su hijo al cielo’, le dijo el pastor. Nada satisfecho con esa explicación y molesto por las prácticas que se permitían en la Iglesia, la abandonó en 1973 con la intención de fundar su propia religión. Quería una religión libre de la hipocresía y las prácticas inicuas que había visto en otros lugares.

Se autoproclamó fundador y pastor de la Iglesia Ayi-Wiwé (Sagrado Corazón). Los testigos de Jehová habían hablado con él en 1964. Pierre Awhanto sentía admiración por ellos. Estaba seguro de que si fundaba su propia iglesia, tendría una religión libre de codicia e inmoralidad, como la de los testigos de Jehová. En poco tiempo, el número de sus seguidores ascendió a más de dos mil setecientos, organizados en veintiuna congregaciones. Disfrutaba de influencia y riqueza.

Cierto día, un señor fue a verlo para que lo sanara. Había padecido de una afección cutánea por bastante tiempo. Pierre Awhanto lo curó. El señor se puso tan contento que lo recompensó con una casa.

No obstante, la inmoralidad y la codicia, las mismas prácticas que Pierre Awhanto quiso combatir fundando su propia religión, estaban infiltrándose en su Iglesia. Empezó a comprender que para practicar la adoración pura no bastaba con imitar al pueblo de Jehová, sino que tendría que formar parte de él. Empezó a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová. Poco a poco enseñaba desde el púlpito lo que aprendía en los estudios bíblicos con los Testigos. Muchas veces concluía el sermón con la extraña declaración: “Yo soy simplemente el precursor. Los auténticos portadores de la verdad vendrán después”. A muchos de los oyentes les intrigaban esas palabras.

Cuando empezó a estudiar dos veces a la semana con los Testigos, se dio cuenta de que tenía que tomar una decisión. Convocó a todos sus pastores. Había veintiocho de ellos. Les explicó con las Escrituras la diferencia entre la religión verdadera y la falsa. En esa reunión decidieron quitar todas las imágenes de sus iglesias y que el clero ya no vistiera túnicas especiales. A los pastores se les mandó que hablaran con los Testigos de su localidad y solicitaran un estudio bíblico. Muchos de ellos siguieron el ejemplo de Pierre Awhanto. Estos guías religiosos recibían su estudio bíblico los miércoles, y los domingos presentaban un sermón basado en lo que habían aprendido. Con el tiempo, el estudio del miércoles se convirtió en el Estudio de Libro de Congregación, y el sermón del domingo, en el discurso público.

En 1989, Pierre Awhanto convocó a todos sus seguidores a una reunión. Más de mil feligreses se congregaron en Porto-Novo. Allí les dijo: “¿Recuerdan que solía concluir los sermones diciendo, ‘yo soy simplemente el precursor. Los auténticos portadores de la verdad vendrán después’? Pues bien, por fin han llegado: son los testigos de Jehová”. El anuncio suscitó una sesión de preguntas y respuestas que duró unas siete horas. La noticia no fue grata para todos. Algunos preferían su propio estilo de vida, que incluía la práctica de la poligamia. Hasta la fecha, tan solo en Benín, más de setenta y cinco ex feligreses de la Iglesia Ayi-Wiwé se han bautizado, y unos doscientos más están estudiando y progresando hacia esa meta. Muchos de ellos también están aprendiendo a leer y escribir.

Pierre Awhanto se bautizó en junio de 1991. Cortó legalmente todos los lazos con su antigua religión. Ocho de sus anteriores iglesias se han convertido en Salones del Reino. ¿Y la casa que le había dado aquel señor como recompensa por haberlo sanado? El hermano Awhanto se la devolvió. Naturalmente, el hombre quedó muy asombrado. Pero el hermano le explicó que había encontrado la verdad y que ahora sabía que había efectuado aquella curación por el poder de los demonios, no por el de Dios.

¡Qué animador es ver a muchedumbres librarse del error religioso y alcanzar “un conocimiento exacto de la verdad”! (1 Tim. 2:4.) Había llegado el tiempo para que los hermanos se reunieran abiertamente y recibieran instrucción de la Palabra de Dios.

Un día inolvidable

El 24 de enero de 1990, dos hermanos de Benín viajaron a Lagos (Nigeria) con un importante documento en su poder. Querían informar a la sucursal de Nigeria, la cual se encargó de la obra en Benín durante aquellos difíciles años, que el decreto número 004, con fecha del 23 de enero de 1990, anulaba uno anterior (el número 111 del 27 de abril de 1976) en el que se proscribía la obra de los testigos de Jehová en la República de Benín. Por fin, los testigos de Jehová estaban oficialmente libres para predicar en público y celebrar reuniones cristianas. ¿Cómo se informaría a los Testigos locales?

Se programó una reunión en Cotonou. Sin embargo, los organizadores no indicaron de antemano el propósito de esta. Los Testigos no entendían por qué iban a congregarse en un salón público en el centro de Cotonou. Cuando llegaron, ¡qué sorprendidos quedaron al ver un letrero grande que daba la bienvenida a los testigos de Jehová! ‘¿Cómo es posible? Estamos bajo proscripción’, pensaron muchos hermanos. Algunos se preguntaron: ‘¿Será una trampa?’.

Se había anunciado que la reunión empezaría a las diez de la mañana, pero todos los asientos estaban ocupados para las nueve. Dentro del salón había dos letreros grandes. Uno contenía las palabras de Revelación 4:11: “Digno eres tú, Jehová, nuestro Dios mismo, de recibir la gloria y la honra”. El otro destacaba Salmo 144:15: “¡Feliz es el pueblo cuyo Dios es Jehová!”.

Cuando empezó la reunión, el presidente anunció que de acuerdo con el documento que tenía en la mano, “el gobierno había levantado la proscripción de nuestra obra”. El hermano Olih, miembro del Comité de la Sucursal de Nigeria, estuvo presente y relata: “El aplauso con el que se recibió el anuncio fue tan fuerte que si el edificio no hubiera estado bien construido podría haberse derrumbado por la intensidad aumentante de la estruendosa ovación. Entonces el auditorio dejó de aplaudir a la misma vez, como si quisiera recordar lo que se había anunciado. Luego, empezaron a aplaudir de nuevo, y continuaron haciéndolo por varios minutos. El presidente mencionó el Salmo 126, pero no pudo leerlo a causa de los aplausos. A muchos de nosotros, así como al presidente, se nos llenaron los ojos de lágrimas. Fue como presenciar una escena de la resurrección: los hermanos mirándose unos a otros, tomándose de las manos, llenos de gratitud y gozo”.

En los discursos que siguieron se encomió a los hermanos por su aguante durante los catorce años de proscripción. Ya no era tiempo de llorar amargamente, sino de edificar y utilizar con prudencia su nueva libertad en el servicio de tiempo completo, si las circunstancias lo permitían, o esforzarse por alcanzar otros privilegios de servicio en la congregación. Era importante que siguieran confiando en Jehová, quien había concedido la victoria a su pueblo. La reunión duró cuatro horas sin intermedio, pero para los presentes parecieron solo unos minutos.

El último orador dijo que unos días antes, los hermanos habían tenido mucho cuidado de no delatarse unos a otros cuando se encontraban en la calle. Pero ahora se les dijo que empezaran a recuperar el tiempo perdido saludándose abiertamente. Dos horas después de haber concluido la reunión con una oración sincera, muchos Testigos aún estaban frente al edificio abrazándose, besándose y reanudando viejas amistades. La libertad religiosa tenía un dulce olor. Pero ¿cómo la utilizarían los hermanos?

Alegres de poder reunirse para adorar a Dios

Para volver a usar los Salones del Reino fue necesario limpiarlos, pintarlos y repararlos. Los hermanos dieron generosamente de su tiempo y sus recursos para realizar dicha labor. La Sociedad tomó medidas para que los superintendentes de circuito visitaran de inmediato las congregaciones y pasaran dos o tres días con cada una. La obra se estaba reorganizando.

¡Qué gozo da ver a las familias acudiendo de nuevo a los Salones del Reino! A menudo la asistencia a las reuniones es dos o tres veces mayor que el número de publicadores. Muchos llegan en bicicletas; algunos en motocicletas o en canoas. Otros caminan, y aunque tengan que hacerlo por varios kilómetros, no se desaniman. La madre coloca al bebé en la espalda y lo sujeta pasando una banda de tela alrededor de su torso. Los hijos mayores ayudan a los menores. El padre suele cargar los valiosos libros que se utilizan en la reunión. Son valiosos porque Jehová da instrucción mediante ellos, y también porque cada libro grande pudiera representar el salario de un día.

Con el tiempo, todos los Salones del Reino del país, el hogar misional de Porto-Novo y la sucursal de Cotonou, que se habían confiscado durante la proscripción, se devolvieron a sus legítimos dueños. Se les hicieron renovaciones básicas de inmediato a la sucursal y al hogar misional de Porto-Novo, y en agosto de 1990, menos de un mes después de que se hubiera devuelto la propiedad de la sucursal, se celebró allí mismo una asamblea a la que asistieron unas dos mil personas. Todo el mundo se enteró de que los testigos de Jehová estaban utilizando de nuevo esta propiedad para su obra de educación bíblica.

La sucursal de Benín reanudó su labor en septiembre de 1991, lo que hizo posible que hubiera un contacto más estrecho con los hermanos y más oportunidades de ayudarlos a satisfacer sus necesidades espirituales.

Ansiosos de dar testimonio de la verdad

Los testigos de Jehová de Benín querían predicar las buenas nuevas como sus hermanos de otros países. Gran parte del testimonio que dieron durante los catorce años de proscripción fue de manera informal. Incluso algunos ancianos nunca habían predicado de casa en casa. Pero empezaron a hacerlo tras recibir un poco de ánimo e instrucciones.

No es difícil dar testimonio en Benín. La gente en general ama la Biblia. Muchas veces invitan al Testigo que los visita a sentarse, y lo escuchan atentamente. Cuando los Testigos predican de casa en casa, no es extraño que alguien en bicicleta los llame y les pida los ejemplares más recientes de La Atalaya y ¡Despertad!

A menudo hay muchos familiares que habitan en viviendas que comparten el mismo patio. Por respeto al cabeza de la familia, los Testigos piden hablar con él primero. Luego hablan con sus hijos adultos y sus respectivas familias, cuyas casas dan al mismo patio.

En agradecimiento por lo que Jehová había hecho por ellos, centenares de Testigos se hicieron precursores cuando se levantó la proscripción. En 1989 había 162 precursores especiales, regulares y auxiliares; en 1996 había 610.

¿Cómo ha respondido la gente? Se asignó a un matrimonio de precursores especiales a un pueblo donde no había Testigos. Al cabo de unos meses llegó el momento de celebrar la Conmemoración de la muerte de Cristo. Las personas interesadas del pueblo se enteraron de que usualmente la celebramos en un Salón del Reino, pero no había uno allí. Una de ellas habló con el dueño de un amplio terreno y le preguntó si les permitiría limpiar parte de él para construir un Salón del Reino. El señor simpatizaba con la obra de los Testigos, de modo que accedió. En pocos días los dos precursores especiales y las personas interesadas limpiaron el terreno y construyeron un hermoso Salón del Reino, con paredes de ramas de palmera entretejidas y techo de paja. Al frente había dos arcos hechos de ramas de palmera decorados con flores. Cuando una sacerdotisa vuduista intentó suscitar oposición, los ancianos del pueblo le dijeron: “Usted no es dueña de la tierra de este pueblo. Nosotros queremos que se queden los testigos de Jehová. Si ellos se van, ¡usted también se irá!”. La mujer no causó más problemas. Asistieron 110 personas a la Conmemoración, y solo los precursores especiales eran Testigos bautizados.

Instalaciones para las asambleas

Poco después de que se levantó la proscripción se compró un terreno de cinco hectáreas [12 acres] en Calavi, un pueblo no muy lejos de Cotonou, y luego se compró un terreno adyacente de cuatro hectáreas [10 acres]. Este era el pueblo donde se había encarcelado a algunos de nuestros hermanos porque las autoridades dijeron que la zona era “una colmena de actividad” de los testigos de Jehová. ¡Qué ciertas resultaron ser esas palabras! En 1990 el pueblo de Jehová celebró libremente una asamblea allí, en su propio terreno.

Pero ¿cómo se construyó un lugar para celebrar asambleas con suficiente espacio para 4.000 personas y a un costo que los hermanos pudieran sufragar?: tal como suelen hacerlo los testigos de Jehová de África occidental. Los hermanos fueron a la selva y cortaron bambú y hojas de cocotero. Hicieron los asientos con cañas de bambú. Clavaron en el suelo postes que sobresalían unos 50 centímetros [20 pulgadas] a intervalos de 1,2 metros [4 pies]. Estos postes serían las patas de los asientos. Luego ataron sobre los postes de 50 centímetros dos cañas más largas de bambú. Voilà! Asientos para quince personas. Emplearon cañas de bambú más grandes para apoyar la estructura del techo y las hojas se entretejieron y se usaron para techar el edificio. Aunque tal estructura no es impermeable, protege del ardiente sol africano y permite que las personas que están debajo se sientan bastante cómodas.

Con el tiempo se construirá una nueva sucursal y un Salón de Asambleas sin paredes, pero de estructura más duradera.

Regresan los misioneros

Unos tres meses después de que se levantó la proscripción, se emitió otro decreto gubernamental. Este anulaba el decreto que llevó a la expulsión de los misioneros en 1976 y declaraba que los testigos de Jehová podían llevar a cabo libremente la obra misional en Benín.

En respuesta a ese decreto, se volvió a asignar a misioneros a Benín en noviembre de 1990. Tab y Janis Honsberger, que servían en Dakar (Senegal), fueron reasignados a Benín. Michel Muller y su esposa, Babette, así como Claude y Marie-Claire Buquet, llegaron al país unos días después. Ellos habían estado sirviendo poco antes en Tahití.

El hermano Honsberger recuerda: “La reacción de la gente cuando empezamos a predicar de puerta en puerta en nuestra nueva asignación fue una grata sorpresa para nosotros. La verdad es que nos daban la bienvenida a Benín. Un señor dijo que el país empezó a ir de mal en peor cuando a los misioneros testigos de Jehová se los echó de allí años atrás”. Recuerde lo que les dijo el joven empleado de una gasolinera a los misioneros que habían sido expulsados del país catorce años atrás: “No se preocupen, ustedes volverán algún día”. Se cumplieron sus palabras... los misioneros regresaron.

El hermano Buquet llama a Benín el paraíso de los misioneros, porque gran parte de los benineses aman profundamente a Dios y la Biblia. Muchos de los más de cincuenta misioneros que sirven allí actualmente han tenido la experiencia de que alguien que desea un estudio bíblico o la respuesta a una pregunta bíblica profunda los abordara en la calle.

Uso prudente de la libertad

Años atrás, a muchos benineses los vendieron como esclavos y los enviaron al extranjero. La religión falsa ha producido otra clase de esclavitud, tan terrible como aquella, que perdura hasta el día de hoy. Ata el corazón y la mente de quienes tal vez crean que están libres. A veces causa más temor que el látigo de un dueño de esclavos.

Miles de benineses se han liberado de esa esclavitud y se han convertido en gozosos testigos de Jehová. También saben lo que implica no ‘ser parte del mundo’ en imitación de Cristo. Como resultado, se les ha liberado de la esclavitud al “gobernante de este mundo”, de quien Jesús dijo que no tenía dominio sobre él. (Juan 12:31; 14:30; 15:19.) Los años de persecución intensa que sufrieron los testigos de Jehová de Benín no los esclavizaron de nuevo. Sabían muy bien que Jesucristo había dicho: “Si ellos me han perseguido a mí, a ustedes también los perseguirán”. (Juan 15:20.) También sabían que el apóstol Pablo había escrito: “Todos los que desean vivir con devoción piadosa en asociación con Cristo Jesús también serán perseguidos”. (2 Tim. 3:12.) Aunque se les privó por algún tiempo de reunirse para adorar a Dios libremente y de dar testimonio en público —a algunos hasta los encarcelaron—, continuaron disfrutando de libertades que ningún ser humano podía quitarles.

Han pasado unos siete años desde que se levantó la proscripción y se reconoció legalmente a los testigos de Jehová en Benín de nuevo. ¿Han utilizado los hermanos benineses dicha libertad con prudencia? Poco antes de que se impusiera la proscripción, había aproximadamente dos mil trescientos proclamadores activos del Reino en el país. Actualmente hay más del doble de esa cantidad. Y el número de los que participan en el ministerio de tiempo completo ha ascendido a más del triple. Muchas personas están respondiendo a la invitación de ‘tomar gratis el agua de la vida’. (Rev. 22:17.) Cuando las congregaciones se reúnen para celebrar la Conmemoración de la muerte de Cristo, muchas personas interesadas asisten, de modo que la concurrencia es más de cuatro veces la cantidad de Testigos. Obviamente aún hay mucho que hacer para ayudar a estos interesados a apreciar y a poner en práctica todas las cosas que mandó Jesús. (Mat. 28:19, 20.)

También hay muchas situaciones difíciles que las personas tienen que afrontar mientras exista este viejo sistema de cosas. Sin embargo, es alentador visitar las congregaciones del pueblo de Jehová de Benín y observar personalmente la libertad que la Palabra de Dios les ha dado a los benineses. Tenemos el caso del hombre del pueblo de Logou que había sido polígamo, y que por su deseo de conseguir la aprobación de Jehová, se liberó de las tradiciones locales antibíblicas y ahora vive con una sola esposa. Está el caso del joven de la Congregación Togoudo Godomey, a quien el padre le ofreció una educación que muchos hubieran aceptado enseguida y le prometió que con el tiempo llegaría a ser sacerdote vuduista y heredaría su casa y sus esposas; pero él optó por servir a Jehová. También está el caso de una hermana de Tori-Cada Zounmé, que vivió muchos años en un convento vuduista, pero que ahora es precursora regular. El del joven que se ganaba la vida robando y que ahora se ha puesto la nueva personalidad y es actualmente precursor especial en Kotan. Otro caso es el de un anterior militar que perseguía al pueblo de Jehová pero que ahora es precursor regular y siervo ministerial. Estas personas y muchas otras como ellas están ocupadas ayudando a la gente de corazón honrado a aprender a liberarse de la esclavitud religiosa, tal como ellas lo hicieron. Saben por experiencia que “donde está el espíritu de Jehová, hay libertad”. (2 Cor. 3:17.)

[Ilustración a toda plana de la página 66]

[Ilustración de la página 72]

Nouru Akintoundé regresó a Benín como precursor y ayudó a muchos a empezar a servir a Jehová

[Ilustración de la página 80]

Clase de alfabetización en Sekandji (1996)

[Ilustración de la página 86]

Germain Adomahou abandonó la poligamia para vivir con su primera esposa, Vigue

[Ilustración de la página 89]

Amasa Ayinla y su familia cuando servía de superintendente de circuito en Benín

[Ilustración de la página 90]

Carlos y Mary Prosser, misioneros listos para predicar

[Ilustración de la página 95]

Escuela del Ministerio del Reino de 1975, durante un período de tensión política en Benín

[Ilustración de la página 102]

Peter Pompl con Mary y Carlos Prosser; los tres fueron expulsados de Benín y sirven actualmente en Camerún

[Ilustración de la página 115]

Pierre Awhanto, que se había autoproclamado ministro, es ahora un ministro ordenado del Dios verdadero

[Ilustraciones de la página 116]

Reunión en la que se anunció que se había levantado la proscripción

[Ilustración de la página 118]

Lugar de asamblea de Calavi

[Ilustración de la página 123]

Sucursal de Benín, con el Comité de la Sucursal del pasado año de servicio (de izquierda a derecha): Zacharie Elegbe, Tab Honsberger, Sourou Hounye